La base de la sociedad humana es el trabajo y el trabajo no es nada sin la cultura y transformar la Sociedad, disponerla al progreso solo es posible a través de la Educación.
Parece sencillo, pero el capitalismo vino a enredarlo todo, haciendo de la cultura y específicamente de la educación, un asunto elitista, un ámbito segregado e inclusive, una herramienta de dominación.
El 19 de Julio de 1979, a sangre y fuego fue roto un eslabón de la cadena opresora en el Continente más joven del mundo. Triunfaba la Revolución Popular Sandinista y empezaba así un ciclo febril y virtuoso de la historia de Nicaragua, un ciclo que apenas disipados los terribles ruidos de la guerra (inmersos en las mil dificultades de edificar un gobierno de nuevo tipo) daba inicio a otra epopeya grandiosa, una tarea emanada del propio Programa histórico del FSLN:
La Gran Cruzada Nacional de Alfabetización (CNA) " Héroes y mártires por la liberación de Nicaragua".
Desde el mero arranque de la república, la sociedad nicaragüense nació, muy a propósito, fracturada, dividida en castas donde, más que por el dinero y el poder, los límites estaban marcados por la educación o, mejor dicho, la falta de ella.
Las veinticinco guerras civiles en un corto periodo de 160 años de vida republicana y los bajísimos índices socioeconómicos de desarrollo de la mayoría de la población nicaragüense, son el reflejo de la voluntad de los poderosos de mantener al país bajo control. Un Estado fallido, pero lucrativo donde la educación, es decir su control, siempre fue el cepo al que se encadenó a todo un pueblo, para intentar quitarle su voluntad de lucha.
El Frente Sandinista ordenó la creación de una organización juvenil, que asumiera los retos de la construcción de una sociedad nueva, más justa e incluyente y como primera tarea le encomendó enseñar a leer a los trabajadores del campo y la ciudad, a las excluidas etnias costeñas, a todo nicaragüense que quisiera cambiar su vida y sumarse al gran proyecto de nación, a empoderarse y construir su propio destino.
Durante seis meses, alrededor de 60, 000 jóvenes (la mayoría adolescentes), maestros y personal de apoyo técnico (todos voluntarios) de todo el país y organizados en una “ejercito” cultural, convivieron con la población de las zonas rurales y la profundidad de la montaña de nuestro territorio nacional con el objetivo de alfabetizar a nuestros compatriotas y además de llevar el mensaje de la Revolución, impulsar la participación de esos segmentos poblacionales a las tareas de la misma.
Sin embargo, la misión de este contingente alfabetizador no hubiese sido posible sin la participación de prácticamente todo el Estado, las organizaciones de masas y las estructuras del FSLN y la Juventud Sandinista. El gobierno invirtió directamente en la CNA más de 12 millones de dólares de ese tiempo, sin contar con las erogaciones de las instituciones involucradas en el apoyo a la cruzada. Una gigantesca organización y enorme costo financiero que al final valió la pena, junto con los sacrificios de todo el Ejercito Popular de Alfabetización (EPA) y el pueblo nicaragüense en su conjunto.
Nunca olvidaremos a los 59 alfabetizadores caídos en diferentes circunstancias ( incluso,asesinados por la incipiente contrarrevolución) que reafirmaron con su sacrificio que la Revolución es entrega y conciencia.
Un poco más de 400 mil personas (en su mayoría adultos) salieron de la oscuridad del analfabetismo donde los tenía sumidos el Estado burgués y la dictadura somocista, que increíblemente logró disminuir hasta el 13 por ciento la tasa de analfabetismo de nuestro país y que generó admiración y una gran ola de apoyo por parte de pueblos y gobiernos del mundo (cómo no recordar por ejemplo a México, que incluso facilitó helicópteros), logrando prestigiosos premios internacionales, incluyendo el “Nadezhda Krupskaya”, otorgado por la UNESCO.
Edelberto Matus.