El 10 de junio de 1942 los nazis irrumpieron en el pueblo checoslovaco de Lidice, justificando posteriormente los asesinatos en el lugar, envíos a campos de concentración y de niños a Alemania para ser reeducados, así como el arrasamiento de la aldea por la supuesta vinculación de sus habitantes con la resistencia y los paracaidistas que llevaron a cabo el atentado al teniente-general nazi de las fuerzas de las SS Reinhard Heydrich, uno de los hombres más temidos y odiados de la Checoslovaquia ocupada por los nazis.
Lidice realmente nada tenía que ver con la resistencia y los grupos que venían en su ayuda desde el extranjero, según indican los historiadores. Hoy en todo el mundo, hay niñas que han sido nombradas Lídice, en honor del martirologio.
Unas 340 personas de Lídice murieron a causa de la represión alemana; tras la derrota del fascismo, sobrevivieron y regresaron al pueblo 153 mujeres y 17 niños.
El olor a heno no existía, ni crecía la hierba fresca, era un pueblo fantasma que en 1949 inició la reconstrucción al nordeste del antiguo asentamiento, lugar en el que hoy se erige un monumento a la tragedia.
Esta notable escultura de Marie Uchytilová conmemora esta masacre.
Un grupo de esculturas de bronce, en homenaje a los niños fallecidos.
Su construcción fue decidida en 1969.
Como símbolo de una tumba imaginaria de los 13 millones de víctimas más inocentes de la guerra, los niños, eligió como modelo a 82 niños de Lídice asfixiados en las salas de gas de Chelmno.
Le tomo 20 años hacer esta escultura, ya que utilizó los documentos antiguos para reproducir los rostros de los niños desaparecidos y representarlos de acuerdo a su tamaño exacto.
Monumento a las víctimas de la masacre de Lidice.
En homenaje a ese holocausto, tomaron el nombre de la aldea sitios en diversos países, se levantaron monumentos a las víctimas, se alzó un memorial, fueron escritas obras de teatro y Oswaldo Guayasamín realizó un acrílico sobre madera.
Aunque el fascismo intentó anularlo, Lídice renació como símbolo de vida y dignidad; y ahí está, para que nos haga pensar en la obligación de luchar para que la barbarie no vuelva nunca más.
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