Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Ucrania, despertando al nuevo siglo




El reconocimiento –previsible, por demás– por Rusia de las repúblicas de facto de Donetsk y Lugansk debería servir de campanada para bajarse del burro, descolgarse de la liana y bajar al nuevo siglo, a este que numeramos 21.

Viven, en esta envejecida, desigual y cada vez más anacrónica Europa, reunida en la UE, en un mundo que sólo existe en su imaginario. Creen que estamos aún en la última década del siglo 20, esa que siguió al suicidio de la Unión Soviética, cuando EEUU se autoproclamó hiperpotencia y único polo de poder mundial, aplaudido hasta el espasmo por su gallinero europeo.

En Washington pregonaron que el 21 sería el New American Century (el nuevo siglo estadounidense) y se aplicaron a modelar ese mundo con una violencia inusitada: guerra de agresión brutal contra Yugoslavia, a la que arrancan a punta de bombardeos la independencia de Kosovo; invasiones de Afganistán e Iraq; destrucción de Libia; intento de repetir con Siria, pero ahí se les paró Rusia…

Paralelo a esa violencia, la OTAN se fue expandiendo como sarna por la piel de Europa, hasta alcanzar las fronteras de la descalabrada Rusia. Luego más: Georgia inundada de asesores estadounidenses que quiere recuperar, en 2008 y manu militari, Osetia del Sur y Abjasia. Rusia reaparece y sus tanques se detienen a treinta kilómetros de Tiflis.

Pero los atlantistas siguen en su burro. 2014, Ucrania. Golpe de estado y conversión del país en enemigo de Rusia. La mayor y más brillante “genialidad” de EEUU y su gallinero.

¿Alguien se imagina a México declarándose enemigo de EEUU y ofreciéndose como plataforma de agresión contra los gringuitos?

Habría que ser bastante más que tarado para hacerle eso al pueblo mexicano, pues EEUU no dudaría un segundo en desbaratar México, como ha desbaratado a Cuba y Venezuela y como destruyó a Nicaragua en los años 80.

Pero, claro, lo que pueden hacer EEUU y su gallinero no lo puede hacer ningún otro país. ¿Que agreden a Yugoslavia, la bombardean y le imponen un país independiente en su territorio? Legal, justo, perfecto y viva la libertad.

¿Que lanzan una agresión salvaje contra Libia y destruyen el país (que sigue destruido)? Necesario, imprescindible y válido.

¿Que hay que asfixiar con sanciones a Irán? Para eso dominamos el sistema financiero mundial. La hipocresía se instala. Y se instala, como fiebre, un sentimiento de omnipotencia e impunidad. También de ceguera.

En Georgia, Rusia dio un aviso; dio otro, mayor, en Crimea. Se firmaron los Acuerdos de Minsk, no se cumplieron; siguieron los atlantistas engañando a Ucrania para sus propios fines, pero todo tiene un final, y no precisamente el deseado. Lo más deplorable de todo esto es que lo de Ucrania era un escenario que se veía venir.

En 2016, en Política y geopolítica, afirmábamos: “Pese a las apariencias, el conflicto en Ucrania no ha hecho más que empezar.

El Gobierno de Kiev, en manos de extremistas antirrusos, ha adoptado una estrategia de seguridad nacional sobre tres pilares: la consideración de Rusia como Estado enemigo y principal amenaza para Ucrania; la incorporación en la OTAN y la reducción de los vínculos económicos (y por tanto políticos y culturales) con Rusia.

Casi una declaración de guerra”. También señalamos: “Si los acontecimientos siguen estos derroteros, el conflicto bélico estallará, más tarde o más temprano.

La única pregunta que quedaría por contestar es el cuándo y el cómo”. No había que ser vidente para avistar el desastre en Ucrania de la mano de la OTAN.

Ucrania y Rusia: historia común

Pretender convertir a Ucrania en Estado enemigo de Rusia, siendo que la historia de rusos, ucranianos y bielorrusos se confunde en el tiempo, es perverso, pero, sobre todas las cosas, es estúpido.

Hay que serlo, y mucho, para creer que, ante una amenaza de esa entidad, Rusia iba a permanecer con los brazos cruzados. Y es más profundamente estúpido sabiendo que Rusia dispone de un arsenal nuclear suficiente para barrer a la Europa atlantista.

Es decir, que es imposible plantearse una guerra contra Rusia, por la simple, obvia, evidente razón de que Rusia no es Yugoslavia, Iraq o Libia. Es nuclear.

La estupidez y veleidad atlantista se hace más evidente cuando hablamos de su ya aburrida cantinela de “sanciones devastadoras”.

Las aplicaron en 2014, por Crimea, y la economía rusa no sólo absorbió aquellas sanciones, sino que dichas sanciones fueron un enorme aliciente para financiar una eficaz reindustrialización y una revolución agropecuaria.

También llevó a Rusia a cambiar sus reservas internacionales de dólares a oro y a ampliar su canasta de divisas. Hoy el dólar ha desaparecido de sus reservas y, ténganlo por seguro, a estas alturas, Rusia ya tiene elaboradas las alternativas a las “sanciones devastadoras” de los atlantistas.

Rusia no es Cuba, tampoco Venezuela, algo que los arrogantes burócratas de Bruselas y Washington parecen no querer entender.

Hablemos del gas. Como dijo el presidente Putin, es Europa la que necesita el gas, no Rusia. Mucho se habla de los grandes negocios que viene haciendo EEUU, vendiendo su gas de fracking a precios astronómicos, pero no se menciona que estos precios son mundiales y que si el gas gringo sube, también sube el ruso. Las cifras de 2021 lo dicen todo.

Según el Ministerio de Finanzas ruso, los ingresos por petróleo y gas de Rusia duplicaron los cálculos en un 51,3 % en 2021, alcanzando la cifra de 119,000 millones de dólares. Solo en octubre de 2021, los ingresos por hidrocarburos ascendieron a 500 millones de dólares ¡diarios!

El Ministerio de Finanzas había proyectado un precio del petróleo de 45 dólares por barril al elaborar el presupuesto para 2021. El precio real tuvo un promedio de 69 dólares.

Otrosí con el gas. El Ministerio de Economía ruso había calculado un precio promedio de exportación de 156.3 dólares por mil metros cúbicos para 2021, pero el precio alcanzó un promedio de 280 dólares por mil metros cúbicos, es decir, un 40% más de lo proyectado.

El maná del gas permitió que Rusia obtuviera un histórico superávit en cuenta corriente de 120,300 millones de dólares, equivalente al 7% del PIB de Rusia.

La crisis ha llenado las arcas rusas y las reservas de divisas superan los 600 mil millones de dólares, cantidad suficiente para resistir años.

Al día de hoy, el petróleo araña los 100 dólares. Los rusos se frotan las manos.






¿Quién dará gas a Europa?

También Rusia ha hecho cálculos sobre su reacción a las “sanciones sin precedentes”, que incluiría cortar los suministros de gas a la UE. Como señalara, en enero de 2022, el Fondo Nacional de Seguridad Energética ruso, no hay cantidades suficientes de petróleo y gas en el mercado mundial. Si Rusia sacara de dicho mercado los suministros rusos, los precios se dispararían aún más por la escasez de gas existente.

Arabia Saudita, aunque quisiera, no podría resolver el déficit de Europa porque carece de reservas para compensar la escasez. La única opción a mano es Irán, pero, por una parte, EEUU se opondría, y por otra, Irán carece de infraestructura para suministrar tal volumen de gas a Europa. En cuanto a Qatar, tampoco puede sustituir el gas ruso.

El 75% de su gas va al Sudeste Asiático y su mayor yacimiento lo comparte con Irán y no hay instalaciones apropiadas para extraerlo. Rusia, Irán y Turkmenistán poseen casi el 50% de las reservas mundiales de gas y son productores fuera de la órbita occidental.

De esa forma, las sanciones contra Rusia podrían terminar en crisis energética mundial.

El gallinero europeo tendría que pagar petróleo y gas a precio de oro. Y, si tal, que viva la inflación.

Por otra parte, la histeria militar sobre la presunta –”¡ya viene, ya viene!”– invasión rusa de Ucrania está teniendo efectos terribles en la economía ucraniana, con incremento de las tasas de inflación, devaluación de su moneda, caída del mercado de valores y la huida de inversores extranjeros.

La de Ucrania es una economía tan derruida y desamparada que obliga a hacer una pregunta: ¿tanto se odia al pueblo ucraniano que se le está condenando a más miseria y hambre?

En enero de 2022, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirmó que, desde 2014, la UE ha concedido a Ucrania unos 17 mil millones de euros en ayudas y préstamos. Préstamos que Ucrania debe pagar con intereses.

Esa cantidad, dividida por siete, da 2,420 millones de euros por año. Rusia paga a Ucrania una media de 2,000 millones de dólares anuales limpios de polvo y paja. Si Rusia corta el gas, Ucrania perdería de golpe 2,000 millones de dólares y, además, se quedaría sin gas.

¿Quiénes del gallinero asumirían tal pérdida? Con el gas por las nubes, ¿de dónde sacaría dinero Ucrania para comprarlo a EEUU?

EEUU y su gallinero están agotando sus últimos cartuchos. Si se imponen a Rusia esas “sanciones sin precedentes” ya no les quedaría nada, salvo la guerra, que sería nuclear.

En 2028 entraría en funcionamiento el gasoducto Fuerza de Siberia 2, que suministrará a China un volumen similar de gas al que, por ahora, sigue consumiendo la UE.

En el corto plazo, Rusia resentiría el golpe. En el mediano plazo, el golpe sería para la UE. En el largo plazo, la UE, si sigue de gallinero, se volverá irrelevante, vieja, pobre y fría.

“Hace 30 años, la Unión Europea representaba una cuarta parte de la riqueza mundial; dentro de 20 años, representará poco más del 10%. Nuestra contracción demográfica se desarrolla de forma similar: a finales de este siglo, Europa representará menos del 5% de la población mundial”.

Esto no lo dijo un analista de retrete. Es cita textual de un artículo de Josep Borrell, publicado el 24 de noviembre de 2021.

Si el gallinero no quiere entender que estamos en el siglo XXI, en un mundo multipolar –guste o disguste– para lo único que servirá este gallinero es para sopa de gallo viejo.

En cuanto a los gringuitos, créannos, saldrán de Europa como salieron de Kabul en cuanto la vean negra, que los chinos los están esperando con los brazos abiertos, muy abiertos. Tendrán un abrazo de dragón y de oso. Y los colgados del bejuco, en el bejuco quedarán.

Por Augusto Zamora R.

Nicaragüense. Ex embajador en España.

Diario digital Público, España

Related Posts

Subscribe Our Newsletter