Palestina: Masacre de Hebrón de 25/02/1994

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EEUU. Colín Powell: Un halcón disfrazado de paloma


Con más pena que gloria se ha marchado de este mundo el militar y diplomático jubilado gringo Colin Powell, victima (según fuentes oficiales) del cov*d-19. Un vir*s que muchos dicen que fue creado en los laboratorios del mismo ejército qué por un buen tiempo este señor dirigió.

Escribir sobre un difunto, extranjero y que desde años antes de su muerte se había retirado a disfrutar de la paz de su vida privada, solamente lo justifica un propósito: Poner de relieve que para ser un yanqui supremacista, ultra-conservador, imperialista y mentiroso no se requiere únicamente ser blanco anglosajón, nacido de la élite híper-millonaria fundacional de los Estados Unidos.

Los primeros negros “llegaron” a ese país procedente de África y el Caribe con grilletes, en barcos de comerciantes de esclavos. 

Su historia es terrible y sólo las conveniencias políticas y las necesidades prácticas de la guerra civil obligaron a la élite a declarar las leyes abolicionistas de la esclavitud que aún hoy, 158 años después, no terminan de ser implementadas cabalmente.

La valentía de aquellos negros libertos convertidos en soldados y clases (que incluso 18 de ellos fueron condecorados con la máxima distinción militar, la medalla de honor) empezó a integrarlos a aquella enorme nación de inmigrantes que se iba conformando a base de la anexión forzosa y robo de territorios ajenos. 

Pelearon en todas las guerras de los blancos, incluso ayudaron a “pacificar” el Oeste y exterminar a los verdaderos dueños del continente y de otros rincones del mundo.

Y así llegamos hasta este Colin Powell, nacido en el paupérrimo y atestado barrio de El Bronx de los suburbios industriales de “la gran manzana” y en cuyas venas corría sangre de antiguos esclavos jamaiquinos.

Tuvo suerte el muchacho y atrapó el “sueño americano”: Una esquirla en Vietnam le colgó una “Estrella púrpura” en su pecho y de ahí el camino fue como miel sobre hojuelas. Se les pegó a los jefes blancos y llegó a completar cuatro estrellas en sus charreteras.

En el equipo del presidente Ronald Reagan aprendió de los "halcones" de más alto vuelo, pero él puso lo suyo como asesor de seguridad nacional: La actualización del “falso positivo” es decir de la falsificación de la verdad llevada a nivel de política de Estado, construyendo “las pruebas” con ayuda del Mossad para bombardear a Libia.

Recordemos que los yanquis han sido los grandes maestros de los ataques de falsa bandera, siendo ya famosos el auto-ataque al destructor “Maine en la bahía de la Habana para provocar la guerra contra España y despojarla de lo que quedaba del imperio colonial; permitir que Japón destruyera parte de la flota gringa del Pacifico en Pearl Harbor, sabiendo de antemano del ataque, solamente para que el congreso autorizara la entrada yanqui en la II Guerra Mundial; el auto atentado en el Golfo de Tonkín para iniciar “oficialmente” la guerra contra Vietnam; la implosión de las tres Torres del Centro Mundial de Comercio de Manhattan,…

Colin Powell no decepcionó a ninguno de sus grandes maestros, siendo uno de ellos el “halcón” más despiadado de Washington desde tiempos de Teodoro Roosevelt, Caspar Weingerberg (secretario de defensa de la administración Reagan) para el que también trabajó como asesor. La invasión a Grenada, la política de cerco nuclear a la Unión Soviética, el apoyo a Inglaterra en la guerra de las Malvinas, el escándalo Irán-contras, etc. No fueron ajenas al “trabajo” de Powell tras la sombra de Weingerberg.

Sin embargo, donde descolló con luz propia el primer afroamericano en tan altas esferas del poder, fue en la administración presidencial de otro asesino serial: George H. W. Bush, en el cargo de presidente del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas yanquis. Desde ese puesto controló o participó en decenas de crisis y operaciones alrededor del mundo, entre ellas la invasión a Panamá y la primera invasión a Irak.

Una década después y al servicio de otro Bush, fue pieza clave para iniciar la invasión a Afganistán y en el 2003, la segunda y más letal invasión que dejaría destruida la milenaria tierra de Irak, causando más de medio millón de muertos entre los ciudadanos civiles y más de un millón de desaparecidos, que sería el inicio de otro gran periodo de inestabilidad y guerras en la región.

Con el pretexto de la “retaliación” por el “atentado” a las torres gemelas de Nueva York y la fabricación y uso de armas químicas por parte del gobierno de Sadam Husein, respectivamente, el encargado de fabricar las “pruebas” fue el negrito general en retiro de cuatro estrellas, convertido en el primer secretario de estado “de color” de la historia de su país.

Mostró con vehemencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU un pomito con un polvo blanco que decía ser ántrax fabricado por el “malvado” Husein, pero no pudiendo obtener el consenso de las potencias allí representadas, su país se lanzó sin autorización y prácticamente solo a la destrucción de Irak teniendo en mente, por supuesto, sus riquezas naturales, especialmente el petróleo iraquí.

De estas invasiones nacieron las principales organizaciones terroristas que hoy asolan al mundo y de estas guerras se pasó a otras concepciones de la guerra asimétrica, que serían la base de las futuras “revoluciones de colores”.

Desafortunadamente para Powell, el “halcón” que muchos creían “paloma”, ese intento infructuoso de engaño, de amago de construir otro “falso positivo” creíble, fue el vergonzoso fin de su larga carrera de agresor de pueblos y destructor de naciones.

Al final, se cambió de bando, se acercó al otro partido y al otro negrito que “tuvo la dicha” de ser el primer hombre negro al mando en la Casa Blanca de los anglosajones y que a pesar de ser distinguido con el premio Nobel de la Paz, en ocho años como presidente, no tuvo un solo día sin guerra que dirigir, bombardeando casi una decena de países en su mandato u agrediendo con sanciones económicas a otros.

Sin embargo, ambos nunca entendieron el gran rol que pudieron haber jugado para las minorías de donde procedían y en las que habían creado muchas expectativas.

En realidad eso es imposible, porque administrar el poder con justicia y vocación de paz no es un asunto racial o de asimilación, sino, profundamente ideológico y clasista.

Que descanse en paz el difunto, mientras acá seguimos y seguiremos luchando contra el Imperialismo, sus “halcones” y sus supuestas “palomas”.

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