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Nicaragua: ¿Con qué moral sanciona el imperio?


Estados Unidos, el imperio norteamericano, no se cansa de agredir a los nicaragüenses como igual a todo el mundo.

  Por sus pistolas se le ocurrió que es el presidente del planeta, que es el dueño de horca y cuchillo, que puede hacer de la dignidad de cada quien un trapo de lampazo y pasarlo por dónde se le ronque porque así es como funciona su democracia y su justicia.

Ya sabemos que la relación imperial con Nicaragua es fatal, como lo ha sido con Cuba, como lo es con Venezuela, como lo fue con Bolivia donde consumaron un golpe de estado que ya ejecutó un contra golpe cívico para recuperar su destino y como lo hace contra todo aquel que piense distinto a su decadencia y que crea que los gobiernos modernos y visionarios son aquellos que actúan y hacen por sus pueblos.

¿La pregunta en todos estos casos es y qué autoridad moral tiene el imperio norteamericano para sancionarnos, para agredirnos, quien le dijo a Jose Biden o a sus antecesores que es o fueron electos presidentes, policías y jueces de un mundo que realmente los repulsa hoy más que nunca?

La autoridad moral es la ecuación de la coherencia entre el hacer y el ser y es el acabado final de una práctica efectiva de los valores y las decisiones libres y racionales.

La autoridad moral no se alcanza por decretos, ni presiones externas, menos por imposiciones, castigos y agresiones, sino por la coherencia entre el decir y el hacer y en consecuencia la autoridad moral no puede ser fabricada ni exigida por quienes como el imperio norteamericano nunca la tuvo ni la tendrá, sobre todo ahora que su imagen sigue en caída libre

La autoridad moral no manda, no impone, no dicta, ni sanciona porque su papel es el de encarnar un ideal, es el de inspirar, es el de convertirse en un espejo en el cual todos quieran verse porque el reflejo que de ella se desprende es el del respeto como paradigma, pero de ninguna manera es la representación de un guardia que a base de culata te empuja hacia donde habita la negación de lo que un individuo o una sociedad rechaza por ir contra sus propios valores y principios y eso es lo que el inmoral imperio quiere hacer con nosotros.

La autoridad moral es una energía que estimula el compromiso de los buenos propósitos por el bien común y quien conspira contra eso se convierte en una amenaza extrema y eso es lo que ahora son los Estados Unidos para la gran mayoría de este mundo que correctamente identifica en el imperio a la más grande amenaza contra el planeta.

Nicaragua es un país pequeño que ha sido empobrecido por el saqueo del imperio y porque sus lacayos nacionales a lo largo de la historia lo han permitido y facilitado y eso duele e indigna porque siempre hechores y consentidores, que tienen igual cuota de responsabilidad, se han coludido para negarnos la paz, que estable y duradera, nos conduzca al desarrollo y en esa mezquina cobardía está un imperio decadente que mientras se convierte en un muro para que pueblos como el nuestro vayan a la prosperidad nos quieren dar clases de democracia cuando su propia sociedad es víctima del establishment dictatorial que erigió todo el poder que ostenta con los tesoros y riquezas de países que como Nicaragua resiste con dignidad atropellos que ya encontraron su detente.

El imperio norteamericano es de los que piensa que a él no se le discute, solo se le debe obedecer; Para él sus “sus órdenes se acatan” y punto y bajo este esquema la dirigencia imperial y su estructura de gobierno se constituyó en el más grande poder erigido en la historia humana y no hay duda de eso. 

Su capacidad económica, política y militar, no tiene par. Nunca existió en la historia algo similar, ni siquiera la Alemania Hitleriana lo fue, y seguramente el día que Estados Unidos caiga como imperio porque ya es decadente -lo cual quizá no esté tan lejos- no es seguro que pueda repetirse algo igual porque la humanidad hará lo que tenga que hacer para que nunca más exista algo tan monstruoso.

Gracias al saqueo que nos han hecho a lo largo de la historia su economía continúa siendo la más grande, pero China, pese al coronavirus que el mismo imperio, dicen, le fabricó, está pisándole los talones o ya lo superó. 

La inversión militar imperial es la suma de todos los otros países del mundo juntos, sí, pero todas las naciones están estableciendo una sociedad de intereses comunes que las junta para prepararse en un futuro no muy lejano para enfrentar a la amenaza del planeta.

Esta comunidad de países observa cómo el imperio en su avidez de control universal ha llegado a la locura de creerse el dios invencible, pero esto es en realidad la evidencia de su propia decadencia porque quiere aparentar una fuerza, que por no ser moral, es la que no tiene y por eso su valentía de levantarle la voz y la mano a los pequeños porque por ejemplo con Rusia, que le ha tomado la delantera en armamentos estratégicos, superándolo en al menos 5 años de avance tecnológico, no lo hace, porque le tiene miedo a Putin quien ha sugerido claramente que cuidado se toca a Nicaragua porque lo tocan a él.

Estados Unidos se empina en las tribunas internacionales hablando de democracia y libertad, pero es el gobierno que más ha intervenido en todo el mundo violando infinitas veces los principios básicos de la no-injerencia entre Estados, promoviendo asesinatos contra líderes políticos en otras naciones, promoviendo dictaduras y dinastías, organizando y financiando golpes de estado e imponiendo presidentes hechos a la medida de sus caprichos como Walker en Nicaragua, como Guaidó en Venezuela o como la pornográfica Añez de Bolivia que ahora está tras las rejas.

Es proverbial su defensa de las libertades civiles, pero con el Acta Patriótica aprobada luego de los atentados contra las Torres Gemelas y su universal cruzada contra el “terrorismo”, funciona peor que la peor dictadura antidemocrática concebible. Su población, sin que lo sepa, está infinitamente más vigilada que la de cualquier régimen dictatorial tercermundista.

La dictadura imperial norteamericana habla a más no poder de la no-proliferación de armas nucleares por parte de países a los que califica de “sospechosos” como Irán y Corea del Norte, pero se permite tener la mitad del arsenal atómico del mundo: 6 mil misiles intercontinentales de los 12 mil que existen en el planeta y mientras condena a los gobiernos de Teherán o de Pyongyang por sus avances en materia nuclear, sin la más mínima vergüenza equipa a Israel con el mismo tipo de armas que fustiga furioso en otras naciones, como de la misma manera determina cual debe ser la capital de Israel a la que se traslada con la construcción de una fastuosa embajada, rompiendo así todas las normas del derecho internacional, ámbito en el que siempre hace lo que se le ocurre.

Estados Unidos, el imperio asesino, habla de la transparencia de los mecanismos democráticos en los sistemas políticos de todo el mundo arrogándose el derecho de ser juez de las elecciones que le parecen “dudosas”, pero muchas de sus administraciones federales llegaron a la Casa Blanca con escandalosos fraudes electorales, probados. 

Además, la metodología electoral que emplea, a través de los colegios de electores, es la más proclive al fraude y de ahí que resulte incomprensible la “victoria” de George Bush Jr sobre Al Gore o de la de Donald Trump que se hizo de la presidencia imperial con 3 millones de votos menos que los que sacó la demócrata de Hilary Clinton o la del mismo Joe Biden cuestionada y denunciada como fraudulenta por el mismo Trump que se quiso hacer el gato bravo con la Casa Blanca de la que poco faltó para que lo sacaran de las mechas.

El Imperio agrede a los gobiernos que califica de autoritarios y a llamado dictadores a líderes como Fidel Castro, Mohamed Gadafi, Nicolás Maduro, Evo Morales, Lula D`Silva o Daniel Ortega según su lógica, pero no lo eran Fulgencio Batista, Anastasio Somoza, Augusto Pinochet, Alfredo Strossner, Jorge Videla, Hugo Banzer, Francois Duvalier, Alberto Fujimorui, Efrain Rios Montt o Manuel Antonio Noriega, solo para citar algunos.

La mayoría de estos dictadores llegaron por la vía de los golpes de estado que fueron armados desde la Casa Blanca desde donde domésticamente se tejieron y consumaron magnicidios como el de Kennedy; el intento de destitución de Clinton con el indecoroso escándalo escenificado a partir de su vida personal con la becaria Mónica Lewinsky y hasta muy recientemente con el propio Donald Trump al que se le abrieron dos proceso políticos para destituirlo por abuso de autoridad, es decir por creerse el emperador del mundo.

El imperio habla de terrorismo -el nuevo demonio de mil cabezas- protegiendo a connotados mercenarios como Luis Posada Carriles, autor de un acto infame en contra de un avión comercial en vuelo con 76 muertes y quien también tomara parte en el atentado en Texas contra la vida del presidente Kennedy.

Se llena la boca hablando de la lucha frontal contra el narcotráfico, cuando sus mismos órganos de seguridad y espionaje promueven el negocio, el cual es un impulso para su economía siendo su población la principal consumidora a escala planetaria.

El imperio vive hablando del respeto a la ley, pero se la salta impunemente cuando abandona los mecanismos civilizados de la humanidad como las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional (CPI), cuando se da el lujo de amenazar a los jueces de la Corte Internacional de la HAYA. Es más uno de sus ex funcionarios, asesor de seguridad de Donald Trump, -John Bolton- llegó a decir jactanciosamente que “si es necesario bombardear el edificio de la ONU, que lo harían.

Nicaragua pequeña, pero digna, estoica y guerrera, sí tiene autoridad moral para hablar como constructora de la paz y vamos a ser grandes y por más que la soberbia y la irracionalidad la empujen se levantará por encima de la adversidad porque está gran nación que ya hizo morder el polvo de sus agrestes montañas al imperio invasor está hecha de vigor y de gloria y está hecha para la libertad.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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