Nicaragua: La CIA entrenando a los traidores y cobardes a la Patria.

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Nicaragua: La praxis política latinoamericana nos regala más lecciones


La inesperada derrota sufrida en las Elecciones generales por el candidato presidencial correista, Andrés Aráuz de la Coalición Unión por la Esperanza, definitivamente es un duro golpe para las aspiraciones de enrumbar la difícil situación sociopolítica y económica que vive el Ecuador, como resultado de cuatro años de mandato ineficaz y obediente al FMI del traidor Lenin Moreno y ante la perspectiva segura de un ciclo más de neoliberalismo en el país de la mitad del mundo.


Aunque Andrés Aráuz asumió con mucha madurez y oficio político el revés electoral, en el entendido de que de nuevo el correísmo (es decir la corriente política alternativa más progresista e independiente de los dictados yanquis en el Ecuador), está en la lucha, con una organización legal, reconocida, con verdadero sustento popular, representación importante y en el Poder Legislativo y con posibilidades reales de mantener vigencia para los nuevos retos electorales e incidencia en los planes de desarrollo y políticas públicas del Ecuador desde la “oposición constructiva”, también es cierto que América Latina despunta con una sensible derrota a manos del neoliberalismo (que ojalá no marque tendencia), en este nuevo paradigma sociopolítico y económico, signado por los profundos cambios originados en el debilitamiento del Capitalismo global y la pandemia del covi19. Una derrota, desde donde se le mire, es siempre una derrota.

En el entendido entonces de que los resultados adversos de las fuerzas sociales organizadas ecuatorianas son y serán también sufridas por una América Latina urgida por salir de este nefasto periodo de fracasos posterior al debilitamiento del llamado Socialismo del Siglo XXI, nos permitimos analizar (desde nuestro humilde punto de vista) las posibles causas del fracaso de la Unión de la Esperanza este 11 de Abril de 2021 y tratar de extraer de esta derrota electoral las posibles lecciones que puedan servirnos a los revolucionarios sandinistas de Nicaragua.

Como en todo proceso político, hay causas objetivas y subjetivas. 

Empecemos por las primeras:

Las elecciones donde está en juego el poder político, la administración del Estado y más aún cambios ideológicos y empoderamiento a través del traslado de la gobernanza a las fuerzas progresistas, que al final representan los intereses de las clases populares, siempre serán gestionadas y normadas (legislativa y administrativamente) con rigurosidad y con un profundo sentido clasista (solapado o abiertamente descarado), para evitar a cualquier costo la pérdida de ese poder y control sociopolítico e ideológico.

Así que en la mayoría de los Estados latinoamericanos se “acostumbra” un proceso electoral a dos vueltas, precisamente para que si -eventualmente- un partido, coalición o movimiento legalmente autorizado (valga la redundancia) no lograse ganar la elección contundentemente, pero sí ajusta a pasar a la segunda vuelta, entonces los mecanismos más nefastos (descalificación, chantaje, soborno, presión, amenazas e incluso la manipulación del sistema de conteo y administración electoral) se activaran, se nuclearan las fuerzas de derecha y se influirá de cualquier manera, (incluyendo las más perversas) en las minorías y grupos sociales claves para evitar que la organización o grupo de organizaciones de izquierda o más progres se hagan con el control del Estado por el periodo señalado por la Constitución. 

Es decir, el sistema electoral a dos vueltas está diseñado como un contraseguro de las fuerzas oscuras y fácticas de las oligarquías nacionales y el Capitalismo mundial.

Ilustra esta tesis el hecho de que aunque la Coalición Unión por la Esperanza ganó la primera vuelta de manera clara y con la suficiente ventaja para augurar una victoria segura en la segunda ronda sobre la derechista Alianza CREO-PSC e inclusive en esta última vuelta, Andrés Arauz superó su propio caudal de votos recibidos en la primera (4 216 274 contra 3 033 791), derrotando el abstencionismo pedido por el traidor Yacú Pérez, pero perdiendo contra su oponente, el banquero neoliberal Guillermo Lasso, que recibió un caudal mayor (inclusive desde el bolsón de votos de las supuestas "fuerzas de izquierda de Pérez", las organizaciones de minorías indígenas, “sociedad civil”, comunidad LGBT los jóvenes y “clase media”. 

La trampa cebada de la segunda vuelta, funcionó a la perfección.

Las ONG (dispersas en la “geografía” ambientalistas, de derechos de minorías, indigenistas, de empoderamiento social, económico, político y jurídico; de la “atención” a la niñez, adolescencia, juventud en riesgo, niñas y mujeres, gobernanza, etc., etc.) han sido convertidas en verdaderos actores políticos que actúan bajo guiones dictados desde los centros de poder de donde procede el grueso de su financiamiento:

El gobierno gringos, los gobiernos europeos, otros gobiernos del Capitalismo global y entidades privadas altamente ideologizadas, guardianes de “la democracia occidental y el libre mercado”, que como antaño siguen utilizando la infalible táctica de “divide y vencerás”.

Así, el caudal de votos del movimiento “indigenista y de defensa del medio ambiente ecuatoriano”, Pachakutik construido a partir de una amplia red oenegesista, encabezado por el supuesto líder de izquierda, Yacú Pérez y otros pequeños partidos y movimientos perdedores en la primera vuelta del circo electoral se convirtieron en el verdadero fiel de la balanza electoral, al final inclinada a favor de la burguesía y oligarquía que por primera vez en dieciocho años accede al poder en Ecuador.

Por lo visto en esta “traspiés” electoral (como algunos compañeros ya empezaron a llamarlo) en principio se mezclan tres elementos claves que hacen pedazos la teoría burguesa de la “elección racional”: La emboscada de la segunda vuelta, las redes de ONG o “sociedad civil” (activo valioso de los golpes suaves o/y la manipulación de las minorías, pequeña burguesía y capas empobrecidas de la población) y por último, los traidores que siempre son tan útiles a los intereses de los poderosos locales y del Capitalismo global.

Solo hay dos países en el Continente Americano donde elegir es un Derecho y no una obligación: Nicaragua Y Venezuela. En el resto de países votar es una obligación a veces penada por la ley y en otros casos no. Son dos caminos que buscan una misma meta:

La participación ciudadana en los comicios donde hasta hace poco Ecuador (al igual que Nicaragua, México, Brasil y Uruguay) era un país, con una asistencia estable de la ciudadanía a las urnas (arriba del 70 %) y un promedio aceptable de abstención (abajo del 20 %), fenómeno que para muchos también es un derecho ciudadano y una forma de “participación”.

Sin embargo, según una publicación del año 2013 de la CEPAL el 73 %de la juventud latinoamericana (16 a 29 años de edad), casi igual porcentaje que el segmento adulto, tenía poco o ningún interés en la política, un hallazgo cuyos números porcentuales han ido aumentando y consolidándose conforme pasa el tiempo, sobre todo en países como Costa Rica, Chile y Colombia donde la participación ha caído abajo del cincuenta por ciento en los últimos eventos electorales de autoridades nacionales y locales.

De nuevo, las razones de este comportamiento de tan importantes segmentos de la población debemos buscarlo, en una amplia gama de razones (sociológicas, como la exclusión social, dificultades económicas, prioridades generacionales, razones educacionales, culturales, etc.), pero sobre todo el interés supremo de las élites históricas por controlar, manipular a su favor y si esto no es posible, alejar a estos segmentos de las posibilidades de ejercer su derecho a elegir y que de alguna manera esos votos pongan en peligro la hegemonía y negocios de aquellos grupos hegemónicos y las transnacionales.

El consumismo, las subculturas de dominación sistémicas (subliminales o abiertas), la enajenación por medio de sus medios de comunicación, las nuevas tecnologías y las ONG; el desarraigo cultural a través de la imposición de valores y modelos de pensamiento y comportamiento claramente exógenos; el sectarismo religioso y sobre todo, el desclasamiento “re-enclasamiento” que conducen a replanteamientos menos que teóricos en lo social, político e ideológico e inequívocamente, hacia la “ética” y la “moral” de la clase opresora.

Los jóvenes (a los que hoy en día la sociología burguesa los clasifica en generaciones como Baby boomers, "X", “millennial”, “Z”, “Alfha”…) están cada día más alejados de los interese de las clase trabajadora, las minorías raciales o de la pequeña burguesía doméstica, “alérgicos” a los procesos de cambio y los grandes proyectos sociales inclusivos, ante la inacción y a veces la complicidad por omisión o acción (que es todavía peor) de las organizaciones alternativas y/o revolucionarias.

Ese fenómeno de apatía o colaboración mayormente inconsciente con nuestros enemigos de clase es la que ha restado votos a los proyectos políticos populares en Chile, Perú, Brasil, Uruguay y recientemente en Ecuador. La lucha de los pueblos se está quedando sin relevos fiables, sin nuevos soldados.

En todos estos “fenómenos” siempre es posible encontrar la huella de sangre y dinero del Imperialismo yanqui y las élites locales. Eso es una constante, un axioma histórico para los pueblos de América Latina.

Si hablamos de los elementos subjetivos de la derrota electoral de la verdadera izquierda ecuatoriana, lo primero que salta a la vista es que pese a sus quince años dentro de los engranes de la política, el ahora ex-candidato presidencial Andrés Aráuz, al final se mostró falto como un dirigente falto de carisma, experiencia y habilidad para gerenciar su caudal de popularidad y la considerable ventaja en números de votos sobre su contrincante derechista. 

Aquí también pesó mucho la ausencia en el terreno del verdadero líder de su organización, el ex –presidente Correa, que también evidenció que le quedó grande el papel de caudillo, de líder que muchos creíamos que podía jugar en este renacer del correísmo y en una lucha electoral que parecía definida a favor de su movimiento.

Ambos no pudieron hacer la obligada tarea de acercar posiciones y negociar sino con la dirigencia del Pachakutik (oficialmente, también un movimiento de izquierda), tal vez, con los cuadros intermedios o la base indígena y las organizaciones de las minorías que conforman esa organización, con otros entes políticos de la coalición lograda por Yacú Pérez y con los otros partidos y organizaciones participantes de la primera vuelta electoral, todo con el supremo objetivo de agenciarse (antes que Lasso) los votos de este conglomerado de perdedores que sin embargo, tenían en la yema de sus dedos la garantía de la Presidencia de la República del Ecuador.

El discurso de aceptación de su derrota, evidencio más allá de la obligada cortesía, la certeza de que el correísmo (o como sea que en el futuro inmediato se llame el movimiento) se adecuará a las circunstancias y preparara con calma el asalto al poder dentro de otros cuatro años, años que serán de sufrimiento neoliberal para el pueblo ecuatoriano.

El siete de noviembre de este mismo año, los sandinistas nos jugaremos “el físico”, como decimos popularmente, en las elecciones presidenciales y legislativas de nuestro país y las recientes lecciones recibidas de los procesos electorales de Uruguay, Bolivia y Ecuador deberemos, desde ya tenerlas muy presente. Hay, obviamente, diferencias bien marcadas entre nuestra realidad con la de esos países hermanos, pero existe un factor común insoslayable:

La impostergable necesidad de ganar de manera aplastante nuevamente esas elecciones, para preservar lo construido y continuar edificando un país y una sociedad mejor y más incluyente, ante el seguro accionar perverso, ilegal y ominoso del Imperialismo yanqui y su quinta columna nacional.

No bastan años de buen gobierno de centro-izquierda con políticas públicas tangibles a favor del pueblo y mantener una envidiable estabilidad y paz social como en el Uruguay, no bastan envidiables y sostenidos números en las estadísticas de desarrollo e inclusión del país como en Bolivia, no bastan las promesas de cumplimiento seguro y no alcanza anclar el discurso de una campaña electoral solamente en la inoperancia y fallas del contrario, los laureles propios del pasado y las promesas, pues por lo visto en muchos casos -como lo sucedido recientemente en Ecuador- para reconquistar el poder, los partidos de izquierda tienen que hacer el doble o el triple que las establecidas y bien financiadas fuerzas de la ultraderecha internacional y las élites tradicionales de nuestros pueblos, más aun cuando los líderes más importantes y caracterizados se encuentran emocional y físicamente lejos de su puesto de combate al frente de las masas.

Más que lo "qué debemos hacer” en consonancia con esas lecciones, tal vez es más importante el "qué no debemos de hacer” para no sólo asegurar el triunfo electoral, sino en una eventual derrota, saber resistir con valentía, efectividad y resiliencia y saber volver a la ruta de las victorias, porque en una lucha, aunque los sandinistas siempre marchamos al combate con la seguridad en la victoria en nuestras mentes, corazones y brazos, las derrotas también son una posibilidad que debemos excluir organizándonos, luchando unidos alrededor de nuestro partido y nuestro Comandante Daniel.

Es cierto que si fuera por los resultados del desempeño de nuestro buen gobierno y la probada capacidad, habilidad y experiencia política y negociadora del Comandante y nuestra dirigencia, las Elecciones de noviembre próximo ya las tuviéramos ganadas, pero como en aquellos países hermanos arriba mencionados como ejemplo, el enemigo también sabe hacer su trabajo.

Así que no está de más, en primer lugar, consolidar las estructuras del partido, adecuarlas política, ideológica y organizacionalmente para cualquier situación que se nos presente (el MAS dirigido por Evo Morales demostró que un partido fuerte y correctamente organizado y dispuesto es capaz de enfrentar y sobreponerse a todo, aún la derrota violenta), consolidar el voto joven de manera prioritaria, acercar a las capas medias de la población a nuestras posiciones, basados principalmente en el patriotismo, el desarrollo del país y las familias nicaragüenses, pero principalmente tomando en cuenta sus necesidades y particularidades generacionales.

Es prioritario que los cuadros del partido salgan de sus oficinas, se olviden de maquillar sus informes de resultados y estadísticas y busquen al pueblo en las calles; es primordial que olvidemos la confrontación con nuestros oponentes (ahí también hay jóvenes manipulados) a menos que sea en defensa propia, de nuestras familias y militancia; debe de ser una regla que no maltratemos al Sandinismo Histórico, antes bien, lo incluyamos, apoyemos y obtengamos de cada militante de base lo mejor de su desempeño en pro del objetivo común, es vital que abandonemos el nepotismo y prácticas corruptas reñidas con los estatutos del Programa Histórico del FSLN y que harto daño causan a la imagen y desarrollo del partido y sobre todo, no abandonemos la permanente educación política de nuestra militancia y nuestro pueblo en los principios básicos de la Revolución y el Socialismo.

Es fundamental que el pueblo y su segmento más inexperto y falto de referencias históricos personales, la juventud, sepa identificar al enemigo del progreso social y luchar por su propio bienestar y futuro votando por el Frente Sandinista.

No nos confiemos, pues nuestro sistema contempla segunda vuelta electoral y aunque nuestra gente sabe votar temprano e históricamente la juventud nicaragüense ha votado mayoritariamente en la casilla dos del FSLN (aunque ahora debemos de tener en cuenta la dispersión de abril del 18), no demos por hecho la victoria, no presupuestemos costumbre o historia (muchos votos “cautivos” sandinistas ya no serán para nosotros) pues el triunfo se consigue con mucho trabajo y luchando hasta el último minuto de la contienda.

Si la lucha es con honor, lucharemos honorablemente, si nos atacan arteramente, lucharemos con todas las armas y todos los medios posibles, lo importante siempre será conservar y proteger el Poder popular pues si perdemos, el país volverá a retroceder veinte o treinta años, las conquistas del pueblo y para el pueblo serán desmontadas, la privatización lo alcanzará todo y la subsistencia básica y la vida misma de nuestros dirigentes y militantes más pobres y combativos, en todos los rincones del país, estará amenazada.

Recordemos los tres meses más nefastos de abril del dieciocho y la tragedia vivida durante un año por el pueblo humilde, los indígenas bolivianos y los militantes del MÁS.

Ninguna victoria es segura. Lucharemos contra el abstencionismo, la división del pueblo trabajador y del Sandinismo, lucharemos contra la apatía juvenil, contra los cantos de sirenas y las canalladas de la derecha. 

No nos dejaremos provocar, deberemos de ser disciplinados, pero proactivos e iniciativos, actuar en colectivo y coordinadamente, aprovechar la sabiduría de nuestros dirigentes y nuestra experiencia. Esto cuenta para toda la militancia de abajo para arriba y de arriba para abajo.

Debemos olvidarnos de rencillas, enconos y sectarismos que nos lleven a discusiones estériles y a la división. Seamos fraternos, pacientes y solidarios.

Seamos SANDINISTAS y seguramente el triunfo electoral será nuestro. El tiempo corre inexorablemente.

Edelberto Matus.

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