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Hemos hablado con Luciano Canfora, el historiador y filólogo clásico, acerca de la pandemia y la respuesta de Europa a la misma.

Profesor Luciano Canfora, 75 después de la Liberación italiana, a menudo se recurre a la comparación entre los tiempos de la guerra y la pandemia. ¿Hay alguna cosa que le recuerde a esos años?

Tiendo a evitar las comparaciones temerarias en las que los elementos comparados no son del mismo orden. Las guerras son opciones deletéreas decididas por grupos de poder. Las enfermedades no lo son. La otra cara del problema estriba en cómo afrontarlo una vez que se ha producido y aparecen las desigualdades, y ahí es donde el poder debe intervenir. Así pues, igual que fue difícil la reconstrucción de 1945, también lo será la recuperación de mañana. Requiere una intervención sabia, capilar y bien dosificada.

¿Cuál es su opinión del gobierno?

Se puede hacer mofa, pero no comparto la actitud que ha adoptado, por ejemplo, La Repubblica. No sé lo que hará el nuevo director, pero en las últimas semanas he ido leyendo a columnistas que siguen disparando contra el gobierno. Como las críticas apriorísticas de la derecha. Soy del parecer de Nenni: si la derecha habla bien de mí, me alarmo. Echarle la culpa a los que se han visto obligados a hacer lo que era posible es un golpe bajo.

Conte ha puesto a trabajar a gran número de expertos. ¿Es algo bueno eso?

La cacofonía de doctos varones y científicos resulta increíble y alarmante. Los expertos que piden la máxima cautela están dando la impresión de que lo hacen con el fin de cubrirse, imponen una cautela preventiva y unilateral, quizás más para salvarse en la memoria futura.

Tras la época en la que la competencia ya no era una virtud, ¿está a punto de derrumbarse el mito de la ciencia?

Por Dios bendito, tenemos a las espaldas más de medio siglo de reflexion sobre la no neutralidad de la ciencia. Soy lo bastante mayor para L´ape e l´architetto [La abeja y el arquitecto], de Marcello Cini, un clásico. Añadamos que las nobilísimas “ciencias exactas” no son verdaderamente tan exactas. Cuando apareció la peste en la antigua Atenas, expulsaron a los medicos. E hicieron mal, porque la medicina es ciencia conjetural por excelencia. Es comprensible que busquen a tientas las respuestas, pero deben tener el valor de escoger.

Pero la política debe también escoger. Déjeme poner el ejemplo de los colegios: no hay ninguna declaración oficial sobre cómo va a terminar el curso, y cómo se reanudará de nuevo es un completo misterio.

El cierre total de los colegios fue un enorme error, y al mismo tiempo el momento de la verdad después de años de recortes. En la época de la ministra [Mariastella] Gelmini [2008-2011, de Forza Italia], la política consistía en hacer las clases más grandes —llamadas en broma “clases gallinero”— para poder recortar el número de profesores y eliminar a los de apoyo. Era una política insensata, que ha llegado a su punto crítico. Debemos aspirer a clases de entre diez a quince estudiantes, para tener una relación fructífera con los profesores. El riesgo de contagio se reduciría. Pero eso también entraña construcción e inversiones valientes: no se puede hacer de la noche a la mañana. Por el contrario, se debe planificar de inmediato. Entiendo que resulta fácil esbozar una realidad distinta. Pero no estamos esbozando el socialismo, sino más bien una solución civil, que en algunos países ya es una realidad.

Hablando de política, ¿hoy todo el mundo es estatista?

Tan pronto como se produce un desastre grave, hasta quienes habían cantado las alabanzas del neoliberalismo empiezan a quejarse y a pedir la ayuda del Estado. ¿Durará largo tiempo la recuperación? Esperémoslo así. La cruda realidad convencerá incluso a los más insensatos adoradores del neoliberalismo.

¿Ve algún atisbo de esperanza en Europa?

Aquí la disputa se concibe en términos que son a la vez bochornosos y paralizantes. Todos conocemos el defecto original de cómo se ha construido la Unión Europea, un nombre que es más una esperanza que una realidad. Los más sabios apuntaron inmediatamente que era un error empezar partiendo del dinero en lugar de partir de la política. Hoy en día, resaltar los aspectos que son gravemente insatisfactorios no nos convierte a todos en salvinianos. Pero mientras politicos desesperados, histéricos, como los líderes de la derecha —desesperados porque saben que su tiempo no volverá —no hagan más que jugar a un juego destructivo, un gobierno inteligente debería ser crítico con el comportamiento de los países más egoístas en el seno de la Unión.

Se refiere usted a los países a los que llaman “frugales”.

El avaro de Molière era frugal, es decir, egoísta. Una afinidad en términos de intenciones, y, con suerte, una acción concreta por parte de los países más susceptibles de verse afectados por las actuales dificultades puede invertir la tendencia. Luego, mucho dependerá de qué dirección tomen los dos países más destacados, Francia y Alemania. Francia ha dejado de jugar a ser líder. Se trata de un momento interesante que puede aprovecharse para modificar el equilibrio. Añadiré que los euroescépticos de Salvini le están haciendo el juego al neofascista que gobierna los Estados Unidos, que desde un principio declara que quería romper la UE. La verdadera lucha estriba en reequilibrar las relaciones y objetivos en el seno de la Unión. Espero que este sea el resultado que salga de esta terrible crisis.

¿Se ha acabado el tiempo de los nacionalistas?

Veo que se está perdiendo el obsesivo hábito de publicar encuestas. Pero la Lega está cayendo, porque no ha conribuido en nada a resolver los problemas. Esto ha señalado el inicio de un imparable declive. Por supuesto, Fratelli d’Italia se está beneficiando de esto, pero creo que cuanto más tiempo pase, más será la batalla entre estos dos partidos de extrema derecha una batalla perdida.

El viernes, siete diputados del M5E votaron con la derecha en el MEDE. ¿Se están transformando los Cinco Estrellas?

Sólo siete en un grupo parlamentario enorme. Los democristianos tenían bastantes más disidentes. En el 48, había mayoría absoluta, y la sangria se producía por la izquierda. Mario Melloni, más conocido por Fortebraccio, votó contra el Pacto Atlántico y con él también otros. No fue esta la razón por la que cayó De Gasperi. Con el tiempo, los Cinco Estrellas se convertirán en partido de verdad. Tienen puntos de vista que entrechocan, algunos de ellos muy confusos. Este antiguo joven, Di Battista, es un agitador cuya única finalidad es él mismo, podría estar en un partido populista de derechas. Necesitan claridad, pero la clarida no sale de la mesa de negociación o de un congreso. Viene del hecho concreto de hacer política, que supone una disciplina formidable.

La derecha a la que le gusta Orbán se está quejando de un giro autoritario en curso en Italia con el pretexto de la pandemia. ¿Es eso correcto?

Yo casi lo consideraría un problema inexistente. Gruñen y chillan para dar señal de su existencia. Comparan con una guerra la pandemia: los que saben un poco de historia saben que en tiempo de guerra se cierra el Parlamento. Así sucedió durante la guerra de 1914, y en Inglaterra en 1939. Resulta divertido que a las medidas sanitarias que se adoptan en todo el planeta las llamen liberticidas. Eso significaría que tirano es hasta el doctor que prohibe salir a una persona enferma.

¿Vamos a ser mejores cuando salgamos de esta crisis?

El equilibrio de poder es decisivo. Si quienes están en el gobierno son capaces de traducir en acciones las sabias medidas de las que estábamos hablando, eso será ya un cambio duradero. Pero hay que aprender la lección de inmediato, antes de que se olvide el dolor sufrido. Hay que aprovechar la oportunidad. Y quizás haya quienes sepan sacar partido de ella.
miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es un historiador marxista italiano y el más importante clasicista europeo vivo

Fuente:
Il manifesto, 26 de abril de 2020

Traducción:Lucas Antón

https://www.sinpermiso.info/textos/la-derecha-anti-ue-le-hace-el-juego-al-neofascista-trump-entrevista-a-luciano-canfora

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