A lo interno del Frente Sandinista siempre hubo discusión política, aún en los primeros años cuando la militancia y la dirigencia eran sólo un puñado y la discusión de temas torales para una organización político-militar en ciernes (como los asuntos ideológicos, tácticos y organizacionales) se llevaba a cabo en medio de la desigual y lucha clandestina y guerrillera contra la poderosa guardia nacional y los órganos de inteligencia de la dictadura somocista. Así que el hecho de que ahora algunos compañeros planteen la necesidad de abrir debate político a lo interno, pues no es ninguna sorpresa, aun en medio (¡otra vez!) de un momento de máxima tensión para nuestra Partido como es la lucha contra el golpismo nacional e internacional y a las puertas de un proceso electoral trascendental por lo que está en juego para el sandinismo y la patria.
Los temas planteados son variados:
-La importancia y el papel inmediato de las generaciones de militantes que van de salida por asuntos del tiempo y la que está llegando y va tomando, como es natural, el protagonismo en la continuidad de la lucha histórica del FSLN por la construcción de una sociedad justa e incluyente, para lo cual es necesario un Partido fuerte, cohesionado, resiliente, creativo pero siempre con apego y fidelidad al pueblo y a al Programa Histórico,
-El tipo de Partido (organizacional, estructural y políticamente) que debe ser el FSLN en las condiciones actuales,
-Asuntos procedimentales, éticos y teóricos como son la crítica autocritica, el centralismo democrático o democracia interna, lucha contra la corrupción, el nepotismo, amiguismo y otros vicios a lo interno, la fidelidad, el respeto, la educación partidaria de los cuadros y de la nueva generación sandinista, etc.,
- Otros asuntos de menor importancia, pero de mucha difusión mediática.
De tiempo en tiempo, surgen pequeñas discusiones en torno a hechos concretos que al final disparan (como catalizadores de asuntos más profundos) la discusión de los grandes y más recurrentes temas arriba señalados, que por la madurez de la militancia sandinista, el liderazgo y las tareas coyunturales, son postergados ante la preeminencia e inmediatez de la lucha contra nuestros adversarios.
La pregunta obliga es: ¿Cuál es el origen, la raíz de estas discusiones que dejan entrever aparentes contradicciones políticas y tal vez ideológicas entre militantes y a lo interno de las familias sandinistas manifestadas en acciones concretas?
La respuesta es compleja y ha de ser la dirigencia y nuestro Partido en su conjunto el que decida cuándo y cómo discutirla y darle una respuesta oficial.
Por mi parte sólo voy a presentarles (como siempre) mi humilde opinión al respecto.
El FSLN es una organización de izquierda exitosa por sus resultados históricos, nacida a principios de la década del sesenta como una vanguardia revolucionaria político-militar, que abrazó la teoría marxista-leninista y el legado nacionalista y antiintervencionista del General Sandino como método y basamento político e ideológico.
Sin embargo a lo largo de sus casi sesenta años de lucha el Frente Sandinista, atendiendo la situación particular, el momento político y la dialéctica histórica, ha ido ajustándose para conquistar sus objetivos mínimos y máximos, planteados en su Programa Histórico (publicado en 1969), ajustes tácticos y estratégicos que han marcado tres etapas principales:
I.- 1961-1977. La etapa guerrillera y clandestina “clásica”, marcada por la ideología, táctica y organización partidaria marxista y cheguevariana, liderada por los fundadores y la primera generación de combatientes del Frente Sandinista.
II.- 1977-1984. Etapa insurreccional y primer lustro de la RPS triunfante, de amplia participación popular y más apertura ideológica hacia los movimientos cristianos progresistas, jóvenes “rebeldes” provenientes de los medios y altos estratos sociales, personajes del quehacer intelectual y artístico anti-sistémicos, pero no necesariamente comprometidos HASTA EL FIN con la causa proletaria.
III.- 1984 en adelante. Etapa de búsqueda de insertación o cohabitación del modelo político sandinista con el modelo imperante de la democracia occidental burguesa (sin que esto sea una claudicación de los objetivos de la RPS), obligada por el decaimiento del movimiento revolucionario mundial y a partir del 90, de la desaparición del Campo socialista, la dolorosa derrota electoral que obligó a luchar desde fuera del poder y el regreso al gobierno bajo condiciones de cerco político internacional y sin la hegemonía de los años ochenta.
Estos cambios tácticos obligados (para algunos, estratégicos y necesarios), también se manifiestan en las características y formas de actuar y de pensar de la militancia sandinista y en consecuencia, en las familias sandinistas.
El sandinismo de la primera etapa es profundamente ideologizado, afín al pensamiento revolucionario cheguevariano y su búsqueda del Hombre Nuevo.
El militante es fiel y estudioso de la teoría científica marxista, lo que marca su relación para con su Organización, sus compañeros, su familia y para con el enemigo.
La lealtad, la disciplina, la crítica y autocrítica, la pertenencia a una estructura y un ideal lo hacen ser desconfiado, cuidadoso y enfocado, pero a la vez dogmático y sectario. Lo bueno y lo malo de un revolucionario cabal y a tiempo completo, que al final es el arquetipo histórico del combatiente y luchador sandinista.
La segunda etapa se caracteriza por un militante más abierto, más informado, entregado a la lucha por la Revolución en mejores condiciones que la generación predecesora. Una lucha con mayor reconocimiento nacional e internacional.
La necesaria y decisiva integración masiva de jóvenes y pobladores en general, primero a la lucha insurreccional, empujados por un sentimiento patriótico y la necesidad de acabar con la dictadura somocista y luego, a las grandes tareas de la Revolución triunfante (defensa armada, alfabetización, producción, salud, etc.) por contradictorio que parezca, es un factor muy importante en la “desideologización” de la base sandinista.
En su mayoría es un nuevo tipo de militante y simpatizante, que por asuntos de urgencia histórica no tiene la profunda preparación ideológica científica de izquierda de la primera etapa, aunque asume voluntaria, pero ingenuamente las convicciones marxistas.
Conviven en su praxis y conciencia (en una especie de “sincretismo ideológico”) la teoría científica marxista, el revolucionario de izquierda “clásico” latinoamericano, la cosmovisión religiosa cristiana y el liberalismo burgués. Son tiempos de acción, de vida o muerte y el estudio político (salvo en circunstancias especiales o en cortos períodos) no es una prioridad.
La tercera etapa tiene tres momentos importantes. La dirigencia de la RPS sabía que se topaba con una verdad evidente y una realidad inevitable: La inserción profunda de nuestro país en la economía capitalista mundial, con una enorme dependencia de la economía yanqui y un cerco político e ideológico superlativo e inmediatamente después del 19 de julio concentró sus esfuerzos en buscar un sistema alternativo de desarrollo para lograr, en primera instancia, la supervivencia del proyecto revolucionario.
En el no alineamiento, la economía mixta y la democracia popular, nuestros líderes de entonces creyeron encontrar el camino a la independencia y la construcción de una nueva sociedad, pero… Los gringos dijeron otra cosa y empezó la guerra contrarrevolucionaria.
La situación se tornó grave a lo interno y la Dirección Nacional tuvo que dar cumplimiento al más importante compromiso contraído (antes del triunfo) con los aliados de la burguesía nacional antisomosista y con los amigos de Nicaragua de la socialdemocracia internacional:
Lejos de ser una opción caprichosa y voluntariosa, hubo entonces que instaurar un modelo de democracia representativa liberal, para lo cual fue necesario “repensar” nuestro modelo ya iniciado de democracia directa escogido para alcanzar los grandes objetivos de nuestro Programa Histórico.
Se oxigenó el sistema de partidos políticos, se organizaron las primeras elecciones dentro del período de una revolución de izquierda triunfante de Nicaragua, salimos a buscar los votos, iniciando así un quiebre importante en la historia del FSLN.
Si en eso hubo error, fue seguramente en que esas trascendentales decisiones fueron hechas inconsultamente, sin la participación de la base sandinista.
El segundo momento crucial es la derrota electoral y la entrega del Poder político por parte del FSLN, una derrota electoral, que según el Dr. Orlando Núñez Soto, donde también “hubo derrota de un modelo de transformación…” pues “Si hoy estamos luchando en un marco electoral y en un contexto de mercado, es porque la correlación de fuerzas con la que terminamos la guerra fría así lo dispuso.” Un frenazo en seco que tuvo muchos culpables entre ellos, nuestros propios errores, pero eso es otro asunto.
Obligados a luchar desde abajo para preservar algunas conquistas de la revolución, no desamparar al pueblo nicaragüense y enfrentar la embestida contrarrevolucionaria y de restablecimiento neo-conservador de los vencedores para aniquilar completamente al FSLN, sin embargo, esos planes de la derecha no pudo cristalizarse “debido a la resistencia de las fuerzas organizadas del sandinismo”.
La militancia sandinista de los años ochenta se construyó en el crisol de la guerra contra la contrarrevolución, dirigida por cuadros de la primera generación sandinista y con la participación de una tercera generación, una nueva camada de militantes y simpatizantes sandinistas que pone rodilla en tierra para resistir el embate enemigo, tanto en las calles, como en las urnas, que poco a poco van siendo conquistadas, con una nueva estrategia, por el FSLN.
El tercer momento disruptivo en la historia reciente de nuestro Partido, es el triunfo electoral del 2006 del sandinismo que posibilita la continuación de la Revolución interrumpida de los años ochenta.
Victoria que como sigue diciendo Núñez Soto, “signica la contención del neoliberalismo…conquistar la soberanía frente al injerencismo estadounidense y europeo…la construcción del poder ciudadano…” y “la organización asociativa y autogestionaria de los trabajadores y pequeños y medianos productores…”.
Sin la correlación de fuerzas de los ochenta, el liderazgo sandinista encabezado por el Comandante Daniel Ortega Saavedra (y aunque algunos compañeros lo quieran negar, con una enorme cuota de trabajo eficiente, de la compañera vicepresidenta, Rosario Murillo) inició una etapa que pretende rescatar los grandes derroteros de la Revolución en un entorno y coyuntura diferente, tarea muy difícil pero que ya ha dado brillantes frutos, donde el ser humano es el centro del quehacer del Estado.
El programa de reconciliación nacional trajo un aparente clima de paz y concordancia, en el que el sandinismo (de las tres generaciones que confluyen en este momento histórico único) ha puesto grandes cuotas de sacrificio por el proyecto del bien común, que sin embargo es protagonizado (preeminentemente por voluntad de la jefatura) por la nueva generación sandinista.
La generación sandinista contemporánea, se destaca en su activismo político y el apoyo a la población en las situaciones más difíciles y en el día a día de las tareas del gobierno y la organización, poco a poco va tomando su lugar en la dirección del Partido.
Estos jóvenes sandinistas, hijos de los nuevos paradigmas del desarrollo social y tecno-científico, comparten características afines a jóvenes de otras sociedades contemporáneas del mundo, como son el emprendimiento, la digitalización, la alta educación formal, etc. pero con gran responsabilidad y compromiso social y sobre todo con un alto espíritu de pertenencia a su Partido.
Sin embargo, sin generalizar, esta joven militancia no asume como las anteriores generaciones nuestras la teoría marxista-leninista, ni la praxis partidaria tan común para el militante “clásico” sandinista y aunque “esto no es su culpa”, como dijo el comandante Leopoldo Rivas, pues no ha sido educada en la rígida observancia de la disciplina de Partido revolucionario de tiempos de guerra en que se formaron sus predecesores y no han pasado por las mismas experiencias ni por las mismas condicionantes históricas. “Tampoco nacieron en esa época”, simplifican algunos.
Está claro que exigir a una y otra generación las mismas actitudes frente a las tareas y el momentun político es tan inútil y pernicioso, como también es descalificar a priori al Sandinismo Histórico u ofender a la Juventud Sandinista. Ese camino solo conduce al desastre.
Pero, ¿vamos echarle todo la culpa de estos desencuentros a la brecha generacional y las características casuísticas, privativas y coyunturales de la lucha?
Sería una salida facilista, oportunista e inútil. Por eso con toda responsabilidad hay que decir que la mayor culpa la ha tenido el Partido mismo.
Pues si bien es cierto que nuestra dirigencia ha actuado de manera correcta ante los retos que cada etapa de la historia del FSLN ha planteado, ajustando y haciendo los cambios necesarios para evitar la desaparición del sandinismo como ente político de peso de la realidad nacional, como única opción de la mayoría empobrecida y excluida de la población y luchar con posibilidades de triunfo por el Poder político, ha postergado la educación de los jóvenes en los valores marxistas-leninistas propios del Partido revolucionario histórico y puesto en un segundo plano a la mayoría de los viejos combatientes del FSLN.
La educación política no tiene tiempo específico y “condiciones favorables”, es permanente (aún bajo las balas como lo indicaba el Che), irrenunciable y obligatoria dentro de una organización revolucionaria, pues el Partido revolucionario no persigue la educación formal del individuo ni cultivar los valores tradicionales del ciudadano, pues para eso está la escuela y la familia, sino que procura activamente la construcción de un Hombre Nuevo, que sirva a los objetivos mayores del proletariado en su lucha por una sociedad socialista.
Luego, el Frente Sandinista no ha sido claro con su militancia plurigeneracional sobre el toral asunto del tipo de Partido que perseguimos ser.
No podemos vivir de coyunturas, no podemos, ni debemos convertirnos en un Partido purista y dogmático como lo fuimos en los primeros años, pero tampoco podemos entregarnos con todo y cantimplora al sistema de partidos electoreros del Capitalismo neoliberal. Ambos caminos son perniciosos.
Debemos buscar un punto de encuentro, acorde a la realidad que vivimos y para seguir teniendo vigencia como fuerza política de izquierda.
Necesitamos (como me decía un compañero del Sandinismo Histórico de Carazo) a un Partido de cuadros que a la vez interactúe con las masas simpatizantes del sandinismo y que estén dispuestas a dar su voto por la opción rojinegra.
Es solo un medio, pues al final deberemos volver al Partido que construya la patria socialista. Más tarde ya habrá tiempo ajustar el concepto.
Hace 116 años Lenin publicó una de las más grandes joyas del marxismo-leninismo, su libro “Un paso adelante, dos pasos atrás” donde devela por primera vez la Teoría del Partido, como vanguardia de la clase obrera y la sociedad y sentencia “que el Partido debe ser una suma y no una suma simplemente aritmética, sino un complejo de organizaciones…” porque el “proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización.
El proletariado, diseminado por el imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por los trabajos forzados, al servicio del capital, lanzado constantemente a la «sima» de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que funda a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera.” No hay que olvidar que el Partido es “la forma más alta de organización”.
En esta obra nos habla de la importancia del Partido para la victoria final de la clase obrera, de sus órganos de control partidario (el Congreso del Partido y el Comité Central), de la disciplina que debe de regir para todos por igual, del Centralismo democrático que supedita la minoría a la mayoría.
La mayoría de los sandinistas comprendemos que en estas condiciones en que el FSLN ejerce el Poder, está obligado como dice el Doctor Núñez Soto a impulsar una suerte de “democracia tripartita” (democracia directa, democracia participativa y democracia representativa) y que en “esta nueva etapa del proyecto sandinista” en “el nuevo contexto nacional e internacional” sus objetivos sean “ recuperar el liderazgo del Estado, resolver las necesidades básicas de la mayoría de la población, resolver los problemas que bloqueen el crecimiento agroindustrial y emprender las transformaciones sociales en las relaciones de producción y en el comercio”.
Estamos más que claros que por el tiempo que sea necesario luchar por la victoria electoral dentro del sistema burgués es un paso adelante y dos hacia atrás en la ruta del cumplimiento de los objetivos políticos máximos del Programa Histórico del FSLN, pero vendrá el tiempo (aunque sean necesarias varias generaciones futuras de sandinistas para lograrlo) en que los pasos sólo serán hacia adelante, hacia la sociedad justa e inclusiva conque soñaba el Comandante Carlos.
Mientras eso pase, debemos siempre integrar a nuestros jóvenes y viejos sandinistas (porque siempre habrán “viejas” y “nuevas”, pues es la Ley de la vida) para dar la pelea, que las generaciones interactúen y aprendan una de la otra y nunca desfallecer en la enseñanza de los principios sandinistas y marxistas a toda la militancia unida monolíticamente.
Respetar a nuestros jóvenes que son el hoy y el mañana del Partido e integrar, respetar, cuidar, valorar y no lastimar a nuestro heróico Sandinismo Histórico, que ha dicho siempre “¡Presente!” en la primera trinchera de lucha.
¡Ahh! y siempre se debe de permitir (inclusive estimular) la discusión interna franca, propositiva y fraternal, de lo contrario se enconarán las heridas y los gritos y reclamos de ambas partes se oirán en las reuniones privadas, en los antros, en las redes sociales o en cualquier parte, sin ninguna posibilidad de solución y sin ningún beneficio para la unidad y efectividad de nuestro Partido revolucionario, el Frente Sandinista de Liberación Nacional.