Con motivo del 72 aniversario de la CIA, Lars Schall habló con el investigador Douglas Valentine sobre la CIA. Según Valentine, esta agencia es “la rama del crimen organizado del gobierno de EEUU”, haciendo el trabajo sucio para los ricos y los poderosos
Lars Schall: Hace 72 años, el 18 de septiembre de 1947, la Ley de Seguridad Nacional creó la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Douglas, usted se refiere a la CIA como “la rama del crimen organizado del gobierno de Estados Unidos”. ¿Por qué?
Douglas Valentine: Todo lo que hace la CIA es ilegal, que es la razón por la que el gobierno la encubre bajo un impenetrable manto de secretismo. Mientras que los mitógrafos de la industria de la información retratan a EEUU como un bastión de la paz y la democracia, los agentes de la CIA manejan organizaciones criminales a lo largo y ancho del planeta. Por ejemplo, la agencia contrató a uno de los principales narcotraficantes de EEUU en los años 50 y 60, Santo Trafficante, para que asesinara a Fidel Castro. A cambio, le permitió que importara toneladas de narcóticos a EEUU. La CIA envía armas y financia empresas para facilitar que las organizaciones del narcotráfico hagan su trabajo sucio. El dinero de la mafia se junta con el dinero de la CIA en bancos offshore, hasta que resultan completamente indistinguibles. El tráfico de drogas es solo un ejemplo.
¿Qué es lo que debemos comprender de la CIA?
Su historia. Si se estudia de cerca, veremos cómo la CIA logra mantener su secretismo. Esta es la contradicción esencial en el corazón de los problemas de EEUU: si fuéramos una democracia y tuviéramos realmente libertad de expresión, podríamos estudiar y hablar sobre la CIA. Nos enfrentaríamos a nuestro racismo y sadismo institucionalizados. Pero no podemos y, por tanto, nuestra historia sigue siendo desconocida, lo que a su vez significa que no tenemos ni idea de quiénes somos en realidad, como individuos y como nación. Nos imaginamos cosas que no somos. Nuestros líderes conocen fragmentos de la verdad, pero dejan de ser líderes cuando empiezan a hablar de las cosas realmente malvadas que está haciendo la CIA.
Un término interesante relacionado con la CIA es el de “negación plausible”. Explíquenos esto, por favor.
La CIA no hace nada que no pueda negar. Tom Donohue, un agente de la CIA jubilado, me habló de esto. En 1984, el exdirector de la agencia William Colby aceptó ayudarme a escribir mi libro, The Phoenix Program. Colby me presentó a Donohue en 1985. Donohue había dirigido la “acción encubierta” de la CIA en Vietnam entre 1964 y 1966, y muchos de los programas que desarrolló fueron incorporados en Phoenix. Debido a que Colby me había avalado, Donohue fue muy comunicativo y me explicó muchas cosas sobre cómo funciona la CIA.
Donohue era un típico agente de la CIA de primera generación. Había estudiado historia comparada de las religiones en Columbia y comprendía la transformación simbólica. Era un producto y un practicante de la política del condado de Cook, que se unió a la CIA después de la Segunda Guerra Mundial, cuando vio que la Guerra Fría era una “industria en crecimiento”. Había sido jefe de la estación de la CIA en Filipinas a finales de su carrera y, cuando hablé con él, había iniciado un negocio con un ex ministro de defensa filipino. Estaba sacando provecho de sus contactos. Así es cómo funciona la corrupción entre los burócratas de alto rango.
Donohue me dijo que la CIA no hace nada a menos que cumpla con dos criterios. El primer criterio es que tenga “potencial de inteligencia”. El programa debe beneficiar a la CIA: quizás les dice cómo derrocar a un gobierno o cómo chantajear a un alto mando del gobierno, o dónde está oculto un informe, o cómo conseguir que un agente cruce la frontera. El término “potencial de inteligencia” significa que tiene algún uso para la CIA. El segundo criterio es que pueda ser negado. Si no encuentran la forma de estructurar el programa o la operación de forma que pueda ser negado, no lo hacen. La negación plausible puede ser algo tan sencillo como ofrecer cobertura militar a un agente o espía. Luego, la CIA puede decir: “lo hizo el ejército”.
La “negación plausible” es una cuestión discursiva. Durante las audiencias del senado sobre los complots para asesinar a Fidel Castro y otros líderes extranjeros, el entonces subdirector de operaciones de la CIA, Richard Bissell, definió la “negación plausible” como “el uso de circunloquios y eufemismos en las discusiones, evitando definiciones precisas que expondrían acciones encubiertas y arrojarían luz sobre los hechos”.
Todo lo que hace la CIA es susceptible de ser negado. Forma parte del mandato del congreso. Este no quiere ser considerado responsable de los delitos cometidos por la CIA. Lo que hace la agencia solo sale a la luz pública cuando, aparte de los raros casos de informadores incontrolados, el congreso o el presidente creen que es útil, por razones de guerra psicológica, informar a los ciudadanos de lo que está haciendo la agencia. La tortura es un buen ejemplo. Tras el 11-S y hasta, y durante, la invasión de Irak, muchos ciudadanos estadounidenses querían venganza. Querían ver sangre musulmana derramada, por lo que el gobierno de Bush dejó escapar que estaban torturando a los malos. Lo llamaron “interrogatorios mejorados”, pero todo el mundo entendió de qué se trataba realmente. Circunloquio y eufemismo. Negación plausible.
¿Saben los agentes de la CIA que forman parte de la “rama del crimen organizado del gobierno de EEUU”? Usted lo ha sugerido en relación con el programa Phoenix, por ejemplo: “Debido a que la CIA está fuertemente compartimentada, terminé sabiendo más cosas sobre el programa que cualquier persona de la CIA”.
Sí, lo saben. Hablo mucho sobre esto en mi libro The CIA as Organized Crime. La mayoría de la gente no tiene ni idea de lo que hacen realmente los policías. Creen que se limitan a multarte por exceso de velocidad. No les ven como socios de delincuentes profesionales ni que ganan dinero con ello. Creen que cuando alguien se pone un uniforme, él o ella se vuelve una persona virtuosa. Pero las personas que entran en los cuerpos de seguridad lo hacen por el poder que ejercen sobre otras personas y, en ese sentido, se relacionan más con los delincuentes que con los ciudadanos a los que se supone que deben proteger y servir. Están buscando intimidar a alguien. Se corrompen. Eso son los cuerpos de seguridad.
La CIA está repleta de ese tipo de personas, pero sin ninguna de las limitaciones. El agente de la CIA que creó el programa Phoenix, Nelson Brickham, me dijo esto sobre sus colegas: “He descrito el servicio de inteligencia como una forma socialmente aceptable de expresar tendencias criminales. Un tipo que tiene fuertes tendencias criminales, pero que es demasiado cobarde para ponerlas en práctica, termina en un lugar como la CIA si tiene formación”. Brickham describió a los agentes de la CIA como aspirantes a mercenarios “que encontraron una forma socialmente aceptable para hacer estas cosas y, añado por mi parte, son bien pagados por ello”.
Es bien sabido que cuando la CIA selecciona agentes o individuos para dirigir milicias o unidades de policía secreta en países extranjeros, somete a los candidatos a rigurosos exámenes psicológicos. John Marks, en En busca del candidato de Manchuria, contaba cómo la CIA envió a uno de sus mejores psicólogos, John Winne, a Seúl para “seleccionar el equipo inicial” de la CIA coreana. “Establecí una oficina con dos traductores — dijo Winne a Marks — y utilicé una versión coreana de la escala Wechsler”. Los psicólogos de la CIA hicieron el test de personalidad a dos docenas de militares y policías, “luego redactó informes de media página sobre cada uno de ellos, relacionando sus puntos fuertes y débiles. Winne quería saber cuál era la capacidad de cada uno de los candidatos para cumplir órdenes, su creatividad, la ausencia de trastornos de la personalidad, sus motivaciones, por qué quería abandonar su actual empleo, etc. Esto último era principalmente por dinero, sobre todo en el caso de los civiles”.
Si fuéramos una democracia y tuviéramos realmente libertad de expresión, podríamos estudiar y hablar sobre la CIA. Pero no podemos
De esta forma, la CIA recluta a agentes de la policía secreta en todos los países en los que opera, incluyendo los ocupados Irak y Afganistán. En América Latina, escribe Marks, “la CIA […] creó un proceso de selección más útil para mostrar cómo entrenar a la sección antiterrorista. Según los resultados, se demostró que estos hombres tenían psicologías muy dependientes y necesitaban una dirección enérgica”.
Esa “dirección” vino de la CIA. Según Marks, un evaluador dijo que “cada vez que la compañía gastaba dinero para entrenar a un extranjero, el objetivo era que, en última instancia, sirviera a nuestros propósitos”. Los agentes de la CIA “no se contentaban con trabajar estrechamente con los servicios de inteligencia extranjeros, sino que se infiltraban en ellos y, para esto, el sistema de evaluación de la personalidad era de gran ayuda”.
Lo que es menos sabido es que el personal directivo de la CIA está mucho más preocupado en seleccionar a los candidatos adecuados para servir como agentes de la CIA que en seleccionar agentes en el extranjero. La CIA dedica una gran parte de su presupuesto en seleccionar, controlar y administrar sus efectivos. Y comienza inculcando una obediencia ciega. La mayoría de los agentes de la CIA se consideran soldados. La agencia está estructurada como una organización militar, con una cadena de mando sagrada que no puede ser violada. Alguien te dice qué tienes que hacer y tú le saludas y lo haces… o, en caso contrario, estás fuera.
Otros sistemas de control, como son los “programas de adoctrinamiento motivacional”, hacen que los agentes de la CIA se vean a sí mismos como personas especiales. Estos sistemas han sido perfeccionados y puestos en marcha durante las siete últimas décadas para modelar las creencias y las actitudes de los agentes de la CIA. A cambio de renunciar a sus derechos legales, se benefician de una serie de privilegios, como es, por ejemplo, la inmunidad por sus crímenes. Se consideran a sí mismos como unos pocos privilegiados y protegidos, y si aceptan de corazón la cultura de la dominación y la explotación, pueden esperar ser recompensados con cómodos trabajos en el sector privado cuando se retiren.
La dirección de la CIA compartimenta las divisiones y secciones de forma que los agentes estén desconectados entre sí. Fuertemente adoctrinados, obedecen ciegamente basándose en “la necesidad de saber”. Este sistema institucionalizado de ignorancia y autoengaño autoimpuestos sostiene, en sus deformadas mentes, la ilusión de la moralidad estadounidense, de la cual depende su motivación para cometer todo tipo de crímenes en nombre de la seguridad nacional. Eso y el hecho de que la mayoría son sociópatas.
La CIA es una forma socialmente aceptable de expresar tendencias criminales
Es, también, un sistema autorregulador. Como explicó el agente de la FBN (Agencia Federal de Narcóticos) Martin Pera, “si tienes éxito porque puedes mentir, engañar y robar, todo eso se convierte en herramientas que utilizas en la burocracia”.
¿Puede decirnos, por favor, qué hay detrás de un término que le gusta usar: la “Hermandad Universal de Agentes”?
En cualquier país, la clase dominante ve a la gente que controla como seres inferiores que deben ser manipulados, coaccionados y explotados. Los gobernantes establecen todo tipo de sistemas — que funcionan como medios de protección — para asegurar sus privilegios de clase. En todos los países, el ejército es el verdadero poder y tiene una cadena de mando en la que la obediencia ciega a los superiores es sagrada e inviolable. Los oficiales no confraternizan con los reclutas porque tarde o temprano se les enviará a la muerte. En todos los ejércitos hay un cuerpo de oficiales — y también en todas las burocracias y en todas las clases dominantes de los países — que tienen más en común con los oficiales militares, los altos mandos de la burocracia y los gobernantes de los demás países que con la chusma prescindible y explotable de su propio país.
Los policías son miembros de la Hermandad Universal de Agentes. Están por encima de la ley. Los agentes de la CIA están cerca del pináculo de la Hermandad. Bendecidos con identidades falsas y guardaespaldas, vuelan en aviones privados, viven en casas de campo y matan con tecnología de vanguardia. Dicen a los generales del ejército lo que tienen que hacer. Dirigen los comités del congreso. Asesinan a jefes de estado y a niños inocentes con impunidad e indiferencia. Salvo sus jefes, todos son prescindibles para ellos.
En su opinión, el secreto más profundo y oscuro del establishment de la seguridad nacional es el hecho de que esté implicado en el comercio mundial de drogas. ¿Cómo surgió esta implicación?
Hay dos aspectos en la gestión y el control del tráfico internacional de drogas por parte de la CIA, en nombre de los intereses corporativos que dominan en EEUU. Es importante señalar que la implicación del gobierno de Washington en el narcotráfico comenzó antes de que existiera la CIA, como un medio para controlar otros estados, así como los movimientos políticos y sociales existentes en ellos, incluyendo al propio EEUU. La implicación directa empezó en los años 20 del siglo XX, cuando EEUU ayudó al régimen nacionalista de Chiang Kai-chek en China a través del comercio de estupefacientes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la predecesora de la CIA, la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos), proporcionó opio a las guerrillas kachin que combatían contra los japoneses. La OSS y el ejército de EEUU forjaron vínculos con el submundo criminal estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial y, a partir de ese momento, ofrecieron en secreto protección a los narcotraficantes estadounidenses, a quienes contrataron para hacer el trabajo sucio en el país y en el extranjero.
Después de que los nacionalistas fueran expulsados de China, la CIA estableció a estos narcotraficantes en Taiwán y Birmania. En los años 60, la agencia dirigió el tráfico de drogas en todo el Sudeste Asiático y extendió su control en todo el mundo, especialmente en Sudamérica, pero también en Europa. La CIA apoyó a sus aliados del narcotráfico en Laos y Vietnam. Mientras servía en 1965 como jefe de la Dirección de Seguridad Nacional de Vietnam del Sur, el general de la fuerza aérea Nguyen Cao Ky vendió a la CIA el derecho de organizar milicias privadas y construir centros de interrogación secretos en todas las provincias, a cambio del control de una lucrativa franquicia de narcóticos. A través de su hombre fuerte, el general Loan, Ky y su camarilla financiaron su aparato político y sus fuerzas de seguridad con los beneficios del narcotráfico. Todo esto se hizo con la ayuda de la CIA.
El riesgo de que se pudieran desvelar estos vínculos con narcotraficantes en el Sudeste Asiático es lo que marca el comienzo de la segunda faceta: la infiltración y la dirección por parte de la CIA de las diferentes agencias gubernamentales que luchaban contra el tráfico de drogas. Altos funcionarios estadounidenses organizaron la disolución y recreación de la antigua Oficina de Narcóticos en 1968 dentro del Departamento de Justicia como Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas (BNDD). La CIA comenzó a infiltrarse inmediatamente en los niveles más altos de la BNDD con el fin de proteger a sus aliados narcotraficantes en todo el mundo, especialmente en el Sudeste Asiático. Bajo la dirección de James Angleton, la sección de contrainteligencia de la CIA había estado en contacto con estas agencias antidroga desde 1962, pero en 1971 la función pasó a la división de operaciones de la CIA. En 1972, Seymour Bolten fue designado como Asistente Especial del director de la CIA para la Coordinación de Narcóticos. Bolten se convirtió en asesor de William Colby y, posteriormente, del director de la CIA George H. W. Bush. En 1973, con la creación de la DEA (Administración para el Control de Drogas), la agencia se hizo con el control total de todas las operaciones antidroga en el extranjero y pudo proteger también a los narcotraficantes en EEUU. En 1990, la CIA creó su propio centro de lucha contra los estupefacientes, a pesar de que se le prohibió ejercer dentro del territorio nacional.
En los años 60, la agencia dirigió el tráfico de drogas en todo el Sudeste Asiático y extendió su control en todo el mundo
¿Es la guerra contra las drogas también una guerra contra los negros? Permítame aclarar esta pregunta, porque John Ehrlichman, antiguo asesor de Richard Nixon, al parecer admitió que “la campaña de Nixon de 1968 y, posteriormente, la Casa Blanca tuvo dos enemigos: la izquierda contraria a la guerra y la comunidad negra. ¿Entiende lo que digo? Sabíamos que no podíamos ilegalizar la lucha contra la guerra ni la defensa de los derechos de la comunidad negra. Pero si conseguíamos que la gente asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y luego penalizábamos el uso de esas dos drogas, podríamos controlar a esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, allanar sus viviendas, interrumpir sus reuniones y calumniarlos un día tras otro en las noticias de la noche. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto que sí”.[1] Y también puedo citar al respecto los diarios de H. R. Haldeman. En las primeras etapas de su presidencia, más concretamente el 28 de abril de 1969, Nixon explicó su estrategia básica a su jefe de personal: “[El presidente Nixon] subrayó que tenía que afrontar el hecho de que todo el problema radica realmente en los negros. La clave consiste en idear un sistema que reconozca esto pero que no se muestre como tal”.[2] Por tanto, ¿es la guerra contra las drogas iniciada por Nixon una guerra contra los negros también? Y si lo es, ¿qué nos dice esto sobre EEUU?
EEUU es un antiguo estado esclavista y una sociedad flagrantemente racista, así que sí, la guerra contra las drogas, que es manejada por supremacistas blancos, estuvo y está dirigida contra los negros y otras minorías despreciadas como una forma de mantenerlas privadas de sus derechos. La vieja Oficina de Narcóticos fue abiertamente racista: no fue hasta 1968 que se permitió a los agentes negros de la FBN llegar a ser supervisores de grupo (Grado 13) y mandar a agentes blancos.
Entrevisté al exagente de la FBN William Davis para mi libro sobre la Oficina de Narcóticos, The Strength of the Wolf. Davis me explicó la situación de los agentes negros. Después de licenciarse en la Universidad de Rutgers en 1950, mientras visitaba la ciudad de Nueva York, Davis escuchó a la cantante Kate Smith elogiando al agente de la FBN Bill Jackson en un programa de radio. “Ella lo describió — recuerda Davis — como un abogado negro que estaba haciendo un gran trabajo como agente federal de narcóticos y esa fue mi inspiración. Presenté mi solicitud a la Oficina de Narcóticos y fui contratado de inmediato. Pero pronto descubrí que había una norma no escrita por la cual los agentes negros no podían ocupar puestos de respeto: no podían convertirse en líderes de grupo ni mandar o dar órdenes a los blancos. Los pocos agentes negros que había — sigue diciendo con amargura — , tal vez ocho en todo el país, eran objeto de todo tipo de humillaciones”.
Davis contó cómo Wade McCree, que trabajó como agente de la FBN en los años 30, creó un medicamento patentado. Pero McCree cometió el error de escribir a Eleanor Roosevelt para quejarse de que en el sur los fiscales llamaban “niggers” [equivalente a “negrata”, N. del T.] a los agentes negros. En consecuencia, el equipo legal de la FBN acusó a McCree de utilizar las instalaciones de la agencia para crear su medicamento patentado. McCree fue expulsado y esto fue un mensaje claro de que las denuncias de los agentes negros no serían toleradas.
En una entrevista que realicé para The Strength of the Wolf, Clarence Giarusso, un veterano agente de narcóticos y jefe de policía de Nueva Orleans en los años 70, me explicó la situación racial desde la perspectiva de la policía local. “Tuvimos casos en los barrios negros porque era fácil — me dijo — . No necesitábamos órdenes de registro y eso nos permitía cumplir con nuestras cuotas. Así funcionaban las cosas. Si encontrábamos drogas a un negro, podíamos meterlo en la cárcel durante varios días y a nadie le importaba. No solían tener dinero para pagar a un abogado y los tribunales estaban predispuestos a condenarles. Los jurados no ponían obstáculos. Y en lugar de dejar las drogas, se convertían en informantes, lo que significaba que podíamos tener más casos en sus vecindarios, que es lo que nos interesaba. No nos preocupaba Carlos Marcello ni la mafia. A los policías de la ciudad no les importaba quién traía la droga. Ese era el trabajo de los agentes federales”.
Quien piense que hoy las cosas son diferentes vive en un mundo de fantasía. Donde vivo, en Longmeadow, Massachusetts, los policías están en primera línea de defensa contra los negros y puertorriqueños de la cercana ciudad de Springfield. Hace unos 15 años, hubo un asesinato de la mafia en el barrio Pequeña Italia de Springfield. En aquellos años, los negros y los puertorriqueños se estaban mudando al vecindario y había mucha tensión racial. La estación de la televisión local me entrevistó sobre el asunto y dije que Al Bruno, el jefe de la mafia asesinado, era probablemente un informante del FBI. Al día siguiente, personas que conocía dejaron de hablarme. Alguien me dijo que el hijo de Bruno iba al mismo gimnasio que yo. En una ciudad como Springfield y sus barrios suburbanos, todos están relacionados con la mafia o tienen amigos en ella.
Unos años antes del asesinato de Bruno, me había hecho amigo del conserje del gimnasio al que pertenezco. Por casualidad, el conserje era hijo de un detective de narcóticos de Springfield. El conserje y yo íbamos juntos a la piscina y tomábamos unas cervezas en los bares locales. Un día me contó un secreto que le había confesado su padre. Este le dijo que los policías de Springfield permitían que los jefes de la mafia metieran drogas en la ciudad y, a cambio, los mafiosos les decían quiénes eran sus clientes negros y puertorriqueños. De esa forma, como decía Giarusso, los policías seguían teniendo casos y las minorías tenían más dificultades para comprar viviendas e invadir los vecindarios de los blancos. Esto sigue pasando en EEUU hoy en todas partes.
¿Es una ironía para usted que todo el tráfico de drogas no existiría tal como lo conocemos en la actualidad si las drogas no fueran ilegales?
La prohibición de los estupefacientes ha hecho que la cuestión de la adicción deje de ser un problema de “salud pública” para convertirse en uno policial y, así, servir de pretexto para ampliar las fuerzas policiales y reorganizar la justicia penal y los sistemas de bienestar social con el fin de impedir que las minorías despreciadas realicen avances políticos y sociales. Los servicios de salud fueron colocados en manos de empresarios que buscan beneficios a expensas de las minorías despreciadas, los pobres y las clases trabajadoras. Las compañías privadas crearon instituciones cívicas para santificar esta política represiva. Los educadores públicos desarrollaron planes de estudio que reforzaban el adoctrinamiento político promoviendo las ideas racistas del partido de los empresarios. Se desarrollaron burocracias para promover la expansión de los intereses empresariales en el extranjero, al tiempo que se suprimía la resistencia política y social a los planes de la industria médica, farmacéutica y del narcotráfico.
Haría falta una biblioteca llena de libros para explicar los fundamentos económicos de la guerra contra las drogas, así como las razones de la regulación de las empresas que se benefician de ello en EEUU. Para decirlo brevemente, se benefician de esa “guerra”, al igual que la mafia. Baste decir que los inversores de Wall Street en las industrias de las drogas han utilizado al gobierno para transformar su poder económico en poder político y militar. No olvidemos que EEUU no es un país productor de opio ni cocaína y que los estupefacientes son un recurso estratégico del que dependen las industrias mencionadas, incluyendo al ejército. El control del suministro de drogas en el mundo, tanto las legales como las ilegales, es un asunto de seguridad nacional. Lean mis libros para conocer ejemplos de todo esto a lo largo doe los últimos 70 años.
¿Es la CIA parte del problema del opio de Afganistán en la actualidad?
En Afganistán, los agentes de la CIA controlan el tráfico de drogas desde sus hamacas en la sombra. La producción de opio se ha disparado desde que establecieron el gobierno de Karzai en 2001 y crearon redes de inteligencia en el seno de la resistencia afgana a través de “civiles amigos” al servicio del señor de la guerra y capo del tráfico de opio, Gul Aga Sherzai. Los estadounidenses ignoran, en gran parte, que los talibanes abandonaron sus armas después de la invasión de EEUU y que el pueblo afgano tomó las armas solo después de que la CIA instalara a Sherzai en Kabul. En colaboración con los hermanos Karzai, Sherzai proporcionó a la CIA una red de informantes que trabajaron contra sus competidores en el negocio, no contra los talibanes. Como ha revelado Anand Gopal en No Good Men Among the Living, como resultado de los consejos amistosos de Sherzai, la CIA torturó y mató metódicamente a los líderes más venerados de Afganistán en una serie de operaciones al estilo de Phoenix, lo cual radicalizó al pueblo afgano. La CIA inició la guerra como un pretexto para una ocupación y colonización prolongadas de Afganistán.
A cambio de sus servicios, Sherzai consiguió un contrato para construir la primera base militar estadounidense en Afganistán, junto a una importante franquicia de drogas. La CIA logró que sus señores afganos de la guerra y del opio no aparecieran en las listas de la DEA. Todo esto está documentado en el libro de Gopal. Los agentes de la CIA observan divertidos mientras las tasas de adicción se disparan entre los jóvenes afganos cuyos padres han sido asesinados y cuyas mentes han sido dañadas por 15 años de agresión estadounidense. No les importa que las drogas lleguen a las ciudades de EEUU, por todas las razones económicas, sociales y políticas citadas anteriormente.
El tráfico de drogas también tiene “potencial de inteligencia”. Los agentes de la CIA tienen un acuerdo con los señores de la guerra afganos protegidos que convierten el opio en heroína y la venden a la mafia rusa. No es diferente a los policías que trabajan con los narcotraficantes de la mafia en EEUU. Es un acuerdo con un enemigo que garantiza la seguridad política de la clase dominante. El arreglo está basado en el hecho de que el delito no puede ser erradicado, que solo puede ser gestionado.
La CIA está autorizada a negociar con el enemigo, pero solo si los canales son seguros y pueden ser desmentidos. Ocurrió con el escándalo Irán-Contra, cuando el presidente Reagan conquistó el amor del pueblo estadounidense al prometer que nunca negociaría con terroristas, mientras su administración enviaba en secreto a varios agentes a Teherán para vender misiles al gobierno iraní y emplear el dinero en comprar armas para la contra que traficaba con drogas. En Afganistán, la entente con el submundo de la droga proporciona a la CIA un canal seguro de comunicación con los líderes talibanes, con quienes negocian asuntos simples como intercambios de prisioneros. El submundo del crimen y el espionaje en Afganistán ofrece el espacio intelectual para una eventual reconciliación. Antes de un alto el fuego siempre hay negociaciones preliminares y en todos los conflictos modernos en los que está implicado EEUU ese es el trabajo de la CIA. No obstante, Trump va a prolongar la ocupación indefinidamente.
El hecho de que en Afganistán haya 600 agentes subordinados de la DEA permite que todo pueda ser desmentido de forma plausible.
¿Reeditó EEUU el programa Phoenix en Afganistán? Me refiero, sobre todo, al comienzo de la Operación Libertad Duradera, cuando los líderes talibanes dejaron inicialmente las armas.
Afganistán es un caso de estudio del programa Phoenix desarrollado en Vietnam del Sur. Es una guerra de guerrillas dirigida contra dirigentes y cuadros intermedios, que pueden ser reclutados o asesinados. Este es el objetivo superior del programa. Pero también es una guerra psicológica contra la población civil, para que todo el mundo sepa que pueden ser secuestrados, encarcelados, torturados, extorsionados y/o asesinados si apoyan a la resistencia. Este es el segundo objetivo: aterrorizar a los civiles para que apoyen al gobierno títere de EEUU.
El ejército de EEUU se resistió a participar en esta forma repugnante de guerra (basada en el modelo de las fuerzas especiales de las SS y en la policía secreta Gestapo) durante la primera fase de la guerra de Vietnam, pero sí proporcionó soldados para las operaciones de Phoenix. Fue entonces cuando la CIA comenzó a infiltrarse en el cuerpo de oficiales jóvenes del ejército. Los agentes de la CIA Donald Gregg (caracterizado como el revisionista belicista Ken Burns en su serie sobre la guerra de Vietnam) y Rudy Enders (a los dos les entrevisté para mi libro The Phoenix Program) exportaron Phoenix a El Salvador y América Central en 1980, al mismo tiempo que la CIA y el ejército reunían fuerzas para crear Delta Force y el Mando Conjunto de Operaciones Especiales para combatir el “terrorismo” en todo el mundo utilizando el modelo Phoenix. Ya no hay guerras convencionales y el ejército, tanto por razones económicas como políticas, se ha convertido, gracias al cuerpo de oficiales jóvenes reclutados por la CIA hace años, en la fuerza policial de facto del imperio estadounidense, operando desde 700 bases repartidas por todo el mundo.
¿De qué forma sigue vivo y actual el programa Phoenix en el territorio de EEUU?
Karl Marx explicó hace más de 150 años cómo y por qué los capitalistas tratan a los trabajadores de la misma manera, ya sea en casa o en el extranjero. A medida que el capitalismo evoluciona y centraliza su poder, a medida que el clima degenera, a medida que aumenta la brecha entre ricos y pobres y a medida que los recursos se vuelven más escasos, las fuerzas de policía de EEUU adoptan estrategias y tácticas “antiterroristas” de estilo Phoenix para utilizarlas contra la población civil. El gobierno ha promulgado leyes de “detención administrativa”, que son la base legal de las operaciones de estilo Phoenix, de forma que se pueda arrestar a civiles con la mera sospecha de que son una amenaza para la seguridad nacional. Phoenix fue un método burocrático para coordinar agencias implicadas en la obtención de información de inteligencia y quienes conducen operaciones “antiterroristas”, mientras que el Departamento de Seguridad Nacional ha creado en todo el país “centros de fusión” basados en este modelo. Además, desde el 11-S, han proliferado redes de informantes y operaciones psicológicas contra el pueblo estadounidense. Todo esto se explica en detalle en mi libro The CIA as Organized Crime.
La CIA es un instrumento de las élites políticas y económicas encargada del trabajo sucio
¿Cuál es la importancia de los medios de comunicación en la percepción que la gente tiene de la CIA?
Esto es muy importante. Guy Debord dijo que el secretismo domina el mundo, ante todo como secreto de dominación. Los medios de comunicación le impiden a usted que sepa cómo está siendo dominado, manteniendo los secretos de la CIA en secreto, valga la redundancia. Los medios de comunicación y la CIA son la misma cosa.
Lo que FOX y MSNBC tienen en común es que, en una sociedad capitalista libre, las noticias son una mercancía. Las agencias de noticias se dirigen a una audiencia para vender un producto. Todas son noticias falsas, en la medida en que cada medio sesga la presentación de las noticias para satisfacer a sus clientes. Pero cuando se trata de la CIA no es solo falso, sino veneno. Se subvierten las instituciones democráticas.
Toda organización y operación doméstica de Phoenix depende del doble lenguaje y de la “negación de los hechos”, así como del secreto oficial y de la autocensura de los medios. La CIA necesita el control total de la información y esto requiere la complicidad de los medios. Esta fue una de las grandes lecciones que la derrota en Vietnam enseñó a nuestros líderes. Quienes dirigen el gobierno y los medios de comunicación nunca volverán a permitir que los ciudadanos vean la carnicería que promueven entre las poblaciones civiles de países extranjeros. Los estadounidenses nunca verán a niños iraquíes, afganos, libios y sirios mutilados o asesinados por fuerzas mercenarias y bombas de racimo estadounidenses.
Por otro lado, las representaciones falsas de los secuestros, torturas y asesinatos de la CIA son glorificadas en la televisión y el cine. Contar la verdad es la clave. Gracias a la complicidad de los medios, Phoenix ya se ha convertido en un modelo que proporciona seguridad política interna a los líderes estadounidenses.
¿Es la CIA un enemigo del pueblo de EEUU?
Sí. Es un instrumento de la élite política enriquecida. Hace el trabajo sucio.
Publicado originalmente en The CIA: 70 Years of Organized Crime | Lars Schall
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)
https://medium.com/diferencias/la-cia-70-años-de-crimen-organizado-7a8f1f06e59d