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Infecciones de la religión en la cultura


Cual acto reflejo la palabra “espíritu” se asocia a las artes “mágicas” del clero llevada en el subconsciente cultural, como si esa palabra le perteneciera en exclusiva por ser él quien la controla, lo que puede ser cuando se refiera a lo que según dice el diccionario de la RAE “Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas” No dice de qué Dios en complicidad la RAE con ese “Dios” monopolista del Vaticano, cuando en el Planeta “hay” más de cuatro mil Dioses, mientras que por otro lado en este mismo diccionario también tenemos las acepciones de “Ser inmaterial y dotado de razón” que sigue pareciéndose a la superstición básica de los curas, pero hay más, y estas son las buenas “ Alma racional” “Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo” “Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar” “Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo” “Vivacidad, ingenio.” 

Como ejemplo tópico tenemos “El espíritu de la Ilustración” que tanto les duele a los curas con sotana. 

Y todo esto último ya nos incumbe a los espíritus libres de alma creadora a diferencia de esa alma que nos asignan los travestidos siniestros para que nos la quedemos si le damos nuestro dinero, parafraseando a alguien que no recuerdo.

¡Qué me decís de los santos esos! Si, los del estercolero del Vaticano como sinónimo de bueno, la mayor colección de seres desnaturalizados, donde hay violadores, sádicos, asesinos, folladores, predicadores de odio, proxenetas, o chulos de putas, masoquistas, sádicos, idiotas, guarros, ridículos, protectores de curas pederastas, fascistas, terroristas, fomentadores de guerras santas o no santas…

 A lo largo de la obra vais a tener profusamente una exposición de estos elementos, de estos tales santos, que son un trasunto de la apoteosis romana, esa consistente en que un mortal se elevaba a la categoría de Dios.

 Esto el cristianismo lo usa mucho para tratar de adquirir la impunidad de sus acciones siendo estas más de una vez delitos. 

Robert Graves en su obra “Yo Claudio” nos ofrece un caso de impunidad deseada cuando Livia la esposa de Octavio Augusto desea ser elevada a Diosa para no tener que pagar sus faltas graves en el más allá. 

Algo así se quiere lograr cuando por ejemplo se eleva a santo a Bernardo de Claraval, un asesino predicador de odio fomentando las Cruzadas. 

Presentarlo como bueno indiscutible ante la grey de la curas y que el Vaticano no responda de sus acciones, como por ejemplo, cuando prácticamente no apoya ninguno de los derechos humanos recogidos en la ONU.

La palabra más parecida como sinónimo de santo, y me vais a permitir un anacronismo para la mayoría de los santos hacía atrás de los tiempos actuales, es la de fascista.

Os cito unos ejemplos de santos, todo entero, asesinos a los que elevo en un par des sonetos:

El santo que probó su medicina

Marcelo era un cristiano muy tenaz,
subido a los altares por el Papa,
modelo o paradigma de la rapa,
ladrón, santo asesino cual capaz.

Y mala pata de hombre contumaz
jodiendo a los paganos en la zapa:
quemándoles los templos como lapa,
del grupo rezagado tan voraz,

por culpa de su pierna quejumbrosa,
lo pillan los paganos enfadados,
estando hasta la polla del cristiano.

Lo arrastran por el suelo como cosa,
le pisan los cojones encrespados,
lo matan como a cerdo muy marrano.

La fuente de soneto se halla en "Historia criminal del cristianismo" de Karlheinz Deschner”. De donde también extraigo más datos para un santo que era extremadamente escatológico él y para quien compongo este otro soneto:

El santo que apesta al Dios del Vaticano

Un santo hubo modelo de cristiano,
devoto fiel de sacra escatología
para orgullo del rancio Vaticano,
con fe rezando en santa porquería.

Sisinio se llamaba tal marrano.
El tipo en una tumba ufano en alegría,
tres años se tiró sin ser humano
con heces mal olientes cada día.

Rezando al Dios y fuera de todo hombre,
jamás con el amor y odiando al mundo,
subido está en altares poderosos.

¡Dislate poderoso de renombre!
¡Patraña venenosa, clero inmundo
cual fe de hechiceros religiosos!

Desde luego que este podría ser el patrón de los guarros.

El latín es pensado como la lengua de los curas, cuando antes que pareciera el primer travestido en payaso siniestro ya lleva al latín siglos usándose como lengua, además también ya había asumido muchas palabras del idioma culto, cultísimo de los griegos dicho sea de paso. 

Y los curas en su afán de estropear todo comienzan a denigrar palabras, como la de “beato”. Pobre palabra la de beato. 

Procedente del latín claro está pero ésta antes fue tomada de los etruscos. “Beatus” se refería a una persona tranquila, que le gustaba la paz y no mezclarse en las turbulencias del mundo, algo así como una definición entre pasota y pacifista. Una especie de hippie. 

Ahora esta desgraciada palabra sirve para designar por los ensotanados a seres abominables, como, entre muchos más, a Escrivá de Balaguer y al papa Odeón de Chatillón, alias beato Urbano II, fascista el primero y chulo de putas el segundo –ya os contaré más de estos dos pájaros-

En el prólogo afirmo que la religión no existe. Existen hombres religiosos, que no es lo mismo. Algo así como que la filosofía no existe. 

Existen filósofos. Digo que no existe la filosofía porque ésta nunca llegará a conclusiones finales definitivas y nada que no tenga una conclusión final existe en sí, pero sí que existe una ciencia llamada filosofía con la etimología de amor a la sabiduría que es la que nos ha permitido el desarrollo de todas las ciencias actuales y ese sentido etimológico es el que tenían para sí los antiguos y sabios griegos. 

Pero actualmente en esa filosofía que no es tal de buscar conclusiones y finalidades definitivas, aunque nos lo piden nuestras ganas de saber lo desconocido, se cuelan los hechiceros con sotana para machar con la quimera de su Dios. 

Y nos encontramos como si la religión fuera algo real y gentes que se le pone a argumentar en su favor como también a rebatirla como tal supuesto ente de realidad, es decir entre lo bueno y lo malo, porque la religión tiene algo de concepto de lo bueno por aquellos que se lo conceden, siendo así que mayormente cuando se compara lo religioso con lo no religioso estábamos tratando de demostrar tontamente que lo no religioso también es bueno, cuando el caso es que hay de todo, siendo que lo que sí es malo en su totalidad es lo religioso porque no tiene base real.

Con todo esto lo que hemos metido en la cultura ha sido el veneno que exhala el aliento del cura con sus tóxicas palabras haciendo creer a mucho en el maniqueísmo de los bueno y lo malo, cuando la vida nunca se repite y no tienen definiciones esas acciones suyas que repercuten sobre nosotros y que las definimos ocasionalmente por lo general en lo que nos afectan en buenas o malas, siendo a todas luces que está fuera de lugar ese algo diferente a la marcha de la vida pretendiendo definir todas y cada unas de las acciones de esta vida muy incierta, misteriosa y más que sorprendente.

 El cura travestido es el payaso siniestro de esas tres cualidades con los aires de magia como que nos va a solucionar todo sin arreglar nada, como ya lo hemos visto en dos mil años de religión cristiana que nunca ha servido para arreglar ningún gran problema de la humanidad al igual que las demás religiones.

El chamán o cura, es la quinta esencia de los individuos mediocres en su facción minoritaria degenerada de daño constante a la humanidad aliado siempre a las inmundicias del poder absoluto donde el cura se revuelca jubiloso en su sacra pocilga.

 No hace mucho lo hemos visto jubiloso con Hitler, Pinochet, Videla, Efraín Ríos Montt, tratando de poner la pena de muerte en Uganda contra los homosexuales… y aun está muy contento cobrando millones y millones de muchos gobiernos y viendo como mucha gente se muere de sida por su boicot al condón y como mueren muchas mujeres pobres por malas prácticas abortivas oponiéndose al aborto de estas mujeres de pocos recursos mientras las ricas pueden abortan incluso en los mismo países donde el aborto está prohibido por ley.

Un fallo que considero, especialmente de los ateos, es que se pasan demasiado tiempo buscando las contradicciones de las religiones. 

Un ateo que pierde mucho tiempo en esta pseudociencia al final parece un teólogo, es decir, sinónimo de estudioso de lo que no existe. 

Los crédulos son muy descarados, no se merecen tanta consideración, no me creo la inocencia absoluta, y si hablamos de su religión, cuando nos molesta, agrede y nos sustrae derechos, debemos ir más directos, a ese insulto suyo a la inteligencia constante que no admite que yo esté en mi derecho de no creerme sus afirmaciones sin ninguna base, pues argumentar y argumentar en las teorías religiosas es argumentar en la nada, cuando debemos ir al grano. 

Hechos de los religiosos, consecuencias siempre lesivas, salvo en personas concretas como el arzobispo Óscar Romero, que lo asesinaron los amigos del Vaticano, y luego herirles en sus dogmas que es lo que pretender en ellos en nuestra inteligencia por activa o por pasiva con sus supersticiones de chicos buenos, como cuando andaban quemando gente viva para robarles sus bienes y no devanarnos los sesos diciendo con argumentos que estaban tratando de defender sus ideas equivocadamente.

 ¡Asesinos son “iluminados” “in secula seculorum” por el Dios de los cristianos!

Uno de los errores más garrafales con respecto a esta Peste ensotanada cual virus a nuestro cerebro y a la sociedad, sobre todo a este mundo que cada vez es más pequeño y que lo que menos necesita son religiones que fomenten la intolerancia, es creernos que lo curas reciben dinero y se lo gastan en obras de caridad, cuando es para mantener su negocio de vagos que nunca son agradecidos y que cuando se llevan dinero de nuestros impuestos están poniendo mala cara porque creen que aún tienen derecho a más. 

Vil metal, nunca mejor dicho, para dividir a la humanidad, cuando no para matar, cuando segregan a hombres de mujeres, homosexuales de heterosexuales, ricos de de pobres, negros de blancos, cuando matan con el dinero de todos defendiendo el no uso del condón… Ya os contaré de su negocio de la caridad en “Vaticano SA, “in secula seculorum”.

 ¡Queremos laicismo de una vez y que los religiosos se paguen los gastos de sus cultos incultos”!

 ¡El que quiera un cura que se lo pague! La estupidez, la cretinez y la estulticia son parte podrida y depravada de la inteligencia que se usa bien inconscientemente para perjuicio propio o conscientemente para perjuicio de los demás como es el caso fragante de los hechiceros clericales por evidencia, resplandor de su dinero y su poder y olor de incienso envenenado de sus flamantes iglesias de flema siniestra e insensible.

Algo muy grave es que la historia casi nunca critica al clero, salvo alguna vez a los clérigos de la competencia si esta historia, por ejemplo, se escribe en España y se critica a los protestantes. Ahí tiene ganada también la Iglesia una baza a su favor gozando del derechos a la impunidad. 

Y tales hechos lamentables de ausencia de crítica ocurren también en otras ciencias, como en la psicología cuando ésta no llama a la religión superstición con carga emocional, lo mismo que cuando define los celos matrimoniales infundados y que tanto presionan como la tremenda religión para hacer infelices a los demás.

 En todos estos casos a la impunidad se la llama fe que se escapa al común de los mortales, cual privilegio mantenido por los curas con todo su dinero, poder y esa ingente capacidad suya de crear problemas inherente a todos los que son parásitos patógenos con éxito, para hinchar la barriga glotona de los “hombres de Dios”. 

Y no vamos a decir que no sean hombres o mujeres los clérigos, sino que no se comportan como tales.

En resumidas cuentas, como dice Nietzsche, la religión es la mayor fuente de todas las ignominias por tener todo lo que toca pervertido, como aquí afirmo en el caso de la ciencia. 

Y un ejemplo gráfico, que os explicaré queridos lectores, es cuando surgió la imprenta pues los hombres de “amor” del Dios de los Estado pontificios la usaron para distribuir un libro, “Malleus malefecarum” en cómo quemar mujeres vivas y disfrutar de los gritos aterradores de dolor de las bellas mujeres.

Los profesionales de las religiones nos han hecho creer que sus dogmas y canalladas son equiparables a los derechos comunes de las gentes, ahora llamados derechos humanos, con lo cual dan a entender que ya no se respetan sus derechos porque ya no pueden quemar a nadie.

 Pero se contentan ayudando a que el sida mate a más de un millón de persona al año. 

¡Que no se olvide, se apoyan en nuestro dinero para esas campañas infames de no al uso del condón! El miedo a la muerte y la muerte en sí es su negocio.

El gol más gordo que la Peste ensotanada nos ha colocado en plena portería de nuestra cultura e inteligencia es hacernos creer que un tal Jesucristo existió, tras un nombre “Jesús”, tan común en España como “José”, al que añadieron “Cristo”, en griego quiere decir el ungido. 

Después vinieron los añadidos, como que nació el 25 de diciembre, solsticio de invierno, al igual que otro montón de Dioses más. Estos cristianos son muy copiones.

 De hecho no tienen nada original, salvo su afán desmesurado por asesinar, robar y despreciar a sus semejantes con su religión en grado superlativo como se confirma si se compara el cristianismo con las demás religiones.

 Ninguna religión ha llegado a tanta escabechina como el cristianismo. 

Esos grupos de musulmanes de ahora, fanáticos, bestiales y completamente cafres no son nada con la recua de curas, adeptos y gente de los peores instintos de la humanidad que tan bien se llevan en las filas cristianas.

El Jesucristo, dicen, que forma un trío con un tal Padre y un tal Espíritu santo, al igual que otras mitologías de muchos lugares de Asia y África, en Egipto. Destaca la trilogía de Rama, Siva y Visnú. 

Los romanos también las tienen.

El lastimero Niño Jesús lo copiaron de la Diosa Isis egipcia, los doce apóstoles de los doce símbolos del zodíaco, los santos de la apoteosis romana, el infierno de los pueblos cananeos que quemaban cadáveres…

No está mal el Jesucristo andando por las aguas, resucitando muertos… y provocando un terremoto cuando cuenta la leyenda que murió en la cruz. 

Y los romanos, que registraban casi todos los hechos históricos, sin enterarse, al igual que ningún historiador de la época. Desde luego esta tomadura de pelo es la más grande jamás contada.

 (Matías Borrego)

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