La dignidad no consiste
en tener honores, sino en merecerlos”.
Aristóteles
A la memoria de Luis Armando “Chiri” Guzmán
Los actos agresivos externos e internos confabulados durante la década del ochenta y en los últimos años contra Nicaragua y la Revolución Sandinista, las confirmadas violaciones al derecho internacional, el irrespeto a la soberanía nacional, la irresponsable ola de calumnias, manipulación y desinformación que tergiversa las comunicaciones y las redes sociales, la descalificación y el atropello contra un proceso político y social legítimo por el bien común surgido del proceso popular y revolucionario, se han enfrentado a la resistencia, el compromiso, el trabajo, el sacrificio y la lucha digna de miles de patriotas amparados por la verdad y la sonrisa de la esperanza.
Como dijo con coraje Orlando Tardencilla en Washington en la conferencia montada por el Departamento de Estado (marzo, 1982): “Les anuncié que solo diría la verdad…”.
El 27 de junio de 1986 la Corte Internacional de Justicia de la Organización de Nacional Unidas, con sede en La Haya (Países Bajos), en el caso contra Estados Unidos por “Actividades militares y paramilitares contra el gobierno de Nicaragua” iniciado con la demanda del 9 de abril de 1984, emitió el histórico fallo favorable a Nicaragua y condenó a los Estados Unidos de Norteamérica por infringir el derecho internacional al agredir el territorio nacional, violar el espacio aéreo, armar y entrenar a la contrarrevolución violando el principio de no intervención, colocar minas en los puertos, promover acciones militares y paramilitares, provocar dramáticos daños humanos y cuantiosa destrucción material contra un estado soberano y mandó que “los Estados Unidos de América deben poner término inmediatamente y abstenerse de toda acción que pueda constituir una violación de las obligaciones jurídicas anteriormente mencionadas” y “Decide que los Estados Unidos de América tienen la obligación de indemnizar a la República de Nicaragua de todos los perjuicios causados por las infracciones de obligaciones que le incumben con arreglo al derecho internacional consuetudinario anteriormente enumerados”.
La resolución inapelable del más alto tribunal internacional de justicia confirmó que Nicaragua estaba siendo víctima de agresión por parte de Estados Unidos.
De la multitud imposible de identificar y enumerar de acciones heroicas y actos de ejemplar dignidad durante la década del ochenta y actual, en la Campaña Nacional de Alfabetización, la defensa de la Revolución, en la preservación del orden, la seguridad y la paz social, y en general, en la construcción de una nueva oportunidad histórica para el pueblo de Nicaragua, frente a los intentos despiadados e ilegítimos de frustrar el camino de paz y prosperidad con equidad y solidaridad, la agresión externa y las cómplices perturbaciones locales, las traiciones, el oportunismo y la cobardía de algunos, entre los innumerables héroes y heroínas conocidas y anónimas, quienes inalterables se mantuvieron al lado de los intereses patrióticos y populares, recuerdo en particular el de dos sencillos jóvenes nicaragüenses, hechos ocurridos en 1982.
Un joven de 19 años detenido en El Salvador el 31 de enero de 1981 por participar en la lucha popular en aquel vecino centroamericano, quien durante el tiempo en prisión fue sometido a torturas con choques eléctricos en las sienes, bañera con corriente y múltiples golpes, permaneció colgado de manos y pies durante varias horas, el 8 de marzo de 1982 lo visitó un militar de la embajada de USA en San Salvador quien le “pidió” que mostrara con su testimonio la intervención extranjera en ese país.
Le ofrecieron “la opción de hablar o morir” y anunció “que diría la verdad”.
Agentes salvadoreños lo trasladaron a Washington donde permaneció en una barraca con las esposas puestas siendo sometido a interrogatorios y palizas diarias, hasta que fue llevado a las oficinas del Departamento de Estado para una rueda de prensa convocada por funcionarios norteamericanos el 12 de marzo de 1982 a las 11.30 a.m.
El joven, frente a los periodistas presentes denunció ante el mundo la burda maniobra norteamericana, desenmascaró la manipulación y la tortura en un acontecimiento histórico, bochornoso para los agentes estadounidenses, quienes fueron puestos en evidencia en la propia oficina de la política exterior del gobierno de Ronald Reagan.
El padre Miguel D`escoto, Canciller de la Dignidad, solicitó al Secretario de Estado Alexander Meigs Hais, la entrega inmediata del ciudadano nicaragüense que era objeto de maltrato y violación a sus derechos fundamentales.
El que fuera mejor alumno de primaria en Nicaragua a la edad de 14 años, de la escuela Simón Bolívar de Masaya, de origen humilde, partícipe de la lucha contra la Dictadura Somocista, Orlando José Tardencilla Espinoza (Managua, diciembre de 1963), al revelar la verdad ante el mundo obtuvo su libertad y regresó a Managua el 15 de marzo de 1982.
Fue recibido en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino por una entusiasta multitud que vio un inédito y ejemplar gesto de patriotismo y valentía: tuvo la entereza de acusar a Estados Unidos en la propia sede del poder imperial de “estar empeñado en atacar a la revolución de Nicaragua”.
By: Francisco Javier Bautista Lara“