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Cmdte. Carlos Fonseca: Antecedentes del destino histórico de Nicaragua


El Comandante Carlos invitaba incansablemente a todos los militantes a leer y a estudiar.

La “educación política” era, para el Comandante Carlos, una tarea irrenunciable dentro de nuestra organización, el FSLN.

En muchos de sus escritos, el Comandante Carlos presentaba reseñas históricas: a partir del pasado, él ofrecía herramientas para comprender el presente.

Veamos los más remotos antecedentes del destino histórico del pueblo nicaragüense. Posiblemente incurriremos en la redundancia. 

Pero como por lo general no se conocen esos antecedentes, esperamos que tal redundancia quede así explicada.

Al partir de España, Cristóbal Colón, como es sabido, navega en busca de una nueva ruta que ha de comunicar al occidente con las Indias. 

En su último viaje, Colón pone pie en el territorio que más tarde se denominaría Centro América. 

El descubridor aún no ha encontrado la ruta que busca, y en sus cartas a la Corona a raíz de su cuarto viaje habla más de una vez del “estrecho” que se suponía atravesaba las últimas tierras descubiertas

Los explotadores y conquistadores que suceden a Colón prosiguen la búsqueda del estrecho. Tiene importancia fijar la atención en que el interés de conquistador por la porción que después se denominó Nicaragua, no fue otra cosa que una consecuencia del descubrimiento del Océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa. 

Esto explica por qué el istmo nicaragüense es explorado por expediciones que penetran por el Océano Pacífico, y no por el Océano Atlántico.

Gil González Dávila es el primer explorador y descubre el mayor lago del país al que denomina Mar Dulce por motivo de su amplia extensión. 

González escribe la corte informando sobre la posibilidad del estrecho de Nicaragua, y el emperador Carlos V responde interesándose por la canalización del Desaguadero, después llamado río San Juan, que comunica el Mar Dulce con el Mar del Norte; esta idea no sería realizable, al sobrevenir, un tiempo después, el gravísimo obstáculo del hostigamiento pirata de los poderes coloniales rivales de España.

La tierra nicaragüense es presa, desde los primeros tiempos de la conquista de colonizadores españoles de la peor calaña. 

En efecto, caen sobre Nicaragua colonizadores que participan en grado superlativo de la codicia común a todos los sojuzgadores que recién han desembarcado, careciendo de los atributos que en otros sitios llevaron al conquistador a “realizar… las expediciones y aventuras más osadas y fantásticas”. 

Paradigma de estos especímenes es Pedrarias Dávila, que aparte de acumular caudales y asegurar la sucesión de la Gobernación en sus descendientes, lo más notorio que hace es decapitar a Vasco Núñez de Balboa y a Francisco Hernández de Córdoba. Tal es el tronco de la oligarquía que siglos después se vendería en cuerpo y alma al más codicioso de los imperios.

Lugar de tránsito, Nicaragua como Panamá, es punto de partida para las expediciones contra los pueblos incaicos. Con una población indígena relativamente abundante, los españoles se dedican a sangrientas cacerías de indígenas para nutrir tales expediciones.

La irrupción colonizadora no es acogida de rodillas por Chontales, Dirianes, Nagrandanos y Matagalpas. 

En la resistencia indígena se destacó el jefe Diriangen. Sin embargo, también hubo ilusiones que, unidas a un sinfín de condiciones generales desfavorables, determinaron la consumación de la conquista colonizadora. 

Víctima de tales ilusiones fue el cacique de los nicaraos, que sin ser el cobarde que pretenden encontrar los falsificadores de la historia nicaragüense, sin duda adoleció de un pacifismo utópico, que lo convierte en inconfundible antepasado de los intelectuales que ya adentro el siglo XX, harían más fácil a los verdugos el sacrificio de Sandino.

El litoral atlántico de Nicaragua, marginado por la colonización española, se convierte por algún momento en el siglo XVII, en refugio de esclavos africanos que escapaban valerosamente del cautiverio impuesto en las explotaciones establecidas por los europeos en las islas antillanas.

Una vez consolidada la colonización de las tierras indígenas, el territorio nicaragüense es prácticamente compartido por el imperio español y el imperio inglés. 

El litoral del Pacífico y Centro de Nicaragua permanecen bajo el dominio español. Y el litoral atlántico deja de ser el refugio de los esclavos fugitivos, pasa al dominio inglés, el cual establece lo que denomina “Reino de la Mosquitia”, contando por supuesto con un reyezuelo.

Debido a la condición ístmica del territorio nicaragüense, es accesible con relativa facilidad desde ambos mares, por lo cual la casi totalidad de sus poblaciones sufren el asedio de los piratas durante los dos últimos siglos del coloniaje español; el blanco más frecuente de tales asedios lo fue la próspera ciudad de Granada, que situada a la orilla del lago Cocibolca, después Mar Dulce y más tarde Lago de Granada, sufrió los ataques piratas en 11 oportunidades.

La parcela territorial nicaragüense, dominada por España, ofrece una fecundidad que vuelve más voraces a encomenderos y mercaderes. 

Durante el curso del coloniaje español es copioso el lucro que ofrecen oro, añil, cacao, ganado, azúcar, extraídos del suelo nicaragüense. El monje irlandés Thomas Gage, después de pasar por Nicaragua, a mediados del siglo XVII, publicaría a su regreso de Europa un relato en el que se refiere a Nicaragua denominándola “Paraíso de Mahoma”.

Los indígenas no permanecen cruzados de brazos ante la opresión, y repetidas veces insurgen en defensa de sus derechos; desde las primeras rebeldías expresadas en las proximidades de la población que los españoles denominaron Segovia, y en las que los indígenas rechazaron al intruso sediento de oro; posteriormente, a mediados del siglo XVII, alcanzó renombre la insurrección protagonizada por los indígenas en el importante partido de Sébaco. 

Además, a la Corona llegaría algún informe de un funcionario donde cuenta de los ataques realizados por “los bravos indios de Matagalpa”.

En cambio, la empresa de lograr la independencia de España de los países del istmo tendría un carácter casi incruento en relación con el proceso que se dio en las demás colonias españolas de América. 

Aunque precisamente en la provincia nicaragüense, lo mismo que en la provincia salvadoreña, la resistencia armada alcanzaría determinada proporción.

Considérese que, en 1812, por unos tres meses, la ciudad de Granada se mantiene en poder de rebeldes armados que destituyen temporalmente a las autoridades españolas locales. 

Cabe señalar que entre los elementos que permanecen fieles al poder español, se cuenta el opulento criollo Pedro Chamorro.

Instantes de desesperación originados por los obstáculos que significaban los primeros reveses en la gesta de las colonias americanas contra el dominio español, hizo que en algún punto de América se pensara que el total control por parte de Inglaterra sobre Nicaragua, lo mismo sobre Panamá, podía determinar el aceleramiento de la derrota definitiva de España.

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