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No es el momento de buscar culpables después de la derrota de quien representó — pese a la poca osadía política y a la ausencia de un programa auténticamente socialdemócrata — a las fuerzas ciudadanas y populares que no querían entregarle el gobierno a la derecha y a la extrema derecha neoliberal chilena.
Porque trató, pero no pudo Guillier con ese 45,2% de los sufragios emitidos.

Cualquier observador atento al entorno mundial veía con preocupación un día ante de la elección chilena a la extrema derecha austríaca formar gobierno con los conservadores (ÖVP) de Sebastian Kurz. Era un muy mal presagio para el pueblo de Chile. 

Hoy sabemos que las ideas cavernarias de José Antonio Kast, José (AFP) Piñera y de Jaime Guzmán, también gobernarán con Piñera, presidente recién electo con 54,58% de los votos. Por mucho que no se los mencione.

Habrá que prepararse para ver espectáculos más que desagradables. Como el abrazo que se darán el argentino Mauricio Macri (en plena ofensiva generadora de imprevisibles conflictos sociales) y Piñera para celebrar de manera ostentosa el triunfo de los dueños de la riqueza y de las políticas que promueven la desigualdad y el saqueo de los territorios en nombre del “crecimiento”.

 Esas imágenes y demostraciones de fuerza de las oligarquías dominantes de Latinoamérica darán mucha bronca. Pero esto no hace política.

Habrá que ser inteligentes y pacientes para afirmarse en el presente y consolidar para el futuro. No se está en la situación de desamparo donde todo estaba por construir como en el 2009, durante el primer gobierno de Piñera. Hoy hay condiciones para reconstruir unidos un proyecto de izquierdas auténtico. El eje central es simple.

 Una vez exánime la Concertación-NM —la llamada “centro-izquierda” para hacer confusión adrede— y sin el lastre del neoliberalismo al interior, se trata de ir construyendo aquel proyecto que Norberto Bobbio definía como “el de los movimientos que en la historia se baten para cambiar la sociedad y, que para poder hacerlo, ponen el principio de igualdad al centro de sus proyectos y luchas”.

Ahora que obtuvieron directamente el control del timón con uno de los suyos a la cabeza, los poderosos intereses económicos oligárquicos neoliberales y conservadores, que no cesaron de intrigar con habilidad desde el 14 de noviembre, volverán tranquilos a su zona de confort a defender los pilares del sistema. 

Sus fuerzas políticas y dispositivos mediáticos continuarán las alabanzas a la globalización y a las inversiones desreguladas, al mercado, al dinero y al “esfuerzo individual”; es decir, al trabajo de zapa de todo proyecto alternativo que ponga freno a la concentración de la riqueza. Después que los Luksic, Larraín Matte, Cueto y sus intelectuales orgánicos como Rolf Lüders y Carlos Peña salieran sin complejos a defender el neoliberalismo a secas, o lo que es casi lo mismo: la modernización capitalista. 

Así le darán margen a Piñera para que haga un par de reformitas de corte populista … pero neoliberales que encandilen a los opinólogos. Porque es verdad que no se puede gobernar más a la derecha que lo hizo la Concertación y la NM. Pues no hicieron ninguna reforma estructural irreversible.

Si la mecánica matemática en la última vuelta falló fue porque corrientes sociológicas más profundas se manifestaron. Y ya han sido detectarlas. Piñera hará frente a un país polarizado. De ahí que repetirán hasta el cansancio la cantinela de la “unidad nacional” con el apoyo del influyente dispositivo mediático.

Por de pronto, el Frente Amplio tiene la gran responsabilidad de prepararse como se debe para ser oposición hábil en lo táctico y lo estratégico. 

Esto significa mucho debate interno acerca de una orientación estratégica que permita, apoyándose en el trabajo parlamentarlo-institucional, ir construyendo un gran movimiento social por fuera que atraiga tanto a los náufragos de la Nueva Mayoría como al pueblo trabajador ausente de las lides políticas.

Es innegable. El Frente Amplio cuenta con un potencial enorme —además de sus 21 parlamentarios— de cuadros, hombres y mujeres, políticos capaces, voluntariosos y con la experiencia de base (no hay que tenerle miedo a las palabras, más vale romper con el sometimiento cultural de la vieja Concertación a las modas ideológicas).

 Tanto en términos cuantitativos como cualitativos hay una superioridad política del FA con respecto a los liderazgos concertacionistas y de derechas. Esto es un proceso que comenzó hace al menos 10 años y ahora está en fase de maduración.

Ser conscientes del peligro de ser cooptados y absorbidos por las prácticas políticas de la vieja elite política institucionalizada, es ya una muy buena actitud primeriza; para no sólo mantener, sino que también para perfeccionar el proyecto político alternativo antineoliberal y de conquista de derechos sociales y de democratización del país. 

De todas maneras, el software de la política transformadora indica siempre, como ya lo decía el genial Gramsci, que “lo único que podemos prever es la lucha”.

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=235586

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