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Mexico: La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz


Porfirio Díaz Mori, masón de grado 33, gran maestre por todos los orientes del mundo, era a todas luces el illuminati mismo en el país, sera él quien le compro el país al imperio Austro-Hungaro? sera su nieto o tataranieto el jefe del illuminati en Mexico?
Que sirva de ejemplo para ver la riqueza de nuestro país, la fortuna que amasó robando a su pueblo, sirvio entre tantas cosas, para salvar de la quiebra al Banco de Londres, por cierto como me recuerda a cierto orejón que termino autoexiliandose en su castillo en Irlanda, también a costas de su pueblo.

La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz

Frente al poder político, el poder financiero. Uno y otro en simbiosis, para no perder el control.

Hasta ahora hemos tocado el tema de algunas inversiones en México que emanaron del capital de don Porfirio y son cuantiosas, pero hará falta analizar las inversiones en el extranjero, todavía más grandes.

 Los socios se extienden por todo el mundo.

Con la nacionalización de los bancos de 1982, gran cantidad de capitales emigraron. La venta de los mismos, realizada por Salinas de Gortari, formó muchos nuevos ricos. 

Poco antes de morir, Manuel Espinosa Yglesias decía que no había capital ni empresarios tan poderosos en México como para sostener las instituciones bancarias y que éstas acabarían en manos de la banca extranjera. 

Sus palabras fueron proféticas.

Pero, a punto de concluir estas líneas, retomemos la historia: Treinta años de autocracia, más otros cuatro a través de su socio, Manuel González, como presidente, le dieron a Porfirio Díaz un poder absoluto sobre vidas y haciendas.

Tomaba los terrenos baldíos y los federales y los vendía o regalaba a amigos y parientes.

Ordenaba el asesinato de aquellos que se le oponían o le estorbaban, sin miramientos. Su frase, “Mátalos en caliente”, trazaba su política social.

Toda su familia tenía la facilidad de firmar para comprar lo que quisiera. Los archivos de la Tesorería contienen una cantidad importante de notas, de las más variadas negociaciones, firmadas por Carmelita, Porfirito y demás integrantes del clan.

A Porfirio Díaz Ortega, su hijo, le dio concesiones para la construcción de diversas obras: la Escuela Normal de Maestros, el manicomio de La Castañeda y muchas más.

Se hacía el presupuesto de la construcción y se le pagaba por adelantado, después seguía pidiendo cuantas veces quería: “para terminar la edificación”, “para mobiliario y equipo”, “para gastos extras”, sin dar cuentas a nadie.

El presidente Porfirio Díaz era también un magnífico negociante, socio de los bancos y las empresas de más envergadura.

Jacobi dirigía el Banco de Londres y México y se salvó de quebrar en forma fraudulenta gracias a Díaz, su socio, que lo ayudó.

Comentamos antes sobre los intereses del general en el Banco Nacional de México, y también los tenía en el Banco Mercantil, en el Banco de Guanajuato, en el de Londres y México mencionado y en otros.

Una idea de las “transacciones” del general Díaz nos la da el siguiente ejemplo: para pagar a “Pearson and Son” las obras que se les encomendaron en los puertos de Veracruz y Tehuantepec emitió, por medio de su secretario de Hacienda, Limantour, 5 series de bonos plata con valor de 20 millones de pesos cada una y después las entregó a uno de sus bancos, el Nacional de México, al 80% de su valor; el banco colocó los bonos en Europa al 94 % de su valor nominal, lo que le dio una ganancia de 14 millones de pesos por cada serie: 70 millones en total de aquella época, cuando la paridad estaba a 2 pesos por dólar.

A sus fábricas les daba concesiones cuantiosas. A la de Papel San Rafael y Anexas le otorgó la de fabricación de papel de rotativa, que le permitía por otra parte controlar las dotaciones a periódicos y revistas (el antecedente de la PIPSA).

A la Fundidora de Hierro y Acero de Monterrey le prestó 3 millones de pesos que muchos años después no habían sido cobrados.

A la famosa mina “Las Dos Estrellas”, a la de “San Rafael” y a algunas otras en las que tenía intereses —inclusive en el exilio, según se desprende de documentos de Credit Lyonnais, de París, de los cuales contamos con copias—, les permitía adjudicarse sin restricciones y denunciar aquellos lugares con posibilidad de extracción de minerales.

Todos los negocios, lícitos e ilícitos, en que hubiera buenas utilidades, tenían participación de Díaz. La lista es interminable.

El origen de la fortuna es obvio: treinta y cuatro años de conducir la economía nacional, de disponer del erario, de prestar, regalar, invertir, formar empresas y encauzarlas, desplazar competidores sin protestas. La protesta era mortal.

Años antes de la Revolución, Evaristo Madero comenzó a ser vigilado por Bernardo Reyes, quien llevaba instrucciones de Porfirio Díaz respecto a los poderosos del norte que no se amoldaban a sus intereses. 

Y finalmente, uno de los descendientes de don Evaristo, inició una guerra que sacó del poder a don Porfirio; claro, el personaje era Francisco I. Madero, conocido durante muchos años como Francisco Indalecio, aunque su hermano Raúl insistía en que era Francisco Ignacio; en los últimos años, el acta de nacimiento corroboró lo que decía Raúl.

Los movimientos en el exilio

En París, Porfirio Díaz se dedicó a manejar las acciones y empresas que tenía en México y en otros países, con más tiempo y concentración.

Diversos personajes operaban como sus correos. Cambiaba directivos que no funcionaban. Instruía a sus enviados para que solucionaran los problemas.

Cuando el Banco Nacional de México empezó a tener dificultades con el manejo de fondos, en 1912 y 1913, sus directivos recibieron a Mister Simon, que procedía de París, para enderezar la nave.

En la capital de Francia se manejaban la gran mayoría de las acciones de negocios y los bonos de la deuda externa mexicanos.

No sólo eso, la correspondencia con armeros como Rafael Combaluzier era constante. Éste tenía relación con Porfirio y Félix Díaz desde antes del cuartelazo de febrero de 1913. Puso sobre aviso a su familia un día antes de que se realizara la traición a Madero.

Cuando las tropas carrancistas entraron a la Ciudad de México, en agosto de 1914, después de haber derrocado a Victoriano Huerta, sacaron a Combaluzier y familia de su casa de las calles de Bucareli —que le expropiaron— con lo que traían puesto, nada más.

 Dos meses después de estos hechos murió Rafael Combaluzier. 

El castigo por haber entregado armas a la contrarrevolución fue mínimo.

El problema final

Durante años, los herederos de Porfirio Díaz siguieron manejando, desde París, las cuantiosas inversiones que dejó el general.

Luz Díaz de Rincón Gallardo, permaneció en México y tuvo descendencia. Amada Díaz Saavedra de de la Torre, la otra hija, también permaneció en el país, pero no tuvo hijos, cómo los iba a tener si estaba casada con Ignacio de la Torre y Mier, el famoso hacendado que fue descubierto junto con otros 40 homosexuales armando un jolgorio en una casa de la Ciudad de México (ahí nació el uso del “41” para referirse a los homosexuales). 

Lo encarcelaron los zapatistas en Cuautla y en el momento que pudo escapó hacia Estados Unidos, donde murió, en el hospital Stern, de Nueva York, el 1 de abril de 1918; tenía el ano deshecho, debido a sus costumbres en prisión.

De la Torre y Mier fue también el hacendado que prestó dos de sus coches para que trasladaran a Madero y Pino Suárez al lugar atrás de la penitenciaría donde los asesinaron.

Un último comentario sobre De la Torre y Mier: aunque hay otras interpretaciones acerca de la creación de Pedro Páramo, por Juan Rulfo, De la Torre pudo ser la figura en que se inspiró Rulfo para trazar al personaje central de su novela, ya que el hacendado sacó de la cárcel a Emiliano Zapata y lo hizo su caballerango, luego se valía de su nombre para proteger sus intereses. Emiliano no sólo no le correspondió el favor cuando tuvo la oportunidad, sino que lo encarceló en Cuautla.

Pero volvamos al tema central. El control del dinero estaba en París, los que se quedaron en México no tuvieron injerencia.

Doña Carmen Romero Rubio y Castellón viuda de Díaz y Porfirio Díaz Ortega con su esposa, María Luisa Raigosa, junto con Lila, la hija de estos últimos, regresaron a México gracias a un decreto de Lázaro Cárdenas que permitía el regreso de todos los exiliados políticos. Genaro Díaz Raigosa —hijo de Porfirito— y su esposa, Marie Therese Gatouillat, volvieron antes. De inmediato, se hicieron de gran cantidad de propiedades valiosas; en una de ellas, en las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México (Prado Sur 528), vivió con ellos Porfirio Jr., hasta su fallecimiento.

Los valores seguían depositados en Londres, París y Suiza; pero había que aparentar austeridad, la honestidad del expresidente estaba en juego. Éstas son las primeras revelaciones sobre la verdadera fortuna (remitidas a los artículos publicados antes por el autor de estas líneas y que se mencionan en la primera parte de esta serie de cuatro).

Por lo que se refiere al otro socio importante, una parte de la descendencia de Manuel González no parecía, hasta hace 40 años, poseer riquezas. Uno de los hijos, Fernando González de Arteaga, que permaneció al lado del general Díaz, en París, heredó a su hijo, llamado también Manuel González —lingüista, por cierto— y a la esposa de éste, Dolores Montesinos, la inmensa hacienda de Chapingo que les fue expropiada por el gobierno de Lázaro Cárdenas para construir la Escuela Nacional de Agricultura.

Cobraron más de 900 millones de pesos de indemnización; sin embargo, en 1967, la familia González Montesinos vivía en un departamento de las calles de Edison, atrás de la Lotería Nacional, luego se cambió por el rumbo de Ciudad Satélite. ¿Perdieron el capital o simplemente eligieron ese modo de vida, sin ostentar riquezas?

Uno de los bienes inmuebles de Genaro Díaz, ubicado en la esquina de Neva y Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal, fue valuado el 28 de abril de 1947 por el Departamento del Distrito Federal en $287,590.00, de los cuales $261,744.00 eran por el avalúo que correspondía a 1,174 metros cuadrados de terreno (a $222.95 el metro cuadrado) y $25,846.00 a 780 metros cuadrados de construcción ($33.00 el metro cuadrado). Los avalúos oficiales de esa época eran bajísimos.

En la actualidad esos costos se han multiplicado por miles; es decir, una sola de las propiedades de Genaro Díaz Raigosa, uno de los hijos de Porfirio Díaz Ortega —el hijo varón de Porfirio Díaz Mori— vale miles de millones de pesos. Y hay muchas más.

A lo largo de las cuatro entregas dedicadas a “La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz”, que culminan con ésta, hemos mencionado muchos nombres. 

A los conocidos hay que agregar los de los políticos protectores y los de los protegidos, que durante todos estos años han sido “amparados” por esa cuantiosa riqueza y a su vez se han enriquecido.

Algunos comenzaron siendo peones del tablero y terminaron coronando reina, presidiendo.

Romero Rubio viuda de Díaz, Díaz de Rincón Gallardo, Díaz de de la Torre, Díaz Ortega, Díaz Raigosa, González de Arteaga, Simon, Combaluzier, Jacobi, Pearson, Limantour; Ávila Camacho y Díaz Ordaz; Ugarte, De iturbide , Espinosa y Legorreta; Jenkins, O’Farril, Azcárraga, Alemán, Alarcón. Son algunos de los apellidos que hemos mencionado porque significan algo en nuestra historia.

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