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Guatemala: ¡Cuidado, su presidente puede estar loco!


Sin ánimo de ironizar sobre algún problema de salud mental del mandatario guatemalteco, resulta muy preocupante que la decisión de expulsar del país al Comisionado contra la Impunidad de la ONU, don Iván Velásquez, haya sido dictada por un espíritu chocarrero que se le reveló en una de sus tantas noches de angustia por andar ligado con malas amistades y le dio severísimas y equivocadas instrucciones que, sin tardanza, debía mandar patitas a la calle al Comisionado Iván Velásquez. Pareciera esto broma, pero no lo es.

El republicanismo del siglo XVIII hizo muy bien al separar la Iglesia del Estado. Son dos puntos de vista, dos ideas, dos concepciones del mundo y de la vida totalmente opuestas, pues la Fe es irreconciliable con la Razón. 

Y eso lo vemos, ya a nivel de práctica política, en estos días revueltos de Guatemala, cuando el presidente de la república, señor Jimmy Morales, no logra delimitar de la manera debida si es el Primer Magistrado de la Nación o un Ministro Evangélico. 

Ante tal ambivalencia conceptual y vivencial, es muy lógico que un Estado acompañado de su Nación se vaya con relativa facilidad al más profundo barranco de ingobernabilidad.

Sin ánimo de ironizar sobre algún problema de salud mental del mandatario guatemalteco, resulta muy preocupante que la decisión de expulsar del país al Comisionado contra la Impunidad de la ONU, don Iván Velásquez, haya sido dictada por un espíritu chocarrero que se le reveló en una de sus tantas noches de angustia por andar ligado con malas amistades y le dio severísimas y equivocadas instrucciones que, sin tardanza, debía mandar patitas a la calle al Comisionado Iván Velásquez. Pareciera esto broma, pero no lo es.

 Él lo ha dicho que en una de sus habituales oraciones, tuvo un arrebato místico y Dios le indicó lo que tenía qué hacer, sin embargo, pudo haber sido también un Diablo Chingón que le hizo caer en ese pecado constitucional de expulsar, con abuso de autoridad y por encima de normas de la Constitución de la República, tal los artículos 182 y 194, que dicen: (...) el presidente de la República actuará siempre con los Ministros, en Consejo, o separadamente, con uno o más de ellos.

Pero el decreto o acuerdo ejecutivo lo firmó solo él, solito en su tontera. (...) velar por el estricto cumplimiento de las leyes, la probidad administrativa... 

De lo cual adolece el presidente, porque con la emisión del acuerdo de expulsión actuó como juez y parte. Es decir, obstruir la justicia y socavar la democracia porque la investigación criminal va contra él por haber, disculpe usted, "indicios racionales en la comisión de un delito". 

Y no es invención ni del Comisionado, ni de la Fiscal General, ni de la prensa, a la que culpa de no arropar sus muladas. 

Todo está debidamente sustentado pues ambos son profesionales de amplia experiencia, no pasantes de derecho inexpertos. Nadie lo está condenando, aunque tendrá que demostrar que lo que se presume de él, no es así. Molesta también su cinismo al afirmar que su acción de expulsión de don Iván Velásquez responde a su preocupación "por el Estado de Derecho, la soberanía y la democracia". 

Realmente, por acción de la ley, el presidente ha sido reducido en el momento actual en que la Corte de Constitucionalidad resolvió el amparo definitivo a favor del Comisionado; en un pobre hombre sin futuro, porque es inevitable su procesamiento judicial y la renuncia al cargo, más temprano que tarde, de presidente de Guatemala.

Preocupa de igual manera la clase de personas que se solidarizaron con él en esta pena y que, por supuesto, no lo acompañarán en la cárcel, como el inefable Ricardo Méndez Ruiz de la Fundación contra el Terrorismo, los alcaldes mañosos que son pródigos en esta tierra bendita de Guatemala y los diputados patosos, de delincuencia incompetente, que van igualmente por el camino del desaforo porque la sombra ominosa de Oderbrecht, la gran transnacional corrupta del Brasil, se cierne sobre sus cabezas como la espada de Damocles por el dinero que recibieron de buena gana bajo su curul. Incluso resultó otro loco en el pandemónium de estos días: Alvaro Arzú que ofreció al pueblo alzarse en armas y hacer la guerra. 

¿Fue otra broma como la que se gastó hace meses atrás al ofrecerles garrote a los vendedores vandálicos y verdaderamente callejeros de la ciudad? Ojalá así sea, porque ahora sí puede ser procesado por reincidente al convocar y exhortar a la violencia.

Este pueblo no necesita ya de guerras, ni de señores de la guerra.

 En fin, don Iván se queda y sale fortalecido de este encontronazo porque ahora ya no se le quitará el sueño solo al presidente sino a esa morralla de mañosos que abundan en el tinglado nacional, con los cuales no se puede impulsar nada (por si acaso hay algunos ingenuos que creen que dialogando con ellos se puede llegar a acuerdos), a no ser acuerdos sobre tropelías y deshonestidades. 

La sangre, pues, no llegó al río y no queda de otra que empezar a reconstruir lo que irremediablemente quedó averiado por las acciones irresponsables del mandatario y sus adláteres.

 Es un hecho que se le dio tremenda trompada a la confianza, a la seguridad, a la democracia, a las buenas costumbres y a la paz.-

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