Pablo Gonzalez

Santo Domingo de Guzmán: Lo sombrío de su anticatarismo

Lo sombrío 

La cruzada religiosa más cruel y sangrienta de todos los tiempos, en el ámbito occidental, fue la convocada contra el catarismo. 

Fue una cruzada contra el Grial cátaro y su desarrollo puede verlo paso a paso el lector en la cronología anexa.

"La Santa Predicación" contra los albigenses fue un fracaso pese al impulso dado en sus últimos años por Diego de Acebes, obispo de Osma. 

Mucho antes, incluso Bernardo de Clairvaux perdió la serenidad en cierto momento.

 Sucedió en 1145 y tuvo como testigo al monje Geofroy d´Auxerre, quien narraría el suceso. 

El santo, tras ver que nadie acudía a oirle en Verfeil tuvo una reacción muy humana, pero nada cristiana: "...empezaron a alborotar y a golpear las puertas para que el pueblo no pudiera oír su voz, aprisionando la palabra de Dios. 

Y él (Bernardo de Clairvaux), sacudiento el polvo de sus pies, como para responderles y declarar que sólo eran polvo y que al polvo volverían, les abandonó y, mirando el castro, lo maldijo diciendo: 

`¡Verfeil, que Dios te seque!´".

Este relato - que parece una copia del milagro de la higuera seca de los Evangelios- es similar a una leyenda localizada en el castillo califal de Gormaz, el más grande de Europa. 

Cuéntase que Cristo entró en esta fortaleza habitada por árabes disfrazado de mendigo y que nadie le da limosna, por lo que se marchó del pueblo maldiciéndolo así: 

"¡Oh, tú, la inhospitalaria,
hoy musulmana, Gormaz,
treinta mil vecinos tienes,
en treinta te quedarás!"

A Santo Domingo de Guzmán le llama el oficio canónico "varón de pecho y espíritu apostólico, sostén de la fe, trompeta del Evangelio, luz del mundo, resplandor de Cristo, segundo precursor y gran ecónomo de las almas".

 Hoy día muchas de sus prescripciones son todavía reglas comunes a toda la Iglesia Católica. 

Las Ordenes Religiosas posteriores se han inspirado en las líneas generales de las constituciones de su Orden de Predicadores y, en definitiva, ha influído decisivamente en la evolución orgánica de la Iglesia Católica y Romana, afirma el "Espasa".

Domingo de Guzmán tiene, no obstante, una cara oscura, que pone de manifiesto, por ejemplo, su función como capellán de las tropas de Simón de Monfort, general de los cruzados, del que era amigo íntimo. 

De ese Simon de Monfort al que llamaban entonces "conde de Cristo, atleta del Señor y nuevo Macabeo" y que asoló a sangre y fuego los 430 feudos conquistados.

También fue amigo íntimo de Foulques-Folquet, obispo de Toulouse. Foulques de Marsella fue trovador antes que obispo. 

Era un rico mercader que componía poesías perfectas entre 1179 y 1200, de las que se conservan 25, según Martín de Riquer. 

Fue amigo de numerosos trovadores, de cuya amistad luego renegó. 

Estando en Montpellier fue amante de Eudoxia, casada con Jaime, señor de la villa, y abuela materna de Jaime I "el Conquistador". 

Al entrar Foulques en el Cister en el año 1200, su mujer siguió sus pasos y se hizo monja. 

El pueblo le llamaba "el obispo de los diablos". 

De él cuenta Gérard de Sède que reclutó pequeños comandos de católicos fanáticos y que, en diez años, ocasionó la muerte de diez mil personas en Toulouse (judíos y herejes). 

La "Canción de la Cruzada" dice de Foulques que "por sus actos, palabras y modales, más parece ser el Anticristo que un legado de Roma".

La personalidad de Foulques me trae a la memoria la evolución episcopal en Francia, que imagino que sería similar a la del resto de Europa. Teófilo Lavalée la resume así:

"Bajo el dominio de los emperadores paganos, eran los obispos hombres ardientes, austeros, a veces intrépidos, héroes del martirio.., pero en el reinado de los emperadores romanos (cristianos), eran ya personas ricas y sabias, pertenecientes a las más distinguidas familias. 

La mayor parte habían desempeñado cargos públicos, y conservaban en el episcopado su existencia romana, sus hábitos de elegancia y de ingenio, un espíritu mundano y hasta su familia.

 Es así, como Synesio, discípulo de la escuela de Platón es elegido por sus conciudadanos obispo, y no acepta esta dignidad sino con la condición de que conservará su mujer y sus opiniones filosóficas. Simplicio es declarado obispo de Bourges, "porque es de una familia ilustre y reparte sus riquezas entre los pobres, ha desempeñado misiones ante los emperadores y los reyes bárbaros, y porque sus mujer es de noble familia y de grande virtud, y educa sabiamente a sus hijos.

 La mayor parte de estos obispos conservaban su mujer y vivían con ella como con una hermana.

 Asi fueron San Paulino de Nota, san Reticio de Autum, san Hilario de Poitiers, etc, según se lee en las `Cartas de Sidonio´". 

Los obispos, como los Papas, estaban sometidos primero a los emperadores cristianos, pero luego fueron luchando para que fuera al revés, que emperadores y reyes estuvieran sometidos a la Iglesia, pues, como decía San Ambrosio, "El emperador no es superior a la Iglesia, sino que está dentro de ella". El mismo pensamiento queda puesto de manifiesto, por ejemplo, en la bula enviada por Bonifacio VIII a Felipe IV "el Hermoso", en 1301, para que liberara a su legado.

 Decía así: 

"No te dejes persuadir por los que te dicen que no tienes superior en la tierra, y que ers independiente del jefe soberano de la jerarquía eclesiástica. 

El que tales opiniones defiende es un insensato, y si persiste en este error, deja de pertenecer a la grey católica. Dios nos ha constituído, aunque indignamente, superior a los reyes y a los reinos, imponiéndonos el yugo de la servidumbre apostólica para arrancar, destruir, dispersar, edificar y plantar con su nombre y su doctrina, para apacentar la grey espiritual, para fortalecer a los enfermos...,etc".

Pero volvamos a Domingo de Guzmán.

En Prouille, donde una tradición dice que se le apareció la Virgen a Domingo y le sugirió la implantación del rosario en su lucha contra el catarismo (los "mantras" del rosario tienen su precedente claro en el budismo), Domingo de Guzmán amenazó a los cátaros con estas duras palabras, según Tobías Chutron:

  "Durante varios años os he hablado palabras de paz. Os he predicado; os he suplicado con lágrimas. Pero, como dice un refrán de mi tierra, donde falla una bendición triunfará una buena estaca. Ahora levantaremos a príncipes y prelados contra vosotros; y ellos reunirán a su vez pueblos y naciones enteras, y un gran número perecerá por la espada. Caerán torres, y murallas se vendrán al suelo, y todos vosotros os veréis reducidos a la servidumbre. Así prevalecerá la fuerza donde la suave persuasión ha fallado".

Esta actitud es la que explica que se decidiera a crear su propia Orden Militar, conocida con diversos nombres, "que si no prosperó como tal, si estaba claramente concebida para enfrentar a los templarios un grupo de monjes guerreros o de caballeros reglares que plantease la más estricta dogmática ante las posibles desviaciones en que hubieran caído los freires del Templo de Salomón", indica Juan G. Atienza.

Esta Orden la integraban hombres casados y solteros e incluso sus mujeres e hijas cuya misión era combatir la herejía con preces, oraciones y obras de misericordia.

 Los hombres, por contra, estaban obligados a tomar las armas "cuando lo exigiesen las necesidades de la Iglesia, para oponerse a las violencias de los herejes y a sus usurpaciones", argumenta Tourón. Incluso Simón de Monfort quiso formar parte de ella.

Gregorio IX, gran amigo de Domingo de Guzmán, despachó una bula poco después de ser papa para aprobar esta Orden de la Milicia de Jesucrito, a la que puso bajo la protección de la Santa Sede.

 En la bula puede leerse lo siguiente: "En verdad, vosotros, deseando más bien morir que sufrir tales males, sois como otros Machabeos, mientras que como verdaderos soldados de Domingo (o "del Señor", cabe esta interpretación también), os ocupais en batir a los herejes y a los demás enemigos de la Iglesia".


La Inquisición, tal como ha pasado a la historia, se instituyó tras la muerte de Domingo y fue dada a los dominicos.

 Pero, en vida de Domingo ya existía otro tipo de inquisición. 

Los hagiógrafos de Domingo de Guzmán rechazan que realizara actividades inquisitoriales.

 Los Padres Bolandistas no están de acuerdo, como honestamente ha recogido Tourón: 

"Por la misma autoridad que el santo había recibido del Papa, o de sus legados, para imponer penitencia a los sectarios que renunciasen a sus errores, entrebaga igualmente al brazo secular a los que se obstinaban en no hacer la misma adjuración. 

Lo que no es injurioso, dicen estos autores (los Bolandos), ni a la dulzura, ni a la santidad del siervo de Dios... Vienen a decir que, en virtud de su oficio de inquisidor, Santo Domingo habría podido ejercer contra los herejes relapsos u obstinados una justa severidad, así como lo practicaron antes que él, prelados muy piadosos y como lo han hecho tras la muerte del santo otros muchos que fueron canonizados".

Sobre los horrores de la Inquisición, lo mejor es mantener un sepulcral silencio condenatorio. Es punto y aparte. La Orden de los Predicadores de Domingo de Guzmán estará unida a ella, en lo bueno -para su defensores-, y en lo malo, como es opinión generalizada. Y no hay que olvidarlo.

He comentado páginas atrás que resulta sospechosamente coincidente que los cátaros fueran llamados "buenos hombres" y Domingo tuviese ese apelativo en su presunto apellido. 

Otro tanto he señalado respecto a la coincidencia fonética entre el nombre (Mames, Mannes, Manes) de uno de los hermanos de Domingo que predicó en Occitania y Manes, creador del maniqueísmo. 

Esta religión es un precedente del catarismo. Agustín de Hipona fue maniqueo durante bastantes años, hasta que se convirtió al cristianismo, abandonó a su amante y su hijo, y se dedicó a combatirlo de palabra y por escrito. 

La doctrina antimaniquea de San Agustín era sobradamente conocida por Domingo de Guzmán desde sus estudios en Palencia, que ampliaría al ser canónigo de Osma, sujeto a la Regla de San Agustín. 

Esa misma doctrina antimaniquea la utilizarían Diego de Acebes y Domingo de Guzmán en la "Santa Predicación" y seguramente nunca abandonó a Domingo.

Hay más coincidencias sospechosas. 

El dualismo del catarismo (Dios-Satanás, Creador-Demiurgo, Bien-Mal, Luz-Oscuridad ...) está simbólicamente expresado en el emblema de la Orden de Predicadores, tanto en la cruz bicolor suelta, como circunscrita en un círculo, como acontece en una capilla de Santo Tomé (Soria) y en Guimar (Canarias), que presentan un mismo motivo bipolar idénticamente dibujado y únicos en España, según Rafael Alarcón. 

Además, si se descompone tal emblema, veremos cómo surgen diversas swásticas en ambos sentidos, dextrógiro y levógiro.

 El simbolismo religioso de la swástica es hiperbóreo, polar, según el esoterista francés René Guenon, y sin duda era conocido por los iniciados cátaros. 

La swástica, además, era un símbolo frecuente en Occitania desde la protohistoria.

Nuevas coincidencias sospechosas aparecen en las leyendas del perro con la antorcha y el de la estrella en la frente del santo siendo niño. 

Leyendas que contrarrestan el esoterismo tan profundamente iniciático del perro, así como el de la antorcha como portadora de Luz (como "Lucifer") y el que tiene la estrella de ocho puntas, aunque sólo sea como símbolo de Venus, la "Estrella de la Mañana".

Ya vimos, por otra parte, cómo el milagro de la ordalía del fuego celebrado en Burgos, poco antes de que Pedro de Bourges restaurara la diócesis de Osma, es el referente más claro del famoso "Milagro del Fuego" de Montreal-Fanjeaux, y que sin duda conocía sobradamente Domingo de Guzmán. 

Quedan, por tanto, muchas interrogantes abiertas en torno a este santo y me temo que nunca serán resultas del todo mientras no se analice su figura desde todos los lados: los buenos, los malos y los que no son ni una cosa ni otra, sino todo lo contrario.

 Queden, no obstante, apuntadas las cuestiones que he expuesto como posibles puntos iniciales para dicha investigación. Hoy, afortunadamente, se pueden decir estas cosas. 

Siglos atrás hubieran conllevado seguramente la hoguera tras ser acusado de hereje, y eso es bien triste.

En nuestro ensayo-novelado "Los códices templarios del río Lobos. Los custodios del grial", uno de los personajes destacados es precísamente santo Domingo de Guzmán, compañero de estudios del protagonista, frey Diego de Ucero, con quien se ve en Languedoc y volverá de nuevo a encontrarse en tierras de Soria. 

Tres capítulos relatan la evolución de la amistad entre ambos personajes que concluye con una despedida seca del templario frey Diego de Ucero en tierras sorianas ante el desarrollo que está teniendo la cruzada anticátara y el papel desempeñado por su antiguo compañero de estudios y su orden dominica.

http://www.soriaymas.com/ver.asp?tipo=articulo&id=404

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