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Mexico: El tiempo de Ayotzinapa

“No hay que quedarse con la idea de la impotencia. Uno de los aprendizajes que nos llevamos es que este círculo de la impunidad se puede romper”.

Es con esta reflexión que Carlos Martín Beristain, autor del libro El tiempo de Ayotzinapa, enmarca la narración de su experiencia como investigador del caso de desaparición forzada de 43 normalistas en el estado de Guerrero, México, ocurrida la noche del 26 de septiembre de 2014, investigación en la que participó por mandato de la Corte Interarmericana de Derechos Humanos como miembro del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).


Beristain insiste en que lo más importante en este proceso de búsqueda de la verdad es diferenciar la complejidad de la confusión en un conflicto. “La estrategia de la desaparición forzada es una estrategia para crear confusión”. Videla, quien en su momento ordenó la desaparición forzada de cientos de ciudadanos argentinos decía “los desaparecidos no son nada, ni están vivos, ni están muertos”, allí reside la confusión, conjetura Beristain, y eso es lo que tenemos que evitar.

Ante un público aparentemente ajeno y lejano a las circunstancias en las que ocurrió el ataque y posterior desaparición de los estudiantes normalistas, Carlos Beristain esbozó el relato sobre cómo se integró el GIEI y cuáles fueron los principales pasos desde la conformación del equipo hasta su explusión por órdenes del gobierno mexicano, tras 18 meses de investigación de la mano de las familias de los desaparecidos.

El GIEI se constituyó bajo el paraguas de las medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que por primera vez en la historia interviene en un caso con tanta premura, ya que normalmente lo hace después de que se han agotado todas las instancias y para ello pueden transcurrir años. El mandato del GIEI se centraría expresamente en la búsqueda, investigación y atención a las víctimas por la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

De los cinco especialistas que integraban el GIEI, Bersitain era el único que no estaba vinculado a un perfil jurídico, pues como médico se ha enfocado más a procesos de reparación psicosocial y los derechos humanos.

Es por ello que El Tiempo de Ayotzinapa surge de la necesidad de contar en un lenguaje llano el 'sentipensar' de las familias de los estudiantes desaparecidos, el 'sentipensar' de los sobrevivientes, pero también el de los propios miembros del GIEI, ante tantas interrogantes y obstáculos sistemáticos que, en la lógica de cualquier persona, parecían francamente insólitos.

El Tiempo de Ayotzinapa está narrado en dos tiempos. El tiempo en el que suceden las cosas, y el tiempo en el que somos concientes de que esas cosas suceden. Ambas dimensiones son importantes para encontrar el sentido de la experiencia. 

El relato transcurre en clave de proceso, pues como afirma Beristain, “dejarse tocar por la experiencia fue uno de los pasos más importantes para encontrar respuestas”.

Carlos Beristain recuerda como algo muy significativo el momento en que el GIEI se presentó con las familias de los desaparecidos y el pacto que sellaron en ese momento casi sin saberlo. Las peticiones de los familiares fueron muy específicas, recuerda Beristain: “ustedes son las únicas personas en quien confiamos -lo que da cuenta de la ausencia de credibilidad en las instituciones y en el Estado mexicano-, queremos que nos hablen con la verdad, aunque duela y por favor, no se vendan.”

Cuando el GIEI se vio obligado por orden del Estado mexicano a abandonar el país, las familias nos expresaron que “les habíamos quitado un peso de encima”. 

Y se pregunta Beristain ¿cuánto puede pesar una mentira en la vida de la gente?”, aludiendo a la obstinación de las autoridades mexicanas por defender a ultranza lo que ellos denominaron su “verdad histórica” sostenida en testimonios obtenidos bajo tortura, alteración de pruebas, presunciones, ocultación de pruebas y dilaciones en la integración de los expedientes, lo cual deja por sentado un estado de impunidad, más visible que nunca en la historia de la democracia en México.

Carlos Beristain explicó que en contextos de impunidad, suele recurrirse al método de la persistencia, es decir, insistir por todos los medios hasta conseguir las pruebas y documentos que se requieren. Fue así como pudieron atar cabos entretejiendo el relato de los sobrevivientes y familiares, con las pruebas que a fuerza de insistir fueron consiguiendo poco a poco para poder reconstruir lo acontecido esa noche del 26 de septiembre de 2014.

Debido a su formación como médico especialista en Psicología de la Salud, Beristain entiende la importancia de la cercanía con la persona, “no debemos ver a las víctimas como víctimas, porque lo único que se consigue es generar dependencia, debemos centrarnos en cómo lo están procesando esa vivencia, qué procede ante todo esto, para que puedan empoderarse”.

Tras la salida del GIEI, la Corte Interamericana estructuró un mecanismo de continuidad del proceso que inició el equipo. Este mecanismo pretende urgir al gobierno mexicano para que cumpla las veinte recomendaciones que sentó el GIEI en su informe final.

Cabe mencionar que en México no hay una ley que persiga la desaparición forzada, a pesar de que ésta es una práctica sistemática en el país desde hace décadas, al igual que en el resto de América Latina. 

Los presuntos implicados serían acusados por secuestro, pero no por desaparición forzada y serían juzgados al otro extremo del país, en Tampaulipas, bastión del grupo delictivo los Zetas.

Mientras en la ciudad de Bilbao, Beristain presentaba su libro, en la Ciudad de México, la policía reprimía con gases lacrimógenos a las familias de los 43 estudiantes quienes habían solicitado reunirse con el Secretario de Gobernación, Osorio Chong, para exigir que se retomen las líneas de investigación sugeridas por el GIEI.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226050

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