Pablo Gonzalez

De neurosis y guarimbas: Venezuela como producto mediático.

Los medios de comunicación son una fábrica global determinada en su accionar por intereses privados. 

A diferencia de una empresa dedicada a la minería, explotan la materia prima más codiciada de la globalización: la información y el entretenimiento. 

En este sentido, Venezuela es una excelente oportunidad de inversión.


1. Guarimbas y el anaquel global de las imágenes, la magnificación como recurso

Tras una semana de instalación de focos de violencia callejera en Caracas y algunos estados del país, ninguna corporación mediática de alcance global ha dejado fuera a Venezuela de su parrilla. Obviamente sus entusiastas repetidoras (los medios nacionales) tampoco.

Al mismo tiempo que la cobertura ha sido amplísima y privilegiada, tampoco ha sido ingenua: los focos de caos y ataque contra los cuerpos de seguridad del Estado son magnificados y engrandecidos, bien para intentar proyectar una imagen generalizada de violencia y protesta antigubernamental (principio de exageración de Goebbels), o bien para homologar a todo el territorio venezolano a una sola imagen de colapso e ingobernabilidad inexistente (principio de orquestación del mismo creador de la propaganda nazi).

Los fotorreporteros de estos grandes conglomerados mediáticos (New York Times, Reuters, AP, entre otros), en su gran mayoría concentrados en Caracas, captan los momentos de mayor confrontación para acompañar las notas de los corresponsales, cartelizando primero y trasladando después todas las responsabilidades de la violencia a los efectivos policiales. Legitiman el accionar de los grupos violentos a partir de esa inversión de las causas que originan la violencia, magnificando su carácter de víctimas e incluyendo en ese mismo tratamiento a todos los que participan en las convocatorias.

2. Instalar la histeria mediática, neurotizar a la audiencia interna

El efecto político de una barricada, una guarimba o el asedio a un piquete policial no puede medirse únicamente por su eficacia operativa o no, sino por su proyección en la opinión pública a través de los medios. Lo importante en esta primera fase.

Es en la acumulación de focos, por más pequeños e insignificantes que sean (siempre y cuando vayan en aumento en número e intensidad), donde está su verdadero rédito. En intentar homogeneizar un paisaje de violencia generalizado (aunque esta no arrope importantes franjas del territorio y población venezolana), saturar su distribución en redes sociales, buscando impedir la asimilación ordenada de ese contenido y por ende encubrir las complicidades políticas que operan detrás de ella. Propagar la histeria como estrategia de confusión.

Pero este intento de propalar un estado de neurosis por saturación de imágenes de caos y violencia con base en las redes sociales, indiferente de su dimensión, no es un objetivo en sí mismo. Sí lo es la creación de una atmósfera lo suficientemente abigarrada y confusa que dificulte identificar operaciones de bandera falsa, montajes y ocultamiento de actores violentos, intentando por la vía de esa saturación premeditada su éxito como tácticas de guerra de la información. Que logren colarse y ser efectivas pasa por una audiencia neurotizada e incapaz de identificar de qué estrategias está siendo víctima.

Así lo expresa el foco de violencia callejera protagonizado por grupos violentos opositores en Santa Fe (este capitalino) el día de ayer, que luego fue suplantado por uno donde "los colectivos" tomaban la batuta. La contradicción de los dos tuits a continuación no sólo refleja la traslación de culpas de un factor a otro (y la táctica de desinformar), sino cómo por la vía de la demonización contra el chavismo se busca un factor de movilización ante el desgaste de la tesis del "autogolpe", además de un blanqueo de los grupos violentos afiliados a la oposición que ya tienen un amplio prontuario de destrozos acumulados en la última semana.

3. Entretenimiento, una peli tercermundista para la audiencia extranjera

Venezuela ostenta una superficie territorial de 916.445 km² y más de 30 millones de habitantes. Sin embargo, la imagen que es vendida por grandes conglomerados mediáticos a nivel internacional es que la población rebasó al gobierno y que el país se encuentra sumido en el caos, cuando en realidad los focos de violencia son en contados estados, no ocupan más de dos cuadras cuando llegan a su máxima intensidad y sólo agrupan un montón de violentos, no superiores a los 200 individuos.

Pero lo importante para ellos es la puesta en escena a ser magnificada, la foto del caos para ser vendida. Convertir a Venezuela en una película de violencia tercermundista, con una virtual población desesperada por alimentos y medicinas que se lanza a la calle a enfrentar al gobierno. "La obsesión por el rating", como refleja el investigador de medios Pablo Blesa, deriva en que los medios enfaticen noticias con un tono amarillista, sensacionalista y dramático para aumentar su consumo. La orientación comercial de los medios de comunicación impone ese tratamiento con respecto a Venezuela. Es un tema de bussiness.

Con base a una audiencia global narcotizada por películas de guerras, caos humanitario e intervenciones militares gringas, Venezuela es presentada como un producto de entretenimiento y consumo mediático global, homologado a ese marco estético. El consumo de la "situación venezolana" está condicionado por los gustos hacia la violencia y lo espectacular, que eficazmente ha estimulado la industria cultural estadounidense (Hollywood) en la audiencia global.

Venezuela en tanto producto mediático es ubicada, también, como enemiga pública de todos los mitos de la democracia liberal occidental (separación de poderes, libertad económica, derechos humanos, etc.), lo que la hace mucho más atractiva desde el punto de vista comercial. Y la inclusión de Nacho y otros personajes de la farándula local e hispana (Nicky Jam, Franco de Vita) hace todavía mucho más rentable el negocio y su capacidad de traccionar consumidores.

Pero esto también tiene un centro político: Venezuela es la perfecta maniobra para reafirmar vía distracción que esas ilusiones de la democracia occidental son efectivamente cumplidas en países como Estados Unidos y Europa, potencias donde se concentran buena parte de estos conglomerados mediáticos que no son libres ni independientes del poder empresarial.

4. Los medios del poder. Tres grandes conglomerados y una oportunidad de inversión

Pero quienes empaquetan a Venezuela y la colocan en el anaquel global de las imágenes, están vinculados a tramas de grandes empresas petroleras, militares y bancos con intereses en Venezuela. Los medios no son más que meros interlocutores entre el mundo de los negocios y la sociedad, y de las dos con el poder político y económico.

Las tres últimas notas de Associated Press sobre Venezuela ("Los manifestantes de Venezuela apuntan a Maduro, se comprometen a mantener la presión"), Reuters ("Los venezolanos montan otra ola de protestas contra el gobierno") y The New York Times ("¿Puede el mundo ayudar a que Venezuela revierta su trágica caída libre?"), escenifican precisamente que ese nuevo producto venezolano en la mediática global no sólo tiene condimento cinematográfico, sino la intención de presionar y ganar influencia para amplificar el asedio internacional contra el país. Lo que, obviamente, favorece la neurosis y la histeria antes mencionada pero desde la real politik.

Como en el caso de la invasión a Irak, donde grandes corporaciones mediáticas como Fox y CNN alentaron su intervención. No lo hicieron por patriotismo o sensibilidad con los iraquíes, sino como reseña Blesa, para ganar cuotas de mercado (ampliar sus ventas y audiencias) y sobre todo para ganar influencia de sectores de la industria armamentística en la Casa Blanca. El mismo modus operandi bajo el cual se justificó la intervención a Libia y la agresión terrorista a Siria, y bajo la cual se intenta justificar el cerco internacional contra el país y la violencia interna.

Usted no es importante para ellos. Así como Venezuela es una mina ansiada por Exxon Mobil, su cerebro lo es para The New York Times.

Pero esta cobertura no es gratuita, es una oportunidad de inversión para ganar mercados, consumidores, audiencias e influencia internacional. Todo esto pensando en que si el plan marcha según el cálculo (la salida a la fuerza del chavismo del poder), los dueños de estos medios (petroleras, empresas armamentísticas, bancos, etc.) podrán al futuro "gobierno de transición" a pagar esa factura con los recursos estratégicos de Venezuela.

Porque al final de eso se trata todo esto.

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