Cuando comenzó la Primavera Árabe, los analistas europeos llegaron a la conclusión compartida de que el deseo de democracia es la base de la revolución.
No obstante, pronto resultó que habían cometido un "terrible error de cálculo", escribe el columnista Christian Osthold.
En su artículo para el medio alemán Focus, el autor apunta que la situación actual del mapa geopolítico del mundo no deja motivos para el optimismo.
El conflicto militar en Ucrania sigue en plena marcha.
La guerra civil en Siria todavía no ha llegado a su fin.
"Aunque se puede pensar que ambas crisis tienen poco en común, al echar otro vistazo es evidente que las estrategias de Rusia y la Unión Europea son muy similares", destaca Osthold.
De esta manera, prosigue, un análisis de la situación en Ucrania y Siria demuestra que los Gobiernos occidentales no han podido aprender de sus propios errores mientras que Moscú ofrece "soluciones más eficaces".
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Cuando en Siria estalló la guerra civil, Bruselas, Berlín y París —pese a toda la ambigüedad de la situación— se solidarizaron con los rebeldes "presentados por los medios como luchadores por la libertad". Así, Occidente calificó "la resistencia al régimen de Asad" como "resultado de la lucha por la democracia y por el estado de derecho".
Mientras tanto, todos los intentos del Gobierno sirio de estabilizar la situación fueron interpretados como "un acto de despotismo político", profundiza el periodista. Solo mucho después se pudo aclarar que "no solo los llamados movimientos liberales, sino también varios grupos yihadistas tenían un interés vital en el cambio de sistema" en el país levantino.
"Se podría creer que la amarga desilusión del curso de los acontecimientos en Siria (…) debía haber llevado a una revisión crítica de sus propios análisis", indica Osthold.
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No obstante, esto no ocurrió cuando en 2014 empezó la crisis ucraniana. Los líderes de la UE, "el lugar de aprender de su error cardinal de un juicio prematuro", se pusieron del lado de los opositores.
Así, "bajo la impresión de la imagen de gente valiente en el centro de Kiev", estaban firmemente convencidos de que la protesta contra el Gobierno del presidente Yanukóvich era "una expresión del espíritu liberal que la población de Ucrania había desarrollado desde 1991".
A pesar de que la idea era extremadamente prometedora desde el punto de vista europeo, después de la caída del gobierno de Yanukóvich entraron en el escenario las fuerzas ultranacionalistas y grupos de extrema derecha, tales como Pravi Sektor.
'Realpolitik' de Rusia
Y ahí fue cuando "Rusia entró en el juego", escribe el autor. Según explica, el hecho de que existan varias disensiones entre las posturas del país eslavo y la de la UE "no cambia el hecho de que el Kremlin dispone de una estrategia que tiene mejores perspectivas de éxito tanto en Ucrania, como en Siria".
"(…) A diferencia de países como Alemania, el enfoque de Moscú no se basa en juicios morales", indica Osthold.
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Asimismo, el periodista apunta que el hecho de que el Kremlin proporcione ayuda al Gobierno de Asad se debe a que se da cuenta de que es "la única fuerza legítima en Siria".
De esta manera, Osthold concluye que tanto en Siria, como en Ucrania, Rusia se adhiere a la doctrina de la 'política real' (realpolitik), al oponerse contra tales 'deficiencias' como "la corrupción, el nihilismo de derechas y el gran poderío de las fuerzas criminales".
No obstante, para Occidente Rusia sigue siendo "un actor amoral en una guerra sucia", lo cual se debe a que, a diferencia de los países europeos, se da cuenta de cómo se llevan a cabo las guerras reales y no intenta civilizar un conflicto militar.
"(…) No debe haber utopía de una realidad ficticia, tampoco se puede condenar moralmente a Moscú por el hecho de que la 'política real', lamentablemente, a veces no tenga una cara bonita", concluye.
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