El 17 de marzo, Ala’a Ali dejó a su mujer y a su niña de cuatro años en casa de unos familiares en la barriada de al-Yadida, Mosul, y volvió a la suya para lavarse antes de la llamada a la oración de la mañana. Dos minutos después de llegar, una explosión ensordecedora asoló la barriada, inundando de humo negro la estrecha calle.
“Me escondí en un rincón del edificio mientras el humo se abría paso por las ventanas”, dijo Ali, de 28 años, a The Intercept.
Awra Ali, de 4 años, en el hospital para urgencias del oeste de Erbil, Iraq |
“Entonces fue cuando el olor me inundó y sentí que apenas podía respirar”. Tan pronto como pudo, escapó de su escondite y corrió hacia el escenario de la explosión y hacia la casa donde había dejado a su familia.
El hogar había sido alcanzado por un ataque de las fuerzas de la coalición liderada por EEUU al tratar de bombardear a los combatientes del Estado Islámico.
Los cadáveres aparecían por todas partes entre las ruinas del edificio; según se ha informado, los muertos eran más de 200.
Y la mujer de Ali estaba entre ellos, pero no pudo averiguarlo hasta que las fuerzas iraquíes de la defensa civil encontraron su cuerpo unas horas después ese mismo día. Ali pudo percibir el sonido de un niño gimiendo bajo los escombros.
Era su hija, Awra. Su cuerpo aparecía ennegrecido por graves quemaduras y la metralla le había alcanzado la cabeza, hiriéndole el rostro y cerrándole los ojos. Milagrosamente, la niña respiraba.
“La levanté y corrí con ella por las calles, pero entonces un francotirador del ISIS empezó a disparar hacia el ejército”, dijo Ali.
“Finalmente pude dejarla durante unos minutos en casa de unos vecinos y después, cuando el tiroteo se apaciguó, la llevé hasta el hospital de campaña”.
Una cama en el hospital de urgencias del oeste de Erbil Foto: Cenqiz Yar para The Intercept
Trasladada a otro hospital de campaña y teniendo que esperar durante horas en los puntos de control, Ali y Awra llegaron por fin a la sala para heridos del hospital de urgencias del oeste de Erbil, a unos 80 kilómetros de Mosul, alejado de las líneas del frente. Los doctores trataron las infecciones de Awra y le escayolaron la pierna que tenía rota.
Hace pocos días la operaron para extraerle un trozo de metralla del ojo para que pudiera recuperar la vista por vez primera desde el ataque aéreo.
Aunque su rostro presenta aún cicatrices de los cortes de metralla y las quemaduras, Awra está disfrutando de su recién recuperado sentido de la vista. Hojeaba un libro con ilustraciones y jugaba con la gasa sobrante, enrollando y desenrollando una falsa escayola sobre su pierna sana, riendo llena de vitalidad.
Su abuela, Alia, trataba de evitar que la niña se rascara las heridas de la cabeza, regañándola suavemente: “No puedes tocártelas o te dolerán más”. Como la madre de Awra murió en el ataque, Alia se dedica a la niña en cuerpo y alma.
Los doctores del hospital están desbordados de pacientes a causa del ataque aéreo en al-Yadida, por eso es Alia quien venda las heridas de Awra.
“Cada vez le salen más trozos de metralla”, dijo Alia, sentándose en el suelo de linóleo del hospital, acariciando el pelo castaño de Awra, que va creciendo de nuevo tras haber tenido que afeitarle la cabeza para poder extraerle las primeras piezas de metal cuando llegó al hospital.
Trocitos de metralla siguen saliendo de las heridas de su cabeza y los trozos más grandes siguen aún alojados en sus piernas.
Ala’a Ali, el padre de Alia, en el hospital del oeste de Erbil. 10 de abril de 2017 (Foto: Cenqiz Yar para The Intercept)
“Estos ataques aéreos son el mayor de los crímenes de esta guerra”, dijo Alia. “Están matando a familias y niños. No podemos vivir seguros mientras esta situación continúe”.
En la planta baja, Mubashir Sanun estaba sentado junto a su hermano dormido, el único hermano que le queda después de que veinte miembros de su familia perecieran en el mismo ataque que casi dejó ciega a Awra. A su hermano le han fijado el brazo en su sitio, apenas intacto.
“No tenemos ningún sitio al que volver”, dijo. Sanun escapó del ataque porque buscó refugio en una de las casas adyacentes; tardó cuatro días en poder encontrar a su hermano entre los escombros.
En el mes de marzo ha habido una cifra sin precedentes de víctimas civiles causadas por los ataques de la coalición tanto en Iraq como en Siria. Aunque los ataques han sido fundamentales para que las fuerzas iraquíes de seguridad pudieran recuperar Mosul al Estado Islámico, a medida que los combates se acercan a la Ciudad Vieja, de calles más estrechas y edificios más antiguos, hay una mayor concentración de civiles y un mayor potencial para incidentes letales como el ataque que alcanzó a Awra.
El Pentágono ha reconocido que el 17 de marzo impacto en la zona sobre un camión que iba lleno de explosivos, y que el ataque podía haber causado muertes de civiles, aunque hay informes contradictorios sobre el número exacto de civiles y la causa de su muerte.
El general de división Nayim al-Yaburi, comandante de las fuerzas de seguridad iraquíes al mando de las operaciones de Mosul, dijo a The Intercept que podía haber sido un coche-bomba del ISIS o “una bomba-trampa del ISIS que contribuyó también a causar víctimas civiles”.
Afirmó que el ataque había alcanzado un edificio matando a 101 civiles; un funcionario de la defensa civil iraquí declaró a Los Angeles Times que varios hogares habían sido alcanzados y que se habían sacado 278 muertos de entre los escombros. Otros grupos locales señalan que la cifra de muertos es aún mayor.
Para añadir más confusión, el ataque del 17 de marzo no fue el único ataque aéreo de la coalición en al-Yadida esa semana; justo cuatro días antes, otro ataque causó la muerte de 29 civiles, según el grupo de observación Airwars, con sede en el Reino Unido.
Debido a la peligrosa posición de la barriada, cercana a la línea del frente, las fuerzas de la defensa civil de Iraq no llegaron a ese lugar hasta después del 17 de marzo, y algunos de los cuerpos incluidos en su recuento de víctimas llevaban varios días pudriéndose.
Lo que está absolutamente claro es que una cifra importante de civiles han muerto debido en gran medida a las consecuencias de los bombardeos aéreos y terrestres tanto de la coalición liderada por EEUU como de las fuerzas iraquíes”, dijo Chris Woods, especialista en conflicto de Airwars.
En total, Airwars estima que desde 2014, un mínimo de 2.900 civiles han muerto a causa de los ataques de la coalición tanto en Iraq como en Siria. El Pentágono ha reconocido haber matado a 229.
Arwa Ali en su cama del hospital de Erbil (Foto Cengiz Yar para The Intercept)
Después de pasar casi un mes en el hospital, Alia y Awra están preparando sus bolsas para marcharse. Ala’a Ali ha alquilado una casita en una de las barriadas del este de Mosul que ha sido recuperada al ISIS, donde confía en que Awra pueda recuperarse totalmente y la familia pueda empezar una nueva vida con un mínimo de paz.
“No podemos volver a nuestra antigua casa debido al ataque aéreo”, dijo Alia, al borde de las lágrimas mientras miraba las bolsas negras de basura con las pertenencias de la familia. “Hemos intentado por todos los medios no convertirnos en refugiados, pero aquí estamos”.
Anna Lekas Miller es una periodista independiente que se dedica a cubrir los efectos sociales de las políticas de seguridad nacionales y en el extranjero de Estados Unidos. Su Twitter es @agoodcuppa.
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