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Toma de Caracas: parada insurreccional


Por fin, el conglomerado político opositor, Mesa de la Unidad Democrática, MUD, a través de su secretario ejecutivo, Jesús, (Chúo) Torrealba, anunció el trazado de la acción que tienen pautada para el 1º de septiembre; operación que al principio habían definido como una megamarcha y que ahora han terminado por concebirla y denominarla como una toma, la Toma de Caracas, en la que el tufillo insurreccional gravita como una constante.

En rueda de prensa, Chúo Torrealba señaló siete sitios del área metropolitana que han de servir de arranque a los marchistas opositores, provenientes de todo el país, para luego confluir en un solo sitio de concentración cuya ubicación se reservó para indicarlo en otro momento, cercano a la fecha mencionada.

No mera catarsis

Despejada ya la incógnita del tipo de actividad que van a realizar falta ahora precisar la intencionalidad con la que está revestida esta acción política, que, evidentemente, no ha de limitarse a una mera catarsis mitinesca para satisfacer los efluvios de opositores exaltados sino que tiene propósitos secretamente delineados por quienes, en el máximo nivel, manejan el tinglado que mueve a la oposición venezolana.

No es que creamos que la dirigencia visible de la oposición local no disponga de un margen relativo de autonomía frente a los grandes decisores, es decir, los círculos imperiales que controlan los hilos de la derecha internacional, incluyendo, por supuesto, a la venezolana, sino que, en última instancia, la orientación de lo que termina por hacerse no lo delinean venezolanos (ni siquiera líderes de la estatura de Betancourt y Caldera tenían esa potestad en su época, menos los cagatintas de esta hora); es un problema de relación de poder y de intereses de clases determinados en esferas que trascienden lo meramente nacional.

De tal manera que, mientras, a cualquier observador, atento con lo que acontece y tiene que ver con nuestro país, le resulta relativamente fácil determinar la incidencia imperialista estadounidense en esta operación, entre otras cosas, porque las mismas agencias estadounidenses, sin muchos tapujos, haciendo gala de su prepotencia imperial, dejan traslucir su intención injerencista, ostensiblemente, destinada a truncar abruptamente el proceso político bolivariano.

Punto imperial

Como muestras elocuentes, allí están, la desproporcionada Orden Ejecutiva de Obama, de marzo del 2015 y ratificada este año, de calificar a Venezuela como una amenaza a la seguridad exterior de los Estados Unidos, añeja práctica utilizada por la élite de ese país para justificar sus propósitos expansionistas e injerencistas contra los pueblos del mundo; y la más reciente, febrero de 2016, con el informe del Comando Sur que, explayándose suficientemente, con pelos y señales, marca, incluso, la actuación de diferentes actores tanto a nivel internacional como local, en este caso de la MUD, en el desarrollo de un plan táctico destinado a concretar el ansiado anhelo de recomponer su influencia política en Venezuela y, con ello, en primer lugar, reconquistar el control sobre las riquezas nacionales y, en segundo término, apagar el impacto luminoso que ha significado la revolución bolivariana entre los pueblos latinoamericanos y caribeños.

El centro imperial actúa así, con impúdico desparpajo, a sabiendas, que su poderoso aparato comunicacional le permite manipular a la opinión pública mundial y, con ello, taparear y ajustar sus deleznables prácticas a la imagen que más se acomode a sus aviesos intereses y, porque, además cuenta con la cómplice concupiscencia de organismos multilaterales y de la derecha internacional dispuestos, siempre, a plegarse a la voluntad imperial; con el ingrediente adicional que la administración Obama tiene planteado zanjar lo que denominan la cuestión de Venezuela antes de que concluya su mandato real, pautado hasta el próximo noviembre, con las elecciones para designar un(a) nuevo(a) residente de la Casa Blanca.

Por supuesto, que el imperialismo en aras de sus propósitos planifica y actúa a corto, mediano y largo plazo, manejando, a la vez, diversos escenarios, es decir, no mete todos los huevos en un solo canasto, hasta llegar al punto de inflexión, en el que procede a dar el zarpazo, como los tantos que han dado en el sometido mundo; claro está esto no indica que sea infalible, en más de un caso se han llevado un merecido chasco, sin ir muy lejos, el proceso bolivariano es una prueba viviente y elocuente de ello.

Y creemos, ese es el planteamiento, que estamos frente al punto en que el imperialismo intentará dar el nuevo zarpazo, para el cual ha venido hilando pacientemente en estos últimos años; su nudo gordiano es la unión cívico-militar que, en buena hora, supo armar la sabiduría estratégica de Hugo Chávez Frías.

Desojan los pétalos

La MUD, dentro de su autonomía relativa, se debate en sus contradicciones internas, signadas por las ambiciones particulares de las dirigencias de las parcialidades partidistas que la conforman, a pesar de su manifiesta obsecuencia ante el mandato imperial, no termina de delinear una única conducta a seguir para la fase que se abre a partir del primer día del noveno mes del año, y no es que no tengan disposición general a la parada insurreccional sino que en su seno se mueven cálculos e intereses particulares que de alguna forma les enreda la posición a tomar.

Mientras los ultra radicales fascistas que anidan en su seno, Voluntad Popular, la gente de María Corina Machado y grupos inconexos, como los de Lorent Saleh esparcidos por el país, con sus nexos paramilitares, apartan el planteamiento sobre el cacareado revocatorio y procuran forzar la barra reeditando la Salida inspirados en el modelo ucraniano aplicado en la Plaza Maidán, Kiev, (2013-2014), que culminó con el derrocamiento del gobierno constitucional; los otros factores mudistas desojan los pétalos de la frágil flor. Amanecerá el 1º de septiembre y días subsiguientes y ya veremos qué pasa.

*miguelugas@gmail.com

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