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Fundación Ford, la fachada filantrópica de la CIA


Paul Labarique.— Entre 1947 y 1966, la Fundación Ford desempeñó un papel clave en las redes de injerencia norteamericana en Europa mediante la subvención de revistas, programas científicos y organizaciones de izquierda no comunistas.

La mayor organización filantrópica del mundo ofrecía en realidad una fachada respetable para las operaciones de financiamiento y contacto de la CIA. Este papel se facilitaba aún más por el hecho de que fueron las mismas personas las que conformaron y dirigieron ambas organizaciones. 

A continuación la primera parte de nuestra investigación sobre la rama cultural del intervencionismo atlántico.

La Fundación Ford fue creada en 1936 por Henry Ford. 

Antisemita militante, publicó La Juiverie internationale. 

Figura legendaria de la industria automovilística, apoyó todos los proyectos totalitarios del siglo XX: financió el nacional-socialismo alemán antes de 1933, fue condecorado por el canciller Hitler con la Gran Cruz del Águila Alemana en 1938 y proveyó una buena parte del capital del químico IG Farben, fabricante del gas Zyklon B. 

Desde los años 30 construyó también las primeras fábricas de autos para Stalin, en Gorki, y durante los años 50 y 60 continuó fabricando en la URSS los vehículos destinados al ejército norvietnamita.

Sin embargo, no es hasta después de su muerte que su fundación adquiere su máximo esplendor cuando hereda 70 millones de dólares de las empresas Ford y se convierte en la mayor asociación filantrópica del mundo. 

Como lo afirma Henry Ford II, nuevo presidente del consejo de administración, los años 1949-1950 “marcan un viraje en la historia de la Fundación Ford”.

El mismo se produce cuando los Estados Unidos acceden al estatus de potencia mundial de primer plano.

 En Washington, el ex embajador en la Unión Soviética, el general George F. Kennan, lleva adelante una campaña para persuadir a sus compatriotas de que el peligro rojo es mucho mayor que la amenaza nazi y lleva al presidente Truman a no desarmarse, sino a ocultar la maquinaria de guerra norteamericana y a prepararse para un nuevo enfrentamiento.

Logra convencer al secretario adjunto de Guerra, John J. McCloy, de no desmantelar los servicios secretos en funciones durante la Segunda Guerra Mundial, sino de adaptarlos a los nuevos tiempos. 

Es el teórico del “stay-behind”, una red compuesta inicialmente por agentes nazis y fascistas que permanecieron detrás de la línea del frente al producirse la capitulación del Reich y que luego fueron aprovechados por los anglo-norteamericanos para continuar la lucha contra la influencia comunista en Europa.

Asimismo, un grupo de industriales reunidos alrededor del jurista H. Rowan Gaither Jr logra impedir el desmantelamiento del servicio de investigación y desarrollo de la Secretaría de Guerra, privatizándolo y bautizándolo como Rand Corporation (Rand es el acrónimo de Research And Developpment).

Llevando a término toda esta lógica, Kennan crea una estructura permanente y secreta del aparato de Estado a través del National Security Act, validado por el Congreso en 1947. Instituye la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y el Estado Mayor Inter-ejércitos. 

Este dispositivo tiene además un plan de intervención pública, promovido por el general George C. Marshall, en forma de préstamo para la reconstrucción que es otorgado a los Estados europeos bajo la égida de Washington y cuya implementación es confiada a Paul G. Hoffman.

Los Estados Unidos y la URSS se enfrentan ahora en una guerra implacable, no directamente en el campo militar, que evitan, sino en los campos político, intelectual y social. Sus realizaciones en estos campos, así como la conquista espacial constituyen victorias simbólicas. Las fundaciones norteamericanas, al frente de las cuales se encuentra la Fundación Ford, serán “soldados” de Washington en esta “Guerra Fría”.

La nueva dimensión financiera adquirida por la Fundación Ford en 1947 desarrolla sus ambiciones. Para redefinir sus objetivos, el consejo de administración decide, en el otoño de 1948, encargar “un estudio detallado (…) a personas competentes e independientes que sirva de guía sobre la forma (…) en que los fondos ampliados de la Fundación pudieran ser utilizados lo mejor posible en aras del interés general”.

La comisión creada al efecto es presidida por H. Rowan Gaither Jr, quien acaba de crear la Rand Corporation gracias a las garantías bancarias de la Fundación Ford. Gaither había sido administrador del MIT durante la guerra y se había codeado con los físicos del Manhattan Project. Aconsejado por esta comisión, el consejo de administración mueve al director del Plan Marshall, Paul G. Hoffman, hacia el puesto de presidente de la Fundación, función que asume el 1º de enero de 1951.

Según el periodista Volker R. Berghahm, este encarna “el papel más amplio e internacional concebido por el informe Gaither para la Fundación”. La pauta ha sido trazada: paralelamente a la red stay-behind en el campo político y al Plan Marshall en el económico, la Fundación Ford será el brazo cultural de las redes de injerencia norteamericana en Europa.

Sin embargo, a pesar de las apariencias, la Fundación no es solamente una herramienta complementaria en el dispositivo imaginado por Kennan en 1946-48, sino también una posición de repliegue. En la élite dirigente en los Estados Unidos a favor de la guerra de Corea, el padre de la Guerra Fría fue adelantado por la senda de la extrema derecha por un teórico temible, Paul H. Nitze. Al mismo tiempo, la vida política interna se sumerge en la “cacería de brujas” de la que el senador Joseph McCarthy se convierte en el líder.

La mayoría de las fundaciones que prosperan al final de la guerra gastan la mayor parte de su presupuesto en programas nacionales: así, la Fundación Ford gasta, de 1951 a 1960, 32,6 millones de dólares en programas educativos, 75 millones para la enseñanza de la economía y la gestión, y cerca de 300 millones para los hospitales y las escuelas de formación en medicina. Sin embargo, una parte de sus cuadros desea dirigir la actividad hacia la arena internacional.

Una primera tentativa se refiere al Free Russia Fund, cuya presidencia es confiada, naturalmente, al padre de la Guerra Fría, el general George F. Kennan, que encuentra en ello una vía para continuar su carrera. Su presupuesto es de 200.000 dólares. En julio de 1951 la Fundación ofrece igualmente 1,4 millones de dólares a la Free University, en Berlín Occidental. Esta fue fundada en 1948, entonces la más antigua universidad berlinense, y, situada en el sector soviético, había sido “estalinizada”.

En el informe anual de 1951, Henry Ford menciona la “creación de condiciones para la paz”. Este programa tendría como objetivo “tratar de reducir las tensiones exacerbadas por la ignorancia, la envidia y la incomprensión” y “aumentar la madurez del juicio y la estabilidad de la determinación en los Estados Unidos y en el extranjero”. Hoffman organiza un equipo dedicado a promover esta idea de “condiciones para la paz”.

Junto a él se encuentra Rowan Gaither, pero también Milton Katz, su ex asistente en la administración del Plan Marshall (ECA) y Robert M. Hutchins de la universidad de Chicago. A partir del 1º de enero de 1952 el equipo es reforzado por otro consultor de la ECA, Richard M. Bissell Jr. El 15 de julio de 1952, el presupuesto de los programas internacionales de la Fundación Ford se aproximaba a los 13,8 millones de dólares, es decir, la mitad de la suma destinada a los programas nacionales.

En marzo de 1952, Richard M. Bissell redacta un texto de dieciséis páginas titulado “Crear las Condiciones para la Paz”, en el que fija los lineamientos del próximo programa. Según el documento, “el objetivo de la Fundación debe ser contribuir a la creación de un contexto en el cual sea posible para Occidente, gracias a la nueva posición de fuerza militar que está llevando a cabo, negociar una paz justa y honorable con el Este”.

Esto pasaría por “una discusión sobre el desarme” que condujera a la negociación y todo suscitaría “una opinión pública favorable” al proceso. Bissell rechaza la idea de una confrontación directa, pero no cree en la posibilidad de un desarme ni de una verdadera paz. Piensa más bien “que se puede vivir en el mismo mundo que los rusos sin ir a la guerra contra ellos a pesar de las profundas y constantes diferencias de mentalidad e intereses”. En cuanto a esto crea una doctrina cercana a la de la “coexistencia pacífica” preconizada por Krutchev tras la muerte de Stalin en 1956.

El proceder moderado de Bissell se aplica de forma idéntica a nivel nacional: en su opinión, “el estado de opinión que prevalece en los Estados Unidos es demasiado tenso y emocional, demasiado cercano a una guerra religiosa”. Por lo tanto se opone al maccartismo, pero aconseja prudencia. Considera que todo proceder ostensible en cuanto a la idea del desarme podría ser malinterpretado en el plano interno, pues la opinión pública no estaba preparada para pensar en un sistema en el que no hubiera “ni guerra ni paz”.

Bissel propone que la fundación Ford no se enfrasque públicamente en un combate de esa índole, pero que trate de poner en marcha su idea reuniendo datos y contactando a especialistas en relaciones internacionales. En este contexto, Hoffman recurre al ex secretario adjunto de Guerra, John J. McCloy (quien ha pasado a ser presidente del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, antecesor del Banco Mundial) quien se une a la Fundación con uno de sus colaboradores: Shepard Stone.

Según Volker R. Berhahn, desde sus orígenes la iniciativa de la Fundación Ford iba más allá del simple desarrollo “de un contrapeso para el anticomunismo maccartista replegado en sí mismo o de un combate de Guerra Fría por medios más sutiles. Dado que los Estados Unidos se habían convertido en una potencia mundial y que la opinión pública mundial no estaba aún lista para los desafíos por venir, el objetivo era crear las bases populares de una política exterior democrática que sería llevada a cabo por las élites de la costa oriental y asegurar que las mismas no perdieran terreno frente al nuevo resurgimiento de las políticas populistas y de aislamiento”.

Desde el verano de 1952 Hoffman se compromete junto a Dwight D. Eisenhower, candidato a la elección presidencial, esperando obtener el puesto de secretario de Estado en la nueva administración. Un equipo de la Fundación, bajo la dirección de Shepard Stone, redacta con diligencia el programa del candidato republicano, trabajando hábilmente las susceptibilidades de los demócratas.

Fracasa la tentativa de alianza y, desde su entrada en la Casa Blanca, Eisenhower nombra a John Foster Dulles en el puesto de secretario de Estado. Su hermano, Allen Dulles, es nombrado al frente de la CIA donde adopta una posición muy dura con respecto a la URSS, desarrollando la estrategia del “rollback” en Europa Central.

Estas nominaciones son un nuevo camuflaje para los proyectos de Hoffman, Kennan, Stone, McCloy y Milton Katz, que continúan multiplicando los contactos con intelectuales liberales y especialistas en cuestiones internacionales para conducir una estrategia más diplomática en relación con la URSS. Durante estos encuentros les surge la idea de que los países no alineados podrían constituir un buen terreno para proyectos pilotos elaborados por la Fundación.

Según los archivos de la correspondencia entre los diferentes dirigentes de la Fundación, John J. McCloy se preguntaba en aquel entonces si “el trabajo que hacían no era más difícil (…) que gobernar Alemania o tratar de establecer una comunidad europea”.

Al final, los contactos realizados por el grupo permiten a los dirigentes de la Fundación considerarla un “elemento de dirección estimulante” par repensar la relación soviético-norteamericana según el informe final de McCloy y Stone.

Según este documento, Europa Occidental sería una región clave cuya base institucional debería ser fortalecida y donde la Fundación Ford “podría patrocinar de forma útil la creación de una institución o una serie de instituciones dedicadas al estudio de los problemas de la comunidad europea”. Este proyecto se titula Programa Condiciones para la Paz. Se crea un comité consultivo presidido por McCloy, en el que Shepard Stone ocupa el puesto de director.

Uno de sus objetivos es elaborar un método que permita “obtener el apoyo de los socialistas de Europa para la paz internacional”. Por lo tanto, la Fundación debe “considerar la idea de reunir a los pensadores socialistas avanzados de estos países, hombres con prestigio en el seno de sus propios partidos, estudiar el problema de la coexistencia y proponer soluciones”.

El programa suscita las ambiciones personales. Al término de luchas de influencia, se pone bajo la jurisdicción del Council on Foreign Relations (CFR) y Shepard Stone se convierte en un elemento clave en calidad de jefe de la División para los Asuntos Europeos e Internacionales de la Fundación Ford.

Sea como sea, la Fundación es una herramienta que desea utilizar cada departamento ministerial. Desde el 5 de mayo de 1951, Hans Speier, de la Rand Corporation, envía un memorando a Rowan Gaither en el que revela que el Departamento de Estado y el Alto Comisionado Civil en Alemania (HICOG) desean disimular su apoyo a organizaciones en Alemania Occidental para que dejen de aparecer como sometidas a Washington. Por lo tanto, junto con la CIA, tratan de encontrar los medios para hacerles llegar los fondos indirectamente.

El 20 de marzo de 1952, Milton Katz hace circular un memorando en el seno de la dirección de la Fundación en el que recuerda la especial importancia de Europa para la diplomacia norteamericana. Según él, Europa sólo puede ser considerada “de forma constructiva si es miembro de la comunidad atlántica”. En este sentido, es importante contribuir a la liberación “de los grandes sindicatos franceses e italianos del puño del comunismo”.

Katz enumera entonces una serie de proyectos de la Fundación Ford como la instauración del equivalente del CDE (Comité para el Desarrollo Económico) para Europa Continental. Termina con una lista de personalidades que podrían difundir la acción de la Fundación: Jean Monnet, Oliver Franks, Hugh Gaitskell, Geoffrey Crowther, Robert Marjolin, Dirk Stikker y Dag Hammarskjöld.

En mayo de 1953 Rowan Gaither redacta un memorando en el que refiere un nuevo principio: la Fundación debe evitar “lo que sea una prolongación o repetición de acciones efectivas del gobierno u otras agencias”. Después de todo, prosigue, “algunas de las más importantes oportunidades de la Fundación (…) pueden residir en el hecho de completar, estimular y hacer mejores las actividades de otros, especialmente las del gobierno”. El vínculo Gobierno norteamericano/Fundación Ford encuentra aquí su modus operandi.

Con el final del maccartismo y el inicio de la coexistencia pacífica, se atenúan las querellas en Washington. La Ford no se presenta ya como una alternativa de la CIA, sino como su asociada. Richard Bissell Jr deja la Fundación para hacerse cargo de la dirección operativa del stay-behind, mientras que la Ford asiste a la CIA en varias grandes operaciones.

La sustituye en el financiamiento del Congreso para la Libertad de la Cultura y le confía un estudio sobre el fracaso del tratado de la Comunidad Europea de Defensa en Francia a David Lerner y a Raymond Aron, figura esencial del Congreso. Financia la orquesta Hungarica Philarmonica, compuesta por músicos obligados a exilarse debido al estalinismo y que la CIA quiere erigir en símbolo del mundo libre.

Financia igualmente la American Committee on United Europe (ACUE), una fachada de la CIA encargada de favorecer la construcción de una Europa Federal conforme a los intereses de Washington. El ACUE es presidido por el ex director de los servicios secretos durante la Guerra Mundial y su vicepresidente es el fundador de la CIA.

La acción de la Ford junto al Congreso para la Libertad de la Cultura es posible, explica Grémion, por la proximidad entre los actores que forman parte de ambas entidades. Al igual que el Congreso, la Ford está compuesta por “liberales” (en el sentido norteamericano del término), es decir, por la izquierda no comunista. “Herramienta de una diplomacia no gubernamental, el objetivo de sus dirigentes [en el campo del arte] es dar una imagen diferente de la cultura norteamericana, alejada de la frecuente imagen de cultura popular de masas”.

En ese sentido, “la Ford sitúa así su acción desde el inicio en el marco de una práctica de mecenazgo ilustrado”. En el campo económico, la acción de la Fundación “se inscribe en la corriente reformista del New Deal”, lo que le vale los favores de los intelectuales del Congreso que son en su mayoría partidarios de la planificación y del Welfare State.

Finalmente está orientada hacia el desarrollo de las ciencias sociales: Rowan Gaither estima que, algún día, estas permitirán obtener resultados tan brillantes en el campo de lo social como la ingeniería en el campo de la técnica. La Ford financia con mucha prioridad las ciencias sociales antes que las humanidades y la medicina. Multiplica igualmente los intercambios universitarios y académicos, así como las creaciones institucionales: financia el Centro de Sociología Europea de Raymon Aron y la red de planificadores Futuribles, de Bertrand de Jouvenel.

Su presencia es tan discreta que, según un memorando redactado por Shepard Stone después de un viaje a Europa en 1954, la Fundación tiene gran reconocimiento en Europa “incluso en los círculos de extrema izquierda del Partido Laborista británico, el SPD alemán y entre numerosos intelectuales izquierdistas en Francia”. La admiración es recíproca: Shepard Stone siente gran atracción por la cultura europea, la que opone a la cultura popular norteamericana, y se siente próximo de los intelectuales del Congreso que, luego de haber criticado el comunismo, “valoran las virtudes de la libertad individual y de una sociedad libre”. Así, financia revistas próximas al Congreso como Encounter, Preuves y Forum.

Luego de varios meses de conflictos internos, Shepard Stone obtiene la dirección de la totalidad del programa europeo de la Ford a mediados de 1956. La actividad de la Ford se amplifica. Stone reclama cinco millones de dólares suplementarios de presupuesto simplemente para el programa europeo. Las revoluciones húngara y polaca, reprimidas en 1956 por los soviéticos, convencen a todos los accionistas de acceder a sus demandas.

Este dinero permite ayudar a los refugiados procedentes de Hungría o Polonia e instalar estructuras para acogerlos. La Fundación Ford organiza igualmente programas de formación y estudio para científicos procedentes del Pacto de Varsovia, invitados para ello a Estados Unidos y a Europa Occidental. Hay en esto un juego perverso como es del agrado de los servicios especiales: la CIA espera reclutar agentes entre los economistas, los investigadores en ciencias sociales y los expertos invitados por la Ford, mientras que la KGB piensa en enviar a elementos fiables a adquirir el conocimiento norteamericano.

Al mismo tiempo, se lanzan en Japón programas de promoción de lengua inglesa, estudios norteamericanos y contactos entre Japón y Europa. La diplomacia filantrópica de la Ford se vuelve mundial. En todas partes del mundo se encarga de impulsar la cultura estadounidense y ganar para su causa a los No Alineados. En África, la amenaza de un alineamiento con Moscú de los países recientemente independientes motiva numerosos programas de ayuda en esa dirección, especialmente en Argelia. Se monta igualmente un programa agrícola en la India con la ayuda de inversores europeos a quienes Shepard Stone instó a crear fundaciones al estilo de la Ford.

A nivel universitario, la Fundación Ford financia el St Antony’s College de Oxford, especializado en Humanidades, en 1959. El Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) también recibe subvenciones a partir de 1956, así como el instituto del físico nuclear danés Niels Bohr. Así, con la aprobación de la CIA, este puede llevar a Dinamarca a delegaciones de científicos polacos, soviéticos e incluso chinos, en virtud, oficialmente, del “diálogo científico”. En ese mismo sentido, la propia universidad de Oxford recibe una subvención de un millón de dólares en 1958, al igual que el Churchill College de Cambridge.

En Francia, la Maison des sciences de l’homme (Casa de las Ciencias del Hombre), dirigida por Gaston Berger, recibe un millón de dólares en 1959 para la creación de un centro de investigación en ciencias sociales defendido por profesores universitarios como Fernand Braudel.

La revelación, en 1966 y 1967, del financiamiento del Congreso por la Libertad de la Cultura por parte de la CIA, tiene como consecuencia el descrédito de la Ford. Se extiende la idea de un vínculo entre la Ford y los servicios secretos norteamericanos. 

Más allá, es el conjunto de las actividades pretendidamente filantrópicas realizadas por la Fundación en Europa las que son vistas a través de una nueva mirada: ¿no se trata acaso de una formidable operación de injerencia cultural estadounidense?

Fuente: http://www.voltairenet.org/article123675.html

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