Roberto Suárez Gómez, apodado «El Rey de la Cocaína» (1932 – 20 de julio de 2000) fue un narcotraficante boliviano que jugó un rol principal en la expansión del tráfico de cocaína en Bolivia.
A mediados de los años setenta comenzó su relación con el jefe del cartel colombiano Pablo Escobar y luego empezó a reclutar a productores de coca para su propia compañía «La Corporación».
En una carta al presidente de Estados Unidos Ronald Reagan en 1983 ofreció pagar la deuda externa de Bolivia de más de tres mil millones de dólares si se le otorgaba una anmistia para él y para su hijo.
En 1988 fue sentenciado a 15 años en la Cárcel Prisión de San Pedro en la ciudad de La Paz por tráfico de drogas pero fue liberado en 1996. Murió 4 años después de un ataque al corazón en la ciudad de Santa Cruz.
Roberto Suárez Gómez fue el ganadero y hacendado beniano que organizó la exportación de pasta básica de cocaína con la creación del cártel de Santa Ana, a mediados de los años 70, desde haciendas de Santa Cruz y el Beni, al cartel de Medellín de Pablo Escobar Gaviria que introducía la droga ya refinada como clorhidrato o cristal a un insaciable mercado norteamericano.
Suárez de este modo introdujo a Bolivia como factoría en el circuito internacional de la cocaína. Ciertamente, en 1983, indicó mediante una carta al presidente americano Ronald Reagan que podía cubrir la deuda externa a cambio de la libertad de su primogénito Roberto, quien fue extraditado de Suiza hacia Estados Unidos, haciendo creer a la mayoría de la población boliviana que la cocaína podía ser la mayor fuente generadora de divisas del país.
Anteriormente en 1980, Suárez en complicidad con la Junta Militar del general Luis García Meza (en el libro se revela que financió ese golpe con 5 millones de dólares), quiso crear la Corporación de la Coca y sus derivados, de la que él estaría posesionado como gerente-general, según un plan trazado por otro aventurero, Antonio Arguedas Mendieta, exministro del Interior durante el Gobierno de René Barrientos Ortuño. El delirante plan nunca llegó a cristalizarse, empero, ahí está el Narcoestado como título del libro.
Sin embargo, ahí está otra de los grandes males que originó Suárez al conjunto de la sociedad boliviana: el desprecio absoluto hacia la ética del trabajo y considerar que el dinero fácil e ilícito es la fuente de la prosperidad y la riqueza.
De un delincuente de semejante talla es imposible creer lo que dice la viuda, a modo de justificación, en una nota publicada en el diario bonaerense Clarín, el domingo25 pasado, en la que afirma que él (Roberto Suárez) creía ciegamente en la justicia social, en la erradicación de la pobreza y en el ser humano. Se inmiscuyó en el vil negocio de la cocaína sin necesidad, para ayudar a su pueblo”.
Otra falacia que aparece en el reportaje publicado en Clarín es la declaración de Gary Suárez Levy, en la que indica que la fortuna acumulada por el padre fue invertida en beneficencia en el Beni: “El dinero fue gastado, nunca se acumuló en cuentas corrientes o en bancos. Se fue redistribuyendo entre las comunidades populares del oriente de Bolivia”. Y cuando el asunto empieza a sonar a chiste de mal gusto es cuando el hijo habla de “construcción de hospitales, urbanización, servicios eléctricos, de agua potable, en plena selva”.
Si fuera así, Beni no seguiría siendo el segundo departamento más pobre y atrasado de Bolivia. Inclusive, cuando uno visita Santa Ana, el villorrio de la provincia Yacuma, donde nació Suárez Gómez, uno no ve en ninguna parte la “obra” benéfica del denominado y felizmente extinguido cártel de Santa Ana, sino simplemente atraso y desolación.
Cuando el “Rey de la Cocaína” fundó el primer narcoestado. Reportaje del diario Clarín
Roberto Suárez Gómez. En 1980, financió el golpe en Bolivia. Su viuda publicó un libro.
Ayda Levy, la viuda de Suárez Gómez, presentó su libro sobre la vida del capo narco
En su historia hay un relato que se destaca pero que suena más a leyenda que a realidad. Fue a comienzos de 1982, cuando su hijo mayor había sido detenido por la DEA. Como ya había agotado todas las chances para que lo liberaran, decidió mandarle una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan.
En la misiva le aseguraba pagar los tres mil ochocientos millones de dólares que conformaban la deuda externa de Bolivia , su país, y también entregarse él mismo como intercambio. La operación no prosperó pero aún la diplomacia norteamericana sostiene que el ofrecimiento existió. Quien le pone nombre a ese relato es Roberto Suárez Gómez, un líder narco que supo vender la mayoría de la pasta base que se compraba en el resto del mundo.
Lo apodaban el “Rey de la cocaína”.
A diferencia de su socio colombiano, Pablo Escobar, Suárez Gómez pudo vivir sus últimos años en libertad y manejando su enorme hacienda. Andaba con guardaespaldas, pero no se lo acusó de mandar sicarios. En el norte boliviano, donde empieza la Amazonia, eran pocos los que despreciaban su figura. En una parte castigada y pobre, los negocios de la droga no fueron cuestionados porque cumplían la tarea que el Estado no llevaba adelante. Por eso en Beni, el departamento donde nació, también lo llamaban Robin Hood.
Entre la lista de figuras con los que estrechó relaciones, además del propio Escobar, aparecen Roberto Calvi, el titular del Banco Ambrosiano, la entidad financiera del Vaticano, y cuyo cadáver apareció colgado bajo el Puente Blackfriars de Londres en junio de 1982; el héroe de la Revolución Cubana Arnaldo Ochoa, fusilado por cargos de tráfico de drogas; el teniente coronel estadounidense Oliver North, exonerado por el escándalo Irán Contras en 1986; el oficial de las SS Klaus Altmann; o el presidente de Panamá, Manuel Noriega.
Los secretos guardados durante casi doce años , desde que Suárez Gómez murió, salieron a la luz gracias al trabajo de recopilación de su mujer, Ayda Levy, quien esta semana presentó su libro “El Rey de la Cocaína. Mi vida con Roberto Suárez y el nacimiento del primer narcoestado”. En esta edición, la viuda cuenta cómo fue descubrir que un destacado empresario ganadero se había transformado en una de las personas más buscadas por Interpol. “Yo lo amé, lo respeté, y cuando descubrí su relación con el narcotráfico, lo dejé”, relató Levy en su paso por Buenos Aires.
A pesar de la separación y del dolor por el asesinato de su hijo mayor, Levy aún hoy justifica a su ex marido . “El creía ciegamente en la justicia social, en la erradicación de la pobreza y en el ser humano. Se inmiscuyó en el vil negocio de la cocaína sin necesidad, para ayudar a su pueblo”, lo excusa.
En el libro, la mujer relata cómo en 1980 su marido financió el golpe de Estado liderado por Luis García Meza , que impidió la asunción de Hernán Siles Zuazo. También cómo construyó “La General Motors del narcotráfico”, como le decían a su organización tras asociarse con Pablo Escobar.
“Mi padre era el mayor proveedor de droga del cártel de Medellín. Comercialmente era mejor para los dos ser socios que compradores y proveedores, como en cualquier negocio”, agrega Gary Suárez Gómez, el hijo del jefe narco. Tan conocido era su padre entonces que el director de cine Brian De Palma se inspiró en el para uno de los personajes de la película “Scarface” , protagonizada por Al Pacino.
Los informes de la época calculaban que la organización en Bolivia ganaba unos 400 millones de dólares al año. Pero, cuando a la familia le preguntan por la fortuna que dejó Suárez Gómez padre, aseguran que ya no existe. “El dinero fue gastado, nunca se acumuló en cuentas corrientes o en bancos. Se fue redistribuyendo entre las comunidades populares del oriente de Bolivia, como quiso mi padre”, asegura Gary y recuerda la construcción de hospitales, urbanización, servicios eléctricos, de agua potable, en plena selva.
Aunque tenía pedido de captura, el jefe narco se movía por todo su país.
Un acuerdo con la DEA lo hacía intocable . Hasta que en 1988 su alta exposición lo volvió un problema y le soltaron la mano. Fue condenado a 15 años por tráfico de droga y estuvo en la cárcel hasta 1996. Al recuperar la libertad, volvió al negocio familiar. Murió cuatro años después, a los 65 años, y su cuerpo fue enterrado en un pequeño nicho de Cochabamba, sin lujos ni ostentación.
Ayda Levy se casó en 1958 con quien entonces era un exitoso empresario ganadero. No sospechaba entonces que 20 años después su marido se convertiría en uno de los narcotraficantes más importantes de Suramérica, se asociaría con Pablo Escobar, conduciría lo que llegó a llamarse "La Corporación" y contribuiría a sentar las bases de un "narcoestado".
"Roberto fue un verdadero idealista. Creía ciegamente en la justicia social, en la erradicación de la pobreza y en el ser humano. Se inmiscuyó en el vil negocio del narco siendo rico, sin necesidad, para ayudar a su pueblo", afirmó Levy.
"Yo lo amé, lo respeté, y cuando descubrí su participación en la actividad del narcotráfico, lo dejé", agregó.
Pese a la separación, la pareja se mantuvo en contacto y Ayda fue registrando cada relato de su esposo, fechas, nombres y documentos.
No en vano, explica su hijo Gary Suárez a Efe, Levy "anotaba todo y tiene una memoria prodigiosa. Ella era quien manejaba los negocios legales de la familia, toda la explotación ganadera".
"Las notas, los encuentros, las fechas que aparecen en el libro se basan en hechos verídicos. El libro no está basado sobre suposiciones sino sobre hechos", asegura.
Tras su alianza con Escobar, Suárez enfoca el narcotráfico como si de una empresa se tratara y crea la llamada "Corporación", que funciona como una multinacional y exporta diariamente casi dos toneladas de droga desde su laboratorios de la Amazonía boliviana a Estados Unidos.
"Mi padre era el mayor proveedor de droga del cártel de Medellín. Luego se convierte en socio de Escobar. Comercialmente era mejor para ambos ser socios que compradores o proveedores. Como en cualquier negocio", continúa Gary Suárez.
La "General Motors del narcotráfico", como fue bautizada en el libro, financió golpes de Estado y se involucró con personajes como el nazi Klaus Barbie, el "carnicero de Lyon", que se refugió en Bolivia, y Roberto Calvi, el "banquero de Dios".
Suárez participó en las negociaciones sobre las rutas del narcotráfico con el panameño Manuel Antonio Noriega, y con líder cubano, Fidel Castro, quien, según Levy, habría aceptado el paso de la droga por la isla a cambio de suculentas ganancias.
"El Rey de la Cocaína" se refiere también a un plan del coronel estadounidense Oliver North para financiar a la contra nicaragüense con dinero procedente del narcotráfico.
Después de una vida intensa y del asesinato de Roby, su hijo mayor, Suárez decidió concluir su relación con el narcotráfico y, según Levy, se entregó a la Justicia.
En 1988 fue condenado a 15 años por tráfico de droga, pero se acogió a un beneficio carcelario y fue liberado en 1996. Murió cuatro años después, a los 65, víctima de úlceras sangrantes, volcado en el negocio familiar, la ganadería, sostiene Gary Suárez.
Reconoce que su padre llegó a manejar miles de millones de dólares en su particular "Corporación" y que su sueño habría sido pagar la deuda externa de Bolivia pero, añade, del dinero no quedó nada.
"El dinero fue gastado, nunca se acumuló en cuentas corrientes o en bancos. Se fue redistribuyendo entre las comunidades populares del oriente de Bolivia", afirma Gary, que recuerda que su padre fue apodado el "Robin Hood" boliviano.
"Somos testigos del cariño que todavía recibimos en la calle por su personalidad y el cariño que le tenían", agrega Gary Suárez, afincado con su familia en la ciudad boliviana de Santa Cruz.
Identificado popularmente como uno de los personajes de "Scarface" (Cara cortada), la película de Brian de Palma protagonizada por Al Pacino, Roberto Suárez Gómez tiene también su propio narcocorrido, "El Torazo":"Por tu noble corazón/ te llamaron Robin Hood/ los gringos con rabia dicen/ es muy macho, very good".
Bolivia no olvida al rey de la cocaína
Es un nicho humilde. En un pabellón a la sombra de unos cipreses inmensos, de una buganvilla tan cansada que cualquier día se va a descuartizar con el viento que se bate con furia en el valle de Cochabamba en esta época, yacen los restos del rey de la cocaína, Roberto Suárez Gómez.Se trata de una figura legendaria cuyo nombre y las fechas de su nacimiento y sorpresiva muerte (hace dos meses, a la edad de 68 años) es apenas perceptible en la lápida del cementerio general. Enormes ramos de flores eclipsan la tumba, porque todos los días manos anónimas colocan inmensos ramos de claveles rojos y alhelíes perfumados. Es un cuadro apto para la gratitud del pueblo hacia el llamado Robin Hood boliviano, cuya muerte a causa de un infarto fue celebrada con algarabía en la DEA, la Agencia Antidroga estadounidense. El festejo fue efímero.
Con o sin Roberto Suárez, el hombre que producía la cocaína más pura del mundo, la droga continúa llegando al insaciable mercado de Wall Street y a los más selectos clubes de Londres, Milán, Moscú, Roma y Madrid, donde los "polvos bolivianos de marcha acelerada" se cotizan entre los acostumbrados a lo mejor de lo mejor: al caviar Beluga iraní y los habanos cubanos más preciados, amén de las cosechas del champaña añejo, de aquellos dedicados a las grandes celebraciones de la opulencia sin límites. El circuito de las limusinas a gran nivel, raudas naves en su recorrido para los clientes de Beverly Hills y Hollywood. Millones y millones de dólares generados en los campos de producción de cocaína en el amplio y fértil trópico boliviano, donde hay que habilitar las pistas de aterrizaje constantemente ante el implacable avance de la selva.
A Suárez le decían "el padrino", "el taita" (factótum), y "don" y "rey". Y no es en vano. Suárez se dio el lujo de poner en jaque al Gobierno boliviano y a sus vasallos bien pagados, desde la policía a varios ministros y presidentes.
En una oportunidad Suárez se ofreció a pagar con parte de su fortuna la deuda externa de Bolivia, el país más pobre de América Latina después de Haití. Su afán era librar a los bolivianos del yugo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y tomar (o sobornar) a la jauría de acreedores del país andino. La vehemencia del patriotismo de Suárez le convirtió en un adalid de una independencia sui generis. Una idea revolucionaria para extraer a su país del yugo económico. Revolucionaria y paradójica: con el dinero obtenido con la coca en los países ricos, evitar el consumo de drogas entre la juventud proletaria boliviana, a la que dotó con entusiasmo singular de escuelas y quirófanos. Se trataba de llenar los vacíos donde el Estado ha fallado.
Poco antes de morir, el canoso Roberto Suárez Gómez posó únicamente para un fotógrafo de la revista de La Paz Síntesis Internacional. Se veía bien. Se destacaba su aplomo, la foto fue tomada con el trasfondo de una imagen colonial de un Jesucristo de cara sufrida. La versión oficial dice que don Roberto incursionó en la alucinantemente lucrativa industria de la producción y exportación de la cocaína. Lo hizo inicialmente con una flotilla de avionetas que partían del departamento amazónico de El Beni, rumbo al Norte.
Y como sus habilidades fueron audaces, Hollywood las capturó al vuelo: contrató a Al Pacino para darle una imagen cinematográficamente loca; como para invitar a los excesos a un empresario con las fosas nasales abiertas ante una montañita de coca. Fue un mensaje de independencia, venganza en un sentido singular. Subversivo, inolvidable y fuerte.
Don Roberto había capturado la imaginación en entrevistas concedidas a Síntesis, en las cuales abrió el corazón antes de que éste le explotara. Habló de todo. Sus palabras fueron un escopetazo al establishment. Grande, fuerte y guapo, con el conocimiento que sólo puede ofrecer un periodo de cárcel meditativa, Suárez demostró su capacidad de tentación al ofrecer el pretexto legal para crear una granja ganadera. Estamos hablando de 30.000 cabezas de ganado que exportaba a Brasil. Su audacia lo convirtió en rico de la noche a la mañana. ¿Hizo más dinero con el narcotráfico?, le preguntaron cuando su séquito de vehículos se convertía cada vez en más largo y lujoso. La visión de los Mercedes Benz blindados en la jungla no era sino el adelanto de la llegada de "el taita", con un tigre con cadenas y hambre. Con orgullo les dijo a sus coterráneos: "¿A quién le tiene más miedo, al Mercedes Benz o al tigre?", una frase que invitaba a la carcajada, a la jarana y a la unión en su tierra. A nivel mundial a Suárez se le puede atribuir el mismo poder que al jeque saudí Yamani, el mago de las finanzas de la OPEP, que fundó la idea del cartel del petróleo. Ahora se trata de un cartel más poderoso entre la gente que maneja la política petrolera.
La ambición del difunto don Roberto era bastante simple: subir los precios de la cocaína a los yuppies de Nueva York y, al mismo tiempo, dar trabajo a los cocaleros del Oriente boliviano. El kilo de pasta base de coca estaba en 180 dólares en Bolivia, la elevó a 6.000 dólares; a 9.000 el volumen de la cocaína, y luego a 15.000 dólares el clorhidrato, la coca más pura del mundo. "Mi objetivo era elevar el precio para resarcir las necesidades y angustias de nuestros campesinos", dijo textualmente Roberto Suárez Gómez.
El próximo capítulo de la lucha por el trono de un hombre buscado, carismático y enterrado entre los muertos comunes del cementerio de Cochabambase inaugura con la reciente llegada de un nuevo embajador de Estados Unidos, un funcionario de segunda en Buenos Aires que en La Paz, la sede del Gobierno de Bolivia, ya se ha puesto el sombrero de sheriff en un país donde el término amigo es más fuerte que las obligaciones firmadas por los ministros de turno.
Roberto Suárez: "No creo en esta guerra"
"Yo no creo en esta guerra contra el narcotráfico, porque nadie va a erradicar el mayor negocio del mundo. De lo que se trata aquí es de la transferencia de la intermediación", afirmó Roberto Suárez Gómez durante una entrevista exclusiva con EL PAÍS en su celda-estudio de la penitenciarla de San Pedro en La Paz, donde ha cumplido un año y medio de los 15 años de cárcel por una sentencia dictada por un juez local por narcotráfico.Suárez Gómez, de 59 años, fue detenido a mediados de 1988 según la versión oficial del Gobierno de Víctor Paz Esterissoro, y que él rechaza para aclarar que cansado de "vivir años a salto de mata" optó por entregarse para demostrar su inocencia de los cargos que le imputan.
Acusado por la Drug Enforcement Agency (DEA, agencia antinarcóticos norteamericana) y algunos sectores de la policía boliviana de ser el rey de la cocaína, Suárez Gómez está detenido en la cárcel de San Pedro bajo estrictas medidas de seguridad.
Instalado en lo que fuera el taller de carpintería, en un ala de la penintenciaría, Roberto Suárez transformó su celda en un estudio. La cama de dos plazas y un par de colchones extras permiten albergar a su esposa y a sus dos últimos hijos, de 5 y 6 años, cuando pasan temporadas con el padre. Un televisor, un Betamax, y una radio son su contacto con el mundo exterior, además de las visitas familiares. Una mesa de comedor con cuatro sillas, una nevera y una cocinilla, además de un estante de madera, adornado con, macetas y flores, completan el amueblado de la celda, que contrasta vivamente con el hacinamiento en que viven 1.200 presos en las otras áreas de la penitenciaría, con capacidad real para 300 internos.
El ganadero e industrial beniano y su hijo mayor Roberto, Robi, están convencidos de que, contrariamente a lo que parece, "los esfuerzos han sido por agrandar los mercados, bajar los precios y reafirmar una política dirigida hacia la corrupción permanente y endémica de los gobiernos de los países productores de coca, que los deja sin opción de sentar soberanía, especialmente en estas negociaciones llamadas cumbres".
Suárez Gómez justifica esta apreciación vertida por su hijo y señala que, desde 1980, se habló de la sustitución de los cultivos de hoja de coca, pero "cuando las fuerzas especiales antidroga y los miembros de la DEA entraron a vivir en las zonas productoras, los cultivos de hoja de coca no bajaron, sino que aumentaron".
Facilidades
Pero, además, según Suárez Gómez, la creciente producción de cocaína tiene facilidades para salir del país. "Los socios del sistema", que, según Suárez Gómez, son seis, "tienen luz verde para exportar a Estados Unidos, mientras que el otro 60% del tráfico es encubierto oficialmente".
El hijo mayor de Suárez Gómez afirma por su parte que "son estas cumbres donde se está procesando un plan de ajuste del monopolio de la economía de la coca y la cocaína por parte del Departamento de Estado que, desde hace 16 años, con Kissinger y Nixon, ejecuta un plan de control de las economías de los países andinos y que ahora culminan con el plan Bennett como instrumento de una política cruel".
Menos vehemente que el hijo, el padre advierte simplemente que el objetivo no es sólo delinear políticas y estrategias de lucha contra el narcotráfico. "La idea aquí es la transferencia de la intermediación de la cocaína", a zonas más cercanas y de más fácil acceso a nuevos y potenciales mercados de consumo.
Las cifras del negocio ilícito de la cocaína a nivel mundial supera la de otros negocios legales que, hasta hace poco tiempo, estaban considerados como los de mayor rentabilidad. Sólo en América Latina, el volumen de operaciones, según fuentes oficiales supera con creces al monto de la deuda externa de la región. Desde su celda en La Paz, Suárez Gómez afirma que es posible controlar el narcotráfico sin derramar sangre. Hermético en su plan, deja apenas entrever que puede establecerse un nuevo monopolio en la producción de cocaína, en los sectores de consumo a base de precios accesibles a elites solamente, es decir, altamente prohibitivos. Pero a cambio, pudiera popularizarse toda la gama de productos derivados de la coca que no son nocivos en absoluto para las mayorías. "Yo termino con el problema en menos de un mes", afirma.
La detención del 'rey de la coca' puso en aprietos a dirigentes politícos bolivianos
La detención de Roberto Suárez Gómez, de 56 años, conocido como el rey de la coca, en circunstancias contradictorias podría plantear difíciles problemas no sólo al Gobierno, sino al conjunto de los sistemas de los partidos políticos sospechosos de haber sido infiltrados por el narcotráfico.
Suárez Gómez fue detenido por las Unidades Móviles de Patrullaje Rural (Umopar) la madrugada del miércoles, durante un operación "absolutamente pacífica", en la hacienda El Sujo, cerca de Trinidad, 414 kilómetros al noreste de La Paz.El periódico El Día, de Santa Cruz, en una información que atribuye al propio Roberto Suárez Gómez, señala que los efectivos de las Umopar secuestraron a su familia como medio de presión para que se entregase a la justicia.
Los ministros de Informaciones, Hermann Antelo, y de Interior, Juan Carlos Durán, negaron esta versión y afirmaron que Suárez fue capturado sin mayor resistencia en El Sujo junto a dos guardaespaldas que: no fueron identificados.
Las autoridades gubernamentales reiteraron hoy que Suárez cumplirá una condena de 12 años de cárcel. Según el subsecretario de Defensa Social, Jorge Alderete, el rey de la coca será transferido en las próximas horas a la cárcel de San Pedro, en La Paz, un presidio en el que las fugas han sido relativamente frecuentes.
El presidente Víctor Paz Estenssoro, según el ministro- del Interior, expresó "su agrado" por la detención de Suárez Gómez, quien no hace más de un mes se declaró leal militante del partido en el Gobierno, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Similares expresiones de satisfacción se dieron entre varios partidos políticos.
Mientras tanto, el ex capitán de corbeta Jaime Paredes Sempertegui -quien entregara hace tres meses los primeros vídeos que muestran a dirigentes políticos con Roberto Suárez- dijo en Santa C'ruz que es el portavoz de Suárez Gómez y que si no permiten que el detenido diga "su verdad" el rey difundirá cinco vídeos que prueban la vinculación de políticos con elementos del narcotráfico. Y éste es, aparentemente, el factor de mayor nerviosismo entre los partidos políticos en los que existe una infiltración del narcotráfico.
Roberito Suárez Gómez, de 56 años, es descendiente directo de Nicolás Suárez, conocido en Europa como uno de los pioneros de la industrialización de la goma, originaria de Beni, y hasta llegar a ser el rey de la coca era un conocido y respetado industrial. Las primeras evidencias de sus actividades en el narcotráfico se dieron en la década de los setenta, pero sólo en 1980 se supo con certeza que tuvo una importante aportación financiera al golpe de Luis García Meza a cambio de protección oficial al próspero ne gocio de la cocaína.
Un rey muy especial
Roberto Suárez, misterioso hacendado cincuentón, habita en las selvas del Beri y de la Madre de Dios, no muy lejos de donde Lope de Aguirre comenzó a encontrarse con su locura, y, relacionado con el tráfico internacional de armas -está por estudiar la estrecha y sospechosa relación entre el narcotráfico y el mercado marginal de armamentos-, presume de disponer de reactores de combate armados con misiles. No será para tanto, pero sí que domina una vasta red de aeropuertos clandestinos y una notable flota aérea, que saca su cocaína de Bolivia.Principal rey de la coca en el país, está reclamado por la justicia boliviana y la Interpol y se permite desafiar abiertamente al Gobierno del país.
Robin Hood de las selvas amazónicas, hace trasladar en sus aviones, de ida y vuelta, a una vaca malparida de un pobre campesino en sus dominios, para que la examine un veterinario brasileño, a miles de kilómetros de distancia. Sólo unos días antes de las elecciones bolivianas del 14 de julio su hijo varón se casó en la ciudad de Santa Cruz con el más alto boato antes de emprender viaje de luna de miel -lógicamente- a Suiza. Y Roberto Suárez asistió a la ceremonia con absoluta impunidad.
Es 1983 y el capo colombiano Pablo Escobar Gaviria mira la pantalla concentrado. A su lado, Roberto Suárez Gómez, el Rey de la Cocaína, y su hijo Roby Suárez se ríen sin parar. Los tres disfrutan del video de la película Scarface algunos meses antes de su estreno en Sudamérica. De repente, Suárez Gómez interrumpe la película y dice: “Cómo les gusta tergiversar las cosas a estos gringos. ¿Quién les dijo que Montana era cubano y vivía en Miami?
Si acá todos sabemos que mi Tony Montana es paisa y está sentado a mi lado”.
Pablo Escobar explota en una carcajada, al igual que Suárez Gómez, quien rápidamente se da cuenta de que también aparecía retratado en la película: no cabía duda de que Alejandro Sosa, el empresario boliviano con contactos políticos y militares que proveía de cocaína al personaje interpretado por Al Pacino, estaba inspirado en él.
Al final de la velada, el dúo de capos bromeó sobre la posibilidad de contactar a sus abogados en California para demandar a la Universal Pictures.
Cuentan que hasta quisieron cobrar dividendos y regalías por los derechos intelectuales del film de Brian De Palma.
http://www.taringa.net/posts/info/16169479/Roberto-Suarez-Gomez-el-rey-de-la-cocaina.html