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Guerras “suaves”… pero peligrosas


En medio de la calenturienta filosofía de dominar al mundo, Estados Unidos ha estudiado todo tipo de formas de guerra, que pueden ir desde la más burda ocupación directa de un país, inventando para ello cualquier mentira; hasta las “guerras suaves”, de las que casi no se habla pero cuya existencia es imposible de obviar.

Como las convencionales —es decir la de los bombardeos y las invasiones— la llamada “guerra suave” o guerra no convencional tiene supuestamente como fundamento “promover la democracia y el respeto a los derechos humanos”, todo mediante el patrón estadounidense.

En tal caso, el dinero y la gran prensa, se convierten en factores decisivos a la hora de aplicar la estrategia de tumbar gobiernos no proclives a los intereses norteamericanos.

Como es lógico, en ese saco cabe todo y con ese fin el proceso conlleva ablandamiento, deslegitimación, violencia en las calles (saqueos, incendios, barricadas y otras provocaciones) y fractura institucional.

En esa tarea participan no solo el Departamento de Estado y la CIA; sino también la USAID, algunas ONGs; los grupúsculos que en el interior de países dicen formar la “oposición”, a los que se le paga como a todo mercenario; y otras formas de injerencia; y hasta instituciones regionales o internacionales penetradas hasta el tuétano por el dinero de Washington.

En el caso de América Latina esta estrategia cuenta con un gran aliado en la mayoría de los países hacia los que Estados Unidos enfila sus cañones: los grandes medios de comunicación privados, sean periódicos, canales de televisión, emisoras de radio u otros.

En Venezuela, por ejemplo, esa prensa ha acompañado —y de qué manera— a los peores sectores de la derecha, a los que realizan desmanes, los que queman universidades; atentan contra el transporte público y asesinan a civiles y policías.

La estadounidense CNN, el diario español El País y otros medios multimillonarios forman parte de la cabeza visible en la preparación de los golpes de Estado, tal y como se ha mostrado al mundo en la Venezuela de las últimas semanas.

En Ecuador ha sido esta prensa oligarca la que se ha aliado a los que se oponen a la Revolución ciudadana que encabeza el presidente Rafael Correa.

En Colombia, Perú, Panamá, Chile y otros países, esos medios privados se han alineado a la campaña internacional orquestada por Washington para desacreditar al gobierno bolivariano.

La “guerra suave” está presente en cada una de las acciones encaminadas a fomentar el descontento en la población, como es el acaparamiento de alimentos para crear un ambiente de desabastecimiento que promueva la incertidumbre.

Para ello, en este caso, los grupos monopólicos que se unen a los promotores de la “guerra suave” se encargan de promover dificultades económicas, subida de precios y otros.

Un factor usado para desestabilizar a Venezuela es la penetración dentro de sectores universitarios, en los que se alimenta el cuestionamiento de un sistema político que apuesta a la educación pública y gratuita con calidad.

También las protestas violentas han estado encaminadas a derribar instituciones públicas y jurídicas, de manera que el fantasma de la ingobernabilidad enrarezca el clima pacífico y de trabajo que llegó para quedarse con la Revolución bolivariana.

Si criminales y terroristas han sido las acciones de grupos preparados y financiados desde el exterior; cínica y burda ha sido la campaña de difamación usada por los medios de comunicación privados venezolanos, utilizando noticias y fotos falsas —incluso de hechos ocurridos en otros países—, como si la ética hubiera desaparecido para siempre en quienes dicen llamarse informadores de la verdad.

Venezuela es un botón de muestra de cómo Estados Unidos emprende los planes —financieros, mediáticos y hasta militares— para acabar con gobiernos cuya obra social en beneficio del pueblo necesariamente se contradice con la concepción egoísta de un capitalismo en declive al que se trata de salvar por todos los medios.

La “guerra suave” es una entre otras formas imperiales. Constituye parte del componente de guerras convencionales y no convencionales, porque todas tienen el mismo fin.

Si analizamos el comportamiento de la estrategia norteamericana solo durante el mandato de Barack Obama, su gobierno ha emprendido una guerra secreta que ya involucra a más de 130 países, en muchos de los cuales se ejecutan despliegues de operaciones especiales, según reveló el comandante Matthew Robert Bockholt, de Asuntos Públicos del SOCOM (Mando de Operaciones Especiales, por sus siglas en inglés).

Es parte de la estrategia belicista del mandatario el desarrollo y utilización de aviones no tripulados (drones) por parte de la CIA, y el espionaje electrónico que —según afirman especialistas militares norteamericanos— ha involucrado a Estados Unidos en una importante y creciente forma de proyección más allá de sus fronteras.

Si el Mando de Operaciones Especiales contaba con 33 000 hombres en el año 2001, su crecimiento ha sido tal que se acercará a los 70 mil efectivos en el presente año 2014.

En fin, las llamadas “guerras suaves” no entran en contradicción alguna con otras, porque en todos los casos Estados Unidos apuesta por dominar al mundo aunque para ello tenga que derrocar gobiernos de manera “suave”, o destruir países con sus bombas, sus soldados y sus mercenarios.

Recordemos Iraq, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria, y últimamente Ucrania, para que tengamos presente cuál es el verdadero objetivo de esas guerras.

http://www.granma.cu/mundo/2014-03-27/guerras-suaves-pero-peligrosas

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