Analizando los resultados de las presentes elecciones generales de Grecia la fuerza política de Syriza, liderada por Alexis Tsipras, se volvió a imponer con el 35% de los votos frente a la principal oposición de Nueva Democracia que obtuvo el 28%. Seguidamente los neonazis Amanecer Dorado sumaron el 7%, los socialistas del Pasok el 6,4%, los comunistas del KKE se situaron en el 5,5%, To Potami con 3,9%, Anel con 3,7% y Unión Centrista con 3,37%. De esta manera Syriza consigue 144 diputados de los 300 escaños disponibles.
Comparando estos datos con las elecciones del pasado mes de Enero que dieron la primera victoria electoral a Syriza con 36,64% de los votos, Nueva Democracia con 27,81%, el Amanecer Dorado con 6,28%, To Potami 6,05%, seguido de KKE con 5,47%, Anel 4,75% Pasok 4,68 como última fuerza con representación, vemos como no hay gran disparidad de resultados entre las dos elecciones generales ejecutadas entre un marco temporal de 9 meses. Resultados que repetirán la historia del pacto de gobierno entre Tsipras y Anel para conseguir entre las dos fuerzas más del 50% del total de la cámara.
Entonces si se han obtenido semejantes resultados porcentuales entre las elecciones de enero y septiembre, con la novedad de la entrada en escena de la Unión Centrista, y también sin olvidarnos tampoco del crecimiento de la abstención al participar en enero 63,87% y en esta jornada de septiembre solo el 54,4% de cerca de diez millones de helenos, qué análisis se puede hacer de estas elecciones. ¿No ha cambiado nada en Grecia estos 9 meses?
Lo datos cuantitativos no nos pueden suprimir el fondo cualitativo del contexto. En la victoria de Syriza el mes de enero se respiró en Grecia un oleaje de cambio de modelo contra las políticas de austeridad de la Troika. El mismo Ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, fue interpretado dicotómicamente en Europa; como un teórico salvador de la situación paupérrima en Grecia desde la izquierda alternativa pero también como un utópico profesor protestón desde la institucionalidad de la Europa neoliberal.
El gobierno de Tsipras empezó a construir un discurso contrahegemónico en la Unión Europea, principalmente contra los recortes y la deuda ilegítima con asesores internacionales.
La victoria de la consulta popular al pueblo de Grecia sobre el No al III Plan de Rescate de la Unión Europea el mes de junio generó un sentimiento de autoestima a toda la izquierda europea con su lema “Otra Europa es Posible”. Países como España seguían muy de cerca, y con niveles de solidaridad, el contexto heleno.
La compleja negociación entre la Troika y Grecia finalmente, y con la ineptitud de Tsipras de no respetar el resultado del referéndum popular, llevó en agosto a la firma bilateral de un Memorándum entre el gobierno griego y el Eurogrupo sobre el Tercer Rescate que obliga a aplicar reformas y medidas de privatización, justificando la reducción de déficit público, para obtener un préstamo de 80.000 millones de euros los 3 siguientes años.
Un memorándum, de gran confusión en la esperanza de la izquierda alternativa europea, que no solo llevó la escisión de 32 diputados de Syriza, entre ellos Varoufakis, de los 149 de su totalidad, sino a no reconocer el gobierno el 62,5% de los votantes del referéndum que dijeron No (Oxi en griego) y traicionar, además, parte de su programa electoral que llevaron a una huelga general de funcionarios. La mayoría de los diputados de Syriza que dijeron No en la votación fundaron el nuevo partido Unidad
Popular para prepararse, aunque con el escaso tiempo de un mes, para las nuevas elecciones generales convocadas por Tsipras para septiembre. Un partido que proponía algo que desde hace poco tiempo era visto como inusual, o como una “utopía” de los comunistas del KKE o un chovinismo extremo de los neonazis del Amanecer Dorado, salirse del euro y recuperar la soberanía monetaria.
Por lo tanto, a pesar del mismo resultado cuantitativo electoral en enero y ahora septiembre el panorama político cambió por completo en Grecia.
En primer lugar, la contundente victoria actual de Tsipras dejó enterrado el referéndum que el gobierno no cumplió, ya que estas elecciones han legitimado la gobernabilidad de Syriza y la naciente protestona izquierda crítica, como Unidad Popular, ya no puede atacar a Tsipras de antipopular. En segundo lugar, estas elecciones no solo han enterrado el referéndum del Oxi, como hemos señalado, sino que pueden ser leídas más que unas elecciones generales como un nuevo referéndum a favor de lo contrario, del apoyo al gobierno de Syriza por su memorándum del Tercer Plan de Rescate. Como tercer aspecto, la disidencia del sector crítico y más de izquierdas en Syriza, la Unidad Popular liderada por el exminsitro de Energía Panagiotis Lafazanis, al no conseguir representación parlamentaria anula de toda representación al grupo de congresistas que se inclinaban por la salida del Euro. Y esto tiene las consecuencias políticas a qué el debate sobre si Grecia debe estar en la zona Euro y elaborar un proyecto de recuperación de la moneda del Dracma haya quedado finalmente marginado fuera de la institucionalidad.
Finalmente, todo esto lleva concluir que si a pesar de que en los 9 meses de gobierno de Tsipras que no solo no ha cumplido con muchas de las propuestas sino que las ha revertido como el caso de la consulta popular se ha mantenido los niveles de apoyo electoral porcentual es que ha funcionado la campaña victimista de “se ha hecho todo lo que se ha podido” o “hemos firmado por obligación europea”.
Y esto ha provocado que se haya suprimido la dicotomía política, ya que la izquierda europea menos radical y la misma derecha conservadora y neoliberal han aplaudido conjuntamente, algo que no sucedía en enero, los resultados que se han obtenido en Grecia; esa izquierda con su histórico pesimismo europeo reflejado como automotivación de que sería peor sin Syriza y es lo que hay y lo que se puede hacer, y la derecha porque Syriza finalmente acabó cediendo su “utopía izquierdosa” y limpiándose de “radicalismos contrahegemónicos”.
Un pacto institucional que no aguantará a largo plazo y tendrá sus grietas una vez se perciban las consecuencias económicas y sociales del Memorándum neoliberal en la sociedad civil y se aceleren las batallas pos-electorales en las calles helenas. Es la calle, el espacio que puede dar oxígeno a la trasformación perdida.
Anibal Garzón. Sociólogo y analista internacional