Para que una revolución social tenga lugar hacen falta que se den tres factores principales:
1. Descontento en la población por las desigualdades e injusticias sociales.
2. Concienciación de la población que está siendo discriminada y explotada de lo que realmente ocurre y cómo hay que actuar para solucionar el problema.
Es una concienciación de clase, pues el ser considerados ellos como una clase inferior, explotable y desechable es la causa de su mala situación, y para poder saber cómo actuar se necesita la formación teórico-práctica que ha dado la historia humana. Ineludible es aquí la experiencia y trabajo de autores como Marx, Engels o Lenin. Más ineludible incluso que en ciencias naturales lo es el trabajo y experiencia de Charles Darwin.
3. Crisis social y política en el sistema económico y político que gobierna.
La historia nos muestra claramente que las revoluciones van precedidas de grandes crisis económicas acompañadas frecuentemente de acciones violentas, como son las guerras.
En el caso de la Comuna de París y su revolución en inicio triunfante de marzo de 1871 se dan estos tres factores.
La Guerra franco-prusiana, el abandono de la población por sus dirigentes y cierta concienciación social de los trabajadores hizo que irrumpiese esta sublevación de forma prácticamente espontánea.
Ahora bien, para que una revolución se mantenga necesita algo más. Porque no basta con que la revolución triunfe.
A toda acción sigue una reacción, nos recordaba Newton esta ley física imperecedera.
Así, las clases dirigentes que estaban en el poder y que estaban acostumbradas a estar en el poder, no se van a quedar sin hacer nada, sin reaccionar ante tal situación.
Por ese motivo, toda revolución que no prevea esta reacción seriamente y no actúe en consecuencia contra ella, está abocada al fracaso. Seguramente aquí pecó la Comuna de ingenuidad, pese a no ser tan incauta como para caer en la trampa de la entrega de las armas que solicitaba el antiguo gobierno y sus dirigentes.
Un error común de los trabajadores consiste en ser excesivamente benévolos o magnánimos, cuando las clases dirigentes que los explotaban no tenían ni tendrán estos escrúpulos, con lo que están jugando en desventaja y finalmente pierden.
Por ello, tras una revolución, si esta quiere cuajar, a la clase dirigente se la debe poner en su lugar, se la debe poner a trabajar con los demás y eliminarles todos los privilegios, además de hacerles saber que tienen una deuda pendiente con esa sociedad que tendrán que devolver.
Una vez se establece una sociedad sin clases y estos antiguos dirigentes quedan mal vistos como un mal ejemplo, entonces, si se mantiene este trabajo de justicia social, se podrá tener una sociedad con justicia y paz.
Si no se hace esto y la habitualmente denominada como burguesía, las clases dirigentes privilegiadas, mantienen su poder económico e incluso político, estos atacarán al nuevo orden social para destruirlo y lo harán sin la menor de las piedades, con crueldad y si triunfan con unos resultados trágicos para la población.
Ejemplos de esto que acabo de decir son fáciles de encontrar, pues abundan: la misma Comuna de París del siglo XIX, el Chile de Salvador Allende de 1973 o la misma España de comienzos del siglo XX, que pese a no llevar a cabo sino unos cambios en el plano político fue atacada con despiadado ensañamiento por las clases privilegiadas.
En esta situación de ataque violento, chantaje y campañas de difamación están ahora países como Venezuela o Ecuador, sistemas que mantienen prácticamente todo el privilegio y poder de las que han sido y son sus clases explotadoras y así, tarde o temprano, son vulnerables de nuevo a ser sometidas y llevarlas de nuevo a la dictadura de esas clases dirigentes que bien conocen.
La Comuna de París falló en el control de sus antiguos dirigentes y grandes propietarios y no expropió a estos explotadores, dejando por ejemplo los bancos sin ser incautados.
Esto dio lugar y posibilidad a la reacción, uniéndose las clases dirigentes locales con las extranjeras, presuntos enemigos antes, para destruir al temor que tenían a la clase obrera.
En este sentido la experiencia española de la Guerra Civil de 1936 es similar, pues fue una guerra de clases contra la propia población, especialmente los trabajadores, por parte de los grandes propietarios en colaboración con los ejércitos y fuerzas exteriores.
Esto nos debe hacer pensar que las exaltaciones patrióticas de un bien y un interés común suelen ser falaces, pues mientras haya unas clases dirigentes que vivan de la explotación y abuso de sus congéneres, no puede haber tal interés común.
Como efectivamente se vio en España y en la misma Comuna. Comuna que al principio también cayó en el error de este fervor patriótico, restándole un tiempo y unas fuerzas vitales para su supervivencia.
Sin embargo, la Comuna hizo cosas realmente importantes e imprescindibles para haber triunfado:
- Sustituir el ejército, al servicio de los grandes propietarios, por el pueblo armado. Algo esto capital para mantener un sistema con justicia social y sin explotación. Pues unos trabajadores desorganizados y desarmados son fácilmente sometibles.
Aspecto este que nos debe hacer recapacitar sobre la propaganda con que nos saturan tantas veces los medios de comunicación, en manos del poder económico y político, sobre que las armas son un peligro y un mal para la sociedad. No lo son en las manos adecuadas.
- Rompió el sistema estatal que servía al antiguo orden y lo reemplazó por otro que servía al pueblo. Con unos funcionarios sin privilegios, revocables y cobrando lo mismo que un trabajador. Asunto este también fundamental para que no se vuelva al estado y situación anterior de privilegio y desigualdades.
- Además, entre otras cosas, se comenzó a socializar los bienes de producción, dejando las fábricas y talleres en manos de cooperativas de trabajadores; se eliminaron deudas del sistema anterior; se eliminaron los privilegios de la Iglesia, de modo que no pudiese actuar como habitualmente actúa en beneficio de los antiguos privilegiados; y se llevaron a cabo mejoras sociales para que la gente pudiese comenzar a vivir de una forma digna.
Como acertadamente indicaba Lenin:
La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa el proletariado mundial.
Y en este sentido es inmortal. 1
1. Marx, Engels, Lenin. La Comuna de París. Akal, 2013. p.113.
Imagen tomada de: http://revistafill.cl/la-comuna-de-paris-los-precursores-de-una-nueva-sociedad-2/