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Donald Trump es un hombre astuto que sabe perfectamente lo que hace, su experiencia en el manejo de las audiencias, su arrogancia y falta de temor producto del poder que le confiere su millonaria fortuna, lo hacen sentirse invulnerable y seguro que sus diatribas anti-mexicanas impactan esas zonas sensitivas de la conciencia colectiva, no solo del electorado republicano, sino también de grandes segmentos de la población estadounidense que comparten esos sentimientos denigrantes dirigidos hacia aquellos grupos percibidos como seres inferiores y portadores de una infinidad de males que amenazan su seguridad y existencia.

Mucha gente se ha escandalizado y sentido ofendida por las declaraciones derogatorias y xenófobas vertidas contra los mexicanos por Donald Trump, pero también muchas más se han sentido identificadas e incluso las han celebrado, a tal grado, que el célebre magnate del entretenimiento que aspira a la candidatura presidencial por el Partido Republicano, se ha posicionado muy alto en las preferencias de los electores de ese partido.

 Esto en vez de causar alarma, sirve para confirmar, una vez más, que los sentimientos xenófobos y el racismo están muy bien, vivitos y coleando, y siempre presente en todas sus modalidades, en la supuesta sociedad post racial norteamericana.

En realidad las declaraciones de Trump no deberían sorprender a nadie, sobre todos aquellos familiarizados con esta tradición muy recurrente entre los políticos norteamericanos y otras personalidades, que una y otra vez acuden a los estereotipos y los prejuicios raciales como una fórmula muy beneficiosa para ganar notoriedad en cada temporada de elecciones, donde el tema de los inmigrantes indocumentados es elevado a la categoría de crisis existencial que amenaza el “american way of life”.

 Desafortunadamente nunca falta alguien que explote esta situación y en esta ocasión es el turno del despreciable multimillonario de los bienes raíces y del espectáculo quien está declarando el inicio de la actual temporada de caza.

Donald Trump, el aprendiz de político y aspirante a ocupar el cargo de comandante en jefe en la Casa Blanca -en el futuro Casa Trump- es ante todo un hipócrita y un oportunista a quien le importa un pepino la inmigración indocumentada. Cuando se trata de sus negocios de construcción no le importa que sus empleados sean mano de obra ilegal barata, negocios son negocios, es su mantra como todos los capitalistas explotadores.

 En 1999 cuando coqueteaba con la nominación a candidato presidencial por el Partido de la Reforma (fundado por el millonario Ross Perot), Trump predicaba la tolerancia en oposición a Pat Buchanan, su rival que también buscaba la nominación presidencial por el mismo partido y había hecho declaraciones consideradas antisemitas y antiinmigrantes. 

En ese entonces Buchanan hacía mención del “asesino de las vías del tren” y otros criminales procedentes de México. Decía Buchanan que otros políticos tenían temor que “si hablan en contra de la inmigración ilegal y de los crímenes que están siendo cometidos, de repente, podrían ser considerados insensibles, o dicen ellos, ‘podríamos perder el voto hispano’”.

En aquellos días, D. Trump emitió una declaración indicando que detestaba la intolerancia porque en Nueva York, “una ciudad con diversidad de razas, religiones y personas, he aprendido a trabajar con mi prójimo”. Refiriéndose a Buchanan, Trump dijo, “él parece ser un racista”. Irónicamente, ahora es Trump, quien haciendo gala de su hipocresía, oportunismo y racismo despotrica en contra de los mexicanos y latinos en general, acusándolos de violadores y asesinos. Teniendo en cuenta la audiencia a la que van dirigidas esas declaraciones xenófobas y la catadura moral de sus contrincantes en el campo de las primarias republicanas, ese giro es apenas sorprendente.

Entre los contendientes en el partido Republicano, Donald Trump no es el único que cobija ese tipo de sentimientos antiinmigrantes. Scott Walker habla a cerca de la auto deportación; Lindsey Graham habla de eliminar el derecho a la ciudadanía de los hijos de padres indocumentados nacidos en Estados Unidos; Ben Carson culpa en parte a los ilegales por el brote de sarampión; Rand Paul señala como infractores de la ley a aquellos que cuando niños fueron traídos ilegalmente a los EE.UU; Ted Cruz ha elogiado a Trump. Incluso supuestos moderados como Jeb Bush y Marco Rubio han endurecido sus posiciones antiinmigrantes. 

Además, la posición xenófoba de Trump semeja la de otras personalidades del partido Republicano, como la gobernadora de Arizona, Jan Brewer y otros republicanos quienes durante la virulenta campaña antiinmigrante del 2010 en ese Estado fronterizo, se referían a los inmigrantes indocumentados como la fuente de decapitamientos, secuestros y el asesinato de policías.

Resulta entonces una desfachatez que dentro del partido Republicano quieran ahora defenestrar a Trump porque, según sus dirigentes, sus opiniones no representan las de esa organización, cuando es evidente que sus acciones están en consonancia con la línea de actuación del partido del elefante. 

Recientemente mientras se encontraba en Nuevo Laredo, Texas, haciendo el papel de miliciano antiinmigrante, 235 congresistas republicanos de la Cámara Baja, votaron a favor de aprobar una medida (Enforce the Law for Sanctuary Cities Act) contra las ciudades santuarios que suprime los fondos federales a ciudades y jurisdicciones que se nieguen a cooperar con los agentes de inmigración, esto a pesar del hecho de que las ciudades santuarios son más seguras que otras y a pesar del hecho que los inmigrantes son probablemente menos inclinados a cometer crímenes que los estadounidenses. 

Los demócratas han denominado esa iniciativa, la “Ley Donald Trump”.

Donald Trump es un falso, un hipócrita consumado, pero no es un estúpido o un simple bufón como quieren presentarlo quienes pretenden descalificarlo, todo lo contrario, es un hombre astuto que sabe perfectamente lo que hace, su experiencia en el manejo de las audiencias, su arrogancia y falta de temor producto del poder que le confiere su millonaria fortuna, lo hacen sentirse invulnerable y seguro que sus diatribas antimexicanas impactan esas zonas sensitivas de la conciencia colectiva, no solo del electorado republicano, sino también de grandes segmentos de la población estadounidense que comparten esos sentimientos denigrantes dirigidos hacia aquellos grupos percibidos como seres inferiores y portadores de una infinidad de males que amenazan su seguridad y existencia.

 Dicho de otra manera Donald Trump, es el espejo en el cual se ve reflejado, no solo el partido Republicano, sino también la gran mayoría de la sociedad norteamericana. De no ser así, entonces como se explicaría su enorme popularidad en todas las encuestas de opinión.

Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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