El problema no es que haya o no haya trabajadores o precarios. Ambos siempre los ha habido, debido a que tanto en el siglo II a. C. como en el siglo XXI, el trabajador ha sido y siempre será precario. Se llame como se llame.
Por otro lado, al parecer, como estos precarios del siglo XXI ya no son trabajadores, sus métodos de lucha están anticuados, y ya no sirven, a pesar de que lo contradigan algunos ejemplos que veremos a continuación.
“Hace una década, los limpiadores de Los Ángeles lideraron un renacimiento laboral, demostrando que los sindicatos podrían ser relevantes para una fuerza de trabajo inmigrante, subcontratada y mal pagada” Justice for Janitors Campaign.
En la presente década, se ha generalizado entre los intelectuales y politólogos de todo el mundo la revisión de determinados conceptos que precían estar asumidos desde el siglo XIX, con todas las actualizaciones y modernizaciones lógicas propias del avance de los años.
No obstante, según las últimas teorizaciones y propuestas políticas derivadas de la postmodernidad, parece que hay determinados conceptos que, o bien no quedan claros, o bien son sometidos a una profunda revitalización. El nexo de unión de estas nuevas corrientes reformadoras y de las críticas que realizan en nuestro país, si bien vienen de lejos, parece haberse ubicado en determinados intelectuales de la izquierda postmoderna, vinculados a determinados formaciones políticas alternativas y a los departamentos de ciencias políticas de ciertas universidades madrileñas.
Una crítica que ha pasado durante los últimos tres o cuatro años por levantar la voz contra las formas clásicas de organización de la clase trabajadora, como son los partidos y los sindicatos obreros, argumentando que éstas ya son formas caducas de organización que, además, no representan a una, según ellos, inexistente clase trabajadora como la hemos venido entendiendo en estos dos últimos siglos.
Un ejemplo de esta nueva corriente ideológica renovadora, y que en parte abrió una nueva forma de conceptualizar a los nuevos actores políticos, fue el polémico artículo publicado en el diario Público el 8 de julio de 2013, titulado “¿Quiénes son los de abajo?” del profesor universitario Pablo Iglesias Turrión, actual secretario general del partido político Podemos, que, aunque con ideas interesantes, presenta algunas conclusiones confusas.
Iglesias, basándose en ideas adquiridas después de años de formación e investigación universitaria y en otras que adquiere de textos como el libro de Owen Jones, "Chavs", sugiere que ya no existe una clase obrera tradicional, que ha pasado a ser sustituida por los “precarios”, pasando a encontrarnos actualmente en una nueva categorización o fase del capitalismo que podríamos considerar el “precariado post-industrial” basado en una suerte de trabajadores inestables, mal pagados, precarios y poco cualificadas (reponedore/as, limpiadore/as, cajero/as…) que son hegemónicos en esta sociedad postindustrial en la que vivimos y que caracterizan un nuevo modo de producción especifico dentro del sistema capitalista.
Al parecer, según estos nuevos intelectuales, al no existir ya la figura del trabajador tradicional, si no el “precario”, éste, ante su nueva situación, ya no encuentra condiciones favorables para afiliarse a sindicatos y partidos obreros que, precisamente por eso, son ya fórmulas caducas para ellos. Estas nuevas teorizaciones, por tanto, afirman que el trabajador precario como tal, o bien sólo ha existido en los últimos 20-30 años, o al menos ahora es mayoritario y por ello debe caracterizar un nuevo tipo de sociedad, novedosa y propia del siglo XXI, y necesitada de unas nuevas formas de organización que ellos nos ofrecen, a pesar de que los archivos históricos parecen contradecir estas afirmaciones.
Un ejemplo de ello, buceando por la historiografía británica relacionada con los tejedores e hiladores del barrio de Spitalfields del Este de Londres en el siglo XVII, sería un pequeño texto escrito por el activista Isaac Ashley, en el que se describe a una hegemónica mano de obra mal pagada, en condiciones pésimas y muchas veces con trabajos alternos, interrumpidos u ocasionales, definición que podría pasar perfectamente con las actuales definiciones del precariado del siglo XXI, a pesar de ser común ya en la época pre-industrial, y un siglo antes de que surgiera el capitalismo.
Definitivamente, este tipo de “precarios” no son nada nuevo en la historia moderna. Podríamos encontrar otros ejemplos algo más cercanos a nuestra historia, como el caso de los motines de subsistencia y revueltas protagonizados en los siglos XVII-XVIII por el pueblo llano madrileño, como los Motines de Oropesa y Esquilache, tan perfectamente descritos por los historiadores Teófanes Egido, y José Miguel López García, y en los que se menciona a una mayoritaria clase urbana precaria, con trabajos ocasionales e inestables, y salarios ínfimos.
Y es que, al parecer, la figura del precario está en el ADN de la historia de la humanidad, remontándonos incluso a la época esclavista. Ya en la primera huelga de la historia de la humanidad de la que queda constancia escrita, localizada en el Egipto faraónico del año 1166 a.C., los huelguistas protestaban contra sus precarias condiciones de trabajo y vida. Parece, pues, que la figura del precario no es algo ni innovador ni ajeno en los diferentes modos de producción a lo largo de la historia de la humanidad, como ciertos sectores intelectuales parecen sugerir, con la obvia intención de validar sus nuevas propuestas y programas políticos. Ni si quiera los lugares de trabajo de estos trabajadores precarios son nuevos (hogares domésticos, comercios, almacenes…) puesto que ya experimentaban en la época proto industrial estas condiciones laborales.
El problema no es que haya o no haya trabajadores o precarios. Ambos siempre los ha habido, deido a que tanto en el siglo II a. C. como en el siglo XXI, el trabajador ha sido y siempre será precario. Se llame como se llame. Por otro lado, al parecer, como estos precarios del siglo XXI ya no son trabajadores, sus métodos de lucha están anticuados, y ya no sirven, a pesar de que lo contradigan algunos ejemplos que veremos a continuación.
El primer gran ejemplo de estas formas de lucha tradicionales vinculadas con el precariado tiene que ver con la cita que encabeza el artículo. Para ilustrarlo, resultaría recomendable ver la obra de Ken Loach, “Bread and Roses”, sobre la huelga de los limpiadores de Los Ángeles (EEUU) de 1987 al 2000. Unos trabajadores típicamente precarios que debían hacer casi de todo (limpieza, mantenimiento, vigilancia…) en edificios y oficinas, por salarios miserables, muchas veces por debajo de lo legal, con mano de obra inmigrante, sin papeles, y trabajando en un horario variable cada semana.
Estos inmigrantes tomaron la determinación de afiliarse a un sindicato local, el Service Employees International Union-SEIU para organizarse y defender sus derechos (entre ellos, el de estar legalmente sindicados) y después de varios años de lucha, con decenas de trabajadores precarios despedidos y agresiones policiales de todo tipo, consiguieron readmisiones, aumentos salariales, y mejores condiciones laborales, concienciado a miles de trabajadores precarios como ellos en todo el país. Pero vemos que, en pleno siglo XXI, muchos otros trabajadores precarios siguen el mismo ejemplo, lejos de ser algo con tendencia a ir desapareciendo con la nueva fase post-industrial del capitalismo.
Asi, actualmente en el Reino Unido, sindicatos como UNITE, UNISON, o IWW, nutren sus filas de trabajadores precarios (la mayor parte inmigrantes latinoamericanos o de la Europa del este, encuadrados dentro del sector de la limpieza) y desde hace más de dos décadas, no han dejado de participar en huelgas, piquetes sindicales y movilizaciones diarias hasta lograr mejorar sus condiciones de vida, alcanzar el mínimo básico vital (living wage) y concienciar a sus compañeros, e incluso organizarse para ofrecer asesoría laboral gratuita, enseñar el idioma y organizar proyecciones y debates sobre su condición de clase.
En España, en los últimos años, hemos tenido y de hecho seguimos teniendo ejemplos similares entre los sectores más explotados y a menudo precarios de la clase trabajadora. Recordamos el caso de los trabajadores del almacén IKEA de Barakaldo que hace dos años organizaron huelgas sindicales para luchar contra los abusos y la precariedad laboral que sufrían, o la huelga de los informáticos (todo un ejemplo perfecto del nuevo precario de la era postindustrial) de HP en todo el estado español, organizados en los grandes sindicatos de masas contra las precarias condiciones laborales y míseros salarios, o también en los últimos años la lucha que las y los empleados de los grandes almacenes (reponedores, cajeros…) llevan librando en los centros comerciales de todo Madrid (y liderado especialmente por las trabajadoras de Alcampo-Alcobendas), contra la apertura de centros comerciales en domingos y festivos, y para tratar de conciliar su vida laboral y personal, también organizados en los grandes sindicatos de masas.
Actualmente, los conflictos laborales de Telefónica Movistar, Phone House, Bankia, Indra, Coca Cola (organizados algunos de ellos y apoyados por partidos y sindicatos obreros), Bomberos, KoolAir, Panrico, Correos, Futbol Manía, y el célebre conflicto de Madrid Río, muchos de ellos apoyados y organizados en torno a sindicatos obreros de clase, ejemplifican hasta que punto las formas tradicionales de lucha no sólo no han sido abandonadas por el precariado, si no que están de máxima actualidad, y en casos como los de Coca Cola y Madrid Río se han demostrado exitosos, teniendo sus empleadores que sufrir el varapalo de ser sancionados por los tribunales laborales.
A nivel internacional, los conflictos que vienen desarrollando desde hace dos años los trabajadores de los restaurantes McDonald’s, Burger King y Wendy’s en Nueva York (otro prototipo de nuevo precario postindustrial), poniéndose en huelga en demanda del derecho de sindicalizarse, el auge del salario mínimo y el fin de las prácticas laborales abusivas, evidencian esta misma realidad en todo el mundo.
Obviamente no todos los trabajadores precarios (ni los no precarios) llevan a cabo una lucha militante y concienciada en sus centros de trabajao, pero al menos queda claro que muchos de ellos, cada vez más se mueven, muestran interés en los sindicatos de clase y combativos, y al menos fuera de su trabajo se organizan en las formas clásicas de lucha de los trabajadores para pelear por sus derechos, en pleno siglo XXI.
No sabemos si este precariado es o no es la vanguardia de las luchas obreras y políticas, o si lo son los mineros y obreros industriales que siguen siendo los únicos que logran un 100% de movilización cada vez que hay una huelga general, y siguen siendo los únicos que son capaces de movilizar a la izquierda de todo el país, como pudimos ver en la Marcha del Carbón del año 2012.
No sabemos tampoco si para la nueva corriente de intelectuales postmodernos, todos estos ejemplos de lucha precaria y obrera supone o no un ejemplo de movilización, pero lo cierto es que, guste o no, es lo poco que en este país aún sigue moviendo a la izquierda masivamente a invadir las calles.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.