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Los jóvenes iraquíes consideran el suicidio como una vía de escape


La tasa de suicidios, un fenómeno antes poco conocido en Iraq, está aumentando ya que los jóvenes se quitan la vida, desesperados con pocas razones por las que vivir. 

Amnistía Internacional detallaba en un informe reciente decenas de historias trágicas de mujeres y chicas que decidían suicidarse para huir de la brutalidad de grupo del Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés, antes ISIS), ya que sus miembros crean estragos en amplias franjas de Iraq, capturan a mujeres y niñas, especialmente de minorías religiosas, y las venden en matrimonios forzados y como esclavas.

El informe Escape from hell: Torture, sexual slavery in Islamic State captivity in Iraq [Huir del infierno: tortura, esclavitud sexual en cautividad del Estado Islámico en Iraq] era un documento profundamente inquietante sobre la miseria humana. Por desgracia, no es sino la punta del iceberg en Iraq donde la cantidad de suicidios, anteriormente un fenómeno raro, se ha disparado desde que fue “liberado” por la “Coalición de Voluntades” encabezada por Estados Unidos en 2003.

La tasa de suicidios está aumentando especialmente entre los y las jóvenes iraquíes de todo el país, ya sea en zonas controladas por el IS o en las relativamente estables provincias del sur o Bagdad. Este fenómeno solía estar confinado a las zonas kurdas del norte, donde la autoinmolación era frecuente entre las jóvenes kurdas que trataban de huir de la violencia de género y de la práctica del matrimonio acordado en chicas muy jóvenes.

Según el ministro de Derechos Humanos del Gobierno Regional Kurdo, en 2010 hubo más de 3.700 casos de compromisos matrimoniales de niñas en las cinco regiones del Kurdistán iraquí. Este es un fenómeno predominantemente rural, frecuente en zonas donde siguen dominando las prácticas tribales tradicionales. En las economías neoliberales de las grandes ciudades del Kurdistán de hoy, el rápido cambio en el papel y el estatus de la mujer en la sociedad ha mejorado las consecuencias de algunas de estas prácticas, pero también ha escandalizado a los kurdos conservadores. Ahí están disminuyendo los casos de matrimonios acordados en chicas muy jóvenes. En todas partes se considera la causa principal de suicidio entre las mujeres y chicas jóvenes.

Con todos, algunos de los 10.000 casos de autoinmolación documentados en las zonas kurdas de Iraq entre 1991 y 2010 puede que no sean en absoluto suicidios. También son muy frecuentes los llamados crímenes de “honor” y las autoridades kurdas tratan cada vez más de tomar medidas en contra de esos crímenes. Las organizaciones internacionales de derechos humanos creen que es probable que varios casos que se habían considerado suicidio por autoinmolación sean asesinatos de “honor” disfrazados de autoinmolación.

Un fenómeno creciente 

Pero el Kurdistán no es la única zona afectada por una alta tasa de suicidios. En el resto de Iraq están aumentando los suicidios, especialmente entre los y las jóvenes, que conforman una tercera parte de la población. El suicidio es un fenómeno que anteriormente era casi desconocido en Iraq y que tras la “liberación” del país en 2003 ha conocido un repentino y significativo aumento.

Uno de los primeros casos documentados ocurrió en Bagdad en septiembre de 2003 cuando Maqdad al-Duhaimi, un joven de 19 años que se había casado un mes antes, tomó un rifle, lo apuntó contra su cabeza y disparó. Duhaimi servía en el ejército iraquí antes de la invasión. Después de que el jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición Paul Bremer desmantelara el ejército iraquí Maqdad empezó a vender refrescos en la calle para mantener a su joven esposa, Hanah. Al parecer la vergüenza de no poder apenas ganarse la vida para mantener a su mujer le empujó a quitarse la vida.


Otros dos casos bien documentados incluyeron este año a un policía y a una madre joven. Tras recibir la orden de luchar en Ramadi, en la provincia de Anbar, en junio, el oficial de policía Saad Aziz llamó a su familia y después se pegó un tiro. Y una madre joven de 20 años originaria de Najaf, al sur de Bagad, se prendió fuego y murió en marzo tras haber sido golpeada por su marido. 

Desde el suicidio de Duhaimi ha habido un fuerte aumento de la cantidad de suicidios en Iraq. Según la Comisión Iraquí de Derechos Humanos (IHRC, por sus siglas en inglés), en 2013 se documentaron 439 casos de suicidio en Iraq, lo que supone un aumento del 60% (excluyendo el Kurdistán iraquí) respecto a 2012. 

La mayoría de quienes se suicidaron (empleando métodos que van de la autoinmolación y ahorcarse al envenenamiento) eran jóvenes. El provincia de Dhi Qar, en el sur de Iraq, registró la mayor incidencia de suicidios con 119 casos. Por otra parte, es probable que estas cifras no reflejen la gravedad del problema. A causa del estigma social y de los tabúes religiosos, se puede asegurar que no se ha informado de muchos suicidios e intentos de suicidio, de los que carecemos de datos.

Muchas de las causas se pueden relacionar con las desesperadas circunstancias económicas en las que se encuentran muchos iraquíes. Con una pobreza generalizada, una fortísima tasa de paro y ningún tipo de progreso hacia ideas tan elevadas como la “libertad” y el ahora muy despreciado concepto de “democracia”, los y las jóvenes tienen pocas razones por las que ilusionarse.

Violencia y escape

Además de ello, la violencia es omnipresente. En un estudio de julio de 2014 presentado en el Congreso Mundial de Estudios sobre Oriente Próximo celebrado en Ankara el pasado mes de agosto, Ameel al-Shawi, del Colegio de Medicina de Iraq, concluía que con sus vidas cotidianas rodeadas de violencia y terrorismo más del 40% de los estudiantes universitarios iraquíes pensaban en la muerte como una vía de escape. El estudio (titulado The effect of violence on youth in Iraq [El efecto de la violencia en la juventud iraquí]) concluía que los y las jóvenes iraquíes consideran la muerte como una opción en sí misma, a diferencia de los jóvenes norteafricanos que arriesgan sus vidas tratando de atravesar el Mediterráneo y llegar a las costas europeas.

Existen otras vías de escape, como unirse a las cada vez más numerosas y cada vez más asesinas milicias, que se ocultan tras una bandera religiosa u otra, ya sea el llamamiento del grupo del Estado Islámico Sunní a la yihad global o la fatwa del Gran Ayatollah Chií Ali Sistani llamando a una “yihad justificada”. Puede que para los jóvenes esto no sea más que otra manera de suicidarse.

Mi generación creció creyendo que los iraquíes en general no consideran que el suicidio fuera una opción. Hasta al más bohemio de los poetas iraquíes, conocido por sus poemas morbosos y que buscaba el olvido por medio de la bebida, le habrían sorprendido los intelectuales occidentales que consdieran el suicidio con su escaso apego a la vida. En nuestra cultura es fundamental el ansia de vivir.

Una excepción fue Hayat Sharara, una brillante escritora y profesora que se suicidó con su hija en 1996 debido a una combinación de presión política nacional sobre los profesores y la brutalidad de las sanciones económicas internacionales vigentes en aquel momento. Describía estas sanciones de la siguiente manera: “El hambre camina por estas tierras como un monstruo gigante que destruye cuanto encuentra a su paso. Cuando abre la boca destroza el alma de la gente con sus fauces”.

“Bien, simplemente existimos”, concluía Hayat.

Esto ocurrió mucho antes del auge del IS y si este grupo ha recurrido a prácticas bárbaras para infundir miedo y terror a la población, eso no es sino un reflejo de lo que ya existía, una consecuencia de tres décadas de sanciones, de ocupación, tortura y terrorismo impuestos por Estados Unidos en contra del pueblo iraquí.

A juzgar por los gobiernos sectarios, corruptos y carentes de ley de los sucesivos regímenes iraquíes desde entonces, y la completa ausencia de una estrategia económica nacional que proporcione educación, empleo e iguales derechos a los ciudadanos, las futuras generaciones iraquíes también considerarán que el suicidio es una opción.


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