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De Bernstein y Kautsky a la teoría y práctica marxistas de Lenin

Eduard Bernstein y Karl Kautsky, dos revisionistas del marxismo.
El debate sobre la cuestión del Estado no perdió actualidad. Sigue motivando intensos debates ideológicos. 

Los defensores de la vía institucional rumbo al socialismo afirman que no es necesario destruir el Estado burgués, solamente transformarlo mediante reformas revolucionarias.

Miguel Urbano Rodrigues

Releí hace días textos de Eduard Bernstein y de Karl Kautsky. Fue un trabajo útil. El revisionismo de ambos ayuda a comprender luchas y desafíos del presente.

Bernstein inició la campaña. Veía en el marxismo solamente un método para estudiar problemas sociales y sostuvo que era posible llegar al socialismo sin revolución, mediante conquistas irreversibles de la clase obrera resultantes de reformas del capitalismo. 

Su famosa sentencia «El movimiento es todo, la meta final nada» motivó la réplica de Rosa Luxemburgo, para quien la meta, el socialismo, era todo.

En la socialdemocracia alemana, en ese tiempo marxista, las tesis del llamado «socialismo evolutivo» de Bernstein sembraron confusión, pero no recibieron inicialmente el apoyo de Kautsky.

El líder del Partido Social Demócrata (SPD) solamente cambió de posición en vísperas de la I Guerra Mundial.

Partido más votado en 1912, el SPD dio entonces un giro a la derecha. Kautsky, al empezar la guerra imperialista, decidió apoyar a la burguesía alemana. Eso lo hizo blanco de una crítica devastadora de Lenin. El revolucionario ruso, que en su juventud lo había admirado, pasó a identificar en el «un renegado».

La polémica que en la época dividió el SPD tuvo por palanca la cuestión del Estado.

Para Kautsky el Estado era una máquina que, aun en manos de la clase dominante, sería conquistada por el proletariado.

¿Para qué destruir el estado burgués -argumentaba- si durante la lucha pasaría a manos de la clase obrera?

Partiendo de Marx, la posición de Lenin era antagónica*.

En su libro El Estado y la Revolución, escrito en dos meses en Finlandia, después de las Jornadas de julio, el gran revolucionario fustigó a Kautsky.

 Las tesis del dirigente del SPD conducirían, si fueran aplicadas, a la integración gradual de las organizaciones obreras en el sistema del mecanismo capitalista.

Kautsky, citando fuera del contexto la hipótesis formulada por Marx de que en Inglaterra, excepcionalmente, los trabajadores podrían llegar al poder por vía pacífica, defendió con Bernstein una estrategia según la cual la revolución ya no era necesaria para la toma del poder.

Como afirmó Bujarin, un sector amplio de la socialdemocracia alemana utilizaba aún «una fraseología marxista, una capa verbal marxista, pero ya sin ningún contenido marxista».

Transcurrido un siglo, y desaparecida la URSS, la ofensiva revisionista se repite con un lenguaje diferente. 

El Partido de la Izquierda Europea (PIE), que reúne a la mayoría de los partidos comunistas del continente, invoca también a Marx, pero su ideología es -como ocurría con la socialdemocracia alemana- inseparable de una práctica oportunista.

La burguesía europea reaccionó con simpatía a la formación del PIE. Identificó en él, desde el inicio, un instrumento de neutralización de la combatividad de la clase obrera.

En el plano internacional las posiciones que viene asumiendo son también muy negativas. 

Sus dirigentes, ante las críticas de organizaciones que responsabilizan a los partidos del PIE por la crisis del movimiento comunista internacional, contestan que el mundo cambió profundamente desde la época en que Marx escribió El Capital. 

Según ellos colocar la cuestión de la vía para el socialismo y la temática del Estado recurriendo a textos suyos es negar la propia esencia del marxismo.

De la argumentación de esos revisionistas se trasparenta desconocimiento del marxismo.

El marxismo no es solamente una metodología científica creada para la transformación del mundo; es simultáneamente el instrumento indispensable para alcanzar ese objetivo revolucionario.

Precisamente por haber comprendido que el marxismo no era una ideología estática, sino dinámica, Lenin supo extraer las lecciones implícitas en las profundas alteraciones que el capitalismo presentaba en el inicio del siglo XX. 

La creación del partido de nuevo tipo, el bolchevique, fue una de ellas, desde luego decisiva para la victoria de la revolución rusa de octubre de 1917.

En vida de Marx el capitalismo tradicional, de Adam Smith y Ricardo, no evolucionaba todavía hacia lo que Lenin definió en su libro como «imperialismo, estadio superior del capitalismo».

 Solamente a fines del siglo XIX el colonialismo asumió un papel decisivo en las estrategias imperialistas.

El leninismo, hijo del marxismo, no habría sido posible si su creador, además de notable estratega, no fuera también un táctico atento a todos los aspectos innovadores de las sociedades del comienzo del siglo XX.

«En gran parte -advirtió- los errores resultan de un hecho: las palabras de orden, las iniciativas que eran totalmente correctas en determinado periodo histórico y determinada situación, son mecánicamente transferidas a otro contexto histórico para otra situación con otra relación de fuerzas».

Lenin concluía de eso que era necesario plantear cuestiones que «permitiesen una síntesis de la destrucción de lo antiguo y de la construcción de lo nuevo, una síntesis de esos aspectos en un todo nuevo».

La obra teórica de Lenin tiene para los comunistas una importancia que aumenta a cada año.

 La derrota transitoria del socialismo no disminuye su significado.

Ella nos ayuda a establecer puentes entre el tacticismo capitulador de los revisionistas de inicios del siglo XX y las opciones ideológicas y el discurso político de los oportunistas del Partido de la Izquierda Europea que, enmascarados de marxistas, son hoy instrumento inconsciente de las clases dominantes y del imperialismo.

* El debate sobre la cuestión del Estado no perdió actualidad. 

Sigue motivando intensos debates ideológicos. Los defensores de la vía institucional rumbo al socialismo afirman que no es necesario destruir el Estado burgués, solamente transformarlo mediante reformas revolucionarias.

Pero la vía llamada pacífica no fue hasta hoy exitosa en ningún país.

En el Chile de la Unidad Popular cuando dos partidos marxistas, el Socialista de Allende y el Comunista, llegaron al gobierno por vía electoral, un golpe militar sangriento puso término a la experiencia.

En la Venezuela bolivariana el contexto es diferente.

 El gobierno de Chávez, con el apoyo del Ejército, hizo cambios muy positivos en la sociedad.

 Pero Venezuela sigue siendo un país capitalista. 

Con Maduro el futuro inmediato se presenta cargado de amenazas.

 Lo mismo ocurre en Bolivia.

Serpa, 2 de enero de 2015

Traducido por el autor. Revisado por lahaine.org

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