ANDREW G. MARSHALL – En su reunión anual de miles de destacados oligarcas financieros, corporativos, políticos y sociales en Davos, Suiza, el Foro Económico Mundial (FEM) ha mostrado mucho interés en los últimos años en la discusión del potencial de agitación social como resultado de la desigualdad masiva y la pobreza.
Un informe del FEM publicado en noviembre de 2013 advirtió que una “generación perdida” de jóvenes desempleados en Europa podría poner por los suelos la Eurozona. Uno de los autores del informe, Director Ejecutivo de Infosys, comentó que “a menos que encaremos el desempleo crónico veremos una escalada en el malestar social”, y señaló que especialmente la juventud “necesita ser empleada productivamente, o veremos un aumento en las tasas de criminalidad, un estancamiento de las economías y el deterioro de nuestro tejido social”. El informe agrega: “Una generación que comienza su carrera en total desesperanza será más propensa a políticas populistas y carecerá de las habilidades fundamentales que se desarrollan temprano en sus carreras”.
En breve, si la clase dirigente global –conocida afectuosamente como Clase de Davos– no encuentra rápidamente modos de acomodar a los crecientemente desocupados del continente y la juventud “perdida”, esa gente se volverá potencialmente hacia “políticas populistas” de resistencia que cuestionan directamente el orden político y económico global. Para los individuos e intereses representados en el Foro Económico Mundial, esto plantea una amenaza monumental y, crecientemente, existencial.
El Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial para 2013-2014, titulado “Evaluando la competitividad sustentable de las naciones”, señaló que la crisis financiera global y sus secuelas “sacaron a la luz tensiones sociales” ya que el crecimiento económico no se tradujo en beneficios positivos para gran parte o la mayoría de la población del planeta. Citando la Primavera Árabe, el creciente desempleo en las economías occidentales, y el aumento de la desigualdad en los ingresos, hubo un creciente reconocimiento de que podía generarse una peligrosa agitación. El informe señaló: “La disminución de las perspectivas económicas, combinadas a veces con la demanda de más participación política, también ha generado protestas en diversos países incluyendo, por ejemplo, los recientes eventos en Brasil y Turquía”.
El informe del FEM mencionó que “si se siente que los beneficios económicos son desigualmente redistribuidos dentro de una sociedad”, esto podría conducir frecuentemente a “disturbios o descontento social” como las revueltas de la Primavera Árabe, protestas en Brasil, el movimiento Ocupa Wall Street, y otros ejemplos recientes. El informe concluyó que numerosas naciones corrían un riesgo especialmente elevado de descontento social, incluyendo China, Indonesia, Turquía, Sudáfrica, Brasil, India, Perú y Rusia, entre otras.
A principios de 2014, el Foro Económico Mundial publicó la 9ª edición de su informe de Riesgos Globales, para informar el debate, discusión y planificación de asistentes e invitados en la reunión anual del FEM en Davos. El informe fue producido con la activa cooperación de importantes universidades y corporaciones financieras, incluyendo Marsh & McLennan Companies, Swiss Re, Zurich Insurance Group, Universidad Nacional de Singapur, Universidad de Oxford, y Centro Wharton Risk de Procesos de Management y Decisión de la Universidad de Pensilvania. Incluyó un amplio estudio realizado en un esfuerzo por evaluar los mayores riesgos percibidos para el orden global sobre el cual reposa la Clase de Davos.
El informe señaló que los riesgos “más interconectados” eran crisis fiscales, desempleo estructural y subempleo, todos los cuales se vinculan con la “creciente desigualdad de los ingresos e inestabilidad política y social”. La joven generación que crece ahora globalmente, señaló el FEM, “enfrenta alto desempleo y situaciones precarias de empleo, que obstaculizan sus esfuerzos por construir un futuro y elevan el riesgo de malestar social”. Esta “generación perdida” enfrenta no solo alto desempleo y subempleo, sino también grandes desafíos educacionales ya que “la educación superior tradicional es cada vez más costosa y su rendimiento más dudoso”.
Percibiendo las innovaciones y habilidades de la actual generación que posibilitan el crecimiento, el Foro señaló:
“En general, la mentalidad de esta generación es realista, adaptable y versátil. La tecnología inteligencia y los medios sociales proveen nuevas maneras de conectar rápidamente, construir comunidades, expresar opinión y ejercer presión política… [La juventud está] llena de ambición de hacer que el mundo sea un lugar mejor, pero se siente desconectada de la política y el gobierno tradicionales – una combinación que presenta un desafío y una oportunidad al encarar los riesgos globales.”
El informe Riesgos Globales 2014 citó un estudio de opinión global sobre la “percepción, las prioridades y valores de la juventud global,” a la cual los autores se refieren como “generación perdida”. Esta generación, señala, el estudio “piensa independientemente sobre este sistema básico de último recurso de la generación anterior – gobiernos que proveen una red de seguridad”, lo que “apunta a una desconfianza más amplia hacia las autoridades e instituciones”. El “modo de pensar” de la juventud actual ha sido conformado adicionalmente por las repercusiones y fallas aparentes del enfrentamiento de la crisis financiera global, así como las crecientes revelaciones sobre la realización de masivo espionaje digital por las agencias de inteligencia de EE.UU. Para una generación movilizada en gran parte por los medios sociales, el espionaje en línea ha adquirido particular relevancia, ya que “la revolución digital le dio un acceso sin precedentes al conocimiento e información en todo el mundo”.
Las protestas y los movimientos contra la austeridad pudieron “dar la oportunidad de expresar una creciente desconfianza en los sistemas socioeconómicos y políticos actuales”, y la juventud representó una parte significativa en la “desilusión general sentida en muchas naciones con organismos regionales y globales de gobernanza como la UE y el Fondo Monetario Internacional”. La juventud “otorga menos importancia a partidos políticos y dirigencias tradicionalmente organizados”, lo que crea un importante “desafío para los que ocupan posiciones de autoridad en instituciones existentes” mientras tratan de “encontrar caminos para establecer contacto con la joven generación”, agrega el informe.
Según el Banco Mundial, más de un 25% de la juventud del mundo, o sea unos 300 millones de personas, “no tiene trabajo productivo”. Además, “un aumento demográfico juvenil sin precedentes está colocando a más de 120 millones de jóvenes adicionales en el mercado laboral cada año, sobre todo en el mundo en desarrollo”. Este hecho “amenaza con detener el progreso económico, creando un círculo vicioso de menos actividad económica y más desempleo”, que “aumenta el riesgo de malestar social creando una ‘generación perdida’ resentida que es vulnerable a ser llevada a movimientos criminales o extremistas”.
Señalando que más de 1.000 millones de personas viven actualmente en barrios bajos –una cantidad que ha estado aumentando continuamente a medida que crece la desigualdad en los ingresos– el informe declara que “esta población creciente de pobres urbanos es vulnerable al aumento de los precios de alimentos y a crisis económicas, planteando riesgos significativos de inestabilidad social crónica”. La creciente desigualdad de los ingresos es calificada ahora de “riesgo sistémico”, según el FEM. Y en una lúgubre admisión de esa institución que representa a los principales usureros del capitalismo global, el informe reconoce que la globalización “ha sido asociada con el aumento de la desigualdad entre y dentro de los países” y que “esos factores llevan a que los pobres en países pobres sean vulnerables a riesgos sistémicos”.
Las cuatro principales naciones del BRIC del mercado emergente, Brasil, Rusia, India y China “ahora cuentan entre las 10 mayores economías del mundo”. Pero lentas reformas políticas dentro de esos países, combinadas con choques económicos externos (como las crisis financieras causadas por naciones occidentales y sus instituciones corporativas) podrían agravar las “connotaciones existentes de malestar social”. Dentro de las naciones del BRIC y otras economías del mercado emergente, “descontento popular con el status quo ya es aparente entre las crecientes clases medias, jóvenes digitalmente conectados y grupos marginados”, sigue diciendo el informe. Colectivamente, esos grupos “quieren mejores servicios como ser servicio de salud, infraestructura, empleo y condiciones de trabajo”, así como “mayor responsabilización de funcionarios públicos, libertades civiles mejor protegidas y sistemas judiciales más equitativos”. Además, “la mayor concienciación pública de la corrupción generalizada ha aumentado las quejas populares”.
Brasil y Turquía han convertido los sistemas universales de salud en una obligación constitucional, lo que era una ambición declarada de otras naciones de los mercados emergentes como India, Indonesia y Sudáfrica. El que no se instauren esos sistemas de atención sanitaria “puede causar malestar social”, advirtió el FEM. La economista jefe del Foro Económico Mundial, Jennifer Blanke, declaró: “El mensaje de la Primavera Árabe, y de países como Brasil y Sudáfrica es que la gente no va a seguir aceptándolo”. David Cole, el funcionario jefe de riesgo del grupo de Swiss Re (una de las compañías que contribuyeron al informe del FEM) comentó: “Los miembros de la generación perdida no están perdidos porque han dejado de prestar atención. Están altamente sintonizados. Están perdidos porque han sido excluidos o están decidiendo que van a partir.”
El informe de Riesgo del Foro Económico Mundial para 2014 se preocupó primordialmente de la ruptura de estructuras sociales” y de “la disminución de la confianza en instituciones”. Advirtió de riesgos de “polarización ideológica, extremismo –particularmente de naturaleza religiosa o política– o conflictos dentro de los Estados como ser guerras civiles”. Todos estos temas se relacionan directamente “con el futuro de la juventud”.
Es una paradoja interesante que se vea la mayor amenaza para su poder ideológico y social en el “futuro de la juventud” cuando ya se ha descartado a la actual generación como “perdida”. Sin embargo, es un punto de vista compartido no solo por el Foro Económico Mundial sino, cada vez más, por otras poderosas instituciones que crean algo como una cámara de eco a través de los medios dominantes. El jefe del FEM ha advertido que el desempleo juvenil en las naciones pobres es “una especie de bomba de tiempo” y el jefe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió en 2011 que la “economía mundial” es incapaz de “asegurar un futuro para toda la juventud”, debilitando “familias, la cohesión social y la credibilidad de las políticas”. Aunque “ya hay revolución en el aire en algunos países”, como informó el Globe and Mail, las dobles crisis de desempleo y la pobreza son “combustible para el fuego”.
En abril de 2014, el Foro Económico Mundial sobre Latinoamérica informó que el desafío primordial para la región es “reducir la desigualdad”, señalando que entre 70 y 90 millones de personas en Latinoamérica entraron a lo que se refiere como “clases consumidoras”, o “clases medias”, durante la década anterior. Sin embargo, Marcelo Cortes Neri, Ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, explicó: “Cuando hablamos de clase media pensamos en la clase media de EE.UU., con dos coches y dos perros y una piscina. Esa no es la clase media latinoamericana o la clase media del mundo.”
Agregó que la así llamada “clase media” emergente en Latinoamérica y en otros sitios “podría convertirse en un problema para la gobernanza”, comentando: “Son los que presionan por mejores niveles de educación y atención sanitaria; son los que salen a las calles y exigen derechos”.
Neri luego planteó la pregunta: “¿Cuán preparada está Latinoamérica para tener una clase media robusta?” En particular, los jóvenes entre los 15 y 29 años plantean preocupaciones específicas para la elite de Latinoamérica, y Neri advierte: “Es el grupo que más me preocupa. Tienen expectativas muy elevadas y por lo tanto la probabilidad de que sean frustrados es enorme.”
Cuando una de las organizaciones más influyentes del mundo, que representa los intereses colectivos de la oligarquía global reconoce abiertamente que la globalización ha aumentado la desigualdad, y por su parte, que la desigualdad está nutriendo el malestar social en todo el mundo, representando la mayor amenaza potencial para esos intereses oligárquicos, podemos decir con seguridad que entramos a una nueva era de inestabilidad y resistencia global.
Andrew Gavin Marshall es un escritor e investigador que vive en Montreal, Canadá. Es gestor de proyectos de The People’s Book Project, presidente de la división de geopolítica del Proyecto de Poder Global de Occupy.com y de World of Resistance Report, y presentador de un show de podcast en BoilingFrogsPost.
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