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Por qué el libre mercado no nos puede salvar

Por Rob Urie//

Según reportes, el 2012 fue el año con las temperaturas más cálidas registradas en la historia de los Estados Unidos. 

La última década ha sido registrada como la más cálida a escala global. 
Inclusive para quienes argumentan sobre otras hipótesis, la consistencia del calentamiento y la probabilidad articulada en términos estadísticos (se ajustan a la narrativa del calentamiento global) nos debe hacer reflexionar, porque las consecuencias son (1) muy graves a estas alturas y (2) potencialmente más catastróficas que previas experiencias humanas. 

En un sentido general las hipótesis alternativas no necesitan únicamente ser creíbles, ellas deben explicar específicamente la consistencia del calentamiento climático.

 De hecho, no existen otras explicaciones plausibles tanto de la dirección como de la consistencia del cambio climático.

La hipótesis del calentamiento a causa del hombre se ajusta razonablemente bien con el crecimiento del capitalismo industrial.

 La industria no capitalista, aunque de reciente historia, pero al fin y al cabo existente, ha acompañado al capitalismo imperialista -la propagación del capitalismo global como un sistema de dominación, control y expropiación. 

El crecimiento de la industria no capitalista ha sido hasta cierto punto una reacción a la amenaza del imperialismo capitalista que, internamente y externamente representa un peligro para las economías no capitalistas en la medida en que estas continúen existiendo.

 De hecho, parece que el capitalismo que fue concebido para traer consigo un orden político alternativo lo ha logrado con bastante éxito.

El capitalismo se presenta como un modo de organización social que crea riqueza. El imperialismo capitalista se las ha ingeniado para expropiar vastas riquezas –algo que es muy evidente. 

Si las catastróficas consecuencias del calentamiento global se hacen una realidad, toda esa riqueza no será más que una ilusión. 

En sentido filosófico parece una metáfora -venimos a este mundo sin nada y nos vamos sin nada ¿por qué entonces la devoción de vidas enteras a la adquisición material se constituiría en una explicación plausible de la existencia tal y como quieren los capitalistas? 

Y ¿Por qué sería de esperar que un sistema basado en racionalidades locales, empeños económicos personales, tal y como los tenderos pequeño burgueses de Adam Smith organizados en corporaciones globales, conduzca a racionalidades globales -resultados colectivos positivos fuera de la lógica interna de la ideología capitalista?

Un poquito de aritmética nos ayuda a explicar mucho. Ingresos – Costos = Ganancias. Las ganancias aumentan si los costos de producción se precipitan. 

El ánimo de lucro en la producción capitalista garantiza que los costos de producción seran forzados sobre otros a no ser que el capitalista sea obligado a cargar con ellos.

 Y a no ser que uno desee argumentar que las criaturas del mundo no necesitan un lugar para vivir, alimentos y agua limpia para tomar, la destrucción de todo esto en la producción capitalista es un costo que debe ser sufragado, ya sea por el productor o forzado sobre otros.

 Hasta lo más radicales economistas defensores del “libre mercado” están de acuerdo en que este conjunto de relaciones es un prerrequisito para que, en algún sentido, el capitalismo “funcione”. 

Y la producción que amenaza con acabar con el mundo, como lo hace el calentamiento global, significa que las ganancias de dicha producción no existirían si los capitalistas fueran forzados a cargar con los costos reales.

Aquellos que por casualidad se han desplazado por regiones de extracción y/o producción industrial habrán visto que los capitalistas casi nunca han sido forzados a cargar con los costos de la producción capitalista. 

Desde las regiones productoras de carbón en Pensilvania pasando por los sitios industriales abandonados en el “rust belt”, los sitios contaminados por la extracción de recursos en el Oeste, la remoción de las cimas de las montañas en West Virginia, las regiones de las “tar sands” (arenas bituminosas) en Canadá, hasta llegar a las minas de carbón en Mongolia, los costos en términos de la subsecuente inhabitabilidad de la tierra y la destrucción de las riquezas del planeta seran permanentes mientras que la ganancias se acumulan. 

Después de agotar los recursos y adicionalmente causar destrucción, los capitalistas históricamente se han desplazado a territorios todavía no explotados y destruidos. 

La “tragedia de las comunas” utilizada en la teoría capitalista de la propiedad sería una inconveniencia menor comparada con la “tragedia de la propiedad privada” perpetrada por el capitalismo, aun si no fuera ya una cínica mentira.

Pero esta no es una historia de moralidad. Como tampoco el calentamiento global es un accidente de la historia por el que ninguno carga con responsabilidad. Es la épica lucha social de nuestros tiempos.

 El capitalismo es una forma de imperialismo económico por el que gente especifica se ha beneficiado y continua beneficiándose de la destrucción del planeta. Los “individuos racionales” de la teoría capitalista se han sumado a la insensatez colectiva. 

Y como la historia está en el proceso de demostrarlo, la “mano invisible” de Adam Smith, es una ilusión -un mundo de gente actuando de acuerdo a sus propios intereses económicos ha resultado en un mundo donde la gente actuando de acuerdo a sus propios intereses económicos está llevando al suicidio colectivo. 

Mucho antes de que el problema del calentamiento global fuera identificado, el problema de las “externalidades”, o la tendencia de los capitalistas de forzar los costos de producción sobre las personas que no ven ningún beneficio del mismo, fue identificado y se buscaron los remedios. 

El economista austriaco, Friederich Hayek, (antes de que se convirtiera en una herramienta pagada por Papa Koch, padre de los infames “hermanos Koch” y fundador de la John Birch Society) argumentó que el legítimo papel del gobierno era corregir las “fallas del mercado”, como la destrucción medioambiental. 

Más tarde en su vida, cuando él estaba al servicio completo, como una herramienta pagada, de Papa Koch, él convenientemente (por el bien de PapaKoch) argumentó que el capitalismo era una bendición para la humanidad, que las soluciones a las externalidades basadas en el mercado eran las preferibles.

Pero las soluciones a las externalidades basadas en el mercado son un fraude cínico en varias dimensiones. Desde el principio, ellas presuponen que la destrucción ambiental relacionada con la producción es un hecho eterno y la pretendida meta de las “soluciones” es limitar el crecimiento a un nivel de tendencia que permanece colectivamente suicida. 

En segundo lugar, a pesar de toda la experiencia histórica contraria, las soluciones basadas en el mercado asumen que los mismos capitalistas que se han pasado tres siglos beneficiándose al forzar los costos sobre otros, van a cumplir con las reglas que, ellos mismos han escrito con pleno conocimiento de que no existen y no hay planes para crear un sistema de aplicación creíble. 

En tercer lugar, aun si tal sistema de aplicación fuera concebido y desarrollado, la captura de las instituciones públicas por lo “privado” neutralizará la capacidad de aplicación (“Citenzen United” alguien?) 

Finalmente, la producción financiada por la deuda crea apalancamiento tanto financiero como institucional. Los acreedores se benefician cuando los costos de producción son trasladados a otros porque ello mejora su probabilidad de repago –y los acreedores controlan el dinero en una economía basada en la deuda. 

El argumento de que más capitalismo es la solución a la catástrofe que el capitalismo crea, solo trabaja en un sistema de lógica cerrada -no hay nivel de catástrofe que volvería “más capitalismo” ilógico dentro de las reglas internas de esta lógica.

Igualmente, la opinión de que los “consumidores” individuales pueden resolver el calentamiento global escogiendo productos ecológicamente “sanos” empieza con la premisa de que los consumidores por medio de la selección de productos causan las externalidades. 

En primer lugar, esto asume que todos los consumidores conocen del proceso de producción que entra en la producción de bienes y servicios, están en capacidad de cuantificar la proporción de los costos incorporados en el precio de los productos versus aquellos que no lo están y por lo tanto tienen verdaderas opciones para escoger. 

En segundo lugar, esto asume que los consumidores no tienen necesidades materiales.

 La agricultura occidental, de donde proviene la mayor parte de los alimentos que los occidentales consumen, es uno de los mayores contribuyentes de gases causantes del efecto invernadero. 

El cambio hacia prácticas de agricultura sostenible asume de manera inverosímil que al tiempo que los consumidores comprenden el impacto de las prácticas existentes estos pueden forzar un cambio desde abajo. 

En tercer lugar, una vez más se asume que el capitalismo es la solución a las catástrofes que el mismo capitalismo crea -que los individuos actuando de acuerdo a sus propios intereses económicos se sumaran para servir al interés colectivo cunado históricamente ellos espectacularmente han fallado en hacerlo así. 

De hecho, la premisa de que los consumidores renuncien a sus propios intereses económicos para servir al bien colectivo le pone una mentira a la premisafundamental del capitalismo. En otras palabras una vez se da por sentado que los “consumidores” podrían y actuarían en beneficio del interés colectivo, la lógica interna del capitalismo rápidamente se evapora.

El imperialismo capitalista está destruyendo el planeta, mayormente para los seres que ven escaso beneficio (y a menudo gran daño) del sistema. 

La única manera que esto no se constituya en un asesinato masivo a una escala nunca imaginada en la historia humana es si el calentamiento global no es en verdad una amenaza; la producción capitalista no está detrás de ello o, alguna combinación de ambos. 

Como respuesta los apparatchiks capitalistas están persiguiendo dos vías -remplazar el discurso social sobre el asunto con una respuesta comercial- una que utilice todos los medios disponibles para persuadir a la gente que el problema no es real y/o que la gente responsable por ello no es la gente responsable. 

La segunda vía es proponer soluciones que (1) no cuestionan la naturaleza del problema -la economía política del capitalismo es la responsable por el calentamiento global y (2), dar la apariencia de acción hacia una solución sin que tenga lugar una acción efectiva.

Aquellos que buscan una respuesta efectiva de los gobiernos occidentales enfrentan dos retos. 

En primer lugar, frente al calentamiento global, la premisa del capitalismo, de que los individuos actuando de acuerdo a sus propios intereses producen buenos resultados colectivos, es manifiestamente falsa. Este sistema aparentemente ha producido lo peor de todos los resultados posibles –un catastrófico fracaso medioambiental que amenaza la mayor parte de la vida en el planeta. 

Si la teoría del interés individual acumulándose al servicio del bien colectivo es falsa, entonces también lo es la concepción liberal del Estado. 

Si el papel del estado, como se ha imaginado en la teoría capitalista, es la protección del interés “privado” y el interés privado está llevando al mundo al suicidio colectivo (o más bien homicidio capitalista), entonces el Estado tiene que ser recuperado para que sirva a los intereses colectivos. 

Mientras los intereses privados que en este momento controlan el Estado se están aferrando al poder a través del establecimiento del Estado policial corporativo, le dejamos a los lectores la tarea de proponer contramedidas no confrontacionales que puedan ser efectivas. 

De lo contrario, el calentamiento global es la confrontación que se nos ha forzado.

Finalmente -se ha demostrado que Thomas Malthus con sus predicciones de entropía, hambruna generalizada de una población en aumento enfrentada a un escaso suministro de alimentos, fue un cautivo de su ideología. 

El Sr. Malthus estuvo escribiendo en las etapas tempranas de la expansión global del capitalismo. La tecnología agrícola atada a la producción capitalista aumentó el suministro de alimentos para alimentar a una población creciente. 

De hecho, el capitalismo rediseñó el mundo para hacerlo dependiente de la producción capitalista. Sin duda se propondrán y se intentaran soluciones tecnológicas al calentamiento global. 

Pero la tecnología esta inexorablemente sujeta a la lógica de la producción capitalista mientras el capitalismo está emergiendo como “el problema”. Solo un cambio fundamental completamente fuera de las premisas del capitalismo proveerá soluciones que funcionen. 

Y el calentamiento global es un problema gradual en un sistema político que responde a las crisis. Una política de la crisis del calentamiento global debe surgir para cimentar una acción política efectiva.

Traducido del inglés por Marvin Najarro

Rob Urie es un artista y economista político que reside en Nueva York.

Publicado LaQnadlSol
CT., USA.

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