La desclasificación de archivos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) el pasado 5 de octubre de 2009, en Nueva York, por parte de Peter Kornbluh, Director del Proyecto Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional, vinculan al reconocido terrorista Luis Posada Carriles con la Agencia, desde 1960.
De acuerdo con estos documentos, salieron a la luz dos hechos importantes, sobre los que varios investigadores han llegado a conclusiones previamente:
Posada Carriles estuvo vinculado a la CIA desde 1960 y participó en las actividades de la Brigada 2506.
Posada era identificado con el seudónimo CIA AMCLEVE/15, el cual servía para identificarlo como operativo en operaciones secretas, tal como su participación en la operación 40 y en su trabajo como agente de penetración dentro de la Representación Cubana en el Exilio (RECE), fundada en 1963 por José Pepín Bosch, dueño de Bacardí, y dirigida en ese entonces por el desaparecido Jorge Mas Canosa, quien posteriormente fundaría la FNCA.
Posada fue reconocido en, varios memorándums internos elevados a sus jefes, como un eficiente colaborador y diestro en el manejo de armas y explosivos.
Fuentes de inteligencia han vinculado a Posada con la CIA desde 1960, cuando laboraba en la Habana para la empresa norteamericana Firestone.
En esa etapa se sospecha que estableció vínculos con oficiales de los servicios secretos norteamericanos como David Atlee Phillips y David Sánchez Morales.
La actividad de Posada Carriles con la CIA arrancó bajo la dirección de uno de los oficiales con los que estableció relaciones en la Habana en 1960: David Atlee Phillips, quien fungió como uno de los oficiales de la CIA a cargo de la Operación 40 desde 1960 hasta 1973.
Luego Atlee llegaría a ser, hasta 1975, nada menos que el Jefe de la División del Hemisferio Occidental de la Agencia.
Ávido por sobresalir y hacerse notar dentro de los opositores a la Revolución, en 1960, trabó contactos con desafectos radicados en Miami, con los que coordinó el envío de armas para la contrarrevolución interna.
Sin perder su apego a las balandronas habituales en él, en varias ocasiones alardeó de una supuesta fuga ante el G-2 cubano, cuando en uno de sus viajes entre Miami y La Habana fue detenido por éste y logró escabullirse de sus manos.
Esta sospechosa historia no ha sido comprobada y puede quedar como una muestra más de su megalomanía.
Cuando cumplió 33 años de edad, se asiló en la embajada argentina en La Habana bajo el pretexto de ser perseguido por la naciente Revolución. Abandonó su patria para siempre, cargado de resentimiento, el 25 de febrero de 1961, y se trasladó a Miami, vía México.
Unos días después, ya radicado en esa ciudad floridana y ávido por hacerse notar, encontró un espacio ideal en la abultada cantera de resentidos e inició su profesión como terrorista, al vincularse con aquellos que trataban por todos los medios de revertir el proceso revolucionario cubano.
El 7 de marzo de 1961, según declaraciones de José Raúl de Varona, entonces jefe de inteligencia de la Brigada 2506, fue enviado a la base de Retalhuleu, en Guatemala, sede de la fuerza invasora y a instancias del entonces jefe de la inteligencia Civil de la misma, Raúl Sanjenis, junto a un grupo de 53 individuos encabezados por Vicente León.
Este grupo, cuyo indicativo era “Operación 40”, tenía como misión operativa y autónoma dentro de la fuerza invasora operar en la retaguardia de la misma con el propósito de realizar labores de inteligencia y exterminio de las autoridades de las localidades capturadas por la fuerza mercenaria.
Una rigurosa preparación en técnicas de tortura e interrogatorios, manejo de explosivos y otras, capacitó a Posada Carriles y a 36 de sus socios como oficiales operativos.
Aunque Posada Carriles niega su participación en la Brigada 2506 argumentando que viajó desde Opa Locka en un avión C41 y la expedición ya había partido para Cuba, se sabe que realizó un bojeo hacia la región oriental de la Isla para realizar tareas de distracción y desviar la atención de las autoridades cubanas sobre cuál sería la dirección principal del ataque.
Este grupo estaba conformado por miembros de la Operación 40 y, en realidad, no desembarcaron y pusieron pies en polvorosa, llenos de miedo ante un destino incierto.
Uno de sus jefes de ese entonces, Raúl Sanjenis, organizaría en enero de 1964, como oficial de las CIA, un atentado contra Fidel.
Lo ejecutarían varios contrarrevolucionarios en Cuba, entre los que encontraban Bernardo Milanés López, Mario Salabarría y Roberto Sabater, los que dispararían una ametralladora calibre 30 contra los autos de Fidel Castro y su escolta mientras estos transitaban por la Quinta Avenida, en Miramar.
Posada integró una célula de la CIA perteneciente a la organización terrorista Unidad Cubana, conocida como Los Halcones Negros.
Dotado de envidiable pericia como tirador, Posada recibió el mote de “El Cazador” por sus socios de correrías.
Este atributo y eficaz desempeño como francotirador hicieron sospechosa su presencia en Dallas, Texas, en 1963, cuando fue asesinado el presidente John F, Kennedy, como resultado de una conspiración urdida por la CIA, el crimen organizado y la mafia miamense.
Sospechosamente, como elemento para engrosar su abultado dossier criminal, hay quien ubicó a Posada Carriles en Dallas, Texas, durante los días del asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy.
Previo al fatal suceso, Posada fue visto en una reunión efectuada en una casa de contactos de la CIA en la ciudad de Miami, en la que se encontraban Antonio Veciana, Lee Harvey Oswald, así como Ignacio y Guillermo Novo Sampoll.
Luego fue visto junto a otros terroristas de origen cubano, deambulando alrededor del lugar en el que se cometió el magnicidio.
Que Posada pudo haber sido uno de los tiradores durante el asesinato de Dallas no es una aseveración desechable, pues por una parte fue ubicado en esa ciudad el 20 de noviembre de 1963 y, por otra, fue uno de los mejores tiradores dentro de la Operación 40.
De esta forma, estimados lectores, podemos afirmar que detrás de la fábula sobre la no participación de Posada Carriles y de su hipócrita frustración por no haber podido hacerlo, se esconde no solo una gran mentira, sino un acto de clara cobardía de este peón de la CIA y criminal terrorista.
Percy Francisco Alvarado Godoy.
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