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La geopolítica del cisma en Ucrania


Immanuel Wallerstein, La Jornada

Ucrania ha estado sufriendo un profundo cisma interno por algún tiempo ya. Éste amenaza con convertirse en una de esas feas guerras civiles que están ocurriendo en más y más países. 

Las fronteras de la Ucrania actual incluyen una grieta oriente-occidente que es lingüística, religiosa, económica y cultural, y cada bando es cercano a 50 por ciento del total.

El gobierno actual (que se supone dominado por la mitad oriental) es acusado de corrupción y autoritarismo por el otro bando en manifestaciones publicas. 

No hay duda de que esto es cierto, por lo menos en parte. 

Sin embargo, no queda claro que un gobierno dominado por la parte occidental pudiera ser menos corrupto o menos autoritario. 

En cualquier caso, el punto se propone internamente en términos geopolíticos: ¿debe Ucrania ser parte de la Unión Europea o tejer fuertes vínculos con Rusia?

Es, por tanto, quizá inesperado que YouTube muestre ahora una filmación donde la secretaria de Estado adjunto de Estados Unidos para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Victoria Nuland, discutiendo la estrategia política estadunidense sobre Ucrania vis-à-vis con el embajador de Estados Unidos. En esta cinta, la señora Nuland plantea el punto como una pugna geopolítica entre Estados Unidos y Europa (y más en particular Alemania).

 Es capturada en la diatriba al momento de decir: que se jodan los europeos –los europeos, no los rusos.

Antes de proceder con el análisis, ofrezcamos un poco de compasión hacia todas las personas importantes del momento. 

En años recientes ha habido mucha discusión acerca de la pérdida de privacidad en las comunicaciones. 

Pero esta discusión siempre ha estado relacionada con la gente común que es objeto del espionaje de los gobiernos, en particular la Agencia de Seguridad Nacional estadunidense (NSA, por sus siglas en inglés). 

Sin embargo, parece que esta pérdida de privacidad ahora se extiende a gente como la señora Nuland. 

Hay mucha especulación acerca de quién intervino su conversación y quién la tornó viral en el YouTube. El punto es que la pobre señora Nuland ya no está a salvo al decir nada –o al menos nada que ella no quiera que el mundo entero sepa.

Echemos un vistazo a quién es Victoria Nuland. Ella es una superviviente de la clíque neoconservadora que rodeaba a George W. Bush, en cuyo gobierno ella servía. Su marido, Robert Kagan, es uno de los ideólogos mejor conocidos del grupo de neoconservadores. 

Es interesante entender qué está haciendo alguien como ella en una posición clave dentro del Departamento de Estado de la presidencia de Obama. Lo menos que él y el secretario de Estado John Kerry hubieran podido hacer era retirar a los neoconservadores de un papel así.

Ahora, recordemos cuál fue exactamente la línea neoconservadora en Europa durante los días de Bush. El entonces secretario de Estado, Donald Rumsfeld, fue famoso por decir de Francia y Alemania que eran la vieja Europa en contraste con lo que él consideraba la nueva Europa, es decir, países que compartían los puntos de vista de Rumsfeld entorno a la inminente invasión de Irak.

 Para Rumsfeld, la nueva Europa eran Gran Bretaña, especialmente, y Europa centro-oriental, los países que fueron alguna vez parte del bloque soviético. La señora Nuland parece tener esa misma percepción respecto de Europa.

Entonces déjenme proponerles que Ucrania es meramente una excusa conveniente o específica para una división geo-política mayor que no tiene nada que ver con su cisma interno.

 Lo que acosa a los Nulands de este mundo no es la absorción putativa de Ucrania por Rusia –una eventualidad con la que ella podría vivir. Lo que la acosa a ella y a quienes comparten sus puntos de vista es una alianza geopolítica de Alemania/Francia y Rusia. 

La pesadilla de un eje París-Berlín-Moscú ha amainado un poco desde su clímax en 2003, cuando los esfuerzos estadunidenses de hacer que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respaldara la invasión de Irak de 2003 fueron frenados por Francia y Alemania.

La pesadilla amainó un poco, pero sigue acechando justo bajo la superficie, y por alguna buena razón. Una alianza así tiene mucho sentido geopolítico para Alemania/Francia y Rusia. Y en geopolítica, lo que tiene sentido es una restricción a la que no puede afectarle mucho insistir en diferencias ideológicas.

Las opciones geopolíticas pueden torcerse por parte de los individuos que ostenta el poder, pero la presión ejercida por los intereses nacionales de largo plazo permanece fuerte.

¿Por qué tiene sentido un eje París-Berlín-Moscú? Hay buenas razones. Una es el viraje de Estados Unidos hacia un Pacífico-centrismo, lo que remplaza su larga historia de Atlántico-centrismo. 

La pesadilla de Rusia, como la de Alemania, no es una guerra China-Estados Unidos, sino una alianza China-Estados Unidos (una que incluyera a Japón y a Corea también). La única manera que tiene Alemania de disminuir esta amenaza a su propia prosperidad y poder es una alianza con Rusia. 

Y su política hacia Ucrania muestra precisamente la prioridad que le otorga a resolver los asuntos europeos incluyendo a Rusia, en vez de excluirla.

En cuanto a Francia, Hollande ha estado intentando encantar a Estados Unidos actuando como si fuera parte de la nueva Europa. 

Pero desde 1945 el gaullismo ha sido la postura geopolítica básica de Francia. Presidentes supuestamente no gaulistas como Mitterrand y Sarkozy, de hecho han proseguido políticas gaulistas. Y Hollande descubrirá pronto que no tiene mucha opción, sino la de ser gaullista. 

El gaullismo no es izquierdismo, sino el entendimiento de que es Estados Unidos lo que amenaza el papel geopolítico de Francia, y que Francia tiene que defender sus intereses abriéndose a Rusia para contrabalancear el poder de Estados Unidos.

¿Quién ganar este juego? Eso sigue por verse. 

Pero Victoria Nuland se asemeja un poco al rey Canuto al ordenarle a los mares que amainen. 

Y los pobres ucranianos pueden descubrir que son forzados a coser sus heridas internas, les guste o no.

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