
Enrique Haroldo Gorriarán Merlo (San Nicolás de los Arroyos, 18 de octubre de 1941 - Buenos Aires, 22 de septiembre de 2006), guerrillero argentino, fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de su brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) junto a Mario Roberto Santucho, y uno de los ejecutores del dictador nicaragüense Anastasio Somoza.
Biografía
Gorriarán nació en la localidad bonaerense de San Nicolás de los Arroyos en el seno de una familia de clase media. Su padre y la madre de los hermanos Camilo y Osmani Cienfuegos Gorriarán eran hermanos.
En 1970, fue uno de los dirigentes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que, en su V° Congreso, resuelve fundar el brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En marzo de ese mismo año se sumó a la lucha armada clandestina.
El 15 de agosto de 1972 protagonizó junto a otros jefes guerrilleros de diversas agrupaciones políticas, una cinematográfica fuga de la cárcel de máxima seguridad de Rawson (en la Patagonia argentina), sucesos que luego derivaron en lo que se conoció como la Masacre de Trelew.
Con la derrota armada del ERP consumada durante la dictadura (1976-83), a finales de esa misma década dejó el país y combatió en Nicaragua junto al sandinismo, bajo cuyo gobierno fundó el departamento de seguridad del Estado tras el triunfo de la revolución.
Gorriarán comandó una célula que el 17 de septiembre de 1980 ejecutó en Asunción al ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, después de meses de seguimiento en la capital paraguaya.
En los últimos años de su vida tuvo la entrada prohibida en Nicaragua, aunque gozaba del apoyo y la amistad del líder sandinista Daniel Ortega.
Al regreso de la democracia en Argentina, Gorriarán fundó el Movimiento Todos por la Patria (MTP).
En enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Gorriarán lideró un grupo armado de Todos por la Patria que intentó copar el Regimiento Militar de La Tablada, en el oeste del Gran Buenos Aires, acción en la que murieron 39 personas, 9 de ellas fueron prisioneros fusilados una vez detenidos, y cinco de ellas soldados conscriptos.
El líder guerrillero justificó la toma diciendo que tenía el objetivo de impedir un supuesto golpe de estado planeado por el entonces candidato a presidente Carlos Saúl Menem (luego presidente, entre 1989 y 1999) y el ex militar Mohamed Alí Seineldín.
Para la investigadora Claudia Hilb, en cambio, un reducido grupo de personas encabezado por Gorriarán Merlo trató de «fabricar un presente ficticio: fabricar en primer lugar la «materia» a ser interpretada —el ficticio golpe carapintada— para sobre esta ficción erigir una mentira verosímil —fuimos a parar el golpe— que, bien instrumentada, deberá poder manipular ahora los sentimientos antigolpistas del pueblo en favor de la insurrección».
Por ese ataque, Gorriarán fue detenido en 1995 en México y extraditado hacia Argentina.
Tras ser condenado a prisión perpetua en 1996, Gorriarán protagonizó junto a otros ex guerrilleros detenidos una huelga de hambre que duró 162 días, y fue liberado en 2003 por un indulto presidencial del entonces presidente Eduardo Duhalde.
En enero de 2003 publicó el libro "Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De la Década del Setenta a La Tablada", un volumen de más de 600 páginas.
En 2006, en la ciudad de Rosario, el ex guerrillero descartó "totalmente que volvamos a la lucha armada", debido a que no están dadas las "condiciones necesarias", y adjudicó su militancia a las reiteradas intentonas dictatoriales de las Fuerzas Armadas.
En 2006, Gorriarán lanzó una nueva agrupación política, llamada Partido para el Trabajo y el Desarrollo, con la propuesta de "cerrar la zanja que separa al pueblo de la política y a los ricos de los pobres", con la adhesión de varios partidos de izquierda latinoamericanos, entre ellos el gobernante Frente Amplio de Uruguay.
Gorriarán se proponía participar en las elecciones de 2007 "en alianza o con candidatos propios", y había dicho estar dispuesto a "la unidad con todo aquel que se oponga al neoliberalismo y que tenga una óptica de integración latinoamericana".
Sin embargo, falleció el 23 de septiembre de 2006 en el hospital Argerich de Buenos Aires, víctima de un paro cardíaco.
Ante la partida del pelado Gorriarán (1941-2006)
Mi último encuentro político con Enrique Haroldo Gorriarán había sido en un café de París, si no me equivoco a principios de 1979, en una escena digna del cine argentino de los cuarenta. Solo faltó que nevara en la ciudad luz para completar un tango.
Ahora, ante su imprevista muerte, quisiera dejar mis impresiones sobre un hombre que, para bien y para mal, no pasó en vano por la vida y que fue parte insoslayable en la historia del PRT-ERP y de mi historia militante.
Un primer equívoco a saldar es la idea que el Pelado y yo habríamos sido algo así como el agua y el aceite en las internas del PRT.
Cierto es que tuvimos un fuerte enfrentamiento en Europa, cuando nosotros lo acusamos de actividad fraccional durante el período de intento de reconstrucción en el exterior, pero es menester ubicar las cosas en su contexto.
En esos momentos de acorralamiento y de impotencia para revertir la situación, la mayoría de las organizaciones se vuelven hacia adentro, encontrando enemigos internos como vías explicativas.
Y nosotros, ni mi grupo ni el del Pelado, fuimos excepción y, por supuesto, ni todos lo "malos" estaban de aquel lado ni todos los "buenos" de este, ni éramos todos totalmente "buenos o malos".
Parte del equívoco es también considerar que el Pelado era el "militarista" y yo el "político".
Como he analizado en varias oportunidades, todos teníamos algo de militaristas aunque no todos hayan tenido la misma intensidad de contacto con las armas.
Incluso algunos que por las circunstancias nunca participaron en una operación armada podían ser más militaristas que los combatientes experimentados.
Mis diferencias con el Pelado no pasaban por militarismo o no militarismo sino por la concepción de construcción política y de la vida misma.
La ruptura de 1978 reflejó eso claramente. Mientras él acudía a los cuadros probados y experimentados yo llamaba a un congreso abierto.
En realidad ninguno de los dos tenía razón y a los hechos me remito, no logramos el objetivo propuesto, pero ello no quita que la conducta política posterior de los últimos veinte y pico de años de ambos revela que esa diferencia era real.
El otro equívoco fue la cuestión con respecto al censurable asalto a la base militar de La Tablada que él dirigiera con tan poco acierto en pleno gobierno alfonsinista.
Yo fui de los pocos que no condenaron al Pelado como "demente", "mesiánico" , "irracional", "agente de los servicios" , epítetos que le endilgaron hasta muchos de sus seguidores y sobre todo admiradores desilusionados.
Y no me uní al coro de filisteos, entre otras cosas porque, para mi entender, la paternidad de La Tablada está compartida con padres inconfesos que en aquel momento se relacionaban con las llamadas juventudes políticas, quienes de una manera u otra lo alentaron.
La frágil memoria de este país olvidó rápidamente los discursos incendiarios de los dirigentes de esas agrupaciones, acusando a Alfonsín de pusilánime, mientras ofrecían no se sabe qué ridículas brigadas cafeteras para enfrentar los alzamientos carapintadas.
Por eso es que la sociedad argentina no tiene autoridad moral para juzgar a los protagonistas del asalto al cuartel.
Y es menester aclarar que si remplazo la categoría "pueblo" por "sociedad" es porque considero que no hay pueblo cuando no hay sujeto.
Pero ese es otro tema.
Mi desacuerdo fundamental con la acción de La Tablada excede los fundamentos tácticos, de oportunidad o de legitimidad, de uso o no uso de la violencia.
Estoy convencido que el Pelado lo hizo creyendo salvar la democracia y yo estuve y estoy en desacuerdo en arriesgar una sola vida por esta democracia.
Esta democracia no vale un gramo de sangre joven porque ya se las cobra por sí misma a toneladas.
Para decirlo utilizando categorías de la época, hoy perimidas, en esa acción se expresó el "reformismo armado".
En cambio fui muy crítico con él cuando se presentó como protagonista en un incalificable video relatando en detalles impropios de un jefe guerrillero la ejecución de Somoza. Califiqué esa presentación televisiva, como una "Tablada mediática".
En todo caso lo notable del Pelado, como de muchos jóvenes de los setenta, es que dejó sus supuestas juergas en el Club Social de San Nicolás (noticia esta de la que no me hago cargo, solo repito el testimonio de sus coterráneos) para dedicarse a la revolución.
Y hay que reconocer que puso el cuerpo y todas sus energías en eso a punto tal de llegar a parecerse peligrosamente a algo así como un revolucionario profesional que, por suerte, no llegó a alcanzar la categoría de amo liberador.
Cuando se realizó el V congreso del PRT el Pelado era ya un "pesado" con prestigio bien ganado.
Había participado en el Rosariazo y con su incorporación al PRT efectuado un golpe comando espectacular de recuperación de dinero con el que se estaba financiando el propio Congreso.
Fue elegido vicepresidente y con tal mala suerte que a la vez le tocó para la defensa una escopeta recortada. Digo "mala suerte" pues en su carácter de vicetitular del evento, debió turnarse con el presidente, Luis Pujals, para dirigir las deliberaciones y, como es natural, no podía dejar el arma en un rincón o calzarla en la cintura como los que teníamos solo una pistola.
Me es imborrable su figura parada en el centro de la sesión sosteniendo la incómoda escopeta mientras señalaba con el dedo a quien le tocaba hablar.
No pretendo hacer freudianismo de entrecasa sino grabar una de las tantas escenas jocosas de aquel encuentro.
En el congreso se destacó por su silencio. Solo usó de la palabra practicamente para ordenar el debate y su única propuesta fue la de una sigla diferente para la fuerza militar, elección en la que salió favorecida la moción de Arancibia con las siglas ERP.
Hay que recordar que después de la llamada "revolución ideológica", previa al este congreso, en el PRT se consideraba al silencio como una de las virtudes máximas, una supuesta expresión de la "modestia proletaria" frente al "charlatanerismo pequeño burgués".
Los obreros cordobeses se encargarían de demostrar que, o bien este criterio era un burdo prejuicio, o bien ellos eran unos pequeño burgueses.
No lo volví a ver hasta fines de 1972 en la primera reunión del Comité Central de inmediato al regreso de Santucho después de los dolorosos acontecimientos de Trelew.
Fué una reunión durísima en donde el prestigio y la energía de Santucho se impusieron.
El Pelado casi no abrió la boca en todo el desarrollo. Sentado en el suelo, como muchos otros, casi en un rincón, pasaba desapercibido a pesar de ser el máximo jefe del estado mayor del ERP y seguir teniendo enorme prestigio interno aumentado por su papel importante en la fuga del penal de Rawson.
Hay que decir también que Gorriaran tenía modales de caballero, era un tipo buen mozo, correcto y amable aunque a veces no le salía bien el gesto.
En ese tiempo, para mucha gente el Pelado sería el reemplazante natural de Santucho. Sin embargo Roby, ya había decidido por Benito Urteaga, también oriundo de San Nicolás, como su hombre de mayor confianza.
Desde luego que esto se manifestaba de hecho, no de derecho, puesto que formalmente, en los organismos colegiados solo había un secretario general y los demás éramos pares.
Hay que señalar, no obstante, que en ese momento Roby hacia descansar todo el peso de la reconstrucción de la fuerza militar en la jefatura de Gorriarán.
De todos modos el Pelado tenia también importantes responsabilidades políticas además de su participación en el Buró Político. Tuvo,por ejemplo, la no fácil tarea de reconstruir la regional Buenos Aires que había quedado desbaratada durante la "desviación militarista" entre 1972 y 1973.
Militó un largo tiempo en los frentes fabriles de Córdoba, más adelante realizó trabajos entre los campesinos tucumanos como apoyo a la guerrilla.
Con esto quiero señalar que no era un simple "fierrero" como se lo pinta, ni el menos experimentado de los demás compañeros del Comité Central.
Porque así como el Pelado era el mito del "fierrero" estaban los mitos "de masas" supuestos cuadros históricos cuyo contacto con el proletariado y el campesinado –incluso alardeando de conocer dos o tres frases en quichua– les otorgaba palabra inapelable. Parecía como si en el noroeste argentino no existiera la burguesía ni la pequeña burguesía.
También se ha chicaneado injustamente con la supuesta falta de "cultura" de Gorriarán, lo cual, dicho sea de paso, para la escatología perretiana era más un mérito que una falencia.
El Pelado había sido estudiante de economía y en ese tema dominaba más que en otros, pero no sólo porque hubo cursado por lo menos parte la carrera, sino porque su mentalidad cartesiana se ajustaba a esa disciplina.
Por eso cuando Maria Seoane –no por casualidad también ex estudiante de economía– en "Todo o Nada" ironiza haciéndose eco de un testigo que cuenta que supuestamente el Pelado no podía pasar la primera página de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, no hace más que demostrar su propia estrechez intelectual.
Estoy seguro que, de no haberse dedicado a la revolución, Gorriarán hubiese sido uno más de las decenas de economistas, (liberales o marxistas) verdaderos "fierreros" mentales aunque sean pacifistas, con sus dificultades para entender la dialéctica, menos aún la política.
Militamos más de un año en el Buró Político con una relación de cotidianidad, primero con sede en la ciudad de Córdoba, luego nos trasladamos a Buenos Aires.
El Pelado continuaba con su estilo parco.
Solía lanzar alguna frase lapidaria tras algún informe de problemas internos: "Cada vez quiero más a Stalin".
Cuando hablaba se dirigía a los demás mirando de frente con su ojos azules penetrantes, con un deje de ironía en la expresión. Podía tener algunas salidas ocurrentes, algo ácidas, pero siempre más menos juiciosas.
Dificilmente manifestaba alguna duda y menos aún contradecía ni a Santucho ni a los cuadros "consagrados", sea porque el Roby demostrara especial confianza o por ser "proletarios" o simplemente "probados". Siempre percibí en él una actitud de autoconstrucción, una represión de sus íntimos sentimientos que producía cierto chisporroteo con personalidades tan espontáneas como las de Domingo Mena o Rogelio Galeano.
Es verdad que esa era una pauta de la época y particularmente del PRT, mayor aún en sus estructuras dirigentes. Pero en Gorriarán al igual que en el negrito Fernández era especialmente marcado. Precísamente por esa característica nunca tuvimos entre él y yo un enfrentamiento político.
Siempre mantuvimos una relación de cordialidad o quizás sea mejor decir fría cortesía. Sin embargo yo tenía la sensación que el Pelado no las iba conmigo y más bien se reservaba opinión, por así decirlo. A mi vez me chocaba su mecanismo lógico-análitico que le impedía "volar" la imaginación.
Cuando Santucho presentó el plan de ataque a la base de Azul en el corazón de la provincia de Buenos Aires, en 1974, Gorriarán, quien sería el jefe del mismo, no hizo observaciones de importancia.
Años después me confiaría que él fue al frente sin estar convencido por no oponerse a la autoridad de Santucho. Esto debía de ser verdad y explica los errores de conducción durante la operación que le costaron el relevamiento de la responsabilidad de jefe del ERP.
Porque a corto tiempo de lanzadas las unidades de ataque, Gorriarán perdió el control sobre la operación y ordenó la retirada, al parecer prematuramente, con el agravante que no verificó fehaciéntemente que los distintos grupos de ataque hubieran recibido y cumplido la orden.
Santucho había insistido en dirigir él personalmente la operación pero no lo dejamos amparados en la resolución del Comité Central que le impedía participar directamente en acciones militares en las ciudades. Pero como era muy tozudo le concedimos una aproximación al teatro de la acción para recibir el regreso del jefe supuestamente después de la retirada victoriosa.
Precisamente yo le llevé con mi coche esa noche y nos estacionamos en un cruce de carreteras, del que no recuerdo el nombre, a medio camino entre Buenos Aires y Azul. El Pelado debía pasar por ahí y detenerse para contactarnos.
Lo cierto es que estuvimos con el Roby hasta la madrugada esperando y no lo vimos pasar. Regresamos y al otro día nos reunimos en Buró Político con el Pelado.
Santucho estaba muy enojado y por lo menos una hora la pasamos dilucidando las causas por las cuales no nos habíamos encontrado en el cruce de caminos.
Mientras tanto llegaban los informes: el grupo de Molina, que tenía cierta autonomía por el tipo de misión, había tomado prisionero al jefe de la base y se retiró en orden.
El grupo de Santiago había penetrado en profundidad en el cuartel y combatido durante horas sin recibir orden de retirada. Puede decirse que cuando se cansaron de tirotearse se marcharon también en orden. El problema se había dado en el grupo principal de choque a cuyo frente iba Gorriarán al encontrar una inesperada y fuerte resistencia.
En todo caso puede decirse que el problema fue que el Pelado, no supo reaccionar frente a lo inesperado y perdió el control de la operación dando por derrota lo que podía haber sido posibilidad de victoria.
La reunión fue muy tensa, Roby era demoledor en las recriminaciones y el Pelado recibía los golpes estoicamente. Reconocía que se habían cometido errores y asumió toda la responsabilidad, como me diría después, más por hábito partidario que por convicción.
Domingo Mena era el más duro y consideraba que correspondía el relevamiento y sanciones. Benito Urteaga miraba fijamente atuzándose el bigotillo.
Yo dije, con intencionada ironía, debo confesarlo, que por mucho menos que eso Stalin mandaba a los generales a Siberia.
Santucho, después de su implacable critica, relativizó las cosas asumiendo parte de la responsabilidad colectiva puesto que de un modo u otro estábamos aprendiendo y se limitó a proponer el relevamiento del jefe sin más sanciones que destinarlo a tareas políticas para que el contacto con las masas "contrarrestara las tendencias subjetivas". Formalmente no fue una sanción sino un simple cambio de jefatura.
A partir de ahí lo veía menos seguido aunque como miembro del Buró Político seguía su trayectoria por los informes y las decisiones que se tomaban al respecto.
Una acción notable dirigida por él fue el rescate de un grupo de compañeras, entre ellas la suya, prisioneras en la cárcel del Buen Pastor de Córdoba.
Según cuentan se llevó a cabo impecablemente y con una escena del cine romántico, cuando El Pelado arrancó la verja que estaba a cierta altura con un camión. Su compañera se paró al borde y gritó ¿Qué hago, me tiro? ¡Tirate! respondió el Pelado y la recibía en los brazos.
A los pocos meses, militando en Córdoba el Pelado tomó un decisión arbitraria sin respetar los órganos partidarios y entonces sí fue sancionado con publicación en el boletín interno. El aceptó la sanción e incluso publicó una carta en el B.I. de disciplinamiento. Bien es cierto que siempre quedó la duda sobre la sinceridad de esa declaración.
El tiempo pasó y Gorriarán cumplió distintas tareas en diversos puntos del país hasta que finalmente –después de la derrota de Monte Chingolo en donde él no participó– a propuesta de Santucho fue incorporado al estado mayor del flamante batallón de Buenos Aires.
El 18 de julio de 1976, la víspera de su muerte, Santucho, entre otras recomendaciones, nos decía que había que tener en cuenta al Pelado pues venía mejorando mucho y que podía reforzar los órganos dirigentes, sobre todo en esos momentos de creciente debilidad por la represión.
Más influido por este juicio de Santucho que por mis propios conocimientos y atenazado por la necesidad de cuadros, es que al asumir la dirección máxima del PRT-ERP en reemplazo de Roby, propuse incorporar a Gorriarán al nuevo Buró Político y así se inició una etapa de dos años de trabajo juntos, la mayor parte del mismo fuera del país. Aquí es donde empecé a conocerlo más a fondo.
El Buró Político decidió que viajáramos a Cuba para lograr preparación para el próximo auge de masas que esperábamos para fines de la década del setenta. Lo hicimos vía Italia, país en la que ya teníamos una pequeña infraestructura.
Naturalmente viajamos separados y yo le dí una cita para nuestro encuentro en Roma: "te espero al pie de ese arco del triunfo que está a lado del Coliseo", El pelado llegó a Roma y después me contó que al buscar el arco pensó: "Este Luis está en pedo: ¿Qué arco del triunfo puede haber aquí si los tanos nunca ganaron una guerra?"
Desde luego yo sabía que el famoso "Arc du Tryunph" estaba en París, pero había llamado "arco del triunfo" al Arco de Constantino que conocía sólo por fotos porque, como es sabido, todos los emperadores romanos hacían construir un arco al regreso de sus guerras triunfales.
El chiste no tiene mucha gracia si uno no advierte que el Pelado, cuestionando con ese ácido humor la historia bélica de los italianos, no podía quejarse que lo llamaran militarista.
El asunto es que en esos días compartíamos vivienda y vivencias y, desde luego, la oportunidad de hablar en forma más suelta de los problemas del Partido. Viajamos a Praga en donde tuvimos diez días y una larga entrevista con un miembro de la dirección del Partido Comunista Cubano que nos llamó la atención sobre nuestra tendencia a no detenernos a mirar que estaba pasando. Parecía como si cada día tuviéramos más acuerdos sobre la situación y lo que había que hacer.
El Pelado no demostraba competencia alguna por la función que yo sustentaba como continuidad orgánica de la dirección creada por Santucho.
Nos abrimos a nuestros íntimos pensamientos y allí me confió sus dudas, cosa que actuó muy favorablemente en mi consideración hacia él. Al fin de cuentas era humano y no esa imagen de bronce que se había construido o que le habían armado alrededor suyo.
Se realizó la reunión del Comité Ejecutivo de Abril en Roma, en la vía Crescencio. Desde la ventana de la casa en que sesionábamos podía verse la cúpula de la Catedral de San Pedro en el Vaticano, todo un símbolo.
En ese evento el Pelado participó como nunca lo había hecho y se unía al entusiasmo colectivo que restablecía ese optimismo que caracterizó toda la trayectoria del PRT-ERP, aún en las peores circunstancias.
"Persistir y vencer" había sido la vital consigna que dejaba la herencia de Santucho sin que nadie se percatara que suplantaba la muy latinoamericana "Patria o muerte" , "Victoria o muerte" o "A vencer o morir".
Después el Buró Político se instaló en Madrid en un plan de reconstrucción que duraría de cuatro a seis meses, según lo planeado. Un trio dirigente regreso a Buenos Aires con las resoluciones del Comité Ejecutivo y la misión de replegar aún más las fuerzas hacia el movimiento social dosificando la acciones militares guerrilleras.
Yo viajé a Cuba para completar la misión que había originado la salida del país y en ese lapso se dieron los golpes represivos en Argentina que destruyeron los restos organizados del PRT-ERP.
El Buró Político estaba dividido en dos y dos por la forma que se enfrentó la ola represiva anunciando la ruptura.
A esta altura de estos recuerdos sería ocioso relatar los hechos que llevaron a la ruptura. Había una causa de fondo que no se hacía conciencia en ninguno de nosotros, causa de causas, por jugar con las palabras y que engendró un microclima magistralmente expresado por Rolo Diez en su novela "Los Compañeros" y que reproduzco a continuación:
"De a poco se ha ido dando cuenta de que han caído en una trampa.
El diversionismo ideológico se servirá en el desayuno, tenderá sus dulces emboscadas, ofertará sus halagos en la feria. Las diferencias comenzarán a llamarse actividades contra la dirección, el paso siguiente consistirá en llamarlas actividades contra el partido.
La desesperación cerrará su círculo: Hija de la impotencia engendrará la intolerancia, la persecución. Caminarán su calle sin salida, repetirán sus mismos pasos, las palabras heladas, las sentencias. Encontrarán el enemigo en el espejo.
Quemarán su bruja a medianoche y no podrán dormir."
Y en efecto, la ruptura, producida en el fondo por la impotencia de no hallar el camino de retorno simbólico y concreto a la lucha en el país, se produjo a fines de 1978. Mi último encuentro con el pelado fue, como dije al empezar, en Paris. La zarzuela se había convertido en sainete.
Yo y la mayoría del Buró Político funcionábamos en Madrid y habíamos llamado al VI Congreso del PRT. Gorriarán con la mayoría del CC se había atrincherado en Paris y en principio impugnaban dicho llamado pero a fin de cuentas se avinieron a participar del mismo siempre que se convinieran las reglas.
Al mismo tiempo ambas facciones recorríamos los grupos partidarios haciendo proselitismo interno y por supuesto, acusando a la otra parte de las peores herejías en el sistema de creencias del PRT. La principal, claro está, el abandono de la lucha armada como forma principal de lucha, manifestación inequívoca del "reformismo".
Naturalmente, más allá de las mejores intenciones de todo el mundo, más allá del alto grado de alienación del conjunto, había algún que otro piantado. Y con el grupo de Gorriarán había uno particularmente singular: Jorge Masetti quien disfrutaba de un apellido histórico y que en un momento propuso a su grupo matar a Luis Mattini para acabar con su influencia reformista.
Como de este lado tampoco faltaba algún chiflado medio se lo tomó en serio y se dio la paradoja de custodiar al secretario general más por temor a una agresión interna que por miedo a los servicios de seguridad de la dictadura que actuaban en el extranjero.
Por eso es que la reunión con el pelado en Paris fue mucho más cómico que lamentable.
No recuerdo bien como se eligió el Café del encuentro, pero seguramente que mi equipo verificó el lugar.
Lo cierto es que yo ingresé acompañado de Julio Santucho y ya mi "custodia" había tomado posiciones.
Recorrimos el Café con la mirada y no vimos la supuesta custodia del Pelado. Al rato llegó acompañado por el Cuervo, compañero que se había iniciado en la lucha armada en Rosario junto con él, gran organizador de eventos. Se sentaron frente a nosotros y comenzamos a tratar el asunto.
Parecía una mesa de juego.
El problema es que yo no sé jugar al pocker y el Pelado demostró ser experto. Sin embargo, ahora a la distancia, puede verse que esa reunión puso en evidencia que el PRT - ERP ya estaba muerto, sólo firmábamos el certificado de defunción.
Ahora, ante su partida definitiva, pienso –como Miguel Benasayag– que yo no sé si el Pelado quería y luchaba por la misma sociedad que quiero y lucho yo, pero sí es seguro que siempre peleó contra la misma sociedad que yo peleo, y puedo decirle con el corazón y sin rencores: Hasta la victoria siempre.
El día que mataron a Somoza
Para Gorriarán Merlo, en la década del setenta, el imaginario de la lucha revolucionaria formaba parte de todo el territorio latinoamericano. Después de que Roberto Santucho fuera muerto por el Ejército en 1976, y el ERP fuera aniquilado pocos meses más tarde, Gorriarán Merlo, como muchos líderes guerrilleros, formó parte de la revolución sandinista.
No sólo en la toma del palacio presidencial en julio de 1979, sino también para eliminar cualquier foco de conspiración que atentara contra el gobierno revolucionario.Pocas horas antes de la toma de Managua y después de un breve paso por Estados Unidos, Somoza se asiló en Paraguay, con la protección del general Stroessner. Un grupo de guerrilleros argentinos, liderado por Gorriarán Merlo, se ofreció para eliminarlo.
Simulando diferentes nacionalidades e identidades supuestas, el grupo fue llegando a Asunción a partir de febrero de 1980. Una de las primeras tareas fue conocer su domicilio. Habían obtenido uno, pero estaba desactualizado. A esas alturas, la búsqueda ya llevaba varios meses.
Harta de merodear sin resultados positivos, una mujer, miembro del grupo, decidió ir a una comisaría y preguntó: "¿dónde queda la peluquería, que está a una cuadra de la casa de Somoza?".
La peluquería existía, y estaba a tres cuadras de la casa de Somoza, sobre avenida España.El grupo empezó a realizar un plan de observación en distintos turnos; algunos caminando, otros en un auto alquilado. Intentaban cruzarse con Somoza. Pero no lo veían.
A cinco meses de haber llegado a Paraguay, todavía no lo habían visto nunca. En julio, un miembro del grupo lo encontró, de casualidad, en el centro de Asunción.
Detectó su auto: un Mercedes Benz, y también otro auto más, que integraba la custodia cedida por Stroessner.
El grupo intentó establecer la rutina de movimientos de Somoza, pero para un hombre ya retirado del poder, sus salidas eran imprevisibles.
Entonces decidieron observarlo desde un punto fijo. Un miembro del grupo se ofreció como socio en un kiosco, que estaba a menos de dos cuadras de la casa de Somoza. Le ofreció al dueño poner un puesto de ventas de revistas en la vereda.
Esto le permitió observar los movimientos de la casa, y no sólo eso: también empezó a venderles revistas para adultos a los custodios de Somoza, que jugaban al bowling en el local de al lado.
Para completar la logística de la operación, en agosto de 1980, una pareja alquiló una casa sobre avenida España. Argumentaron ser los representantes artísticos argentinos de Julio Iglesias, quien tenía pasión por Paraguay, e iba a pasar una temporada; ellos se ocuparían de refaccionarla para dejársela a gusto.
Este argumento les permitió justificar las entradas y salidas del grupo dentro de la casa. La comunicación comenzó a desarrollarse entre el kiosco y la casa alquilada, a través de un walkie takie, que informaba cada vez que veía pasar el Mercedes Benz de Somoza.
El grupo liderado por Gorriarán comenzó a comprar armamento: pistolas, fusiles m16 y cohetes RPG2. Pero una vez que la logística ya estaba armada, Somoza desapareció. Fue casi un mes de incertidumbre en el que pensaron desactivar la operación, e incluso llegaron a irse de la casa alquilada. Hasta que el supuesto vendedor de revistas, volvió a ver el Mercedes.
Entonces decidieron realizar el atentado apenas lo vieran. Una mañana que el Mercedes de Somoza pasó frente al kiosco, el walkie takie dio la señal de ataque.
Del garage de la casa alquilada salió una camioneta que, detuvo el paso del Mercedes, y le lanzaron un cohete RPG2. Pero el cohete falló, y mientras fueron a buscar otro adentro de la casa, se generó un combate con la custodia, pero el nuevo RPG2, el último que les quedaba, una vez lanzado, destruyó el auto de Somoza y terminó por definir la operación. Somoza fue herido de muerte.
La salida del grupo fue muy dificultosa por el cierre de fronteras, y "Santiago", Hugo Alfredo Irurzun, fue ultimado en una casa en la retirada. Gorriarán Merlo demoró casi dos semanas en salir. Simuló ser un ciudadano venezolano.
El atentado contra el dictador Somoza
Asuncion, Paraguay, 17 de septiembre de 1980
Enrique Gorriarán Merlo (1941-2006) fue uno de los líderes del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) durante el proceso de lucha que vivió la Argentina en los años '70.
Ante la muerte en combate del conductor y fundador histórico del PRT-ERP, Mario Roberto Santucho, y el profundo debilitamiento de la organización, tuvo que exiliarse en Nicaragua a fines de los años setenta.
Allí luchó junto al Ejército Sandinista por la liberación de Nicaragua y participó en los '80 en el ajusticiamiento del sangriento ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza.
En 1989 participó en el asalto al cuartel militar de La Tablada como líder del MTP (Movimiento Todos por la Patria) para fustrar un golpe de Estado que, según las apreciaciones del MTP, un sector del ejército estaba gestando. Logró fugar, pero posteriormente fue detenido en México por los servicios secretos argentinos y condenado a cadena perpetua por los hechos de La Tablada.
Fue indultado por el presidente Eduardo Duhalde junto a al grupo del MTP que aún continuaban presos y a otros militares golpistas (carapintadas, recobrando su libertad el 25 de mayo de 2003.Enrique Gorriarán Merlo, quien falleció en Buenos Aires el 22 de septiembre de 2006, es quizás el más nítido representante de la llamada "política de los fierros" de los años '70, para gran parte de la sociedad argentina.
El atentado
Los días del dictador estaban contados desde mayo de 1980 cuando el comando guerrillero lo ubicó en Asunción. Cuando Somoza fue localizado, los guerrilleros alquilaron una casa en Avenida España a nombre del cantante español Julio Iglesias. Los guerrilleros supuestamente compraron armamento en el mercado negro del Paraguay y lo embuzonaron cerca de la frontera del lado argentino. Entre las armas se encontraban una bazuka, un M-16 y un Ingram.
La conspiración contra el dictador Anastasio Somoza Debayle surgió de una conversación entre amigos que disfrutaban de cervezas y asados en el restaurante capitalino Los Gauchos, donde Ramón, Santiago y Armando solían reunirse una vez a la semana a recordar la época guerrillera.
ERAN ULTIMOS DIAS DEL '79
Según el testimonio que los guerrilleros argentinos brindaron a Claribel Alegría y D.J. Flakoll, la posibilidad de que el dictador muriera de viejo en un exilio dorado les provocaba asco.
"Da rabia pensar que ese criminal está gozando de sus millones en Paraguay"- decía Armando-.
— "¡Ah no!, -añadió-, sería una vergüenza histórica permitir que ese asesino se muera tranquilamente en su cama de tanto beber guaro".
"Ramón", "Armando", "Francisco y "Santiago", habían combatido con la guerrilla sandinista en el Frente Sur "Benjamín Zeledón", como integrantes de una columna guerrillera de internacionalistas que se enfrentó a la Guardia Nacional en la zona de Rivas y San Carlos, Río San Juan, durante la ofensiva militar contra el régimen somocista.
Al ser derrocado Somoza, los guerrilleros argentinos se reencontraron en la recién bautizada "Plaza de la Revolución" el 19 de julio, en medio del júbilo del pueblo nicaragüense que celebraba el derrocamiento de la dictadura de los Somoza. Las guerrilleras argentinas, Julia, Ana y Susana, llegaron en avión horas después, reuniéndose con sus compañeros por pura casualidad en las cercanías del Hospital Militar de Managua.
Cuando se decidieron a acabar con Somoza Debayle, durante una conversación en Los Gauchos, los guerrilleros argentinos se dedicaron a prepararse militarmente y obtener información de inteligencia sobre los pasos del dictador.
Tras huir de Nicaragua el 17 de julio de 1979, Somoza Debayle –quien se jactaba de comunicarse mejor en inglés que en español–, apenas tuvo tiempo para permanecer en Miami varias horas antes que el ex Presidente Jimmy Carter le hiciera saber que era non grato en ese país. Inició así un peregrinaje que lo llevó a Panamá y finalmente a Paraguay, donde el dictador Alfredo Stroessner le ofreció asilo político.
SOMOZA CAMBIO DE DOMICILIO
Según el relato que los guerrilleros hicieron a Flakoll y Alegría, el "Capitán Santiago" estableció las máximas de la operación: "entrar sin levantar sospechas", "hacer el trabajo sin que te agarren" y "salir sin dejar huella".
Las dos últimas no le fue posible cumplirlas.
"Ramón", seudónimo de Enrique Gorriarán Merlo, decidió que los integrantes del comando serían además de él: Julia, Santiago, Susana, Armando y Ana. Julia estaba embarazada de Ramón y así formó parte de la operación. Osvaldo era el séptimo miembro del grupo.
Se dedicaron a obtener documentación falsa que les permitiera entrar a Paraguay sin levantar sospechas, introducir las armas necesarias para la operación y a especializarse en técnicas conspirativas. (Aprender a arreglar encuentros clandestinos, pasar información y órdenes bajo secreto, detectar la vigilancia y escaparse de ella sin levantar la más mínima sospecha, entre otras técnicas).
Establecieron Colombia como centro de entrenamiento, preparándose cada uno de ellos en el uso de la bazuka. De inmediato, procedieron a localizar a Somoza en el Paraguay.
Averiguaron en recortes periodísticos de la época que "Somoza vivía en la Avenida Marisca López en Asunción y que cada vez que aparecía en la ciudad en un limosina con chofer, lo acompañaba invariablemente un Ford Falcon rojo con cuatro guardaespaldas adentro".
Sin embargo, después confirmaron que Somoza había cambiado de domicilio. Decidieron llamar "Eduardo" a Somoza, después que Susana y Francisco dieran –tras seis días de exploración–, con la casa del dictador en Asunción, capital del Paraguay.
Después que reubicaron la residencia de Somoza en la Avenida España, para los primeros días de julio de 1980, habían logrado establecer un sistema de vigilancia de la residencia, anotar los datos de las matrículas de los vehículos que usaba Somoza y establecer el principal problema de la operación: Somoza tenía una rutina completamente irregular.
COMPRAN KIOSKO DE REVISTAS PARA CHEQUEO
Somoza, quien vivía entonces con su amante Dinorah Sampson, tenía a su disposición dos limosinas Mercedes Benz (una blanca y otra azul), un Falcon rojo (para sus guardaespaldas) y un Cherokee Chief, de uso general.
Ramón narró a Alegría y Flakoll que la avenida donde vivía Somoza era muy transitada, no había puestos naturales de observación, por lo que los chequeos tuvieron que efectuarse desde un supermercado, dos estaciones de servicio y un recorrido a pie de diez cuadras y de 45 minutos de duración.
Mientras los guerrilleros dirigidos por Ramón establecían el cerco de vigilancia alrededor de Somoza, otro grupo integrado por los guerrilleros Pedro, Francisco y Osvaldo, se encargaban de trasladar el buzón de armas desde la frontera argentina, el cual después fue embuzonado en casas de seguridad utilizadas por los guerrilleros.
El armamento para la operación incluía una bazuka, un M-16, un Ingram, entre otros, que supuestamente habían sido comprados por los guerrilleros en el mercado negro de armas del Paraguay y embuzonado cerca de la frontera del lado argentino.
Después de cuarenta días de intentar ver a Somoza, Armando logra avistarlo casualmente el 22 de julio de 1980. Como se tenía problemas con el "chequeo del objetivo" Osvaldo ideó comprar un kiosco de venta de revistas a 250 metros de la casa de Somoza, desde donde se mejoró la observación. Allí, Osvaldo vendía revistas pornográficas a los policías con quienes hizo amistad sin que sospecharan de él en lo absoluto.
Antes de que Armando viera a Somoza el 22 de julio, habían visto el Mercedes blanco de Somoza y el Falcon rojo de sus guardaespaldas en varios restaurantes de lujo en Asunción, por lo que estudiaron la posibilidad de efectuar el atentado en dichos lugares. También pensaron alquilar un camión para vender verduras sobre la Avenida España y esconder en el mismo las armas hasta que apareciera el dictador.
Sin embargo, posteriormente descubrieron una entrada trasera a la casa de Somoza por donde también salía su caravana. Pero el 21 de agosto de 1980, Osvaldo no volvió a ver salir a Somoza de su casa desde su puesto de observación en el kiosco de revistas.
EN LAS NARICES DEL EJERCITO PARAGUAYO
Cuando el grupo de guerrilleros se dio cuenta que los movimientos de Somoza eran caprichosos por completo, descubrieron que uno de los pocos movimientos previsibles era que "siempre salía de su casa en el Mercedes Benz, continuaba recto por la Avenida España, en vez de doblar a un lado o al otro, en la intersección donde estaban los semáforos", narraron los guerrilleros a Alegría y Flakoll.
Luego averiguaron que dos de las casas ubicadas sobre la Avenida estaban en alquiler y rentaron una de ellas con la estratagema de que era para Julio Iglesias, quien en su último disco había dedicado tres canciones al Paraguay. De ese modo habían logrado establecer una base operativa sobre la ruta del dictador, rentada por tres meses a $4,500 dólares.
Pero la Avenida España era un nido de víboras, según explicó Ramón a Claribel Alegría y Bud Flakoll: "A 400 metros estaba el Estado Mayor del Ejército, a 300 metros la Embajada Norteamericana. Enfrente de la casa de Stroessner había una custodia de seguridad permanente. Tuvimos que cuidar mucho de cada uno de nuestros movimientos para no despertar la más mínima sospecha".
SOMOZA REAPARECE EN ASUNCION
Después de 21 días de ausencia, Somoza reapareció en su Mercedes Benz azul, escoltado una vez más por el Falcon rojo. Era el 10 de septiembre de 1980.
Los guerrilleros entonces decidieron los últimos detalles: compraron una camioneta Chevrolet para la retirada –la cual no encendía bien cuando estaba fría–, que permitía tener un amplio campo de fuego para quien iría en la tina.
Y para la mañana del 15 de septiembre, cada uno de los guerrilleros estaba listo con sus respectivas armas: Armando con un Fal; Ramón con un rifle M-16 y 30 balas en el cargador, más una pistola Browning 9 milímetros. El arma del Capitán Santiago era un RPG-2, la bazuka.
Según relataron los guerrilleros al matrimonio Flakoll y Alegría, la señal de Osvaldo al ver la caravana de Somoza sería decir el color del auto en que vendría el dictador, vía walkie-talkie. Luego, cada uno de los guerrilleros tendrían que salir de la "Casa de Julio Iglesias" y apostarse en sus respectivos lugares en un lapso de veinte segundos.
LLEGO LA "HORA CERO"
El miércoles 17 de septiembre de 1980, después de arreglar el problema de comunicación de los walkie-talkie, ensayar la emboscada a Somoza y acordar encender la camioneta cada hora para que funcionara al momento del escape, los guerrilleros estaban en disposición de avanzar a sus posiciones en un lapso de trece segundos, desde el interior de la "casa de Julio Iglesias".
La "Hora Cero" llegó a las 10:35 de la mañana del 17 de septiembre de 1980, cuando Osvaldo divisó su caravana desde el kiosco de revistas y transmitió la señal convenida a los guerrilleros a través de los radio-comunicadores.
— "¡Blanco! ¡Blanco!", dijo.
"Julio César Gallardo, antiguo chofer y guardaespaldas de Somoza, manejaba el Mercedes. Atrás, junto al ex dictador iba Joseph Bainitin, su asesor económico de nacionalidad norteamericana", narran Alegría y Flakoll.
De acuerdo al plan convenido, Ramón se apostó con su M-16 en el jardín de la "casa de Julio Iglesias", mientras Armando salió con la camioneta Cherokee al borde de la acera para estar listo a interceptar la caravana de Somoza. El Mercedes Benz de Somoza estaba a unos cien metros detenido por el semáforo en rojo, detrás de unos seis vehículos.
Cuando el semáforo dio luz verde, Armando calculó el tiempo para dejar pasar unos tres vehículos e interceptar el Mercedes, mientras Ramón esperaba para dar la señal de salir a Santiago con la bazuka.
En ese momento, ya no había marcha atrás.
FALLO PRIMER BAZUKAZO
Armando irrumpió en la calle con la Cherokee haciendo frenar una Volkswagen Combi. "El Mercedes de Somoza frenó. Ramón escuchó un ruido detrás suyo, se volvió y vio a Santiago luchando con la bazuka. Pensó que se había deslizado, que se había caído; giró sobre sus talones, levantó el M-16 a la altura del hombro y empezó a disparar", narran Alegría y Flakoll.
El plan inicial señalaba que Santiago dispararía la bazuka primero por si el Mercedes era blindado, pero se le atoró el proyectil y Ramón tuvo que abrir fuego.
Al fallar el primer tiro de la bazuka, Santiago se arrodilló, sacó el proyectil defectuoso y la volvió a cargar, se puso de pie, tomó puntería de nuevo, pero no disparó.
Según el relato de Claribel Alegría y Bud Flakoll, después de la primer ráfaga de M-16, "la limosina de Somoza con el chofer ya muerto, se había ido a la deriva hacia la casa operativa, deteniéndose junto a la cuneta, frente a Ramón, quien metódicamente seguía disparándole al asiento trasero.
La limosina no era blindada y cada uno de los tiros entró a través de los cristales rotos de la ventanilla de atrás. Ramón estaba tan cerca del Mercedes que un proyectil de bazuka en ese momento lo hubiera matado".
Según Ramón, en los siguientes instantes, la custodia de Somoza comenzó a disparar, hasta que le dio la señal a Santiago para que disparara la bazuka.
"La explosión fue impresionante. (El techo y una puerta delantera del Mercedes volaron en pedazos) Pudimos ver el auto totalmente destrozado y la custodia escondida detrás de un murito de la casa de al lado. Ya no tiraban más", recordó Ramón.
Un testigo, el doctor Julio César Troche dijo minutos después al diario paraguayo ABC, que "escuchamos una fortísima explosión que hizo temblar toda nuestra casa y nosotros aún no queríamos mirar por el riesgo de ser alcanzados por una de las ráfagas que el sujeto enmascarado de la Chevrolet azul, a quien a cada momento se la caía la capucha, repartía a diestra y siniestra. Tras la explosión siguió nuevamente el tiroteo. Después vino el silencio".
El Mercedes Benz quedó destrozado, los trozos del cadáver del chofer de Somoza quedaron en el pavimento a treinta metros, mientras Somoza y Bainitin quedaron muertos en el asiento de atrás.
Armando, Ramón, Osvaldo y Santiago, huyeron en la camioneta Chevrolet azul, pero a pocas cuadras tuvieron que abandonarla, pues no caminó más. Interceptaron un Mitsubishi-Lancer placas 61915 sobre la calle América, según relató su dueño Julio Eduardo Carbone, al ABC.
La radio comenzó a dar la noticia: "Le dispararon una bomba a un Mercedes Blanco". Quince minutos después estaba identificada la víctima: Anastasio Somoza Debayle.
Mientras, los guerrilleros huían por rutas alternas. Todos, menos el Capitán Santiago.
AYER Y MAÑANA
Iniciada el 18 de octubre de 1941, en San Nicolás, la vida de Gorriarán Merlo estuvo siempre signada por la militancia y por la violencia. En 1970 fundó el ERP junto a Roberto Santucho. Después vendrían su detención y posterior fuga del penal de Rawson, el ataque al cuartel de Azul en 1974 y los combates en la selva tucumana.
Con la dictadura llegó el exilio y el enrolamiento en el ejército sandinista con el que llegó al poder y trabajó en inteligencia bajo las órdenes de dos "duros" de la revolución: Lenín de la Cerna y el ministro del Interior Tomás Borge.
Un año después del triunfo de la revolución, en 1980, participó del grupo que dio muerte a Somoza en Asunción del Paraguay. Oscilando entre la Buenos Aires de la primavera democrática y la húmeda y tortuosa Managua, Gorriarán fundó el MTP en 1985. Cuatro años después dirigió el ataque al cuartel de La Tablada. Finalmente, en 1995, cayó detenido en México.
Desde ese momento está preso en Devoto. De él dicen sus ex compañeros del ERP que "era más operativo que político". Arnol Kremer, quien supo llamarse Luis Mattini en tiempos de guerra, le recomendó alguna vez el "suicidio por el desastre de La Tabalda".
Y el hermano de Santucho dijo: "Roberto era un ideólogo, un patriota que recurrió a las armas por las circunstancias. No era un hombre violento; en cambio Gorriarán, sí". El aludido cierra los ojos y entrecruza las manos como si rezara. "Ahora quiero pensar en el futuro", dice.
¿Hay futuro?
No vislumbro ningún proyecto que nos permita tener esperanzas. Para que eso suceda debería formarse otro movimiento político adaptado a la época.
¿En qué cambia su planteo respecto del que hacía en los setenta?
En aquel tiempo se trataba de suplantar al capitalismo por el socialismo. Eso estaba enmarcado dentro de la Guerra Fría entre dos sistemas. En cambio hoy...
No me diga que se hizo capitalista.
No, pero las condiciones son diferentes. En aquella época había sistemas para optar. Si la Ford se quería ir del país uno traía una fábrica de Checoslovaquia y solucionaba el problema. Hoy la amenaza de la Ford implica aumentar la desocupación porque no existe una alternativa tecnológica. Antes había una dictadura militar, uno la derrocaba con las armas y decía "desde hoy este país es socialista". Hoy hay que luchar por la igualdad social, pero exprimiendo al máximo las posibilidades.
¿Dentro del capitalismo?
Hasta ahora no hay otro sistema. El reemplazo de un modelo por otro se da cuando el reemplazante es superior. Como en Rusia en 1917, que pasó de ser un país atrasado a convertirse en la segunda potencia mundial. Ahora, con el desarrollo de la tecnología, para que haya socialismo debería nacer en un país desarrollado. Pero eso no quita que se puede luchar por la justicia social.
¿Se sigue reivindicando marxista, entonces?
Soy un admirador de Marx, pero decir que soy marxista es demasiado grandilocuente. No creo que los marxistas sean los únicos que pueden llevar adelante los cambios; pienso en la izquierda en relación con sus orígenes. Soy partidario de una izquierda estratégica y no dogmática.
¿Si sale en libertad participaría en las asambleas populares?
Las asambleas patentizan un rechazo a los políticos que aún no estaba dicho. Tienen un contenido que no es de cambio sino de restitución. La sociedad quiere que le devuelvan algo de lo que perdió. Tienen un contenido justo pero no revolucionario.
No quieren cambiar el sistema sino volver al que estaba. Creo que la consigna "que se vayan todos" sin opciones no tiene sentido. Los programas tampoco. Se ve que hay agrupaciones de izquierda que le hacen votar cosas a la gente.
El otro día vi un programa de la asamblea de Parque Centenario que era más radical que el que nosotros teníamos en los setenta con los Montoneros y los diez mil hombres armados que teníamos. Viendo esas proclamas hasta Fidel Castro renunciaría asustado. No se puede convertir a la población en una Cámara de Diputados permanente; hay que institucionalizar la participación a través de una reforma constitucional. Si un partido promete una cosa y no la cumple se lo debe poder echar de inmediato.
Es necesario un cambio que reemplace la democracia representativa por la participativa. La representación mostró sus defectos recién ahora; nunca tuvimos 20 años seguidos para comprobar que los políticos prometen una cosa y hacen otra y que no tenemos cómo contrarrestarlo.
No se trata de cambiarlos por hombres dece ntes sino de modificar un sistema que está hecho para robar por uno que impida hacerlo.
¿Qué opina del gobierno de Duhalde?
Veo que carece de un plan social y de una política económica. Se palpa en la negociación con el FMI. Está a la expectativa de lo que supuestamente va a dar el Fondo. Pero creo que no van a conseguir nada. No hay un plan estratégico de industrialización.
DIOS Y LA MUERTE
Gorriarán ¿cómo es matar?
(Responde rápido, casi por reflejo y encogiendo los hombros) No tengo la menor idea; yo participé en combates y solo estuve directamente en lo de Somoza. Estaba en el grupo pero el que culminó la acción fue Santiago que tenía una bazooka. Pero lo de Somoza no es una acción de venganza, como siempre se dijo, sino una emboscada al jefe de la contrarrevolución en el marco de una guerra. Si Somoza se hubiera quedado en una playa de Miami hoy estaría vivo.
Muchos dicen que usted era un fierrero más que un cuadro político. ¿Admite esa visión?
No soy un fierrero como dicen muchos, no creo en los grados militares, creo en la consecuencia de una persona. Ni siquiera un revolucionario, para no poner algo inalcanzable, sino una persona honesta que tiene que fijar sus valores todos los días, todas las semanas, todos los años. Conocí a grandes revolucionarios como Santucho, Sendic y Carlos Fonseca, pero también al salvadoreño Carpio y a Edén Pastora, que se dieron vuelta. Para mí el valor fundamental es la persistencia. A mí me ponen como paradigma del guerrillero armado, pero en el ERP estuve hasta el 74 en el sector operativo y en Tucumán, por ejemplo, fui enlace entre la guerrilla y las organizaciones de masas. Ésa es una imagen que no es objetiva. Participé en la guerra de Nicaragua, pero no es lo principal.
La cárcel suele volver místicos a los condenados, no se habrá hecho creyente, ¿no?
(Se ríe, con vergüenza y dice entrecortado) Místico no... pero con respecto a eso... siempre pienso... es una cosa íntima. (Se repone) Si digo que creo en Dios me van a tratar de oportunista porque me hago católico ahora y si digo que no creo, van a decir "mirá este ateo". He leído la Biblia, pero mejor me callo.
"La responsabilidad por La Tablada es mía"
En el único momento de la entrevista en que Enrique Gorriarán Merlo pareció quebrarse o ensombrecerse fue cuando se habló de La Tablada.
¿Reconoce que el ataque fue un error?
No puedo responder a eso en dos minutos; además, el balance lo tendríamos que hacer juntos todos los que participamos. La decisión que tomamos fue producto de que a partir de Semana Santa del 87 el gobierno cede a las presiones de los carapintadas creyendo que de esa forma evita el golpe de Estado.
Al mismo tiempo Menem se alía directamente con el sector golpista. Creimos ver el peligro de una reiteración de la dictadura. No queríamos reimplantar la guerrilla sino parar un golpe de Estado. Y no pensábamos que íbamos a tener un saldo de víctimas tan doloroso.
¿Fue una trampa del gobierno de Alfonsín?
De ninguna manera. Tampoco estábamos infiltrados. Las causas de las bajas y de que no pudiéramos tomar el cuartel fueron dos: primero, que un grupo de compañeros que debía tomar el depósito donde estaban los tanques que usaron los militares se demoró en un enfrentamiento previo en la Compañía B del Batallón de blindados; y cuando los pibes llegaron al lugar los militares ya estaban acantonados.
Y la segunda causa fue por indisciplina, pero como fue heroica es irreprochable. Un grupo, al enterarse que otros compañeros estaban en la Compañía B del Regimiento de Infantería rodeados de militares, eligió, en vez de irse, tratar de rescatarlos y también quedaron encerrados.
Y lo mismo ocurrió con los compañeros de la Guardia de prevención que, en vez de retirarse se quedaron hasta la una de la tarde, cuando recién los militares rodearon con 3.600 hombres el lugar y la salida se hizo imposible. En Monte Chingolo, por ejemplo, donde sí estábamos infiltrados por un hombre del Ejército de apellido Ranier, en diez minutos llegaron los tanques.
En cambio en La Tablada tardaron seis horas y no llegaron antes porque estaban convencidos de que era un golpe carapintada; por eso demoraban el arribo.
¿No cree que el ataque perjudicó las posibilidades de la izquierda en los años noventa?
Eso es apenas una excusa. No fue un beneficio, está claro; pero si uno ve las estadísticas, la elección en la que más votos sacó la izquierda fue tres meses después del asalto a La Tablada, en los comicios de mayo del 89.
¿Se siente responsable por las víctimas?
Claro que sí y siento un gran dolor por los familiares. La responsabilidad principal la tengo yo porque era el líder del grupo. Pero yo no los llevé engañados; decir eso sería una falta de respeto a la inteligencia de los compañeros. Cuando decidimos llevar a cabo la acción se explicó todo. Pero también hay que tener en cuenta que allí se utilizaron todas las técnicas del terrorismo de Estado por parte del Ejército. Tuvimos 11 compañeros asesinados después de ser detenidos, 3 desaparecidos y 5 cadáveres sin identificar por el destrozo de los cuerpos.
El teniente coronel Jorge Barando, por ejemplo, es el responsable de la desaparición y asesinato de Iván Ruiz y de José Díaz. Hay una secuencia de fotos donde se los ve caminando y después caen. No obstante en el juicio dijo que se los entregó a un tal Esquivel, quien aparece muerto, y dice: "Seguramente estos dos chicos lo mataron y se escaparon". Luego pudimos identificar el cuerpo de Iván Ruiz. O sea que Barando mintió. Y es más, siguió haciendo de las suyas ya que es el jefe de custodios del Banco HSBC y uno de los que aparecen en el video tirando a los manifestantes. Está sospechado de haber matado a uno de los muchachos el 20 de diciembre pasado. Tiene una línea consecuente el hombre.
Adiós a las armas
¿Cómo era tener 30 años en los setenta?
Era una época distinta. Cuando yo tenía 13 años bombardearon la Plaza de Mayo; a los 15 se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, a los 20 lo voltearon a Frondizi, a los 24 a Illia. Yo voté una sola vez en mi vida y fue en las elecciones del 63. Fui clandestino durante treinta años, desde marzo del 70 hasta hoy. Viví entre la clandestinidad y la cárcel. Es algo diferente. En el caso de ustedes es mucho mejor.
¿Cómo lo marcó la clandestinidad?
Todavía no lo sé; si salgo se lo cuento. Estoy habituado a esa forma de vida como si fuera normal, siempre tomando recaudos. Siempre trabajé de prófugo; tenía que levantarme todas las mañanas y pensar a qué café iba, qué camino tomaba; todo eso se transforma en un hábito. A los policías de México , por ejemplo, los detecto porque estaba preparado para eso. Yo voy dos veces a un lugar y sin fijarme me doy cuenta si hay algún cambio. Por eso me gustaría poder volver a la legalidad, para ver cómo es.
¿Volvería a tomar las armas?
No, hoy no lo haría. Creo que después de la experiencia que se dio en América Latina, deberíamos dedicar nuestras vidas para evitar que se repita otro enfrentamiento de tipo guerra civil como el que se produjo.
Las circunstancias han cambiado. La violencia armada surge por los golpes militares que se suceden cada dos años y cuatro meses, y por la Doctrina de la Seguridad Nacional que les dio sustento teórico a las dictaduras. La lucha armada es una reacción.
Por eso hacemos este planteo de llamado a la democracia. Porque todavía estamos a tiempo de frenarlo. Cuando se produjo La Tablada ya se habían registrado los levantamientos de Semana Santa y Villa Martelli. Hoy todavía no sucedió nada. Los militares tienen la misma experiencia que nosotros y no creo que quieran repetir la historia.
Gorriarán Merlo pasó por Rosario para pedir disculpas por un secuestro
Stanley Sylvester había sido secuestrado en mayo de 1971. La Capital fue testigo de un diálogo sin odios
El portón de hierro es el mismo y la vereda donde quedó el Peugeot 404 en marcha también. La numeración ha cambiado pero el pilar aún conserva los apliques del 8555 que regía entonces, año 1971. Mayo, para más datos.
Hoy es el 8455 de bulevar Argentino, en el corazón de un Fisherton más coqueto y tal vez más custodiado. Juan Sylvester, aquel que encontró el Peugeot en marcha y de inmediato sintió el presagio de lo ocurrido, abre el portón del chalé e invita al patio. Saluda y habla unos minutos, antes de sentarse con su visitante: Enrique Gorriarán Merlo, cabecilla del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que aquel ya lejano mes de mayo del 71 secuestró a su padre, Stanley Sylvester, apenas detuvo el automóvil y caminaba para cerrar el portón.
Stanley falleció hace 20 días, a los 91 años. Cuando lo secuestraron, con 59 y a un año de jubilarse, era gerente general del frigorífico Swift -al que había ingresado tres décadas antes como mensajero de oficina- y a la vez cónsul de Inglaterra en Rosario. Fue el primer secuestrado por el ERP (que comandaba a nivel nacional el temible y recordado Mario Roberto Santucho), que lo mantuvo en cautiverio siete días en el sótano de una vivienda del barrio Acíndar, al sur de la ciudad, y lo liberó una vez que el Swift accedió a "repartir víveres y útiles escolares en los barrios y a cambiar las condiciones de trabajo para los operarios de la planta", según recuerda Juan, su hijo.
El nieto del secuestrado, Donald, completa la postal. Fue quien cuidó a su abuelo hasta sus últimos días y el primero que supo de la voluntad de Gorriarán Merlo, hace unos meses tras salir de la cárcel.