Se constata diariamente en Siria un incremento de los atentados terroristas así como un avance del Ejército Árabe Sirio en combatirlos.
El fenómeno no es nuevo y es intermitente.
Cada vez que se abre un surco para la negociación política y el gobierno Sirio ve reafirmada su autoridad, el péndulo gira hacia el extremismo más irracional de los que sostienen el plan para derrocar el gobierno.
El gobierno Sirio ha hecho todo lo posible, política y militarmente, para detener al terrorismo y lograr la pacificación. Rusia igualmente ha denunciado en el Consejo de Seguridad de la ONU la duplicidad de criterio en algunos miembros de este Consejo, por no haber actuado con más voluntad para combatir el terrorismo y posibilitar la solución política.
Es así que la reciente Resolución CSONU 2118 sobre Armas Químicas en Siria se podría interpretar en la figura del arma de doble filo.
Entra en la zona gris del terrorismo que la ONU se ha negado a enfrentar como tema prioritario.
El eje de esta resolución consiste en un plan de adhesión a la Convención sobre Armas Químicas (CAQ).
En un nivel complementario y hasta subsidiario, aparece la necesidad de llevar adelante el plan de paz y realizar la conferencia denominada Ginebra II. Sobre el terrorismo que asola a Siria la resolución es aséptica.
Lo paradójico, porque la política es una paradoja permanente, es que el desmantelamiento de un arsenal de armas químicas es apoyado por una resolución que hace abstracción del terrorismo. Además, la iniciativa es erróneamente atribuida a la OPAQ, que la hizo merecedora del premio Nobel de la Paz, también una equivocación producto de una esmirriada visión nórdica del conflicto Sirio.
Es decir, si se sigue esta lógica, continuaremos escuchando y observando actividad terrorista en Siria a granel.
Esta última resolución para que tenga efectividad y la misión tenga eficacia en destruir el arsenal debe estar acompañada de un seguimiento estricto de la resolución de Naciones Unidas 1373, que obliga a los gobiernos a combatir decididamente el terrorismo en todos los países.
En este sentido la resolución 2118, a pesar de la ardua negociación entre Rusia y Estados Unidos, es unilateral.
Le asigna la mayor parte de la responsabilidad al gobierno Sirio para el éxito de la misión internacional de desmantelamiento del citado arsenal.
En su artículo No 11, “urge a las partes Sirias trabajar en estrecha colaboración con la ONU y la OPAQ”….
El párrafo concluye: “Se reconoce que la responsabilidad primaria (del apoyo y la seguridad de la tarea), le corresponde al Gobierno Sirio”.
El terrorismo que sufre Siria debe estar contemplado como una preocupación global y dejó de ser parte de un conflicto local, y esta resolución es precaria en este aspecto fundamental.
En esencia, si no se desarticula el plan de derrocar al gobierno, o la idea de una negociación sin el presidente Bashar Al –Assad, habrá más sorpresas que certezas en el proceso.
Si no se resuelve el envío de armas y la ayuda a un fragmentado frente de rebeldes, la resolución no libra a Siria de convertirse en la pieza que se sacrifica en el gran juego.
Un conflicto que se armó con un objetivo a corto plazo y que después se distorsiona hasta perder el control y generar una crisis regional generalizada, puede dispararse en cualquier sentido.
En política internacional el realismo por lo general bordea el escepticismo.
Sin embargo en la caja de sorpresas que ha sido la crisis Siria, es recomendable aplicar una buena dosis de ese realismo y que es precisamente la consistencia que ha demostrado Siria en su diplomacia y en el manejo político para su protección.
Hay antecedentes para esta postura. Antes de que el secretario de estado de EEUU. John Kerry asumiera, cuarteles especializados en golpes mediáticos propagaron que él venía como un "salvador" por ser cercano al presidente al-Assad.
Poco después de asumir Kerry los atentados incrementaron, se produjo el ataque de Israel en la periferia de Damasco del 5 de mayo, y la espiral de violencia aumentó hasta derivar en el tema de las armas químicas.
En este sentido, Arabia Saudí, Israel, Qatar, Turquía, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, que en diferentes roles, medidas y tiempos han sido los baluartes en el plan de derrocar al presidente Sirio, aprovecharán cualquier brecha que surja del mar de contradicciones y forzarán las oportunidades para cumplir con el objetivo trazado.
No es concebible el que después de casi tres años de implementación y una inversión de varios miles de millones de dólares, el plan desemboque en un triunfo político y militar del gobierno.
La política internacional consiste en “canjes y trueques: esto por lo otro.
Y, en la medida que la solución de la crisis Siria esté vinculada estrechamente a la resolver el tema nuclear de Irán, en vez de abordar la contingencia del terrorismo, las negociaciones estarán condicionadas a un tipo de decisión entre potencias que tienen que ver con los equilibrios de poder que son cuestiones de mediano y largo plazo.
Hay que evitar una expectativa desmedida en el lado práctico de las resoluciones de la ONU cuando existen agendas cruzadas en las potencias tradicionales y emergentes y se explican las inconsistencias con más inconsistencias.
Otros factores permanecen menos visibles.
El papel de las corporaciones transnacionales aparece sospechosamente ausente en la generalidad de los análisis.
También se detecta un exceso de triunfalismo anti imperialista a raíz de la resistencia Siria a la injerencia extranjera.
Se observa particularmente el rebrote de un antinorteamericanismo encarnado ahora en la figura de Barack Obama y su gobierno y un deslindar responsabilidades en cuanto al papel de otras naciones.
Este enfoque impide ver el cuadro mayor.
Hay una decadencia del sistema internacional que hace 30 años busca la solución política a través de la economía o la guerra.
Hay que estudiar detenidamente los conflictos post guerra fría que han derivado en guerras o crisis humanitarias y es el patrón común.
Son una mayoría de naciones las responsables en adoptar ese patrón. Siria no aceptó los términos de la globalización por lo tanto había que derribar su gobierno y acabar con su estrategia de desarrollo.
Asegurar soluciones en el conflicto Sirio es una apuesta riesgosa si no se desactiva el plan de derrocar al gobierno.
Por otra parte, mientras se mantenga el influjo de terroristas en Siria, ese plan estará abierto en los cuarteles generales de la Alianza Transatlántica.
Una situación condiciona la otra. Cuando en tres cuartas partes de Siria no exista terrorismo y el acecho de fuerzas armadas informales, se podrá recién hablar de un cese al fuego y de que los inventores del plan lo dieron por terminado.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)