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Emigrar a Canadá: la otra parte del cuento


MANUEL TAPIAL – Por primera vez conozco en primera persona de manera consciente las consecuencias de la emigración. 
 
No es que sea la primera vez que he viajado fuera de las fronteras del país que me vió nacer, sino que tras haber visitado 37 países diferentes del mundo, es la primera vez que de manera consciente me identifico como un exiliado económico.

Mi país elegido, de manera circunstancial dado que mi compañera es de aquí, es Canadá, país que fuera de sus fronteras goza de una buena reputación como país próspero y avanzado, y es que la “Marca Canadá” nada tiene que ver a la “Marca España”.

Lo que no se sabe y es difícil de saber si uno no se envuelve de la historia pasada y presente de como se ha hecho y se sigue construyendo este país, es que tras esa buena imagen hay sangre y sufrimiento indescriptible.

Comencemos hablando de los pueblos originarios, expulsados de sus tierras, asesinados y los sobrantes recluidos en reservas.
 
 Hoy en día los mas conscientes organizados en el movimiento Idle no more en un arrebato de dignidad colectiva. 
 
Estos pueblos originarios tuvieron que sufrir, al igual que los latinoamericanos, el peso de la religión y la censura de sus rituales ancestrales, la escolarización forzosa de sus jóvenes y castigos físicos de manera regular.
 
 Aquí se puede revisar algo mas de su historia y sobre la sangrienta colonización de lo que hoy en día se conoce como Canadá.

Conseguida la colonización, los primeros ocupantes tenían la responsabilidad de construir un país desde cero. Los primeros invitados a la fiesta, tras los británicos y los franceses, fueron los chinos, responsables de crear la infraestructura ferroviaria del país a finales del s.XIX gozando de la “privilegiada” situación de súbditos de la corona británica, que les abría la puerta a viajar dentro de la red de colonias que en el siglo XIX dominaban; Estados Unidos, India, Canadá, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda y China principalmente. 
 
En esa época se vivía “la fiebre del oro”, que invitaba a los movimientos migratorios sin prácticamente ninguna restricción, y que bien supo adaptar al cine años mas tarde Charles Chaplin en su cinta fechada en 1925, “The Gold Rush”.

En las etapas posteriores, a principios del S. XX, llegaron los irlandeses, los italianos y los portugueses, cada unos por motivos diferentes pero todos creando sus propias colonias culturales en las diferentes ciudades del país. Todas estas familias nutrieron un país que en el año 1916 contaba únicamente con 8 millones de habitantes.

En cien años los asentamientos han crecido exponencialmente con el desarrollo industrial y tecnológico.
 
 En la actualidad, Canadá cuenta con una población que supera los 34 millones de personas censadas y los nuevos colonos, representan poblaciones venidas de los cinco continentes; desde la Norteamérica pobre y violenta representada por México hasta la Europa en decadencia representadas por Portugal, Grecia, España e Italia pasando por la Asia mas olvidada, Filipinas, Banglades o Vietnam, sin olvidar la África de la guerra, Congo, Ruanda, Somalia o Sudán. Canadá no ha dejado de recibir nuevos colonos en sus 148 años de historia pero si ha cambiado su cortesía para con ellos. Esta población, 34 millones de habitantes, es inferior a la de la península ibérica cifrada en 58 millones de personas, para una extensión de tierra que multiplica por 20 la de España y Portugal juntas.

Tras recorrer escuetamente el proceso de construcción de lo que hoy se conoce por Canadá, viajemos a la actualidad. 
 
Hoy en día existen en Canada más de 70 estatutos diferentes, según algunas fuentes, de los cuales pueden gozar los inmigrantes, incluido el de no estatus, o mas comunmente conocido como “irregular o sin papeles”, independientemente del país del que uno proceda. 
 
Es cierto que no es lo mismo ser inmigrante en Canadá siendo francés que mexicano, o español que haitiano. 
 
Desde el gobierno canadiense se ha creado toda una amalgama de estatutos de inmigración acordes a los intereses presupuestos en el país, definidos por grandes empresas y ejecutados por unos servicios migratorios inhumanizados.

No son pocos los abogados locales que se han referido a las políticas de inmigración del gobierno canadiense como “diseñadas para desestructurar la sociedad”, sin servicios de cercanía donde cualquier inmigrante o afectado por alguno de los varios procesos migratorios posibles se pudiera dirigir. 
 
Canadá, ese gran país tan avanzado y rico, ciertamente no dispone de ninguna oficina física de información a la que poder dirigirse, o si, pero en Alberta, en la mitad del país, teniendo toda la información centralizada en una página de internet y en un número de teléfono donde extrañamente alguien contesta al otro lado.

Entre la dificultad que otorga el hecho de ser inmigrante en un país culturalmente distinto al tuyo, la falta de acceso sencillo a la información arroja a miles de personas a la clandestinidad, dando con ello carnaza a explotadores, chivatos, y ultras para una implacable persecución. 
 
Y es que el gobierno canadiense ofrece recompensas por denunciar a los sin papeles alimentando con ello un viejo oficio en la retina de todos los amantes de los “Western”, el de cazarecompensas.

Con estas nuevas políticas migratorias, hace pocos años han comenzado a funcionar lo que en España se conoce por CIE´s, Centros de Internamiento para Extranjeros.
 
 Lugares siniestros donde inmigrantes sin mas delito que una falta administrativa, la de no estar regularizados, pueden pasar semanas o meses detenidos hasta que se ejecuta su deportación sin ningún tipo de juicio de por medio. 
 
Los medios de comunicación, en general, se han mostrado muy sensibles a esta nueva realidad que muchos de sus vecinos les ha tocado sufrir.
 
 No así el gobierno conservador de Harper, que no ha dejado de disminuir las razones por las que una persona puede acogerse al estatuto de refugiado en el país.

Miles de familias viven en Canadá bajo la constante amenaza de la detención y su posterior deportación. 
 
De hecho, ha habido varios casos que han creado problemas al actual gobierno por mediáticos; una madre separada de su marido y sus hijos que fue deportada a México, y otra madre que dio a luz en el CIE de Montreal y posteriormente fue separada de su bebé, ella deportada y el bebé entregado a su padre en Canadá.
 
 Estos casos no dejan de ser la punta del iceberg de una situación inhumana e insoportable que ha de encontrar una solución en un país que nació como producto de una ocupación, y en el que hoy en día, hay territorio suficiente para quién quiera construir en él.

La compañera Viviana Medina, de Mexican@s Unid@s por la Regularización explicaba en este video que significa ser inmigrante en Canada y alguna de las vivencias por las que ella tuvo que pasar. Es difícil hablar abiertamente de la explotación laboral con jornadas de trabajo infinitas o de los abusos de todo tipo que un sin papeles puede llegar a soportar.

En este siglo XXI, vivimos una nueva era de esclavitud, mas sutil si se quiere ver así.
 
 De los esclavos del s. XVIII hemos heredado la necesidad diaria de comer y la imposibilidad de elegir, mientras los gobiernos han heredado la crueldad y la apatía a la necesidad humana, respondiendo únicamente a las necesidades empresariales.

Hablamos de Canadá, pero perfectamente podríamos estar hablando de EE.UU., España, Francia o Alemania.
 
 Las fronteras son lugares donde la empatía por los de abajo brilla por su ausencia como muestra este otro video.

Publicado originalmente en www.activistak.com

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