Pablo Gonzalez

Horacio Cartes contra Nicolás Maduro

Los delirios del Tiranosaurio de los medios paraguayos siguen empeorando como síntomas de agravamiento de su demencia senil

Se atribuye a Confucio haber dicho que el hombre que comete un error y no lo corrige comete otro aún mayor, y es lo que la prensa otrora hegemónica parece buscar de los políticos paraguayos que por repetir sus libretos, terminaron tan aislados y humillados en Sudamérica que de socios fundadores del Mercosur, ahora deben mendigar un incierto estatus de “observadores” en la Alianza del Pacífico.
 
 Bloque que por cierto, como esfuerzo por la integración regional, también es respaldado por la izquierda latinoamericana.

En su libro “El Cambio como Farsa y Tragedia” el ex presidente Nicanor Duarte Frutos hace un pormenorizado relato del proceso de ruptura con su ex vice-presidente Luis Castiglioni, azuzada por Aldo Zucolillo y sus satélites. 
 
 Duarte Frutos señala que en una oportunidad, el líder bolivariano Hugo Chávez acusó a Castiglioni de ser un agente de la CIA, y dijo tener pruebas para demostrarlo.

Duarte Frutos testimonia que la gravedad de la acusación hizo que se convocara a una reunión privada entre los presidentes de Argentina, Brasil, Venezuela y Paraguay. 
 
 Así fue que en una reunión entre Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Hugo Chávez y Nicanor Duarte Frutos, el entonces presidente brasileño dijo que abogaba a favor de la denuncia del venezolano, dada la actitud anti-brasileña que había exteriorizado en varias oportunidades.

Duarte Frutos defendió a Castiglioni en la reunión, pensando que podría ser un buen candidato para sucederlo, y solicitó a los presidentes de Brasil y Argentina que primero se entrevisten personalmente con él. Chávez y Lugo accedieron a reunirse con Castiglioni, y agendaron encuentros para conocerlo, pero el entonces vice-presidente paraguayo los desairó.

Alegó que no podía viajar ni a Brasilia ni Caracas, porque tenía una reunión en Washington, para colmo con funcionarios de segunda línea en el gobierno de George W. Bush.
 
 Por si ello fuera poco, poco después se abrazó con Serra, uno de los más enconados adversarios de Lula.

El posterior fracaso de Castiglioni en su truncada carrera a la presidencia fue el primer anuncio que el respaldo del imperio norteamericano ya no era la llave del éxito en la política paraguaya. 
 
 La posterior humillación y actual aislamiento del Paraguay en Sudamérica, que hoy debe llorar para asumir el denigrante papel de “observador” en la Alianza del Pacífico, es la definitiva comprobación.

Pero no contento con los “experimentos controlados” urdidos por la historia, desfasados tiranuelos buscan ahondar el error que su propio guión indujo a cometer.

Los delirios del Tiranosaurio Mediático

Se ha dicho que aquel que inventa una mentira, no sabe en qué enredos se está inmiscuyendo, puesto que deberá inventar muchas otras para sostener la primera.

Desde que sus guiones contra el Mercosur perdieran fuerza, con la humillante exclusión del Paraguay, el Tiranosaurio Mediático paraguayo Aldo Zucolillo no ha dejado de intentar instalar las más disparatadas versiones para defender sus equivocaciones y su errónea medición de fuerzas.

Las más ridículas y recientes han sido una supuesta “victoria” del canciller José Félix Fernández, expulsado de manera humillante de varias sociedades de abogados latinoamericanos por “golpista”, sobre la legendaria diplomacia de Itamarati. 
 
Según las mismas fuentes, el Paraguay ahora supera a la Argentina en producción de carne. 
 
 Las versiones son tan hilarantes que los comentarios al respecto huelgan.

Hoy el decadente Tranosaurio mediático de la calle Yegros, al borde del Alzheimer y la demencia senil, vive soñando con algún exabrupto que encienda la chispa de un enfrentamiento entre los gobiernos de Paraguay y Venezuela.
 
 Ello aunque el presidente electo Horacio Cartes haya llegado al gobierno prometiendo el regreso al Mercosur, y ya haya prometido a Nicolás Maduro que el retorno del Paraguay al bloque regional es un hecho.

Ya decía Ramón y Cajal que lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ignorancia.
 

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