Rafael Correa llegó ayer por la tarde a la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en olor de multitudes.
Venía a contar cómo salió Ecuador de la crisis de su deuda o cómo él dijo “de la larga noche neoliberal” en la que hundieron a su país en la década de los noventa: la acción conjunta de banqueros insaciables, políticos corruptos y gobiernos ciegamente obedientes a las recetas desreguladoras del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Parecía que estaba describiendo lo que está pasando en España y en el sur de Europa, porque la descripción del proceso seguido era casi una calcomanía, así que para no provocar conflictos diplomáticos advirtió desde el principio de la conferencia que “no venía a dar consejos al Gobierno español de cómo salir de la crisis sino a describir lo que había pasado en su país”.
La sala de la conferencia estaba abarrotada de estudiantes y otras tres aulas más en las que se seguía su intervención por videoconferencia.
Aún así, el aforo estaba desbordado.
Fuera, en el campus, un montón de estudiantes que se había quedado sin sitio, estuvieron gritando durante media conferencia: “¡Que salga Correa!”.
El presidente de Ecuador fechó el origen de los problemas económicos de su país en la década de los setenta, en pleno boom petrolero.
En esos años Ecuador crecía a un ritmo del 10%, más rápidamente que China en la actualidad. Entonces, cuando había exceso de liquidez, empezaron a aparecer por Quito los burócratas del FMI, del BM y de la banca internacional predicando el endeudamiento agresivo.
El país comenzó a comprar compulsivamente en el exterior, de todo, y por supuesto también, carísimos paquetes de armamento.
En el 82 Ecuador ya no pudo pagar su deuda y la situación explotó.
Entonces, dijo, “entró en funcionamiento la lógica financiera del FMI que prioriza por encima de todo el pago de la deuda”.
Los gobiernos ecuatorianos se vieron en la necesidad de endeudarse una y otra vez para poder pagar los intereses, cada vez más altos, de una deuda que seguía creciendo.
“El objetivo de la economía pasó a ser el pago de las deudas del propio estado y de los bancos, mientras la población se iba empobreciendo” añadió, mientras los estudiantes empezaban a aplaudir con fervor.
“El círculo infernal en el que están ahora Grecia y Portugal”, sostuvo Correa, que no mencionó en esta ocasión a España, por educación con el país anfitrión.
En Ecuador, subrayó el Presidente, “la deuda privada interna (la de los bancos) se pagó a base de préstamos externos, pero a costa de endeudarse el Estado”.
Tampoco en esta ocasión habló de España, pero recordó que hace dos años en una visita a Portugal ya advirtió al gobierno luso del riesgo de que eso mismo ocurriera en el país vecino.
Vaticinio cumplido.
El siguiente paso que dio Ecuador también es conocido en estos lares: “Fue el de las privatizaciones, las desregulaciones y los recortes sociales, predicados por el consenso de Washington, la biblia del neoliberalismo para América Latina”.
(Algo similar a lo que ahora predica Berlín o Bruselas). “Nos impusieron leyes”, dijo el presidente, “que decían que impulsaban la competitividad y la flexibilidad en el trabajo, lo que es lo mismo que explotar a los trabajadores”, aclaró a unos estudiantes que seguían aumentando aplausos y entusiasmo.
“Satanizaban el gasto público, cuando era para pagar a los maestros, pero no para comprar armas”, volvió a aclarar.
En esta coyuntura llegó Ecuador al año 2000 en el que quebraron 16 bancos.
“Entonces los políticos, que no representaban a los ciudadanos, sino a los poderes económicos, hicieron todo lo posible para que la crisis la pagara el pueblo”, dijo cuidándose mucho de no mencionar a España, mientras las cuatro salas aplaudían a rabiar.
Correa señaló que poco antes de la quiebra el gobierno de turno puso en marcha un Fondo de Garantía de Depósitos, lo que no hubiera sido una mala idea, si no hubiera tenido como objetivo cubrir las pérdidas de las entidades financieras que quebraron inmediatamente después.
“Así se socializaron las pérdidas de la banca”.
El presidente ecuatoriano se mantuvo firme en su línea de no hacer comparaciones con España.
El “corralito” ecuatoriano se llamó encautamiento de depósitos. Es decir, la prohibición del Gobierno de que los ciudadanos utilizasen el dinero que tenían en los bancos.
Luego llegó la dolarización, los suicidios (“llegamos a conocer un nuevo fenómeno, el suicidio infantil”) y la emigración de millones de ecuatorianos. (Algunos de los cuales estaban presentes en la conferencia).
Correa criticó abiertamente la independencia del Banco Central Europeo “que no está haciendo lo necesario para que Europa salga de la crisis”.
“La idea de que la economía no es política, dijo, no resiste un análisis serio y es una estupidez argumentar que los tecnócratas que la dirigen toman decisiones sin intereses políticos concretos, como si fueran seres celestiales que no están contaminados por la maldad terrenal”.
A estas alturas el público estaba entregado.
Luego se dirigió a los estudiantes y les espetó: “La burocracia financiera internacional cuando tomas decisiones no está pensando en solucionar vuestro paro, está pensando en el pago de la deuda”.
Y lo dijo con la elegancia de poner cómo sujeto de esa acción a la burocracia internacional… no a los políticos locales.
Fue más directo al evocar una pancarta que había visto en Sevilla esta mañana y que decía: “Gente sin casas y casas sin gente”. “Si se sigue la lógica de los poderes financieros se va a llegar al peor de los mundos posibles, en el que las personas no tienen casas y los bancos casas que no necesitan”.
Los desahucios son inhumanos, dijo, y “no tiene lógica que alguien que devuelva la casa, por no poder pagarla, permanezca endeudado de por vida”.
El presidente explicó que cuando llegó al Gobierno en el 2007 tomó varias medidas inmediatas: eliminó la hegemonía de su banco central, auditó y reestructuró la deuda, eliminando el tramo de “deuda ilegítima” y recomprando bonos a un 35% de su valor nominal.
Después pagó el resto, “para librarse de la condicionalidad del FMI cómo hizo Brasil o Venezuela”.
Correa terminó recordando que “expulsé de Quito a la misión del Banco Mundial y hace seis años que la burocracia financiera internacional no ha vuelto por mi país.