
Un pensionista, de 70 años de edad y residente en el barrio de Galatsi, se hallaba en su domicilio en horas de la mañana, cuando un agente judicial se personó en el mismo para comunicarle el inminente desalojo ante los reiterados impagos del alquiler.
Tras recibir la comunicación, el anciano se dirigió al balcón y amenazó con saltar, entre gritos de desesperación, si el funcionario no abandonaba su hogar.
Los intentos por calmarlo no surtieron ningún efecto, y el jubilado acabó saltando desde el tercer piso, muriendo de camino al hospital en la ambulancia en que le trasladaba.
El suceso tuvo lugar apenas 24 horas después de que un empleado de banca de 45 años se lanzase al vacío desde una de las murallas de la Acrópolis de Atenas, tras comprobar que no podría pagar la hipoteca de su vivienda.
El miércoles pasado, un joven marinero de 31 años se ahorcó en la isla de Andros, empujado por la precaria situación en que había quedado tras haber perdido recientemente su trabajo.
La crisis económica y las condiciones de vida cada vez más duras empujaron en los últimos meses a miles de griegos a acabar con sus vidas, al no encontrar otra salida ante los graves problemas económicos que ahogan a la mayor parte de la población.
Las estadísticas publicadas por el Ministerio de Salud mostraron un aumento del 40 % en el número de suicidios en 2011, en comparación con los registrados en el año anterior.
Estos datos contrastan con los recogidos antes del inicio de la grave crisis, hace ahora tres años, cuando Grecia contaba con la menor tasa de muertes voluntarias de toda Europa, en concreto 2,8 por cada 100 mil habitantes.
Desde el comienzo de la recesión el número de personas fallecidas por este motivo sería aproximadamente de dos mil, según el cómputo oficial, aunque diversos investigadores consideran que la cifra es mucho mayor, únicamente camuflada por la enorme influencia con que cuenta la Iglesia Ortodoxa en el ámbito social y político.
El suceso tuvo lugar apenas 24 horas después de que un empleado de banca de 45 años se lanzase al vacío desde una de las murallas de la Acrópolis de Atenas, tras comprobar que no podría pagar la hipoteca de su vivienda.
El miércoles pasado, un joven marinero de 31 años se ahorcó en la isla de Andros, empujado por la precaria situación en que había quedado tras haber perdido recientemente su trabajo.
La crisis económica y las condiciones de vida cada vez más duras empujaron en los últimos meses a miles de griegos a acabar con sus vidas, al no encontrar otra salida ante los graves problemas económicos que ahogan a la mayor parte de la población.
Las estadísticas publicadas por el Ministerio de Salud mostraron un aumento del 40 % en el número de suicidios en 2011, en comparación con los registrados en el año anterior.
Estos datos contrastan con los recogidos antes del inicio de la grave crisis, hace ahora tres años, cuando Grecia contaba con la menor tasa de muertes voluntarias de toda Europa, en concreto 2,8 por cada 100 mil habitantes.
Desde el comienzo de la recesión el número de personas fallecidas por este motivo sería aproximadamente de dos mil, según el cómputo oficial, aunque diversos investigadores consideran que la cifra es mucho mayor, únicamente camuflada por la enorme influencia con que cuenta la Iglesia Ortodoxa en el ámbito social y político.