Llevar encima el peso de la reivindicación de la dignidad de las víctimas es su misión.
Con ese capital que le han otorgado los que más sufren: heridos de guerra, huérfanos, viudas, desplazados, mutilados, los familiares de los desaparecidos y los muertos, Javier Sicilia alza su voz para exigir justicia y condenar la impunidad que cubre este gobierno: Felipe Calderón se va como un criminal.
En los estertores de este sexenio, que ha manchado de sangre a México con miles de muertos y desaparecidos, el hombre que encabeza la Caravana por la Paz en Estados Unidos y ha recorrido la República mexicana convocando en el consuelo y el amor a las víctimas, hace recuento: Felipe Calderón será recordado como el presidente de la violencia, como el presidente de una guerra inútil, una guerra perdida; como el presidente de la obstinación de la violencia y de la negación de la vida humana.
“¿Qué le paso a Felipe Calderón? –se pregunta el poeta– ¿Por qué ese desprecio hacia las víctimas? ¿Por qué no cumplió los acuerdos del castillo de Chapultepec? ¿Por qué limitó y anuló el auténtico proyecto de ley para la atención de las víctimas?”
Y se responde: Él ganó un gran capital jurídico en los diálogos del castillo y lo tiró a la basura, bajo su lógica de violencia. Felipe Calderón sólo tiene imaginación para la violencia.
Congeló la ley y ahora quiere hacer una ley sobre la pobre cosa que es ProVíctima, y no que sea una norma que eleve y dé rostro y recursos a ProVíctima para hacerla una procuraduría para el país.
Sicilia decidió ofrecer su nueva vida de activista como un tributo a la memoria de su hijo Juanelo. Está seguro de que su dolor es el mismo de miles de víctimas y reconoce que la dimensión del problema es tal que México necesita una secretaría para atender debidamente sus reclamos.
Felipe Calderón era la representación de un jefe de Estado, cuya misión era cuidar, proteger, hacer justicia y dignificar a una nación.
Y no lo hizo. Por eso se va como un criminal, como lo que él no quiere ser, pero es.
La memoria
Durante años, Sicilia ha asumido el espíritu de Mahatma Gandhi que reivindica la búsqueda de la paz y la renuncia a cualquier tipo de poder.
La tragedia le llegó y aún el duelo está pendiente, por eso considera que necesita un espacio de silencio, introspección y reflexión, que se dará después de que termine la Caravana de la Paz, el 12 de septiembre en Washington.
La lucha por las víctimas –dice– pasa también por la recuperación de la memoria, por las historias de vida de la guerra que enlutó a México.
Y, por tanto, anuncia que seguirá luchando para que el memorial de víctimas de la violencia que las autoridades federales pretenden construir en el Campo Marte no se haga.
Ese sería el monumento de la ignominia. Un memorial no es un monumento, y menos en el campo militar.
Eso que pretenden hacer es un insulto. Están haciendo el elogio de la guerra y el señalamiento de que debajo de esa guerra sólo hay una fosa común sin nombres, con un gran desprecio hacia las víctimas.
Indignado, el autor de El fondo de la noche señala que el gobierno de Felipe Calderón no ha entendido ni quiere entender lo que significa un memorial: un proceso de memoria no es una piedra, no son unas placas de metal, es la memoria del horror que está debajo de la ruina de esta guerra.
La memoria es rescatar de la tragedia y de la ruina lo que antes había de vida allí.
Usa su sombrero de Indiana Jones, personaje que admira, y también un montón de amuletos colgados al cuello y en las muñecas, símbolos de la lucha, obsequiados por las víctimas a las que abraza y quiere. Camina al lado de decenas de mujeres que portan fotografías de sus muertos y desaparecidos, y las consuela.
Señala que el verdadero concepto de un memorial ya fue reivindicado por Simeón, el personaje bíblico:
“Él estaba una noche cenando con un amigo y un demonio le dice que tiene que salir inmediatamente porque hay un peligro inminente.
Sale y luego viene un terremoto y la casa donde estaba queda en ruinas; su amigo y otros más mueren; llegan los deudos y los cadáveres están irreconocibles, entonces el poeta vuelve –los jueces entonces eran los dueños de la memoria, porque había una tradición oral–; él pudo reconocer y nombrar los cadáveres y entregárselos a sus seres queridos.
Esa es la memoria.
Un proceso de memoria implica un trabajo de reconciliación, porque esta tragedia es la memoria. Un trabajo hacia la paz, un trabajo a la justicia, y lo que queda de quienes estuvieron aquí con nosotros y fueron destrozados por la tragedia también son el recuerdo de lo que les debemos y de lo que no debe volver a suceder. Eso es un memorial, no lo que quiere hacer el gobierno.
Comisión de la verdad
Para el poeta, la única forma de hacer justicia y lograr la reparación para las víctimas es creando una comisión de la verdad que investigue y determine lo que sucedió durante estos últimos seis años de guerra.
¿Dónde están los 40 mil desaparecidos? ¿Que se hará con los más de 100 mil o 250 mil muertos? Sicilia tiene la respuesta: Necesitamos una comisión de la verdad.
Y el gobierno no quiere la ley y no quiere un verdadero memorial porque eso implicaría no sólo rescatar los nombres, sino sus historias: de dónde venían, quién los mató, en qué circunstancias fallecieron...
¿Por qué los inocentes? ¿Qué le debe el Estado a esta nación?
Está convencido de que Calderón rechaza la memoria por razones poderosas: eso implicaría saber quiénes son las víctimas del Estado, del Ejército, de la Marina, de las policías, de funcionarios corruptos...
No hay un proceso de recuperación, porque tienen mucho miedo.
El problema es que tarde o temprano vamos a tener que hacerlo, tarde o temprano vamos a tener que formar una comisión de la verdad.
Sicilia enciende un cigarro, fuma de manera continua, toma aire y continúa: con su negativa, lo que hace Felipe Calderón es mancharse más de impunidad y prolongar el horror.
¿Qué hará cuando deje el poder? ¿A dónde va a ir sin ser perseguido por lo que hizo?
Exilio y futuro
Ante el anuncio de que Felipe Calderón se irá a vivir a Austin, Texas, donde trabajaría en la universidad, Sicilia afirma que de nada le servirá el exilio forzoso: Felipe Calderón no puede olvidar su condición de cristiano.
Allí en su conciencia estaremos las víctimas, los muertos, los desaparecidos; estaremos para no dejarlo dormir.
Aunque se vaya del poder, aunque pueda evitar el juicio jurídico, las víctimas allí estaremos en su conciencia, para su desgracia.
Nadie puede vivir sabiendo que trae a sus espaldas tantos muertos a los que no hizo justicia. Son su responsabilidad.
Ante la incertidumbre política del país, el poeta calificó las pasadas elecciones como las de la ignominia. Todo es una ignominia.
El crimen cada vez peor, la fragmentación política ahondando en la violencia. Y las víctimas aquí, tratando de llenar ese hueco con contenido de dignidad.
Y mientras tanto, lo que parece es que van a imponer a Peña Nieto, por desgracia.
Pero alerta al candidato del PRI a la Presidencia: nadie puede gobernar con mayoría relativa ni para minorías.
Allí están los 15 millones de votantes de Andrés Manuel López Obrador, y los millones de Josefina Vázquez Mota. ¿Cómo van a gobernar?
Tienen que gobernar para todos. Tienen que poner por delante la realidad del país y no la búsqueda del poder.