El continente americano es otra porción del planeta que guarda las misteriosas marcas del pasaje de extraterrestres por la historia:
Palenque, el dios Quetzalcóatl, las figuras de Nazca, el candelabro de Paracas, las Piedras de Ica... y tantos otros interrogantes.
Popol Vuh: El libro sagrado de los mayas
Veamos algunos trechos del Popol Vuh, este libro de los mayas escrito en la lengua quichua. Infelizmente, la traducción fue adulterada en parte por traductores españoles, pero no deja de ser muy interesante:
“El nombre del lugar para el cual (los dioses) Balam-Quitzé, Balam-Acabe Iqui Balam se dirigieron a la caverna de Tula, siete cavernas, siete gargantas.
También los Tamub y los Ilocab se mudaron allí. Era este el nombre de la ciudad donde recepcionaron a sus dioses...
Unos, después otros, dejaron los dioses atrás, y Hacavitz fue el primero...
También Mahucutah abandonó su dios.
No en tanto, Hacavitz no se escondió en la floresta, mas desapareció en el interior de una montaña desnuda...”
¿Eso no parece la versión de un motín de los colonizadores?
Sigue el Popol Vuh: “Dice que (los primeros hombres) fueron creados y moldeados; no tuvieron madre ni padre, pero, a pesar de eso, eran llamados hombres.
No fueron nacidos de una mujer, no fueron producidos por un creador o formador, ni por Alom y Caholom, mas sí creados y formados por milagro, por encanto...”.
Y Popol Vuh parece tener también su propia versión del Diluvio:
“(Los dioses) miraban a la distancia y podían discernir lo que sucedía en el mundo.
Cuando ellos miraban, veían todo alrededor, la cúpula del cielo y el interior de la Tierra.
Sin moverse, ellos veían que todo se ocultaba en la distancia.
Ellos veían de una sola vez el mundo entero del lugar que estaban.
Su sabiduría era grande.
Sus ojos alcanzaban cada arboleda y montaña y lago, cada colina, mar y valle.
En verdad, ellos eran hombres asombrosos.
”Entonces los dioses cubrían sus ojos con un velo e hicieron que las cosas se empañaran como cuando el hálito toca el espejo.
Entonces ellos sólo pudieron ver lo que estaba cerca y claro.
Así, ellos destruían todo el conocimiento de los primeros hombres.”
Existen semejanzas entre el Popol Vuh y el Viejo Testamento que dispensan mayores comentarios, como esta extraída de la Parte 2, Capítulo 2:
“Para toda aquella gente, la naturaleza de tal árbol era maravillosa, por lo que sucedió en el momento en que pusieron entre sus gajos la cabeza de Hun Hunahpu.
Y los señores de Xibalbá ordenaron: ‘¡que nadie venga a recoger de esta fruta!
Que nadie venga a ponerse debajo de este árbol!’”
Recordemos una vez más que este es el libro sagrado de los quichuas, uno de los pueblos que hicieron parte de la civilización maya, y que fue escrito muchos años antes de que los españoles surgieran con la Biblia, uno de sus más poderosos instrumentos de dominación.
Quetzalcóatl
“Quetzalcóatl” es una mezcla de las palabras “pájaro” (quetzal) y “serpiente del agua” (cóatl). Quetzalcóatl era adorado por los aztecas como el Gobernante divino de la segunda Era, la Serpiente Emplumada, el Pájaro del Trueno, el Lucero de la Mañana. Tradicionalmente, era identificado con el planeta Venus.
Cuentan las tradiciones aztecas que Quetzalcóatl vino de una tierra extraña del Sol naciente, en trajes claros, y que usaba barba.
Enseñó al pueblo todas las ciencias, artes y costumbres, y bajó sabias leyes.
Hizo el maíz crecer cuando el algodón ya nacía colorido.
Un día salió en dirección al mar, embarcado en un navío que lo llevó hasta la “estrella del alba”.
Curiosamente, ¿esa historia no es muy semejante a la leyenda del Oannes de Sumeria, distante millares de kilómetros de Mesoamérica?
Por lo tanto, ¿qué habría en común entre los sumerios y los aztecas? ¿La Atlántida?
La leyenda todavía cuenta que Quetzalcóatl se estableció en Teotihuacán, la monumental ciudad religiosa que hoy se encuentra en territorio mexicano.
Y “Teo-Ti-Hua-Khan”, en el antiguo Egipto, significaba “la cabeza de la ciudad de dios, la capital consagrada al Sol”.
O bien podemos notar que antes del Gran Imperio Inca, los tiahuanacos, a orillas del Lago Titicaca (Perú) conocieron a un símil de Quetzalcoátl: Viracocha, otro “dios instructor”.
Las similitudes entre las historias de ambos es más que evidente.
Las Figuras de Nazca
En el día 22 de junio de 1939, a pocas semanas del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el astrónomo norteamericano Paul Kosok sobrevolaba el Sur del Perú cuando avistó algo en la superficie que lo dejó aterrorizado.
Él corrió hasta la cabina del piloto de la Fawcett Lines, pero el piloto no se espantó con las marcas que se veían allá abajo.
En verdad, ellos ya conocían aquella faja desértica cerca de la frontera chilena como “los terrenos de aterrizaje pre-históricos”.
Estos terrenos están en Nazca y representan uno de los más gigantescos complejos de obras humanas de la Antigüedad.
Son figuras inmensas de animales dibujados en el suelo, mezclados con las rectas paralelas y perpendiculares que recuerdan inmediatamente las pistas de los modernos aeropuertos.
Nazca es uno de los terrenos más secos de todo el mundo.
El grado de precipitación es “cero”, simplemente no llueve en Nazca, por eso, no existe mejor lugar para registrarse las marcas en la piedra, marcas que duran millares de años.
Algunos de los animales miden más de 100 m, y son decenas, representando, entre otras cosas, una iguana, arañas, macacos, pájaros, un perro, un pica-flor, peces, ballenas, fragatas, un pájaro con pescuezo de serpiente, papagallos y simples caracoles.
Los diseños son de soluciones gráficas muy elaboradas e inteligentes, hasta para nuestros tiempos.
Los antiguos habitantes de Nazca dibujaron en el suelo cada animal con una sola línea continua, que nunca se cruza.
La precisión y la inteligencia de los trazos es patente, siendo que dos de aquellos animales impresionan particularmente por su avanzadísima concepción visual: una araña y un picaflor.
¿Para que servían esos dibujos? No existe ninguna respuesta definitiva.
Algunos hablan de danzas rituales que seguían en fila por las concavidades del suelo, otros hablan de una representación astronómica grabada en el suelo, y hay quien habla de un campo de aterrizaje para las astronaves.
Una cosa es indiscutible: los dibujos de Nazca fueron orientados a lo alto.
Al nivel del suelo, ellos no tienen el menor sentido; son apenas líneas sin lógica esparcidas por del desierto.
Los Misterios de Paracas
A pocos kilómetros de Nazca, en la costa peruana, se encuentra el “candelabro” de Paracas.
Está cavado en la roca, y representa una de las más gigantescas formas de manifestación cultural de todos los tiempos –un dibujo tallado en el abismo con 183 m de altura.
El “candelabro” (otros prefieren el “tridente”) es visible a 20 km de la costa.
Algunos estudiosos arriesgan que este monumental diseño fue un marco de orientación para las naves que se dirigían al campo de Nazca.
Es sólo una hipótesis, mas existen otros misterios en Paracas que todavía no fueron esclarecidos.
Como, por ejemplo, las momias de jóvenes mujeres decapitadas en Paracas.
Cuentan las leyendas que allá existía una “escuela quirúrgica de peritos en intervenciones cerebrales”, lo que explicaría las diversas momias con el cráneo cortado que fueron descubiertas en Paracas.
Pero no es sólo eso: las leyendas locales también hablan de serpientes voladoras y hombres voladores que usaban grandes anteojos.
Las Piedras de Ica
Algunos kilómetros al norte del complejo Nazca/Paracas está la ciudad de Ica.
En 1961, el profesor Javier Cabrera Darquea descubrió que piedras extrañamente dibujadas estaban siendo comercializadas por los indios locales como souvenirs o pisapapeles.
El profesor Darquea resolvió investigar el origen de aquellas piedras, y descubrió que éstas provenían de algunas cavernas de la localidad de Ocucaje, a 40 km de Ica.
Y, cuanto más piedras él veía, más espantado quedaba.
En fin, Darquea consiguió transformar una casa de Ica en museo y dedicó el resto de su vida a recoger y a estudiar tales piedras.
Once mil piedras después, el profesor Darquea llegó a la misma conclusión del arqueólogo americano George Squier, que vivió en la mitad del siglo XIX:
“En la cultura peruana existirían dos épocas distintas: una situada en un pasado lejano, detentora de avanzada tecnología y cultura, y otra –la de los incas– muy próxima del hombre contemporáneo”.
Las piedras de Ica registran animales prehistóricos como los megaterios (perezosos-gigantes), megaceros y mamutes.
Según el profesor Darquea, existen piedras que documentan los ciclos reproductivos de los dinosaurios, de los megaquirópteros (un murciélago gigante pre-histórico) y del agnato, un pez primitivo sin maxilares que vivió hace 4-5 “millones” de años.
No hay solo imágenes pre-históricas en las piedras de Ica.
Existen retratos detallados de operaciones de cesáreas, de transfusiones de sangre, transplantes de hígado y de corazón.
Y existen también estrellas, cometas, y hombres mirando para el espacio a través de lunetas.
Cuentan las leyendas incas que fue en Tiahuanaco donde los dioses se reunieron para crear a los hombres.
Tiahuanaco está en el margen boliviano del lago Titicaca, a 3.812 m de altitud, y sus ruinas, datadas de 3.000 años atrás, están llenas de inmensos bloques de arenisca de hasta 10 toneladas algunos con agujeros de 2.5 m de profundidad.
Hay también, como apilados en un canto, conductores de agua tallados en la piedra, midiendo precisamente 2 m de largo.
Tales conductores impresionan por su precisión y por los cantos lisos, pulidos y exactos.
Algunos autores, por el hecho de que el agua no necesita de conductores tan sofisticados, levantan la hipótesis de que tales caños se prestarían al transporte de alguna forma de energía.
¿Quién talló esos conductores?
Y, ¿quién construyó la enigmática Piedra del Sol en un único bloque de roca de 12 toneladas?
Según la tradición local, hace muchos milenios, allí surgió una nave espacial dorada, proveniente de las estrellas.
De la nave descendió Orejana, la madre primitiva de la Tierra, que poseía apenas cuatro dedos ligados por una especie de membrana.
Después de generar setenta hijos terrestres, Orejana volvió en la nave dorada hacia las estrellas.
(Algunos de los monumentos de Tiahuanaco poseen extraños seres de cuatro dedos.)
La tradición inca demás cuenta que estos hijos de Orejana eran “grandes hombres blancos barbudos que habían ejecutado lajas con algunas letras (...).
Aparte de su crueldad y su ferocidad, practicaban públicamente el abominable vicio de la sodomia”.
Ellos medirían 6 m de altura, y se alimentarían de tiburones, ballenatos y grandes peces.
Una leyenda Hopi
Esparcidos por los Estados de Arizona y de Nuevo México existen todavía 18 mil indios hopi.
Los hopi son considerados indios especiales de la América del Norte, tanto por el avanzado aprendizaje cultural de sus antecedentes pre-colombinos, como por los extraños complejos de moradas en la roca.
En el “Book of the Hopi” (de Frank Waters, Nueva York, 1963), se lee que para aquella tribu el primer mundo habría sido el cosmos infinito, donde existiría Taiowa, el creador.
Sus ancestros habrían conocido diversos mundos antes de escoger la Tierra.
Una leyenda hopi citada en este libro cuenta que en los tiempos antiguos hubo una lucha por la Ciudad Roja del Sur, y que todas las tribus eran formadas por “kachinas” –seres no-humanos y no- terrestres– que actuaban como consejeros y protectores de la tribu.
A cierta altura de los acontecimientos, los hopis habrían sido cercados por enemigos en la Ciudad Roja del Sur, cuando entonces fueron auxiliados por los kachinas, que providenciaron túneles subterráneos en tiempo record.
Después los hopi se retiraron, a través de esos túneles, por detrás de esas líneas enemigas, los kachinas así habrían hablado: “vamos a quedar aquí para defender la ciudad.
Todavía no llegó la hora de nuestro viaje para nuestro planeta distante”.
Lo que cuentan los indios
En las leyendas de los indios brasileros, en sus ritos que, poco a poco, se disipan de sus más viejas tradiciones, existen referencias sorprendentes del contacto de sus antepasados con seres “muy poderosos”.
Pero no siempre la mentalidad civilizada consigue entender.
El Brasil obviamente no escapa de los registros del pasaje de seres fantásticos en un pasado muy remoto. Infelizmente, casi no existen investigaciones específicas dedicadas a este tema.
La antropología considera a las leyendas indígenas como fruto de una imaginación inocente, la misma que transformó Caramuru en divinidad.
Y muy pocos acostumbran pensar en esas leyendas como registros históricos desfigurados por el tiempo.
El escritor suizo Erich von Däniken, fue a realizar investigaciones al Brasil, después del gran suceso de “¿Eran los Dioses Astronautas?”, alrededor de 1972.
Este libro, lanzado en 1969, no fue el primero en tratar la presencia de extraterrestres en la historia.
Von Däniken no inventó este estudio, pero ayudó a popularizar esa historia como nadie.
En el Brasil, von Däniken visitó las ruinas de Siete Ciudades, en el Piauí, donde puede atestimoniar su absoluto abandono, por parte de las autoridades, y la total ausencia de investigaciones, en la época, sobre aquel misterio heredado de la pre-historia brasilera.
Von Däniken disiente que se puede usar el término “ruinas” para Siete Ciudades:
“No existen restos de piedras esparcidos de manera desordenada, que, otrora, podrían haber sido dispuestos en construcciones irregulares.
No existen, igualmente, monolitos con cantos agudos y encajes artificiales, semejantes a los encontrados en la altiplanicie boliviana, en Tiahuanaco.
Ni procurando la manera más metódica posible, ni recorriendo la fantasía más fértil e imaginativa, serían discernibles allí los escalones, las escaleras, o rutas, en cuyas márgenes, antiguamente, habría habido casas para vivir.
‘Siete Ciudades’ constituyó un solo caos enorme, igual a Gomorra, aniquilada por el fuego del cielo.
Allí, las piedras fueron destruidas, desgranadas, fundidas por fuerzas apocalípticas.
Y debe hacer mucho, pero mucho tiempo que las llamas voraces contemplaron su obra de destrucción total”.
La mayoría de las pinturas e inscripciones de Siete Ciudades están a 8 m de altura del suelo, en paredes de difícil acceso, y permanecen prácticamente indescifrables.
Uno de los extraños símbolos es muy parecido a la descripción del “vimana” (objeto volador) de la India antigua.
Hablando con las Estrellas
Erich von Däniken también colectó algunas leyendas referentes a visitantes del espacio entre indios brasileros.
La primera de ellas fue contada por el indigenista Felicitas Barreto, y dijo respecto a la tribu de los caiapós, moradores del Alto Xingu:
“Lejos de aquí, en una estrella alienígena, se reunió un consejo de indios que tomó la deliberación de mudar la aldea. Y los indios comenzaron a cavar un agujero en el suelo.
Ellos cavaban siempre más hondo, hasta que saldrían del otro lado del planeta.
El cacique fue el primero en tirarse dentro del pozo, y después una larga y fría noche llegó a la Tierra.
No en tanto, los vientos allí eran tan fuertes que el cacique fue llevado de vuelta para su tierra natal.
”Entonces el cacique relató su aventura al consejo, contando que había visto un mundo bonito, azul, con mucha agua y muchas arboledas verdes, y dio la sugerencia a los indios para que se mudaran a aquel mundo nuevo.
El consejo decidió aceptar la sugerencia del cacique y dio la orden a los indígenas de torcer cuerdas largas de copos de algodón.
Y por esas cuerdas ellos descendieron por el pozo, despacio, para que de la Tierra no fuesen tirados de vuelta para su planeta de origen.
Como hicieron una bajada bastante lenta, entrando en la atmósfera que envuelve la Tierra, lograron terminar la gran jornada y, desde entonces, viven en la Tierra.
”Al inicio todavía estaba en contacto con su tierra originaria, a través de cuerdas, mas, cierto día, un mágico maleficio las cortó, y, desde esa época, los indios esperan que sus hermanos y hermanas vengan a la cima y ellos se reúnan en la Tierra...”
“¿Los indios todavía hablan con las estrellas?”, preguntó von Däniken a la doctora Felicitas Barreto.
“No hablan ‘en’ estrellas –respondió ella–, mas sí ‘con’ estrellas.
Frecuentemente quedan sentados, horas, asegurándose en los hombros, en una fila larga, sin proferir cualquier palabra.
Si, después de tal meditación, se pregunta a uno de ellos lo que hizo, ciertamente él quedara debiendo una respuesta.
No obstante, son de las mujeres que, en aquellos instantes, los hombres están conversando con el cielo.”
“¿Estarían rezando?”, preguntó von Däniken.
“No, rezando no. Mantienen una conversación silenciosa con alguien de la cima.”
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