España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

Si las monjas fueran a una huelga, caería la Iglesia


Las monjas comúnmente trabajan en hospitales, escuelas, programas sociales donde se desempeñan como líderes leales y fuertes en muchas de tales comunidades espirituales, contribuyendo así a reforzar los puntos de vista de la teología cristiana en medio de discusiones que se presenten. 
Si esas monjas fueran a una huelga, muchas de las instituciones de la Iglesia Católica se paralizarían.
 Por supuesto una parálisis como ésa sería un duro golpe, pero me gustaría verla, cuando, al ver a sacerdotes y a monjas en acción, no dudaría del dominio que un grupo ejerce sobre otro; sería agradable ver a los obispos encogerse rápidamente cuando las monjas digan “ya basta”. 
Es cierto que las monjas tengan una buena razón para actuar de ese modo. 
Desde el mes de abril se ha desatado esa tempestad cuando el Vaticano condenó a las monjas norteamericanas por mostrar su independencia de pensamiento que difiere del de los obispos, quienes, según nos enseña Roma, “son los auténticos educadores de la fe y la moralidad”.

Es interesante la narración aparecida en el New York Times del 1 de junio de cómo el Vaticano critica a las monjas por “enfocar su trabajo, relacionádolo principalmente con la pobreza y la injusticia económica, mientras mantienen silencio sobre el aborto y el matrimonio homosexual”.
 Luego se presenta esta transgresión: “En el debate sobre la revisión de la salud en el 2010, los obispos americanos se opusieron al plan de la salud, pero decenas de monjas, de las que muchas son miembros de la Conferencia de Liderazgo (de Mujeres Religiosas), firmaron una declaración mediante la cual lo apoyan -apoyo que fue crucial para la administración de Obama en la batalla por la salud”. 
Para los pecados graves como el de pasar demasiado tiempo con los pobres, el Vaticano ha encargado a un obispo (no vale decir a un hombre) que se encargue de reestructurar la conferencia de las monjas, repasar el manual y aprobar o no a las ponentes seleccionadas para los eventos públicos, proceso que durará cinco años. 
En síntesis, el Vaticano hace una parodia de sí mismo al desvelar sus posiciones más retrogradas y duplicándolas. Que el Papa acuse a las monjas de promover “temas feministas radicales” demuestra su ignorancia acerca del feminismo. 
La semana pasada, aún cuando las monjas decidieron protestar públicamente, denominando tal censura como “carente de fundamentos” y “llena de errores”, Roma fue aún más lejos al condenar un libro escrito por la hermana Margaret Farley, de 77 años.

A pesar de que el mencionado texto no insiste en condenar las enseñanzas oficiales de la Iglesia, recibió críticas de herética, dada la defensa de que los divorciados puedan volver a casarse, de la masturbación (¡el horror!), y para no mencionar más, la relación entre personas del mismo sexo. 
La defensa de la libertad de decidir ha demostrado, desde hace mucho tiempo, que los ataques a los derechos de reproducirse no han detenido el aborto, conforman una cruzada total contra la anticoncepción, la libertad sexual y los derechos de las mujeres. Roma, con ese punto de vista, ha ido demasiado lejos. 
En una respuesta punzante escribió la columnista Maureen Down de Times: "La denuncia que hace en su libro la Hermana Farley se basa en el hecho de que ella se mantiene al día con el mundo moderno; rehúsa alinearse con el Vaticano que férreamente se mantiene colgado de un mundo impuro, ilusorio, donde mandan hombres que no permiten a las mujeres manifestarse, donde los homosexuales son objetos de referencias ofensivas, donde hombres y mujeres no pueden usar anticonceptivos, donde la masturbación es un grave desorden y el celibato una entronización, aún cuando rugen escándalos relacionados con la pedofilia".

Por supuesto las hermanas tienen amplia capacidad para hablar por sí mismas. 
El 18 de junio embarcará un grupo en un bus para hacer una cruzada a través de nueve estados donde visitarán los pequeños depósitos de alimentos, los lugares donde se refugian los que no tienen casa y los ministerios de obras caritativas. Es una forma impresionante e inusual de desobediencia en una institución como la Iglesia. 
El lunes la hermana Simone Campbell visitó el Colbert Report para promocionar ese tour en el bus, sosteniendo que la misión es buena, ya que brinda unas oportunidades selectivas al satírico para enviarlas al Vaticano. 
Desde su elección como Papa, el propósito de Benedicto XVI ha sido crear una Iglesia Católica más pequeña, pero, desde su punto de vista, más devota y obediente, lo cual significa que determinados católicos no merecen permanecer en la iglesia. Poco sabíamos que en la búsqueda de purificación, su deseo sería purgar a las mujeres.

Mark Engler es analista principal de Foreign Policy In Focus y autor de Cómo dominar el mundo: la próxima batalla por la economía global (Nation Books). 

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