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“El neoliberalismo ha generalizado el miedo en la sociedad”


El gobierno del miedo. “Es éste uno de los elementos más perniciosos de las políticas neoliberales”. 
 
“Asistimos hoy, de hecho, a una creación políticamente interesada de inseguridad, con el fin de generalizar el miedo en la sociedad y así evitar, por un lado, la resolución de los grandes problemas que nos afectan; y, por otra parte, aplicar políticas de recortes sociales y de derechos básicos”.
 
 De este modo opina el politólogo Manuel Monereo, que ha impartido el último taller de la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21 y El Viejo Topo, titulado “Pautas de comportamiento geopolítico: desmoronamiento de la hegemonía estadounidense”.

Además de militante histórico del PCE y exdirector de la Fundación de Investigaciones Marxistas, Manuel Monereo es politólogo, abogado laboralista y miembro de la Asociación Socialismo 21; formó parte de la dirección de Izquierda Unida y ha escrito –solo o en colaboración con otros autores- “Con su propia cabeza. 
 
El socialismo en la obra y la vida del Che”; “Rosa Luxemburgo. Actualidad y clasicismo”; y “Porto Alegre. Otro mundo es posible”, editados los tres libros por El Viejo Topo.

Naomi Klein describió muy certeramente en “La doctrina del Shock” el valor del miedo como coartada para la implementación de ajustes y recortes. 
 
Como quiera que todo sistema político y socioeconómico necesita para reproducirse generar seres humanos funcionales, el neoliberalismo no supone una excepción y se ha aplicado a la tarea:
 
 “Ha construido un modelo que genera inseguridad social e individuos solitarios, desarraigados y llenos de miedo; preparados para hacer lo que se les ordene; dispuestos a vender su fuerza de trabajo a cualquier precio y que busque salidas individuales a los problemas colectivos; vivir, por tanto, se convierte en una guerra en la que se salva únicamente el más fuerte”, afirma Monereo.

Según el politólogo, las políticas neoliberales, “contrarrevolucionarias por definición, tienen como verdadero objetivo perpetuarse, hacerse irreversibles”. 
 
Y para ello, se apoyan en una palanca esencial: el estado. “Nadie utiliza el estado más que los neoliberales”, subraya Manuel Monereo. 
 
Y se utiliza con dos fines básicos: privatizar y desmontar las redes sociales básicas (comúnmente denominadas Estado del Bienestar), lo que genera más miedo y aislamiento; y, además, combatir mediante la represión cualquier posible contestación a estas políticas.
 
 “Este capitalismo que emerge de la crisis resulta incompatible con los derechos sociales, pero acabará siéndolo también con las libertades fundamentales”, resume Monereo.

Frente a este neoliberalismo rampante y hegemónico, la izquierda viene de una derrota histórica que la ha dejado sin fuerzas para el combate. 
 
Según Manuel Monereo, “el gran problema es que se ha perdido la idea de una lucha común, la conciencia de que existe una relación entre el guerrillero vietnamita y el jornalero de Jaén; este nexo se perdió en 1989, con la caída del Muro de Berlín”. 
 
Además, “la idea de que el capitalismo tenía que ser superado mediante la revolución y la construcción del socialismo ha desaparecido del imaginario común de la gente; y eso que era una hipótesis que acompañó al movimiento obrero organizado (en sus diferentes expresiones) desde los orígenes”.
 
“La gente corriente no piensa hoy en que sea posible una alternativa al capitalismo”, lamenta el politólogo.

El cataclismo de la izquierda puede datarse sin mayores problemas. 
 
Monereo lo sitúa entre mediados de la década de los 70 y finales de los 80 del siglo pasado, con tres grandes hitos: el abrazo del neoliberalismo por parte de los partidos socialdemócratas; la decadencia de los partidos comunistas en Europa occidental (y la crisis del comunismo italiano como gran síntoma); y la decadencia del sindicalismo de clase, ubicado en posiciones cada vez más reformistas.
 
 La consecuencia más evidente de todo ello es “la desaparición de las alternativas frente a la actual crisis, porque ni la gente se las cree ni existe una correlación de fuerzas favorable; por eso, en definitiva, el neoliberalismo ha derrotado a la izquierda”.

Pero, para liquidar el imaginario rebelde (la idea asumida por la gente de que es posible una alternativa al capitalismo) el elemento capital ha sido, a juicio de Monereo, “la caída del campo socialista”. 
 
El siglo XX (adjetivado de “corto” por el historiador británico Eric Hobsbawm) arranca con la Revolución de Octubre (en 1917) y concluye en 1989, con la caída del Muro de Berlín. 
 
“Toda la centuria estuvo marcada por la revolución soviética y el miedo a la misma de los poderosos; hoy, en cambio, no nos tienen miedo y por eso abusan de nosotros”, explica Monereo.
 
 ¿Cabe albergar hoy alguna esperanza? “La sociedad está reaccionando; en el lugar donde se ensayó por primera vez el neoliberalismo –América Latina- emergen respuestas de los pueblos; pero debe reconocerse que lo peor del neoliberalismo y nuestra gran derrota es que el no hay alternativa proclamado por Thatcher se ha convertido en sentido común de las masas”.

También cuando se menciona la palabra crisis puede advertirse la “orfandad ideológica” que padece la izquierda, según el politólogo.
 
 “Y eso que si la izquierda ha existido en este mundo es porque había crisis, éstas eran connaturales al capitalismo y además se cebaban con los de abajo”; “Doce años de boom inmobiliario han bastado para acabar con la poca conciencia crítica que había sobre la noción de crisis capitalista”, subraya Monereo. 
 
“La mayor burbuja de los últimos años –peor que la inmobiliaria- ha sido la cultural e ideológica; y aún seguimos inmersos en ella”, remata.
 
 Además, la crisis no es ni mucho menos coyuntural: “Tardaremos muchos años en salir porque lo que realmente ha entrado en crisis son los mecanismos de salida a la crisis de los años 70”.

En otras palabras, “lo que esta crisis cuestiona radicalmente es la respuesta que se dio a otra crisis, la de la década de los 70”. Entonces se instituyeron tres grandes mecanismos de salida de la crisis.
 
 En primer lugar, las políticas neoliberales, es decir, “la lucha de clases desencadenada desde arriba, con escasa respuesta del movimiento obrero y sindical; estas políticas se han significado un inmenso trasvase de rentas, riqueza y poder hacia la oligarquía y la plutocracia internacional”, apunta Monereo; Además, se intensificó el proceso de globalización y lo que David Harvey llamó “acumulación por desposesión”; entre 1.400 y 1.600 millones de personas se pusieron a disposición del capitalismo global como fuerza de trabajo. 
 
El tercer mecanismo consistió en la financiarización de la economía para eludir las tendencias al subconsumo o la sobreproducción que las políticas neoliberales implicaban.

Por lo demás, según Monereo nos hallamos hoy ante una “gran paradoja”.
 
 “Se está implementando una salida neoliberal a la crisis del propio neoliberalismo”. 
 
O lo que es lo mismo, “el capitalismo está ajustando las cuentas a la sociedad por las disfuncionalidades de la economía financiera; y ello, mediante una redistribución de rentas de las clases populares hacia los ricos, utilizando para ello al estado como herramienta capital”. 
 
Para agregar elementos complejidad a la coyuntura, Monereo apunta que asistimos además a una “gran transición geopolítica”.
 
 Siguiendo a Arrighi, “la financiarización de la economía-mundo se relaciona precisamente con los esfuerzos de una potencia en declive por mantener su posición hegemónica”.

La gran potencia hegemónica –Estados Unidos- se halla en decadencia, y emergen a su vez polos que cuestionan la supremacía norteamericana. 
 
En esto consiste la “gran transición”. 
 
“Cualquier análisis sobre la crisis ha de reparar en estos movimientos tectónicos de carácter geopolítico”. 
 
Así, China, Japón, los países petroleros de Oriente Medio, Rusia e incluso Nigeria compran la deuda de Estados Unidos. Según el politólogo y miembro de Socialismo 21, “resulta muy evidente el declive del otrora poderoso G-7”. 
 
Según Ugarteche y Carranco, si se analizará en paridades de compra las economías de los componentes del G-7, debería excluirse a Francia, Italia, Canadá y Gran Bretaña, mientras que se tendría que agregar a países como China, India, Rusia y Brasil.

Pero Estados Unidos dispone aún de la supremacía en un campo donde no tiene rivales, el militar: 700 bases militares en todo el planeta; una capacidad para movilizar cerca de 400.000 soldados en cualquier momento; y un gasto en defensa mayor al que suman Reino Unido, Alemania, Francia Rusia, Arabia Saudí, China, India y Japón. 
 
A esta “gran transición geopolítica” debe añadirse una “crisis del occidentalismo” que implica, a juicio de Manuel Monereo, “el cuestionamiento del modelo culturalmente hegemónico y de los valores heredados de la modernidad; de unos valores universales, que son los nuestros (un imaginario que procede de Grecia, Roma y el cristianismo) y que en muchos lugares se han impuesto por las armas; China e India (que suman el 40% de la población mundial) representan en la actualidad culturas de antigüedad milenaria y enorme fuerza”.

Otra crisis que marca el presente es la ecológico-social: 
 
“En apenas dos siglos la especie humana está cambiando los mecanismos que rigen la vida sobre el planeta; no sólo acabamos con la biodiversidad, también con las condiciones necesarias para que el ser humano pueda habitar la tierra”. 
 
Por último, acechan los peligros de la “tecnociencia y la cuestión militar”, por lo que, según Monereo, “la izquierda ha de continuar reivindicando el pacifismo y vincular, como ha hecho siempre el socialismo, el imperialismo, la militarización y la guerra”. 
 
Asistimos, en definitiva, a una “gigantesca acumulación de crisis que cristaliza en una verdadera crisis civilizatoria”. 
 
O, parafraseando a Gramsci, a un tiempo en el que lo viejo no terminar de morir mientras que lo nuevo no acaba de emerger.


Enric Llopis
Rebelión

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