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Cristina Fernández asciende en la memoria a Felipe Varela


La definitiva reivindicación de Felipe Varela era un deber de conciencia para la Repúbica Argentina

Decía un revisionista de la historia que la historiografía colonial que siguen padeciendo los paises sudamericanos, es apenas un conglomerado de historias pequeñas de patrias pequeñas.
 
 Es la causa de que en países como Paraguay se conozca tan mal la propia historia, y sea prácticamente desconocida la historia de las montoneras argentinas tan ligadas a la memoria común.

Al conmemorarse los 142 años del fallecimiento de uno de los “malditos” de la historia argentina, el coronel Felipe Varela, la presidenta argentina formalizó en la provincia de Catamarca su ascenso Post Mortem, en abierto desafío al mitrismo cuya sombra fantasmagórica sigue rondando las redacciones de la prensa hegemónica argentina.

Fue el 4 de junio pasado, ante una vibrante multitud de seguidores. 
 
Al acto asistieron, además de la presidenta, la gobernadora de la provincia de Catamarca, Lucia Corpacci, y los mandatarios provinciales de Salta, La Rioja y Santiago del Estero, provincias tradicionalmente empobrecidas de este rico pais.


En un Polideportivo Capital absolutamente, la presidenta ofreció un discurso de más de cuarenta minutos, homenajeando a Felipe Varela, uno de los adalides postreros de la patria grande latinoamericana.

Es bien sabido que muchos habitantes de la provincia de Catamarca fueron enviados a combatir en la guerra del Paraguay engrillados, según consta en recibos de compra de tales aditamentos, sobradamente publicados por el revisionismo histórico argentino.
 
 También es conocido que la guerra que devastó moral y materialmente al Paraguay fue inspirada y sufragada por el imperialismo inglés, deseoso de aplacar modelos incómodos en la región.

Felipe Varela describía en sus proclamas los horrores mitristas, sin omitir las represiones del norte argentino donde pudo presenciar “los acto de barbarie más salvajes, el martirio de mujeres preñadas, el ahorcamiento de centenares de infelices, el suplicio de viejo y de niños, el deguello de tantos, en fin, que sería traspasor los límites de un manifiesto el entrar a dar cuenta de tanto hecho atroz”.

Ferviente partidario de la unión de latinoamericanos en una patria grande, Varela no dudó en empuñar las armas para enfrentar al mitrismo, luchando incansablemente por evitar que humildes gauchos sean enrolados por la fuerza para una guerra infame, la de la Triple Infamia. 
 
Antes de ser sofocada la gran revuelta que lideró, llegó a apoderarse de Salta.

Viene a mi memoria el recuerdo de Fuerte Quemado, una apartada localidad suburbana al pie de los pukara incaicos, donde recalé en pleno auge de las salvajes reformas neoliberales que el presidente Carlos Menem emprendió en los años noventa. 
 
 En ella un catamarqueño de rasgos amerindios me dijo ante un requerimiento que “ya a nadie le interesan las bagualas”. Todo el pueblito, un conglomerado de ranchos vallistos rodeados de coloridas sierras, subsistía con la venta de pimentones, por cierto muy apreciados.

Siempre meditaba, al leer la historia de esos coloridos valles, que en aquellos años neoliberales que cerraban el siglo XX, en Catamarca todavía se recogía, en esos pueblos marginados de economía primaria y monoproductora, algo del sonido y la huella de las heroicas montoneras del coronel Felipe Varela.

Que afortunadamente por estas fechas, merced al buen discernimiento de una jefa de estado, logra ascender en la memoria. 
 
LAW

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