Pablo Gonzalez

Paz del Chaco. De la Standard Oil a las ONG


Lo que ayer se disputaban la Standard Oil y la Shell, hoy se disputan las ONG que captan dólares con la fachada del indigenismo

Hace pocos años unos estudiosos franceses publicaron un libro titulado “Mala Guerra”, sobre la forma en que los pueblos originarios del Chaco paraguayo quedaron atrapados entre dos fuegos de 1932 a 1935.

En esos años dos empresas petroleras se disputaron ese territorio, encubriendo con las banderas de Paraguay y Bolivia la avidez sin límites del imperialismo petrolero. 
 
 La Standard Oil, de Estados Unidos, que financió al ejército boliviano para apoderarse del Chaco, fue denunciada el 30 de mayo de 1934 por el senador norteamericano Huey Long, en el Congreso de Washington. 
 
El congresista estadounidense y ex gobernador de Louisiana caería asesinado pocos meses después, en uno de los más polémicos magnicidios de la historia de su país.

El Paraguay, con un ejército impetuoso y nostálgico de glorias pasadas, tuvo de su lado como un contrabalance al imperio de los Rockefeller, a la empresa británica Shell, logrando recuperar gran parte del territorio perdido. 
 
 Sin embargo, bastó que se siente a la mesa de negociaciones de paz Spruille Braden, también recordado por su polémica en Argentina con Perón, para que los pozos petrolíferos queden dentro de los límites bolivianos.

Al cumplirse ochenta años de la finalización de aquella guerra donde la sangre se mezcló con petróleo, los colonialismo siguen acechando ese territorio, hoy a través de las ONG que están participando del actual gobierno paraguayo, para quienes lucrar usando a los indígenas es algo absolutamente natural y loable.
 
 Lo peor del caso es que el dinero de los contribuyentes del Primer Mundo, la mayoría de las veces termina inspirando y sufragando partidos políticos y la promoción de estos avivados a “la arena”.

La mayoría de los grupos, agazapados detrás de una fachada de solidaridad y de lucha social, en realidad encubre a personajes fuertemente ligados a la embajada norteamericana de Asunción, a las políticas neoliberales y al conformismo con las estructuras que hoy manejan el poder mundial.

Hoy estas ONG los utilizan para captar dinero y luego no les dan ni siquiera las monedas que sobran. 
 
Uno de los que más dinero acumuló en sus propias cuentas bancarias con ese modus operandi es el actual ministro de cultura de Lugo en Paraguay, Ticio Escobar. 
 
Hace poco ITAIPÚ, la empresa hidroeléctrica de Paraguay y Brasil, les dio 500.000 dólares a un organizador de espectáculos para que organice un supuesto encuentro indígena en Paraguay, y solo asistieron caciques impostados y los organizadores de espectáculos (Leo Rubin, hijo de una ministra de Lugo) se llevaron los fondos.

Esto no solo sucede con los indígenas del Paraguay, también con los niños de la calle y los campesinos, la pobreza es un negocio de ellos. 
 
Ya Tupac Amaru decía hace trescientos años que el patrón come de la pobreza del campesino y los indígenas.

Para la mayoría de ellos, la guerra nunca terminó. 

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