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La Hoguera de las Vanidades

En el año 1497 en Italia se dió una de la tristes historias que nos deja el catolicismo: La Hoguera de las Vanidades. 
 
Para encajarnos en el contexto histórico es necesario conocer al artífice de esta situación: Girolamo Savonarola.
 
Este monje había llevado una idea revolucionaria al seno propio de la Iglesia, predicando que ésta era una entidad pecaminosa y que los lujos no podían anteponerse al bienestar del alma. 
 
Asimismo arremetió contra el Papa y varios de los poderes locales (los Medici y los Borgia).
 
Como buen "predicador de cambios" se agarró de la vieja y nunca pasada de moda idea del Juicio Final manifestando que los cambios sociales y políticos lo reflejaban... le creyeron y tuvo apoyo durante algún tiempo propiciando un gobiero basado en sus creencias religiosas, aunque al final le valieron la excomunión y la muerte.

Sin embargo para esa fecha estaba en su apogeo y habiendo acaparado mucho del poder de Florencia, se había dado a la tarea de perseguir homosexuales, el alcohol y el juego, y trató de eliminar aquellos bienes o placeres que según él llevaban al pecado a los habitantes de Florencia. 
 
Como consecuencia el 7 de febrero de 1497 la fuerza pública confiscó bienes y se realizó una gigantesca hoguera en la Plaza de la Señoría. 
 
Allí se lanzaban, voluntariamente o no, todo tipo de objetos que pudieran conllevar al pecado: ropa, cosméticos, tablas de juego, libros como los de Petrarca y Bocaccio o que trataran temas sexuales, incluso espejos y todo lo que al malogrado monje le pareciera motivo de pecado para los florentinos.

Obviamente, como muchos de los fanáticos de la historia, ni hubo juicio final, ni hubo cambios derivados de las hogueras que se realizaron, simplemente se perdieron para siempre obras artísticas únicas.

La Hoguera de las Vanidades representa en pequeña escala lo que representó la Iglesia durante el Oscurantismo, la censura y la ceguez total, todo basado en el particular punto de vista de una persona o un grupo de personas quienes se autodominan juez y verdugo.
 
La pérdida de libertad basada en la creencia es algo que ya no se puede permitir.
 
Los logros al respecto son tan importantes que no pueden verse limitados argumentando respeto irrestricto e ilimitado a las creencias: estas tienen límites y son el respeto a los derechos de los demás de modo que el creyente no puede argumentar que en libre ejercicio de su creencia puede afectar mis libertades.

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