
Sirte nunca se rindió. Allí cayeron 300 combatientes de la Resistencia Verde inmortalizados como “Los Espartanos”.
Trípoli, 13 de enero de 2012.- Equiparando la epopeya de los 300 inmortales espartanos que murieron defendiendo a Esparta, su patria, en el desfiladero de la Termópilas, hace 2.500 años, 300 combatientes de la Resistencia Verde se inmolaron junto a su pueblo defendiendo Sirte, el bastión de la Jamahiriya, la cuna del Líder Mártir Moammar El Gaddafi.
El valiente pueblo de Sirte, sitiado en un territorio de apenas un kilómetro cuadrado, decidió correr la misma suerte de sus soldados y soportó junto con ellos, el cerco y el ataque de bombardeos con aviones modernos, tripulados y de los llamados “DRONES” manejados a control remoto.
En ese pequeño pedacito de tierra libia, tan pequeño, tan cercado y tan inmenso, todos los armamentos más modernos de las potencias que se dicen desarrolladas, capaces de ver desde satélites espaciales dotados de rayos X y visión nocturna, dónde está la cunita donde duerme un bebé.
Contando con una monstruosa superioridad técnico-militar, la coalición de asesinos bombardeó sistemáticamente el pequeño reducto donde se refugiaba la libertad y la dignidad de Libia en los corazones de los 300 y de la población civil que les apoyó hasta el último momento.
Mediante bombardeos sistemáticos, los asesinos de la OTAN fueron acabando con las vidas de los combatientes y de su apoyo civil, uno a uno.
Trípoli, 13 de enero de 2012.- Equiparando la epopeya de los 300 inmortales espartanos que murieron defendiendo a Esparta, su patria, en el desfiladero de la Termópilas, hace 2.500 años, 300 combatientes de la Resistencia Verde se inmolaron junto a su pueblo defendiendo Sirte, el bastión de la Jamahiriya, la cuna del Líder Mártir Moammar El Gaddafi.
El valiente pueblo de Sirte, sitiado en un territorio de apenas un kilómetro cuadrado, decidió correr la misma suerte de sus soldados y soportó junto con ellos, el cerco y el ataque de bombardeos con aviones modernos, tripulados y de los llamados “DRONES” manejados a control remoto.
En ese pequeño pedacito de tierra libia, tan pequeño, tan cercado y tan inmenso, todos los armamentos más modernos de las potencias que se dicen desarrolladas, capaces de ver desde satélites espaciales dotados de rayos X y visión nocturna, dónde está la cunita donde duerme un bebé.
Contando con una monstruosa superioridad técnico-militar, la coalición de asesinos bombardeó sistemáticamente el pequeño reducto donde se refugiaba la libertad y la dignidad de Libia en los corazones de los 300 y de la población civil que les apoyó hasta el último momento.
Mediante bombardeos sistemáticos, los asesinos de la OTAN fueron acabando con las vidas de los combatientes y de su apoyo civil, uno a uno.
No sólo contaron con sus modernísimos y sofisticados armamentos, sino también con ataques traicioneros de los “rebeldes” (mercenarios).
Durante dos meses, el combate desigual se prolongó hasta que murió el último de los soldados y el último de los civiles.
Durante dos meses, el combate desigual se prolongó hasta que murió el último de los soldados y el último de los civiles.
Allí murieron con el mismo valor y dignidad los combatientes y las madres, los bebés y los ancianos, los jóvenes y los enfermos.
Dos meses de bombardeos, tiroteos, asesinatos, hambre, sed, terror, traición, angustia.
Dos meses de bombardeos, tiroteos, asesinatos, hambre, sed, terror, traición, angustia.
Sólo con la convicción de que la única posibilidad era morir con el sueño de una Libia recuperando su libertad en el corazón atravesado por la artillería enemiga y en los ojos cegados por la muerte.
Sirte nunca se arrodilló ante el enemigo y pagó un precio elevadísimo por ello: su destrucción.
Sirte nunca se arrodilló ante el enemigo y pagó un precio elevadísimo por ello: su destrucción.
Ahora, Sirte, una alegre ciudad en la que correteaban los niños, paseaban los enamorados y los ancianos platicaban al sol es un territorio fantasma: nadie vive allí.
El odio de los invasores es tanto que, temiendo el ejemplo de los 300, han callado su heroísmo y permiten que se hable de ello.
El odio de los invasores es tanto que, temiendo el ejemplo de los 300, han callado su heroísmo y permiten que se hable de ello.
Pero no se puede silenciar el heroísmo de los pueblos y, por eso, lo contamos aquí.
http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2012/01/la-muerte-de-la-inmortal-sirte.html