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Mientras el repiqueteo diario de la violencia continúa reverberando por todo Iraq, su pueblo sigue luchando por encontrar un ápice de normalidad, una tarea cada vez más titánica debido a la violencia actual y a la escasez tanto de agua como de electricidad.

Desde que se inició la invasión de Iraq dirigida por EEUU, la administración Bush prometió que la guerra traería una vida mejor a los iraquíes e inmensas mejoras a su infraestructura, gravemente debilitada por casi trece años de asfixiantes sanciones económicas.

Y así se iba prometiendo también que habría más puestos de trabajo, mejoras en la disponibilidad del agua, mayor y mejor suministro eléctrico y una importante rehabilitación de las infraestructuras sanitarias.

Pero ahora que el ejército estadounidense ha puesto formalmente fin a la ocupación militar de Iraq, tras casi ocho años de guerra, las promesas se convirtieron en poco más que un espejismo.

Escasez constante de agua

Hashim Hassan es el director adjunto de la Autoridad para el Agua de Bagdad (AAB), y admite que los siete millones de habitantes que tiene Bagdad están continuamente padeciendo cortes en el suministro de agua potable.

“Producimos unos 2,5 millones de litros cúbicos al día, y eso hace que tengamos una escasez de 1 millón de metros cúbicos”, explicó Hassan a Al Jazeera. “Hemos incorporado varios proyectos para aumentar la disponibilidad de agua y confiamos en que para finales de 2012 estén corregidas las actuales carencias.”

Según Hassan, el 80% de la red de tuberías de Bagdad necesita rehabilitación –en la que actualmente se trabaja- además de la colocación de 100 unidades compactas en los alrededores de la ciudad, lo que incrementará las disponibilidades de agua potable hasta que estén entren en pleno funcionamiento plantas de mayor calibre.

Se han ampliado ya varias plantas de tratamiento de aguas, incluida una que aumentará la capacidad de las instalaciones de tratamiento de aguas residuales en Sadr City, una inmensa barriada de chabolas con tres millones de habitantes.

Hassan dijo que los comités sanitarios y el ministerio para el medio ambiente iban a realizar una serie de pruebas, que junto con las pruebas de la AAB, hace que cada día se controlen 1.000 muestras de agua, de las que “menos del 1% salen mal”, dijo. El “umbral aceptable” es del 5%.

Bechtel, una compañía global multimillonaria de construcción e ingeniería que tiene su sede en EEUU –y cuya junta de gobierno tiene estrechos lazos con la anterior administración Bush-, recibió 2.300 millones de dólares de los fondos destinados a la reconstrucción de Iraq del dinero de los contribuyentes estadounidenses, pero se fue del país sin completar la mayor parte de las tareas que tenía asignadas.

El contracto de Bechtel para Iraq incluía la reconstrucción de los sistemas de tratamiento de aguas, centrales eléctricas, sistemas de alcantarillado, aeropuertos y carreteras.

Los gestores de los departamentos de aguas que se ocupan de Iraq dicen que las únicas reparaciones que se llevaron a cabo durante la ocupación estadounidense fueron a través de agencias de la ONU y de organizaciones de ayuda humanitaria. 

El ministerio les proporcionó tan solo un poco de cloro para el tratamiento del agua. Los “nuevos proyectos” no eran más que simples operaciones de mantenimiento que bien poco pudieron hacer para impedir que la infraestructura se viniera abajo.

Bechtel estaba entre las primeras compañías, junto con Halliburton (donde el ex vicepresidente estadounidense Dick Cheney había trabajado anteriormente), que recibieron contratos de tarifa fija redactados para asegurar los beneficios.

Ahmed al-Ani, que trabaja con una importante compañía de contratos de construcción iraquí, dijo a Al Jazeera que el modelo adoptado por Bechtel estaba abocado al fracaso.

“Cobraban sumas inmensas de dinero por los contratos que firmaban, después se los vendían a compañías más pequeñas que las volvían a vender de nuevo a pequeños contratistas iraquíes sin experiencia”, dijo Ani. 

“Esos contratistas sin experiencia tenían después que ejecutar mal los trabajos debido a las ínfimos precios que habían que les habían pagado y a su falta de experiencia.”

Según un informe de marzo de 2011 de la Unidad de Análisis e Información Inter-Agencias de la ONU, uno de cada cinco hogares utiliza una fuente insegura de agua potable, y hasta un 16% informan de problemas diarios en el suministro.

La situación es incluso peor en las zonas rurales, donde sólo el 43% tiene acceso a agua potable segura, y el agua disponible para la agricultura es normalmente muy escasa y de muy pobre calidad. 

Estos hechos han provocado que cada vez más iraquíes abandonen las comunidades rurales en búsqueda de agua y trabajo en las ciudades, agravando aún más los problemas ya existentes en las mismas.

El informe de las Naciones Unidas afirma: 

“La calidad del agua utilizada para beber y para la agricultura es pobre, violándose los estándares nacionales iraquíes y las directrices de la OMS. 

El alcantarillado y las fosas sépticas están contaminando con aguas residuales la red de agua potable. 

El 80% de los hogares no trata el agua antes de beberla. Además, solo se somete a tratamiento el 18% de las aguas residuales, con los cual el resto va directamente a parar a las vías fluviales.

Y eso es exactamente lo que muchos iraquíes sufren de primera mano.

“Algunas veces abrimos el grifo y no sale nada”, explicaba Ali Abdullah, vecino de Bagdad. “Otras veces el color del agua que sale es marrón, o amarillo, o incluso en ocasiones huele a benceno.”

Electricidad y aguas residuales

Los generadores eléctricos situados en la calle son ahora algo frecuente en la capital de Iraq, donde la media de los hogares recibe entre cuatro y ocho horas de electricidad al día. En algunas áreas, como Ciudad Sadr, reciben una media de menos de cinco horas al día, y en algunos de los barrios de esa zona incluso tan solo una hora o dos al día, y en ocasiones nada en absoluto.

Mucha gente opta por pagar la electricidad proveniente de los generadores a vendedores privados, que son quienes conectan los cables de sus respectivos clientes.

Nabil Tufiq es un operador de generadores que suministra electricidad a 220 hogares doce horas al día.

“Compramos nuestro diesel en el mercado negro, no al gobierno”, dijo a Al Jazeera. 

“Nos tememos que ese negocio continuará siempre porque la corrupción del gobierno les impide arreglar nuestros problemas”. 

Abu Zahra, un coordinador de la oficina del clérigo chií Muqtada al-Sadr con los medios en Ciudad Sadr, explicaba que, además de la actual carencia de electricidad, es necesario rehabilitar todos y cada uno de los aspectos de la infraestructura de la zona.

“Estamos dependiendo de los generadores de la calle”, dijo Zahra, antes de proseguir diciendo que las carreteras han sido reparadas, pero que debido a que la corrupción reduce los presupuestos, el pavimento empieza a agrietarse y se hace añicos en seis meses, haciendo que el ciclo empiece de nuevo.

Todo eso resulta evidente porque en las calles llenas de basura abundan los desniveles, las grietas y los baches.
En cuanto se sale de las principales arterias, uno encuentra enseguida calles sucias con aguas residuales saliendo de las alcantarillas.

Zahra dijo que una de las esperanzas de Sadr al incorporarse a la refriega política era que esta zona de Bagdad obtuviera mejores servicios, pero eso es algo que aún no ha ocurrido.

“Sadr le pidió al gobierno que proporcionara mejores servicios y puestos de trabajo aquí, pero nada de eso se ha producido”, dijo, mientras los niños jugaban cerca de las aguas residuales.

“Aquí ha habido manifestaciones con la gente cargada con palas pidiendo trabajo y latas vacías de queroseno para pedir fuel. Mientras tanto, tenemos un sistema de alcantarillado enormemente dañado que necesita de una total reconstrucción.”

Aunque las diarreas y las enfermedades transmitidas por el agua son comunes por todo Bagdad, en Ciudad Sadr están omnipresentes debido a que la falta de agua potable, unida a las aguas negras que fluyen por muchas de las calles, hace que las enfermedades se propaguen de forma inevitable.

Toufiq señaló un cuestión que no pinta nada bien para el futuro, y que probablemente describe muy bien la raíz de la miríada de problemas de Iraq.

“Mucha gente está viviendo a partir del destrozo que sufre el sistema”, dijo.

“Desde el gobierno, hasta yo mismo, hasta los vendedores de gas.”

Economía rota

Según el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, Iraq tiene una tasa de pobreza del 23%, lo que significa que alrededor de seis millones de iraquíes sufren pobreza y hambre a pesar del reciente incremento de las exportaciones de petróleo iraquí. 

El ministerio de planificación de Iraq ha anunciado también el país necesita unos 6.800 millones de dólares para reducir el nivel de la pobreza.

Zahra asiente.

“Nadie en mi familia tiene trabajo”. 

“Y en casa de mi hermana, que hay siete adultos, sólo dos de ellos trabajan.

·Hassan Jaibur, un enfermero que no puede encontrar trabajo en lo suyo, está vendiendo fruta. 

“La situación es mala y va a empeorar aún más”, dijo. 

“Los precios continúan subiendo y no hay puestos reales de trabajo. Todo lo que podemos hacer es sobrevivir cada día.”

Jaibur dijo que él y su familia viven de la fruta que vende, pero que tiene un niño enfermo y cualquier ganancia que obtiene se le va entera en medicamentos.

“Todos mis parientes y amigos están en una situación parecida”, añadió.

“La mayor parte de ellos trata de encontrar trabajo cada día como peón.”

Gheda Karam vende dátiles y fruta. Su marido se quedó paralizado durante la guerra Irán-Iraq, y el subsidio que obtienen del gobierno por su invalidez es totalmente insuficiente.

“Mi familia está sufriendo mucho”, dijo a Al Jazeera

“Ayer no teníamos nada para cenar. Somos veinte en una vieja casa y soy la única que trabaja.”

El llanto no la dejaba seguir hablando, después se secó las lágrimas.

“Mis niños ven cosas en el mercado que desean comer o beber, pero no podemos permitirnos nada, y yo le debo dinero a los vendedores de frutas. 

¡Que Dios nos ayude!

El estado de la economía en Iraq es de desastre absoluto. ¡Qué ironía ante el hecho de que Iraq tenga las mayores reservas de petróleo del mundo después de Arabia Saudí y de Irán! ¿No cabría esperar que fuera uno de los países más prósperos del mundo?

Pero en ninguna parte se hace tan evidente la ausencia de crecimiento económico como en Bagdad.

Según el Banco Central de Iraq, el desempleo y el “subempleo” se sitúan ambos en el 46%, aunque muchos en Iraq piensan que esa es una generosa estimación a la baja.

Iraq continúa teniendo una economía de dinero efectivo; lo que significa que no hay tarjetas de crédito, casi no hay cuentas corrientes, no hay transferencias electrónicas de fondos y sólo unos pocos cajeros automáticos.

Iraq carece de servicio postal operativo, no dispone de transporte público ni de línea aérea nacional y la mayoría de los artículos que se venden son de importación.

Solo en la región autónoma del Kurdistán, en el norte de Iraq, hay un rápido desarrollo y un gobierno operativo.

Iraq se sitúa en el lugar octavo entre los países más corruptos del mundo, según Transparencia Internacional. 

Esto significa que Iraq se iguala con Haití y es solo un poco menos corrupto que Afganistán.

Uno de los ministros iraquíes se vio obligado a dimitir recientemente porque había firmado un contrato por valor de mil millones de dólares con una compañía alemana en bancarrota y con una empresa fantasma canadiense que ni funcionaba ni tenía activos, tan solo una dirección.

Falta de seguridad

Las series recientes de explosiones coordinadas de bombas que han matado a más de cien iraquíes y herido a más de doscientos en las últimas semanas son una prueba de la actual situación de la seguridad en Iraq.

A pesar de que las fuerzas que integran el ejército iraquí alcanzan la cifra de 280.000 soldados, además de 645.000 policías y guardias de frontera, hasta totalizar casi un millón de hombres y con la capital plagada de controles, la seguridad es algo que brilla por su ausencia.

Como dijo recientemente el primer ministro Nour al-Maliki, no puede haber seguridad sin estabilidad política. Debido a que sus críticos acusan a al-Maliki de alterar el delicado equilibrio político dentro del gobierno iraquí al ordenar el arresto del vicepresidente Tariq al-Hashimi, sus palabras parecen, irónicamente, más verdaderas que nunca.

A pesar de que gran parte de la violencia diaria en Iraq ha disminuido desde los momentos más álgidos, se informa constantemente de que la sangre sigue derramándose.

Los ataques que se produjeron por todo el país el 3 de enero incluyeron una bomba colocada junto a la carretera que mató a un soldado iraquí cerca de Mosul, una bomba-lapa que hirió seriamente a un guarda peshmerga en Kirkuk, un episodio violento en Muqdadiya en el que un grupo de pistoleros asesinó a un miembro de la milicia Sahwa y a su mujer, y otra bomba en la carretera que hirió a tres civiles en Bagdad, por citar solo unos cuantos sucesos.

Cuando a los iraquíes se les pregunta cuál es su principal preocupación, la primera respuesta suele ser la “seguridad”, seguida después de la electricidad, el agua, el trabajo y la atención sanitaria. 

Pero la seguridad es el cimiento sobre el que debe construirse el resto de las infraestructuras, por eso los continuos ataques por todo Iraq y el caos que suponen no auguran nada bueno para el futuro.

En diciembre de 2011, Iraq firmó un acuerdo aproximado por valor de 3.000 millones de dólares para comprarle a EEUU 18 aviones más de combate F-16, un hecho controvertido acerca del cual los críticos de Maliki dicen que solo le preocupa consolidarse en el poder.

En diciembre, durante una conferencia de prensa con al-Maliki, el presidente Obama dijo: “Vamos a entrenar a los pilotos [iraquíes] y asegurarnos de que se capaciten para que Iraq pueda tener una fuerza aérea eficaz”.

La mayoría de los iraquíes preferirían tener calles seguras antes de preocuparse acerca del espacio aéreo.

Y para las personas como Gheda Karam, cuya familia tiene que saltarse alguna comida habitualmente, sería preferible un gobierno que gastara esos 3.000 millones de dólares en mejorar la infraestructura y la economía en vez de deciarse a comprar aviones de guerra dotados de las últimas tecnologías.

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