Después de un largo proceso viciado por las amenazas de los patrones
para con las y los trabajadores, de la imposibilidad de las y los
patriotas del movimiento social del NO [1]
de acreditar a muchas y muchos de sus fiscales en los centros de
votación durante el proceso del referéndum del 2007, de las amenazas
cubiertas como notas periodísticas durante la “tregua electoral” por los
principales medios de comunicación del espectro televisivo
costarricense, llegaron dos monstruos que en el campo de las
telecomunicaciones han demostrado que tienen la capacidad de engullirse
lo que se les ponga por el frente.
Apoyados en la inmoral legalidad
de un modelo económico-político que evidencia lo obsceno e insostenible
de su lógica, el neoliberalismo se ha enquistado en la dinámica de la
economía-mundo capitalista no como una decisión consciente de la
población que soporta los embates de la crisis estructural del
capitalismo, sino como una de las fases más oscuras de la racionalidad
occidental, en la cual la imposición doctrinaria liberal, carente de
criterio científico, se dedica a imponer por la ley o el garrote las
consignas del “libre comercio” aún cuando la realidad evidencia que el
comercio cada vez es menos libre, más monopólico e intransigente con la
especie y el planeta.
Hoy, Claro y MoviStar, se disputan, muy al estilo
de los monstruos marinos de la Odisea de Homero, el mercado existente en
el campo de las telecomunicaciones.
Lo hacen con la garantía que les
proporcionan las crecientes condiciones de explotación que experimentan
los trabajadores costarricenses, donde uno de cada tres trabajadores
gana menos del salario mínimo establecido por ley (La Nación, 2009).
Dos monstruos han llegado a Costa Rica, han articulado intereses con
algunos sectores de la burguesía criolla (afincados principalmente en el
sector político) y han pactado la intensificación de las condiciones de
explotación de las y los trabajadores costarricenses.
Lo anterior lo
han logrado a través de distintas formas, pero, principalmente, a través
del incremento de la inestabilidad económica que se extiende a escala
planetaria y que se posiciona como el “coco” contemporáneo en las mesas
de los hogares de las y los trabajadores de mundo entero, del cual Costa
Rica por supuesto forma parte.
Lo curioso del caso es que esta
inestabilidad es producida, precisamente, por la articulación de los
intereses burgueses que ha confluido con la imposición de un modelo
económico en la región centroamericana, la cual le ha trasladado a las y
los trabajadores los costos de una crisis que no era nuestra, pero que
hemos pagado de diversas formas durante los últimos 30 años.
Si
bien, la explotación de la fuerza de trabajo nacional parecería tener
poca representatividad respecto de la magnitud de la crisis del
capitalismo a escala planetaria, ha sido precisamente la crisis
estructural del capitalismo la que ha obligado a los consorcios
transnacionales a adoptar mecanismos transnacionales para valorizar el
desproporcionado capital ficticio existente (subrayado por
el increíble sentido ilógico y contradictorio que resulta tan sólo
pensar que en el capitalismo el capital inexistente cobra vida propia).
De lo que se trata aquí es de intentar paliar la crisis económica que
atraviesa el capitalismo con el incremento de la explotación de las y
los trabajadores independientemente del contexto local en el que se
sitúen.
De esta forma los consorcios transnacionalizados respaldan, en
apariencia, el valor que ha sido generado a través de la generación de
empleo y, su consecuente apropiación de plusvalía.
Sin embargo, la
apropiación de la plusvalía absoluta y relativa no permite valorizar el
valor a la misma velocidad en que el capital ficticio es reproducido,
por lo cual el incremento de las condiciones de explotación se
constituyen en un imperativo del capitalismo en nuestros días.
De esta
forma la imposición de criterios y condiciones laborales que atentan con
el cumplimiento efectivo de los derechos de las y los trabajadores
costarricenses se posiciona como la principal garantía que otorgan los
sectores de la burguesía política criolla al sellar alianzas y
garantizarse un papel privilegiado respecto de la adquisición de
acciones, administración o el desarrollo de “consultorías” en sectores
estratégicos del desarrollo nacional (muelles, parque nacionales,
carreteras, hospitales de la seguridad social, fármacos, importación de
alimentos, importación de agroquímicos, construcción, educación privada,
seguridad privada y otros).
Lo anterior permite identificar
cómo la crisis económica que atraviesa el capitalismo, de la cual el
incremento del flujo de capital especulativo tiene una inmensa
responsabilidad, intenta valorizar el capital ficticio existente a
través del traslado de dicha crisis a las y los trabajadores y las
instituciones solidarias edificadas para solventar sus necesidades más
básicas.
El recrudecimiento de las condiciones de vida de la
población española, mexicana o costarricense no son, sino, el resultado
de la intensificación de la lógica del “libre comercio” de los últimos
30 años.
La concentración monopólica, la imposición doctrinaria carente
de rigurosidad metódica, debate, análisis o posibilidad de toma de
decisiones, son los principales indicadores de que en el dogmatismo
mesiánico liberal las cosas andan mal y que su ciega confianza en la
macroeconomía nos ha pasado a todas y todos la factura.
De esta forma,
el neoliberalismo, como actual fase del desarrollo del capitalismo, ha
garantizado la imposición política de los criterios económicos dictados
por los principales consorcios transnacionales que, en alianza con los
distintos sectores de la burguesía política criolla, han pactado la
explotación de las y los trabajadores costarricenses, no sin antes
garantizarse un papel privilegiado con la privatización de las ganancias
que se fundamentan en la socialización de las pérdidas.
Atendiendo lo anterior no es difícil comprender por qué los ejemplos
antipatriotas de los expresidentes Miguel Ángel Rodríguez, Rafael Ángel
Calderón Fournier o José María Figueres Olsen están vinculados
profundamente con la crisis institucional de los principales referentes
solidarios construidos por las y los costarricenses durante el siglo XX
(por lo cual esperamos que la historia los recuerde).
Hoy,
tanto España, México y Costa Rica experimentan, como tantos otros
pueblos expuestos a las artimañas del capital, la agresividad del “libre
comercio”, el incremento de la pobreza, de la inseguridad, de la
explotación, la humillación y el saqueo.
Hoy, estos dos
monstruos que se han instalado en nuestro país, son piezas fundamentales
en la crisis del capitalismo como economía-mundo…y si no es así me
atrevería a preguntar:
¿Por qué estos dos monstruos no han
incrementado el pago de sus impuestos al fisco en los momentos en que
sus países de origen más lo necesitan?
¿Es que acaso estos dos monstruos
piensan pagar impuestos sobre la base real de las ganancias que
perciben en Costa Rica aún cuando no lo hacen en sus países de origen?
¿Seremos las y los costarricenses tan ingenuos de pensar que su oferta
tecnológica no guarda relación con la crisis económica, política y
social que atraviesa hoy el planeta entero?
Dos monstruos han
llegado a Costa Rica, vienen con hambre, se lo quieren comer todo.
Hoy
está a prueba la capacidad de resistencia y solidaridad de las y los
costarricenses para con sus instituciones.
En la medida que defendamos
lo que tenemos con orgullo, recordando que por más pequeñito que sea
este país sobre todo es nuestro, estos dos monstruos culminarán migrando
hacia otras latitudes o, quizá, devorándose la cabeza.
Ernesto Herra Castro es sociólogo. Directivo Nacional democráticamente electo y no reconocido de ANEP.
Referencia citada:
La Nación (2009) Uno de cada tres trabajadores gana menos del salario mínimo. En: http://wvw.nacion.com/ln_ee/ 2009/diciembre/21/pais2199432. html. Consultado el 11 de diciembre de 2011.
Nota:
[1]
Movimiento social constituido por una gran masa plural de
costarricenses (los que nacieron y los que se han hecho) que asumieron
un papel protagónico en la agenda política y la historia nacional
costarricense al oponerse férreamente a la aprobación del Tratado de
Libre Comercio entre Centro América, República Dominicana y los Estados
Unidos.